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Hueningkai durante el viaje de regreso a casa, acariciaba dulcemente el pelaje rojizo del bebé zorro, mientras murmuraba miles de cosas lindas para el animalito.
Aún con aquel aspecto tan descuidado, no podía evitar pensar que era precioso y majestuoso. Definitivamente se encargaría de mimarlo mucho.
—¿Puedo tocarlo? —preguntó su hermana menor, Bahiyyih, con un tierno puchero en sus labios.
—¡Lo puedes cargar si quieres! sólo ten mucho cuidado para no lastimarlo —el movimiento del auto era algo brusco, así que Kai le pasó lentamente el animalito a su hermana.
Bahiyyih fue sumamente delicada al acomodarlo en sus brazos y al acariciarlo. Al ser de un tamaño promedio, cabía perfectamente en los brazos de la menor, e incluso el zorro escondía su carita entre estos para protegerse de la suave brisa que se colaba por la ventana del auto.
El castaño inmediatamente le pidió a su padre que subiera por completo la ventana, cosa que el señor hizo.
Su hermana mayor, Lea, también aprovechó en acariciarlo y llenarlo de dulces palabras, pues antes no tuvo la oportunidad gracias a que ella se encontraba en un extremo del asiento trasero y Kai se encontraba en el otro.
Hueningkai sonrió enternecido ante aquella escena.
Algo le decía que ese pequeñito traería mucha alegría a su hogar, aunque fuera a quedarse de forma temporal.
Sólo quedaba ver cómo lo criaría durante el tiempo que permanezca junto a ellos, pues debía evitar que causara algún problema o que alguien además de su familia lo viera.
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