Viva Suecia
Capítulo 3: Viva Suecia
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Es en este punto donde las cosas se ponen feas. ¿A qué me refiero?, pues al hecho de que los zombis no se pudren, son de cierta manera (muy retorcida manera) inmortales.
¡Sí, nuestros temores se hicieron realidad! ¡Existen montón de zombis al estilo Mi novio es un zombi, la película romántica!
Maldije mi situación postrándome en el suelo golpeando con el puño, al más puro estilo de la película El Planeta de los Simios, la original con Charlton Heston, no la de Tim Burton, en su etapa de perdió el toque.
Seguro que todos ustedes se están jalando los cabellos y apiadándose de mi triste persona por haber llegado a un mundo tan retorcido.
Bueno, las cosas no están tan mal, quiero decir, todas las épocas tienen sus cosas buenas y malas. Por ejemplo, en Hollywood siempre nos echan en cara lo hermoso de finales del siglo 19 y principios del 20, ya saben: "La bella época".
Sin embargo, en esa bella época, a diferencia de la película La Edad de la Inocencia con Winona Ryder, no existían cosas como el seguro social, derechos laborales, etc. Era el infierno si no eras rico y debías trabajar de sol a sol para llevarte un pedazo de pan a la boca.
En este siglo 23, se han presentado muchos avances. ¿Recuerdan ese viejo dibujo animado de los Súper Sónicos?, no me extrañaría que no. En fin, en ese cartoon, el protagonista siempre se queja de que trabaja mucho, pero solo laburaba tres horas al día. Bueno, la verdad que no recuerdo mucho de ese show infantil, pero en el futuro esa es la jornada laboral.
La lógica de este tiempo radica en que, a menores horas, más feliz estará el trabajador y más opción de insertar a más población al mercado laboral. Y lo sorprendente es que ¡funciona!, los salarios son buenos y casi ha desaparecido la diferencia entre la clase alta y la clase media. Una buena idea que en mi tiempo fue impulsada por Suecia.
Así podría decir otras ventajas y adelantos sociales y tecnológicos de este mundo, pero para el caso que les lleva a la lectura, me limitaré a enfocarme en uno: la discriminación (zombi).
En el siglo 23, casi todas las discriminaciones ya sean de raza, religión, etc. Han sido eliminadas. Solo perdura una discriminación en el mundo: los zombis, no pueden trabajar.
¿Esa es la discriminación me preguntarán? ¿Qué tal el mismo hecho de llamarlos zombis?
Pues sí, se inventó un término pomposo para llamarlos: Personas con Derechos Renovados.
Claro que los jóvenes usan otro término: amigos.
Algunos zombis son llamados por nombres propios, pero igual no se les permite trabajar. Todo esto vino a causa de un montón de trabas legales técnicas, por ejemplo, una persona con derechos renovados no necesita comer, por lo tanto, se ve inútil que trabaje y que con aquello le quite la oportunidad de trabajar a una persona normal. Como el ejemplo anterior hay montón de casos.
Aquello suponía un problema serio para mi misión de recabar datos para el ejército. ¿Cómo podría alimentarme si me es negado cualquier opción de trabajo?
Claro que ustedes dirían: que idiota, deja de pasarte por un zombi y mézclate con la gente normal.
El problema con aquello radicaría en que todo uso de bienes y servicios es regulado por adminículos biométricos. ¿La cabina por la cual me enteré de la historia de este siglo y el anterior? Fácil, mi Sherlock, era una cabina defectuosa que ya fue reparada, jamás volveré a tener una suerte así.
El seguir con mi tapadera de zombi tiene ciertas ventajas, por ejemplo, un zombi puede ingresar a cualquier lugar siempre y cuando se encuentre con la puerta abierta. Nadie sospecharía de un zombi como un espía de secretos industriales.
Puedo ingresar a cualquier lugar a recabar información sobre este tiempo y todo el mundo creería que ingresé por la puerta abierta. No hay peligro alguno porque las personas no agreden a los zombis, por lo tanto, los zombis no tratan de morder a alguien. Es tan perfecta la relación que los bozales para zombis fueron prohibidos hace casi ciento sesenta años.
Bueno, a ponerme a trabajar, que suerte que las cerraduras de las puertas no se complicaron en estos dos siglos. Voy a usar el entrenamiento que me dieron en el ejército para la misión, ojalá encuentre una cámara digital porque no soy ningún Sheldon Cooper, no se hagan los locos, me refiero a ese de The Big Bang Theory, el larguirucho insufrible que tiene memoria eidética. A diferencia de él, yo no tengo memoria fotográfica y la cámara me vendría de mil maravillas.
Primero, decido entrar a una casa común y corriente, ya saben, para ver como son las cosas. No quisiera ingresar a un complejo industrial o militar y tener una desagradable sorpresa.
Vigilo la casa por todo un día y veo que solo viven dos adultos en ella, los cuales ya fueron a trabajar. Me muero de hambre y mi juicio empieza a resentirse, solo espero que en la casa haya algo bueno que comer, me rugen las tripas.
Me pongo en acción.
Que bien, hay varios emparedados que, rápidos, pasaron a mi estómago, lo raro que al ingresar a la cocina no pude ver ningún refrigerador.
No veo ninguna cámara digital y lo más raro es que en la sala de estar, veo a tres extraños sillones sacados de una película de ciencia ficción, parecen estar encapsulados en una especie de capsula de cristal como la que tienen los celulares modernos, también veo diversos aparatejos electrónicos instalados en el sillón.
―¿Qué haces aquí? ―De pronto escucho como una voz de mujer suena a mis espaldas.
Trato de moverme y gemir como un zombi para no ser descubierto.
―Oye, te vi por las cámaras de seguridad y como te comías los emparedados. Ningún amigo come emparedados.
«Carajo, ¿cómo voy a salir de esta?».
CONTINUARÁ...
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