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9. Entrelazar los dedos

Su pobre garganta se quemaba en jugos gástricos y sus extremidades comenzaron a flaquear. No estaba seguro si sostenía la taza del inodoro con sus manos o su mentón era el centro de apoyo.

Los guturales sonidos de sus arcadas hacían eco en el baño, su corazón latía bajo un ritmo de miedo porque su mente ofuscada no le daba tregua a presentarle sus experiencias pasadas en la guerra.

El olor a la indiscriminada muerte pútrida; sus compañeros del pelotón masacrados; sueños arrebatos; zumbido de las bombas y metralletas; mujeres y niñas empaladas con el cañón de las armas militares... 

Las lágrimas se derramaban de los ojos hasta sus pómulos por dolencias desconocidas, no sabía si era por la angustia mental o su cuerpo contraerse. Le costaba respirar y el dolor agudo en su estómago al tragar aire hizo peor la reexperimentación.

Fue tan repentina. ¿Qué fue lo que lo provocó?

En las noticias presentaron el crimen de guerra de la violación de Abeer Qassim Hamza al-Janabi y el asesinato de su familia por soldados estadounidenses en Irak.

Para Griffin era ridículo que un delito como ese lo haya puesto vulnerable. Cuando prestaba su servicio, era común ver vejámenes de todo tipo: soldados agrediendo a los lugareños, exigiéndoles alimentos y refugio o sacándole a la fuerza a sus esposas o hijas para deleitarse carnalmente en grupo con ellas o incluso torturar a los insurgentes de las tratos crueles que jamás atestiguo. En su pelotón habían varios así; él, al ser francotirador, estaba en una ubicación aislada de resto, no podía presenciar la inhumanidad pero no era exento de escuchar los suplicios de los iraquíes, las infames carcajadas de los soldados o el incesante sonido de las pistolas accionarse.

La voluntad del Capitán de su escuadrón era blanducha y ajena a esas atrocidades y una impunidad por concesión tácita entre los colegas era indiscutible y ponía en duda sus propios valores morales.

Griffin solo era respetado por sus habilidades de su puntería perfecta, a parte de eso, era el eslabón débil. Olvidaba lo que veía por medio de las drogas. Si no fuera por Max, estaría peor.

Casi bufa por la ironía. Todo el sistema estaba podrido. No había nada de honorable si esos militares eran condecorados por ser héroes de guerra a costa del flagelo de los inocentes por sus perversidades.

Quizá una situación similar pasó con el entrenador Carter Wilson... nunca tuvo un castigo en la milicia y con los años, su hambre de sangre la halló en abusar y asesinar niños...

Niños como su hermanito... 

Aslan fue una de las víctimas. ¿Quién le garantiza que él no sería como el entrenador Wilson o sus compañeros...? ¿Qué si se droga nuevamente, abuse de un niño? ¿Posiblemente Max sea un lobo vestido de oveja también y lo hospeda en su hogar?

De repente, la puerta del baño fue partida en dos por una patada de su pareja. Aslan se hallaba detrás de él, crispado y sorprendido de su fuerza.

—¡¡Griffin!! — Max corrió a su lado y lo tomó en sus brazos. Al ver su estado deplorable, palpó su rostro con delicadeza y apartó sus cabellos de su frente. —. ¡Te llamé varias veces y no respondías!

Poco a poco, regresó la lucidez en él.

—¿M-Max...?

—Soy yo, Griff — frunció su ceño en congoja al percibir lo frío que estaba. Entendió de inmediato lo que sucedió. —, estás a salvo... estás conmigo y con tu hermanito...

Por su lado, Aslan vio la ternura en su abrazo y la devoción en la mirada de ambos al conectar sus miradas o cuando Max limpió los restos de vómito en el cuello o boca de su hermano.

Esas actitudes extrañas no le tomó mucha importancia, Griffin se veía realmente muy mal.

—¿Llamo al 911? — sus ojitos verdes reflejaban preocupación.

El cuerpo de Griffin seguía temblando ligeramente cuando respondió.

—N-No... solo me siento... un poco enfermo...

—¿Por eso mismo no debemos ir a un hospital? — cuestionó Aslan firmemente.

—E-Es indigestión, chico — Max sonrió tras seguirle el juego a Griffin. —. En el ejército el estómago de tu hermano ya no fue igual. Comíamos mucha comida descompuesta...

—Uh... — En el fondo Aslan creía que era una mentira pero no estaba seguro del porqué. —. ¡En ese caso, iré a comprar medicina!

—Buena idea. — el hombre continuó sonriendo.

Así, Max le dio un poco de dinero a Aslan para que corriera a la farmacia. Fue un alivio para la pareja no tenerlo cerca y así poder hablar libremente. Una de las cosas que preocupaba a Griffin era que su hermanito presenciara sus episodios de estrés post traumático... hoy casi pudo eludirlo pero después no sabía si lo lograría, Aslan era un niño muy listo.

—Max... — murmuró entre escalofríos.

El aludido estudió sus cansadas facciones.

—¿Estás bien?

Griffin cerró sus ojos, sintiendo el envolvente calor de su novio.

—Creo que no... — la caricia en sus mejillas le hizo relajarse. —. Hoy fue uno fuerte...

—¿Hoy? — frunció el ceño. —. ¿Has tenido otras crisis? —eso lo conmocionó al no darse cuenta antes.

—Todo el tiempo... — lo observó con culpabilidad. —, es difícil aguantar el cotilleo de los vecinos y en el trabajo... hablan detrás de mi espalda sobre mi servicio militar fallido o por el regreso de Aslan a la comunidad... —apretó sus dientes al juntarlos. —. A veces siento que no somos bienvenidos...

—Griffin... — endureció su rostro. —. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Perdón... — desvió su mirada avergonzado. —, creí que con el tiempo volveríamos a la normalidad... que podríamos asentarnos junto contigo en Cape Cod... pero este ambiente... Aunado con lo que escuché en las noticias esta mañana creo que expone más mi vulnerabilidad...

Max quedó pensativo un momento. Recuerda que el escuadrón de Griffin era una escoria, él era como una pequeña flor luchando por no marchitarse en el árido desierto. En el ejército eran comunes las adicciones, había visto sucumbir a varios por eso, pero Griffin fue distinto... no podía verlo sufrir.

—Puedes ser débil conmigo — musitó tras besarlo en su rostro. —, no estás solo, amor...

En eso, Griffin apretó aún más sus dientes para no sollozar. En búsqueda de conectarlo con la realidad, entrelazó sus dedos con los de su amado y suspiró continuamente.

—Max... siento que mis demonios me persiguen...

—Griffin... — se acercó a su rostro e hizo un poco más de fuerza el agarre entre sus dedos.

—Si no son los de la guerra... son los de aquí...

—¿Entonces por qué decidiste quedarte?

Cape Cod, un lugar hermoso lleno de ambivalencias para los hermanos Callenreese.

—Este es mi hogar... el de Aslan también... —lo rodeó por el cuello y escondió su rostro en la nuca. 

Max no ha querido prestarle atención sobre la ausencia del progenitor de su novio en este asunto. Al estar viviendo con ellos hace dos semanas atrás, pero está ocasión estaba dispuesto en ir a su cuchitril y molerlo a golpes. ¿Cómo era posible que pueda seguir respirando después de lo sucedido con Aslan o de darle la espalda a Griffin? Era ridículo, un padre que ama a sus hijos tiene una pizca de simpatía sobre ellos. Ese hombre solo tiene amor por él mismo. La idea de conseguir empleo en Cape Cod se fue al caño después de eso. No obstante, lo que le duele más es que Griffin todavía guardaba esperanza de vivir bien. Por eso soporta ese desamparo de ese pueblo. ¿Hasta qué punto eso es sano?

Lo que no sabe Max, es que Griffin es quien mantiene alejado a Jim de ellos. 

Max no dijo nada después. No quería pelear con Griffin por su diferencia de opiniones ahora que estaba frágil. Por eso, después de ayudarlo a cambiarse y permitirle cepillar sus dientes, lo colocó en su cama para que reposara un poco. Se quedó a su lado al seguir enredados sus dedos de una mano y la otra la ocupaba para palpar la mejilla con su pulgar.

Tarde o temprano tendrían que hablar del tema. Jamás consideró que fuese tan pronto.

—¡No quiero! ¡Déjame, Ben!

—¡No seas así y habla!

La pareja se vieron con los ojos bien abiertos. Esa era la voz afligida de Aslan.

—Quédate aquí.

Max dejó atrás las protestas débiles de Griffin y se dirigió a paso desafiante hacia el patio. Ahí encontró una escena en particular: el pequeño niño rubio Callenreese se cubría sus oídos, sosteniendo la bolsa de la farmacia mientras que un niño llamado Ben lo seguía por detrás.

—¡Vamos! ¡Mi papá dice que mastate al entrenador Wilson! ¿Es cierto? ¿Por qué lo hiciste? Dicen que eras su puta. ¿Qué hacían exactamente en su casa? Porque ibas mucho en su ahí.

Max, tras escucharlo y vislumbrar algunas lágrimas sin derramar por parte de Aslan, hizo hervir la sangre.

—¡¡Oye, bastardo de mierda!!

Los menores quedaron estáticos por el grito furioso de Max, sobre todo porque se dirigió a Ben y lo agarró de su camisa y lo alzó hacia su rostro. 

Aslan jadeó espantado y el otro niño se orinó en los pantalones, parecía que lo iban a golpear.

—¡¿Q-Qué le pasa?!

—Lárgate y no vuelvas a hablarle nunca más. —Max le tembló la voz del enojo.

Así lo soltó de golpe y Ben corrió con todas sus fuerzas, llamando a moco tendido a sus padres.

Cuando estuvo lo suficientemente lejos, Max suspiró para relajarse. Los niños de hoy en día no aguantan nada. Sin embargo, al perder de vista a Aslan, lo buscó en la redonda hasta ubicarlo escondido entre una de sus piernas, su actitud le enterneció el corazón.

—¿Estás bien, campeón?

El niño lo contempló con ojos bien abiertos.

—Hmmh.

Max sonrió con sinceridad.

—La próxima vez, si alguien te molesta, solo golpéalo — pensó un rato en la pacifica personalidad de Griffin. Quizá él no quería criar a su hermanito así, pero tampoco se tenía que dejar pisotear por bullys. —. En la entrepierna, esa nunca falla.

—¿Eso no es algo malo...?

—No si es por defensa propia o de algún amigo — aseguró para subirle el ánimo. —. Entremos, tu hermano nos espera con la medicina.

Para sorpresa de Max, Aslan le sujetó su mano y comenzaron a caminar hacia la casa. En su interior ya había miles revoluciones de emociones y sonrió atolondrado por esa pequeña muestra de afecto.

En poco tiempo, ya ama a Aslan como su querido hijo/cuñado. 

Aunque el gusto le duró poco. En el umbral, vieron a Griffin aturdido después de ver lo que sucedió.

—¡Hey! No deberías estar ahí —Aslan alegó frustrado, soltó la mano de Max y abrazó las piernas de su hermano. —. ¡Te enfermarás más, Griff! No compré medicina para la gripe.

De inmediato, Griffin sonrió cálidamente y besó los cabellos de su hermanito. Quiso responderle, pero la mirada ligeramente abatida de Max cambió el panorama.

—Tenemos que hablar.

Las intenciones de Griffin era contornear su mejilla, lo haría si Aslan no estuviera presente.

—Sí...

Al final, decidieron mudarse a Nueva York. No les avisaron a nadie sobre su decisión, cuando los lugareños menos sintieron, la casa de los hermanos Callenreese estaba vacía. 

N/A:  el caso de Abeer Qassim Hamza al-Janabi es real. Pueden leer la resolución del mismo en este link que pondré en los comentarios, aunque es de cuenta propia y riesgo en hacerlo por su brutalidad. Les recomiendo discresión. 

¿Es qué no les puedo dejar un respiro a estos últimos capítulos? No... adjsalkja pero los siguientes son tiernos, lo prometo ♥ 

Aún quedan problemas pendietes de resolver en Cape Cod, pero por ahora nos vamos a Nueva York ♥

Muchas gracias por seguir esta historia ♥ Nos vemos mañana. 

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