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Capítulo 2. Hola, Hermoso

Hace mucho tiempo, en una de sus conversaciones con las sirvientas de la villa real, JiMin dijo algo parecido.

-Algún día, quiero hacer algo que haga que los demás se pregunten, '¿Está loco?' Aunque sea una vez, pase lo que pase, ¿No creen que sería divertido?

JiMin había pensado en varias ideas en ese momento. Cambiar todos los carteles del palacio real de forma incorrecta, pedir todo tipo de alimentos para comerlos de un solo bocado, o pasearse con ropa de invierno en pleno verano. Nada de lo que imaginó implicaba poner su vida en riesgo... como lo que estaba haciendo ahora, pidiendo que el emperador hiciera algo absurdo, como si quisiera que lo mataran rápidamente el día de su boda.

Cuando su mente comenzó a asimilar las palabras que habían salido de sus labios, su corazón comenzó a golpear su caja torácica. JiMin se dio cuenta de que su corazón le preguntaba si se había vuelto loco.

'Lo siento, querido corazón . Debe ser difícil para ti cuando el cerebro y la boca actúan con locura'.

Por primera vez en su vida, JiMin le expresó su pesar a su corazón. Luego, miró a su alrededor. Los asistentes y los caballeros que estaban cerca de él, ahora lo miraban con compasión. La mirada en sus ojos era idéntica a la que la gente de Navitan le había dirigido en el pasado.

Sus miradas presagiaban la vida de JiMin después de la boda de hoy. Un futuro en el que él estaba casado con un hombre que no amaba, en el que él pasaría las noches a su lado, en el que él tenía que comportarse con cuidado, sólo para que al final lo enterraran algún día sin que nadie se hubiera preocupado por él.

El mismo destino que tuvo su madre, donde su hijo era el único que visitaba su tumba después de la muerte.

'No quiero vivir de esa manera'.

Los tutores que habían enseñado a JiMin durante un mes también le contaron, con todo lujo de detalles, cuántas personas había matado el emperador hasta entonces, además de cómo las había matado. Al escuchar sus relatos, JiMin se dio cuenta que para el Emperador, su vida equivalía a la de una mosca. No, en realidad era incluso peor. Al menos una mosca podía volar.

'Prefiero morir causando una explosión que vivir con miedo constante a la muerte'.

JiMin especuló sobre lo que la gente diría de él si lo enterraban hoy. Llegó a la conclusión de que, al menos, su muerte dejaría más secuelas que la de su madre.

-"¿Perdón? ¿Qué acabas de decir?"

Los sonidos de asombro de los ministros resonaron en el interior de la catedral donde se encontraba el Emperador. Estaban incrédulos a las palabras que el asistente había pronunciado.

-"En otras palabras. El príncipe JiMin... declaró que, según las costumbres de Navitan, no se moverá ni un un solo paso si el novio, Su Majestad, no acude a acompañarlo en persona. Y también..."

-"¿Y también?"

El contenido del mensaje hasta el momento era lo suficientemente sorprendente, pero ¿Había algo más que el príncipe quería? Lo ridículo del asunto provocó una agitación entre los ministros. El pontífice, situado detrás de ellos, ya estaba haciendo una señal de cruz hacia el cielo. Susurró: "Oh, Señor, te ruego que abraces el alma del pobre niño que se avecina". Por supuesto, la oración era para JiMin.

-"No sé como decirlo..."

-"¡Habla de una vez, quieres!"

El asistente continuó con renuencia ante la insistencia de los ministros.

-"¡También ha pedido, según la costumbre de Navitan, que Su Majestad lo lleve en brazos a la catedral!"

-"¿Eh? ¿El príncipe ha enloquecido? ¿Pidiéndole eso a quién?"

Al final, los ministros no pudieron reprimir sus pensamientos internos. Con rostros pálidos, reflexionaron sobre el mensaje entregado por el asistente. Como príncipe y doncel de un pequeño país, lo correcto sería que lo considerara un honor que el Emperador del Imperio le hubiera ofrecido matrimonio y que hiciera lo que le habían dicho. ¿Qué el Emperador lo acompañara en persona? ¿Y que lo llevara en brazos?

Los ministros sintieron que sus sienes comenzaban a palpitar. Se habían sentido aliviados de que no se derramara sangre, puesto que hoy era el día de la boda. No esperaban que la sangre del otro novio se derramara antes de que se casaran. Y tampoco se imaginaban que el otro novio lo provocaría él mismo.

-"Y..."

-"¿Todavía ha pedido más cosas?"

-"Eso fue sólo el principio. "

-"...¿Qué?"

¿Sólo el principio? Esas dos peticiones eran bastante ridículas, ¿Pero aún hay más?

El asistente parecía angustiado ante los sorprendidos ministros. Cerró los ojos con fuerza y comenzó la lista.

-"Según las costumbres de Navitan, ha solicitado que los pétalos de flores que se arrojen no sean blancos sino rojos y, según las costumbres de Navitan, según las costumbres de Navitan, los asistentes masculinos deben llevar sombreros rojos, mientras que las asistentes femeninas deben llevar coronas de flores rojas. También según las costumbres de Navitan..."

La interminable serie de palabras que salían de la boca del asistente hizo que los ministros acabaran por explotar.

-"¡Basta ya! ¡Navitan esto, Navitan lo otro! ¿Acaso el príncipe no sabe que estamos en el Imperio? ¡Aquí en el Imperio seguimos las leyes del Imperio! Qué desfachatez quejarse de seguir las costumbres de Navitan o lo que sea!"

-"Ah, respecto a eso..."

-"¿Eso?"

-" 'Estoy seguro de que Su Majestad no será tan mezquino en esto, viendo que he venido desde tan lejos...' es lo que dijo."

En este punto, los ministros ni siquiera pudieron sonar sorprendidos. Habían pedido un novio para el Emperador, y en su lugar les habían dado un psicótico. Era la primera vez que experimentaban una declaración de guerra tan descabellada.

En la mente de los ministros, el nombre de Navitan se añadió a la lista de países a destruir. Sentían una gran enemistad, a pesar de no haber visitado Navitan ni una sola vez-

-"¿Existen realmente tales costumbres en Navitan?"

Una voz grave acalló todo el ruido de inmediato.

Los ministros se volvieron hacia el dueño de la voz. Había un joven delante del altar, inexpresivo. Se trataba de YoonGi, el Emperador de esta nación. Vestido con un esmoquin blanco, YoonGi estaba tranquilo, a diferencia de los ministros alterados, y parecía sumido en sus pensamientos. Los ministros levantaron la voz hacia él.

-"¡Su Majestad! ¡Qué importa eso! Sólo tienes que dar la orden, y tus leales súbditos decapitarán a ese lunático que está afuera. Además, inmediatamente después, se pondrán en marcha para arrasar también el reino de Navitan!"

-"¡No le haga caso, Su Majestad! Su país desaparecerá desde hoy, y como consecuencia sus costumbres también se convertirán en nada."

Los caballeros se arrodillaron, con las espadas en sus caderas. ¿Cuántos países habían derrotado sus espadas hasta ahora por orden del Emperador? A este ritmo, hoy se añadiría uno más a la cifra. YoonGi miró a un oficial que estaba arrodillado y habló con ironía.

-"¿No dijiste que había que limitar las guerras a tres veces al año?"

-"Tras una cuidadosa reflexión, creo que cuatro veces también estará bien."

-"¿Eso es cierto? Entonces iré a la guerra contra el ducado de Etia el próximo mes. Ajusta mi agenda en consecuencia".

Después de que declarara eso, de forma casual como si estuviera decidiendo una comida para la cena, el Emperador comenzó a alejarse.

"¡Su Majestad! ¿A dónde se dirige?"

"¿Cómo que a dónde?"

Las comisuras de la boca del Emperador se curvaron ligeramente.

"Es justo que un novio magnánimo acepte las peticiones de su prometido que ha recorrido un largo camino, ¿No?"

Los ministros reprimieron los gritos en sus gargantas al contemplar la expresión del Emperador. El Emperador había sonreído. Era algo que nunca habían presenciado desde la coronación de YoonGi.

¿Por la derecha o la izquierda? JiMin estaba perdido en sus pensamientos mientras escuchaba el sonido de la música en medio de los pétalos de flores que aún se esparcían por el aire. Se preguntaba en qué dirección rodaría su cabeza que sería cortada cuando el enfurecido Emperador diera la orden.

Ante las frías miradas de los demás, JiMin se cubrió la boca y bostezó de aburrimiento. Al hacerlo, las miradas sobre él se intensificaron, lo que lo hizo sentirse muy satisfecho. En su interior, deseaba gritarles. '¡Ódienme más, por favor! ¡Soy el príncipe doncel de Navitan!'

Sin embargo, viendo la situación actual, pensó que incluso sin que él lo hiciera, Navitan probablemente sería el siguiente reino en la lista de prioridades que sería condenado.

-"Qué miradas tan espantosas."

Parecía que todo el mundo estaba muy disgustado con él después de haber causado todo este alboroto. Sin embargo, a pesar de las expresiones en sus rostros, a él no le importaba. JiMin se sorprendió porque no sentía nada de culpa por llevar a un país a su ruina tan rápidamente.

'Creo que he nacido con un gran talento para comportarme como un chico malo'.

A JiMin le consumía el arrepentimiento por haber descubierto su talento tan tarde. Desgraciadamente, él había despertado su potencial el día de su muerte... No le quedaba mucho tiempo para exhibir esta nueva habilidad suya. Porque pronto moriría.

JiMin se quedó pensativo mientras arrancaba los pétalos del ramo que tenía en la mano, uno a uno.

'Me he excedido un poco al inventarme esas costumbres, pero también he hablado muy bien sin equivocarme ni una sola vez'.

Las costumbres de Navitan que él había relatado al asistente eran todas mentiras. Pero él había hablado hábilmente. Le dijo al asistente todo tipo de tonterías, añadiendo siempre el nombre de Navitan para darle autenticidad. ¿Qué pensaría el Emperador de Navitan cuando el asistente le diga mis palabras? Seguramente, su rostro se iría deformando gradualmente cada vez que escuchara ese nombre.

JiMin se estiró mientras miraba las puertas aún cerradas de la catedral, y luego se agarró la barbilla con una mano. Sus sirvientas hicieron un gesto de desagrado por su mala postura, pero él tampoco le dio importancia.

'Tal vez debería escribir mi testamento ahora, ya que no tengo nada que hacer'.

Pero al pensarlo mejor, JiMin sacudió la cabeza. De todos modos, nadie lo recibiría. Además, no tenía ni propiedades que dejar.

'Supongo quedaría en manos del Emperador si muero después de casarme'.

Después de todo, el Emperador se convertiría legalmente en su familia al casarse. JiMin sintió una punzada de arrepentimiento en ese momento.

Fue entonces cuando se abrieron las puertas de la catedral. De ellas, salió un hombre vestido con esmoquin blanco, que comenzó a caminar hacia su carruaje. No tuvo necesidad de preguntar quién era. Los floristas que arrojaban los pétalos se arrodillaron con la frente en el suelo de inmediato, mientras los caballeros se arrodillaron sobre una rodilla.

'Es el Emperador'.

JiMin fijó su mirada en el Emperador que se acercaba y tragó saliva. Él lo escudriñó, buscando algo. Y en cuanto vio que no llevaba una espada, un involuntario suspiro de alivio escapó de sus labios. Se rió de sí mismo por ello. Resultaba que todavía quería vivir, incluso después de ocasionar problemas.

'Tal vez su espada sea demasiado valiosa para esto, así que tomará prestada la espada de un caballero para cortarme el cuello'.

Sin embargo, al pensarlo de nuevo, JiMin sacudió la cabeza. No. Teniendo en cuenta las historias que había escuchado sobre el Emperador, él podría matarlo con sus puños. Al parecer, una vez había matado a un caballero enemigo con sus propios puños después de que su espada se rompiera durante una guerra.

'Nació con una fuerza titánica, o eso dicen'.

La fuerza sobrenatural del Emperador era otra razón por la que la gente le temía. Por supuesto, él pensaba exageraban un poco en ese aspecto. ¿Cómo podría alguien atravesar el cuerpo de otra persona con el puño? Cuando el Emperador se acercó aún más, JiMin pudo examinarlo mejor.

-"¿Eh?"

Los ojos de JiMin se agrandaron. Un liso Cabello negro y ojos negros de idéntico color. Su rostro inexpresivo daba una impresión un tanto mordaz. Pero nada de eso importaba en este momento. JiMin contemplaba al Emperador, embelesado. Y cuando finalmente el Emperador se puso delante de él, sus labios murmuraron palabras por sí mismos.

-"¿Hola, hermoso?"

'¿Cómo no me he enterado de esto?'

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