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CAPITULO 9

— Pueden recordarme ¿que hacemos aquí? — decía Federik en susurros en el vestíbulo de la casa del señor Cavender.

— Por que Regina decidió aceptar una invitación sin consultarnos —dijo Prudence enarcando una ceja de manera bastante interrogativa hacia ella, con un brillo de picardia — así que debíamos venir aunque no conociéramos al cabellero en cuestión.

— ¡Ah es cierto! — exclamó teatralmente — y claro no olvidemos — siguió hablando Federik —que se reunió con el en un parque a media tarde, completamente sola —remarcó la palabra mirándola con enojo — sabes lo indecoroso que es eso y...

— Federik, Pru, ya les he explicado como sucedieron las cosas — dijo ella evitando suspirar — estaba dando un pequeño paseo por el parque, cuando estaba por regresar a casa me encontré con el señor Cavender, el solo me acompaño de regreso muy amablemente y luego nos invitó a cenar con el hoy. — terminó de explicar ya cansada por haber repetido lo mismo varias veces antes de llegar. — además — habló sin poder evitar picar a su primo por cuestionarla tanto — no creo que tu seas el mejor ejemplo del decoro en su estado más inmaculado.

— Tu y yo somos diferentes Reggi —contestó llamándola de la manera cariñosa con la que solían referirse a ella desde la infancia — yo soy un hombre y no debo de cuidar mi reputación, si me vieran a mi en esa situación, como máximo me tacharian de libertino o algo por el estilo solo conseguiría que más matronas, señoritas y viudas me acecharan. En tu caso, si esto hubiese sucedido en Londres te destrozarian en días, lo sabe Regí — dijo terminando de explicar — debes tener cuidado, por favor —añadió de manera suplicante.

— De acuerdo — se obligó a decir para darle tranquilidad a su primo, sabía que sólo se preocupa por ella, pero eso no hacía que aquellas reglas dejaran de parecerle absurdas.

— Señorita Brown — escucho decir a una voz varonil y vagamente conocida para ella, se obligó a voltearse con la mayor lentitud que pudo a pesar de que su corazón parecía ir a toda marcha .

— Buenas noches señor Cavender — respondió haciendo una pequeña reverencia y dándole su mano, todo lo hizo de un modo tan automático que estuvo a punto de parecer avergonzada por el hecho.

El como correspondía le beso la mano, se suponía que solo debía haber un rose ligero entre su mano y los labios del caballero, pero el tardo más de tres segundos en aquella acción. Algo que seguramente abría dado pies a cotilleos si se encontrarán en Londres, afortunadamente este no era el caso.

— Permitame presentarle a mi hermana Prudence — dijo señalando a la chica de cabellos castaños que se encontraba a su lado el la saludo con gran amabilidad pero manteniendo una ligera capa de simple cortesía — y a mi primo el señor Federik Rowling — dijo señalando al gallardo joven que se encontraba a su lado.

Después de los respectivos saludos y un escrutinio poco sutil de parte de ambos caballeros, que daban la apariencia de un par de lobos delimitando su territorio. Al parecer llegaron a la conclusión de que se llevarían bien...tal vez.

— Me permite guiará hacia el comedor señorita Brown — hablo el señor Cavender dándole el brazo.

— Oh, por supuesto — contestó con la mayor prontitud posible, debía dejar de comportarse como una tonta ella no era así, se reprendia mentalmente Regina.

Federik no aprecio demasiado las atenciones de aquel caballero desconocido y claramente un libertino, por lo menos en apariencia, para con su " frágil" prima, pero guardo sus emociones disfrazandolas de serena indiferencia, mientras el guiaba a Pru hacia el comedor , pisándole los talones a la pareja.

...

La cena había resultado bastante más amena de lo que vislumbro en un inicio. Supo controlar bastante bien según su percepción, sus emociones con respecto al caballero que le provocaba aturdimientos a su ser, y a la gran cotorra que estaba a su lado.

— ¿Es su primera vez en Francia Señorita Brown? — preguntó el señor Cavender dando inicio a la conversación.

— En efecto, es la primera vez que vengo — respondió después de haber tomado un poco de sopa.

— Puedo preguntar el motivo —sugirió, pero parecía más una orden que una sugerencia.

— Negocios — hablo sin pensar — Mi primo tiene un par de negocios que necesitaba atender y yo tenia uno propio por supervisar y hemos decidido tomar la oportunidad.

— Ya veo — dijo no muy convencido, girando para ver a Federik que en ese momento parecía haberse olvidado de ellos por completo y se encontraba coqueteando con una joven — Debo de suponer que es Inglesa — comentó escudriñandola con la mirada.

— Si —contestó — y si no disierno mal usted también es inglés.

— Está en lo correcto señorita — dijo con aquella voz tan aterciopelada, y tan endemoniada mente suspicaz y seductora. — pero no creo haberla visto en Londres.

"Diablos"

— No vivo en Londres señor Cavender— explicó, vaya mentirosa se había vuelto — resido en Cornualles.

— Ya veo — dijo no muy convencido por la vacilación que hallo en los ojos de la muchacha al decirlo — pero no a sido presentada ya a la sociedad.

— Aún no —respondió rápidamente otra mentira más, a este paso se iría derechito al infierno por mentirosa —Después de este viaje pensé que tal vez debería hacerlo —añadió, bueno esto último no era mentira así que esperaba estar salvando su alma, aunque sea un poco.

Vaya debía ser un pecado permanecer al lado de una criatura tan arrolladoramente encantadora y hermosa, y sin embargo mantener las manos alejadas.

Vaya tortura que se se estaba volviendo aquella cena improvisada. Había invitado a unas diez personas más, lógicamente evitando a su club de amigos libertinos que se burlarian de su comportamiento estrepitosamente si se enteraban.

Pero ahora no había cosa que deseara más que deshacerse de toda esa bola de personas poco interesantes y quedarse solo con la señorita Brown, no con Regina ¡por Dios! Hasta su nombre debía ser condenadamente perfecto, deseaba besarla, si ese era su deseo. Besarla hasta que ella sintiera lo que era la pasión en su máximo esplendor, como si no hubiera un mañana pero no lo haría. En un inicio sus intenciones distaban demasiado de ser honorables, pero después de conocerla un poco se daba cuenta de que era una criatura demasiado inocente aún, era tan etérea tan prístina que seria una barbaridad quitarle aquello, ¡por el amor de dios! Ni siquiera había sido presentada a la sociedad.

No podía hacerle nada y eso era maldita mente frustrante para cada espacio de su piel y más ahora que no gozaba de una amante a la que recurrir para aliviarse de sus dolencias.

— Y a usted que lo trajo a Francia señor Cavender — preguntó mientras tomaba un pequeño sorvito de vino bastante depacio, siento plenamente consciente de que necesitaría algo de licor para mantener una conversación decente, y claramente racionalizando la misma ya que sabía que esa sería la única copa que obtendría y no por la falta de este, si no porque era mal visto que una dama tomará más de una copa por su " frágil constitución ".

— Me temo que mis motivos no son tan puros como los suyos, si bien los negocios me han traído a Francia debo decirle que también han ávido otros motivos menos honorables.

— Vaya... —ella ya se empezaba a imaginar a que se refería con motivos " menos honorables", si es cierto que desconocía por completo en que consistía el acto en sí , se hacía a la idea de que tenía que haber alguna "dama" en cuestión — en vista de que no me va a decir sus motivos poco honorables, creo que podría decirme que tipo de negocios vino a hacer.

— Vaya, me sorprende su poco interés en mis motivos poco honorables.

— Si se lo preguntara ¿me lo diría? —inquirió e arcando una ceja, en su mirada se veía claramente que aquello era un reto.

— No —fue su escueta respuesta.— mejor hablemos de negocios —se obligó a decir, aunque el se sentía atraído a hablarle sobre sus motivos poco honorables, sabía que  ese tema no sería adecuado para sus delicados oídos. Los negocios tampoco eran un tema muy apto para tratar con una señorita, pero al ser hija de un  Burgues ya debería saber del tema aunque tampoco le apetecía discutir de esto con ella , y no era por el hecho de que fuera una mujer, pues a él no le cabía la menor duda de la inteligencia y astucia que poseía lo notaba en aquella picaresca mirada. A él no le agradaba este tema porque sería muy frustrante verla brillar y contener el impulso de llevársela a la cama.

— De acuerdo, me dirá entonces que tipo de negocios son los que maneja.

— Ferrocarriles — contestó, mientras luchaba por quitar de su mente imágenes de lo más deliciosas pero a su vez totalmente incorrectas. — y a usted que clase de negocios la traen a Francia.

— Pues... —"ninguno" contuvo el impulso de decirlo, ya que seria mentir, podría decirle también ferrocarriles pero eso no sería lo más prudente ya que era de conocimiento público los ferrocarriles que poseía  del conde Wartonn su padre, y toda su pequeña mentira se caería pero...— perfumes.— contesto felicitandoce mentalmente por su brillantes.

—¿perfumes? —preguntó intrigado, ya que el no era muy conocedor se ese mercado en especial.

— Si, empezamos a desarrollar perfumes hace algunos meses, pero necesitaba supervisar la calidad antes de lanzarla — contestaba y no mentía, otra de las razones por las que no gastaba su dinero imprudentemente era por aquel negocio de perfumes.
Su padre se lo había comprado para su cumpleaños número dieciséis y fue el mejor regalo que pudo haberle dado, el vizconde no tenía ni idea de la existencia de aquel lugar gracias a un grupo de abogados muy capaces, aunque ella se casara y se divorciara aquel lugar solo le pertenecería a ella por lo que estaba empeñada en sacarlo a flote .

— Vaya eso es inusual — contestó con sinceridad.

— Insinúa que por ser mujer no puedo llevar un negocio — respondió con frialdad, acaso ¿había juzgado mal al señor Cavender? ¿El sería igual a todo aquel grupo de hombres para los que las mujeres no pasaban de ser simples recipientes en los que engendrar niños?

— No, yo no quise decir eso  —respondió el al instante en respuesta a la fría mirada que ella le había lanzado.— Me refería a que si bien es cierto que es poco usual que usted dirija aquel negocio, lo encuentro bastante admirable y más aún si usted se toma el tiempo de supervisarlo por si misma cuando muchos otros preferirían delegar la mayor parte del trabajo y solo recibir las ganancias. —explicó, ¿porque había sentido la necesidad de excusarse? ¿Porque no se comportaba como un cínico?.
Si bien sus palabras eran completamente ciertas y acababa de desarrollar una gran admiración por aquella bella dama, no podía entender su propio comportamiento. Era algo totalmente preocupante ¿que demonios le estaba pasando?. Era cierto que había llegado a la conclusión de que no podía seducirla y no era por falta de ganas era... era por ¿honor? Si eso era no podía seducir y dejar a una chica como ella era, seria bastante ruin incluso para él .
Pero debía alejarse, si ya no podía volver a verla. Si lo hacía no estaba seguro de poder controlarse ¿porque tenía que ser tan condenada mente perfecta? Desde la forma en la que movía sutilmente los labios como lanzando una invitación a quien los viera para ser devorados con urgencia, aquella piel tan pura que parecía de porcelana, y la forma en la que ella movía las pestañas ¡oh dios! era tan condenada mente sexy.

Todo en ella hacia imposible mantener pensamientos castos, aún manteniendo ese tipo de conversación.
Acababa de confirmar sus sospechas iniciales.
Debía alejarse de la señorita Regina Brown con urgencia, si quería seguir cuerdo.

Espero que les guste el capítulo ❤️

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