CAPITULO 60
¿Cómo se atrevía?
Otra vez había sido demasiado modesto, demasiado sensible con aquella jovenzuela.
Sin la menor duda se había comportado como su nobleza se lo dictaba, mas "Lady" Regina parecía haber perdido la mayor parte de su sentido común.
Parecía haber perdido todo aquello que la simbolizaba antes.
Regina había cambiado, y no tenía la menor duda de que esos cambios desfavorecedores se los debía a aquellas personas que parecían revolotear a su alrededor con tan poca gracia y distinción.
La chica esa que solía estar a su lado, era tan simple que un inicio no le había prestado demasiada atención, pero la había subestimado. Ella parecía tener más injerencia en los asuntos de los Blake de lo que podría haber sospechado y sin la menor duda debía de tener cierta culpa en los cambios de aquella antigua dama.
Aquel estúpido duque también debía de tener algo de culpa en todo aquello.
Y ese mocoso, no podía descartarlo de todo aquello. Ese insufrible niño se parecía tanto a su padre.
Se parecía tanto que era una molestia.
Edwards o como se llamase, le hacía recordar cosas que deseaba haber olvidado.
Su pasado era sin duda alguna algo que no ansiaba rememorar continuamente.
Aunque en momentos como esos le era imposible cerrar aquella caja de pandora que fue su vida una vez.
Augus y el jamás habían sido los mejores amigos, o por lo menos jamás lo habrían vuelto a ser.
Rivales.
Si. Eso fue en algún tiempo. Mucho antes de que este se volviera alguien tan sensiblero, antes de que les diera la espalda.
Augus y él se habían conocido desde la infancia, luego habían ido juntos a Eton. La popularidad de ambos los había hecho rivales, mas no por ello ambos se llevaban mal.
La relación que ambos mantenían era amistosa, no podía negar que habían tenido muchas más que algunas pocas discusiones en Eton, pero nada lo suficientemente importante como para que ambos se tratarán como desconocidos.
Nada que los alejara por completo.
No hasta que ambos encontraron a Helen.
Helen era la dama perfecta a sus ojos, y a los ojos de todo el que tuviera el más mínimo sentido.
Todo Londres, no todo Inglaterra lo había sabido.
Helen era bella. No, más que eso, mucho más que eso. Helen era hermosa, siempre radiante, siempre perfecta.
Era imposible para ella no atraer la atención, y era imposible para cualquiera no admirarla.
Helen lo tenía todo.
Era hermosa, audaz, inteligente (algo que jamás espero encontrar en una dama y sobre todo admirar), era capaz de calmar tus preocupaciones, era capaz de lograr que todo a su alrededor cobrara más vida y sentido del que alguna vez había poseído.
Siempre parecía saber las palabras adecuadas, como si estas fueran destinadas a solo salir de sus dulces labios a través de aquella bella melodía que era su voz.
Tenía un intachable sentido de lo correcto y lo incorrecto.
Era demasiado humilde para su propio bien.
Ella provenía de una familia de renombre, antigua, prestigiosa y muy adinerada. Su familia la adoraba en demasía.
Era la dama perfecta.
Fue su mujer perfecta.
Fue su único amor.
Todo... Todo antes de que ella decidiera que amaba a Augus.
Ni siquiera tuvo la oportunidad de confesarse, antes de que ella le diese tal noticia.
Nunca tuvo la oportunidad de ser más que un confidente, más que un amigo.
Un amigo que estaría para despedirla.
FLASH BACK
— Augus me ha pedido que me case con él, estoy tan feliz. Ha sido algo que estado esperando por tanto tiempo. — le había dicho con una mirada soñadora y una sonrisa tan radiante como el mismo sol — Quería que lo supieras antes de que lo anuncien — había dicho mientras tomaba sus manos con afecto — Charlotte y Leonore son mis mejores amigas, pero tu Josh, tu eres mi único y más querido amigo.
— ¿Serás feliz? — fue todo lo que pudo preguntar al ver aquella radiante sonrisa en su angelical rostro. Aunque con aquella pregunta precipitase a que su corazón recibiera aún más daño.
— Por supuesto — había respondido ella sin dudarlo, con la sonrisa más radiante que le hubiese visto jamás — porque siempre lo he amado.
Con aquellas palabras, el había entendido que jamás había tenido alguna oportunidad con Helen.
Había comprendido que todas aquellas miradas, aquellas sonrisas que el había pensado que algún día irían dirigidas solo a él, jamás tendrían lugar.
Había comprendido que su amor jamás la alcanzaría lo suficiente.
Que no tenía oportunidad más allá que admirarla en la lejanía.
Ninguna más que amarla en silencio.
No podía alejarse de ella, más tampoco era libre de decir lo que sentía. No le quedo más opción que desear su felicidad. Aquella fue la conclusión a la que llegó en aquel tiempo, si ella es feliz yo lo seré también.
Mientras la vea feliz, aun si no es a mi lado mi corazón se sentirá satisfecho.
Aquello debía de haber dado resultado, aquella idea a la que ya se había resignado debería de haber sido la correcta.
Pero el tiempo no había hecho más que probarle que sin duda, había sido el mayor iluso de la historia.
Después de Helen, no quedo mucho en el para dar.
No pensó en volver a querer a alguien como quiso a Helen.
No podría hacerlo.
Solo pensó en tener un matrimonio conveniente, uno que no le trajera vergüenza a su familia.
Un matrimonio, que sería más que conveniente.
Charlotte Blake, se encontraba soltera, era bella, popular, de una buena familia y la mejor amiga de Helen.
Charlotte fue su primera opción. Charlotte y el habrían podido vivir bien juntos, ambos lo sabían.
Habrían tenido un matrimonio largo y pacífico, no habría habido amor, pero si el afecto que habían generado años de amistad.
Si solo ella no hubiese decidido ir por aquel camino.
Ellos habían sido amigos en un tiempo, y en honor a esa amistad se mantuvo a su lado aun cuando sabía que aquella persona en la que depositaba sus esperanzas y por el que lo rechazaba, iba a morir.
Aun así, ella fue tajante.
No se casaría con el aun si sabía que la persona que amaba no le quedaba demasiado tiempo.
No lo haría, porque Charlotte era incapaz de dejar solo a aquella persona.
« Si lo dejo atrás, me estaría dejando a un lado a mí misma Josh, dejaría todo lo que soy atrás. Lo amo demasiado y aunque sé que el tiempo que nos queda juntos es poco, soy tan egoísta que no quiero perderlo. Lo siento, pero no puedo ir contigo ahora, y no creo que vaya a ser capaz de hacerlo en un futuro...»
Aquella fue la última vez que trato a Charlotte como una amiga.
Después de ello se alejó de aquellos que una vez considero sus amigos.
No se volvieron más que distantes conocidos.
Felicity.
Ella solo había sido algo adecuado, un matrimonio sin afecto.
Ambos lo sabían, él no le había profesado amor y ella lo había aceptado de esa manera.
Aunque lo hubiese intentado jamás hubiese podido sentir algo por ella, cada vez que la veía, cada vez que escuchaba su voz, cuando veía sus acciones. No podía evitar compararla con Helen de manera continua.
No podía evitar pensar Helen no habría hecho eso, ella no cometería tal error, ella sabría la respuesta.
Su matrimonio, que empezó sin afecto, lentamente se deterioró más y más. Le costaba mantener cierto respeto hacia Felicity si se hallaba constantemente cerca.
Por ello prefería la soledad a la compañía que podría haberle brindado su frágil esposa.
Aun así, ella también le había fallado, no había podido darle lo único que hubiese querido de ella. Lo único por lo que se habían casado, lo único que le había pedido.
Al final de todo Felicity también lo había abandonado en el momento en que más la necesitaba.
Y por último.
Aquella niña.
Si tan solo no hubiese nacido como tal, si tan solo no fuera como es.
Si fuera diferente, si hubiese sido antes de, si hubiese sido de otra persona. Tal vez podría haber llegado a sentir algo de apego por ella.
Tal vez... Tal vez...
Podía pensar en muchas cosas que él hubiese querido, pero que jamás pasaron.
Pero aquello ya no importaba, lo que pudo ser, lo que quiso, lo que jamás pudo conseguir. Pensar en eso solo traía hacia sí mismo recuerdos de su antiguo yo, uno que había sido lo suficientemente inútil como para ser pisoteado.
Nada había resultado como quería, nada en su vida había seguido el orden que el ansiaba, que el quería imponer.
Ni siquiera cuando ella nació.
Su nacimiento no había hecho más que causar problemas.
Ella había destruido aquello que el había empezado a apreciar.
Y aun ahora, aun después de tantos años.
Ella aun no le servía, nuevamente no estaba cumpliendo lo que él le había pedido.
Nuevamente le estaba fallando.
Nuevamente no cumplía sus expectativas.
Aunque aquella situación no le causo ningún tipo de dolor, solo rencor.
Pues sus últimos atisbos de dolor los había perdido tras aquella puerta. El día en el que se había desecho de todas sus oportunidades.
Tras ello, no había quedado nada que dar.
Todo parecía indicar que tendría que recordarle su posición para que empezase a reflexionar.
Era la única manera en la que podría hacerla reaccionar.
La única forma en la que podía tratar con ella.
La forma en la que había tratado con ella en todos esos años.
Para mi querida niña.
Debes de estar un poco sorprendida por recibir noticias mías en este momento. Sé que estas disfrutando de días pacíficos en la ciudad.
Las compras deben de estar absorbiendo tus días tanto que te has olvidado de mí.
Me has dejado en el olvido tanto, que me veo obligado a ser yo el primero que escriba para captar tu atención cuando debería de haber sido de una manera bastante distinta. ¿No es así?
No puedes negar que estoy siendo más que filial al escribirte.
Mi pequeña, no he recibido noticias tuyas ¿debería de preocuparme?
He sido paciente, te he perdonado tus fallas más aun así me entristece de sobremanera que no puedas cumplir una simple petición.
¿No era acaso que querías redimirte?
Es que acaso todo aquello era falso, no puedo creer eso. Ella estaría tan decepcionada de ti.
Ella ha ansiado verte estos años, no la despedirás nunca.
Debo de suponer que has perdido el interés en aquel lugar, y en lo que significaba aquella persona.
Aquello es una gran decepción, después de todo el tiempo que has invertido. Es triste que dejes todo atrás, pero puedo creer que estas ligeramente confundida, por ello me gustaría darte una oportunidad más.
Una semana.
Tienes una semana para lograrlo, es mi última advertencia.
No quiero hacerlo y lo sabes.
Tu adorado padre.
Espero que disfruten de la historia, de nuevo mil gracias a todos por seguir conmigo.
Los adoro
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