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CAPITULO 50

— Así que, aquí estamos — dijo Prudence bajando carruaje rápidamente sin esperar la posible ayuda del conductor. Aquella inesperada agilidad era digna de admirar.

— Me alegra que hayas decidido acompañarme Pru — respondió Regina siguiéndola. No sin antes darle instrucciones al conductor de recogerlas en dos horas. Podrían haber regresado por su cuenta, pero sabía que su tía pondría el grito en el cielo si lo hacían. Y dado que últimamente era parte de su itinerario el cuidado de la salud mental de los habitantes de Londres por los daños que pudiese ocasionar su tía, ella se sentía particularmente consiente de mantener sus "inflexiones" al mínimo.

— No podías venir sola — sentenció Prudence mirándola de soslayo, más no dudo en admitir la otra circunstancia que la llevaba a dicho lugar — además no puedo negar que quiero hablar con Federick y descubrir que nos ocultaba.

— Así que principalmente viniste a por los secretos de Federick. — Comentó pensativamente, para después mostrar una mirada entre el punto exacto de lo descompuesto y divertido, si es que dicha mirada existía — ¿Debería de sentirme afligida?

— No lo creo, después de todo. No es como si sus secretos no fueran parte de esta visita.

— Touché

Ninguna se aproximó de inmediato a la residencia. Se quedaron a observar un poco el lugar. La casa señalada por Federick era una residencia amplia y hasta cierto punto lujoso, aunque sin tocar lo extravagante. Ambas le daban puntos extra por aquello.

Era una pequeña mansión en todo el sentido de la palabra, demasiado exorbitante para ser considerada como la residencia de un soltero, incluso la de un noble.

Esta debía de ser solo el inicio de la sorpresa que les tenía preparadas para ellas, supusieron.

Dado que la palabra residencia de soltero no había sido dada a entrever en la correspondencia.

Sin más se decidieron por entrar y descubrir que sucedía antes de que pudieran especular de más en caminos errados.

— Reggie — dijo Federick aproximándose rápidamente a su amada prima, aunque más que eso la llegaba a considerar una pequeña hermana a la que cuidar.

Una pequeña, linda y dulcemente delicada hermana.

Una hermana a la cual ansiaba proteger de todo, si es que aquello fuera posible y estuviese seguro de que Regina no querría tener su cabeza sobre una charola de plata a la menor oportunidad, habría expresado su deseo de resguardarla públicamente. Aunque estaba seguro de que su secreto no era algo demasiado oculto, o no tanto como él hubiese querido.

— Veo que te ha ido bastante bien Federick — dijo Regina con una sonrisa — me alegro de verte.

— Y yo a ti Reggie — señaló dándole un ligerísimo beso fraternal en la frente — Pru, ¿creí que me dejarías plantado?

— No lo haría — contestó con seguridad, o por lo menos estuvo segura por aquellos segundos. Aunque después de considerarlo, sí era completamente honesta consigo misma, si es que en este momento no estuviera interesada por el secretismo que Federick demostraba, hubiese sido probable que no hubiese obtenido su atención y ella se hubiese abstenido de visitarlo — en especial cuando mantienes la duda en mi Federick.

— Siempre tan fría conmigo, te diría que me hieres para hacerte sentir mal, más sé que eso no pasará por ti así que nos ahorrare a ambos el mal momento.

— Me alegro de verte. — dijo con completa honestidad, brindándole una casi imperceptible sonrisa. De aquellas que solo aparecían de manera espontánea, de aquellas que por más que intentaras no podrías fingir, ni mucho menos resguardar en tu interior.
— Yo también, me alegro de verte Pru.

Después de ser escoltadas a lo que según Federick no era un saloncito de reuniones. Si no un varonil y acogedor salón, para reuniones. En el cual el suave tono rosa de las paredes, parecía demostrar su valía.

El mando a pedir lo que cualquier buena anfitriona habría hecho, té y galletas, con una rapidez quesería envidiada por muchas damas. Sin duda alguna este hecho se debía a haber vivido un tiempo sumamente considerable en compañía de las damas presentes.

— ¿Hace cuánto regresaste Federick? — pregunto Regina en cuanto trajeron el té, ella fue la encargada de servirlo ya que se apiadó de su primo.

Pues era bien sabido por ella que por más buen anfitrión que fuese, la ceremonia de té era aún algo lejano entorno a sus habilidades. En especial después de cierto incidente en Escocia.

— Regrese de Francia no mucho después que ustedes, solo me quede casi una semana más allí.

— ¿Y en Londres? ¿Cuánto llegaste a Londres? — preguntó Pru, intentando hacerse una idea de todo lo acontecido.

— Hace ya casi una semana. — respondió calmadamente mientras sorbía té, más las dudas se dispararon en el de manera veloz — ¿Porque? ¿Sucedió algo?

— No, es solo que tratábamos de hacernos ideas, ya sabes. Conoce el terreno enemigo y triunfarás.

— ¿Desde cuándo soy el enemigo?

— No lo eres, pero para saber lo que nos ocultabas también es necesario luchar por conocer tu pasado y el terreno que lo rodea.

— Así que detectives, ¿han descubierto si mi crimen es grave?

— Aún lo deliberamos, más por el momento debes de permanecer en detención. Nada personal.

En cierto momento de la charla Federik se ausentó por unos instantes. Algo poco usual en él, que generalmente se tomaba sus deberes de anfitrión de manera espléndida. Jugar aquel papel era algo que lo divertía.

— Toma, esto es tuyo — dijo poniendo frente a Regina dos bolsas de terciopelo rojo.

— ¿Porque me das esto? —- dijo tomando una de las bolsas entre sus manos, para después de comprobar que ambas bolsas estaban llenas.

— Porque era tuyo — fue lo único que respondió soltando un sonoro suspiro.

Ella aún extrañada abrió una de ellas, dentro de la cual descansaban monedas de oro.

— ¿Porque? — fue todo lo que pudo decir.

— Ya te lo dije, aquel dinero era tuyo — más al ver el estupor en su prima decidió ser más claro. Se lo debía. — Es el dinero que me prestaste hace unos meses, el dinero que perdí en apuestas.

— Pero... ¿Cómo...? — pregunto desconcertada, la cantidad de dinero que tenía entre sus manos, no era una de la que muchas personas querrían desprenderse, y mucho menos con aquella mirada despreocupada que presentaba su primo en aquellos momentos.

— Siendo sincero, no es como si hubiese conseguido todo rápidamente. — Empezó a relatar — Honestamente, nuca pensé que sería capaz de conseguirlo. Al principio pensé, esto será sencillo, puedo hacerlo, más el tiempo pasaba y el trabajo se volvió más y más difícil. Pensé en dejar de intentarlo, pero ¿Cómo podría? Tú has estado viviendo siempre de la mejor manera posible, parecías tan dispuesta a seguir trabajando, parecía no haber nada que te pusiera un freno. ¿Cómo podía yo darme por vencido?

Te había pedido dinero antes para saldar deudas, deudas que genere de manera reprochable. Mas lo único que hiciste en aquel momento fue darme el dinero, no pusiste peros, no me cuestionaste. Mas tu mirada decía que estabas decepcionada.

En aquel tiempo, ya hace prácticamente un año, no notaba la carga que tú tenías yaciendo sobre ti. Estúpidamente pensaba que vivías una vida fácil y cómoda, pese a conocernos por tantos años, aquellos eran los pensamientos inútiles que residían en mí.

Ahora solo recordar aquel tiempo, genera en mí una gran vergüenza, por haber pensado así jamás podre dejar de pedirte perdón.

Deje de asistir a aquellos garitos, y empecé a buscar la manera de saldar las deudas que tenía hacia ti, pero siendo egoísta pensé, tal vez pueda cambiar mi modo de vida por mí mismo. Mas aunque aquel fue mi objetivo, volví a hacer algo reprochable pese a ya no ser partícipe de dichos actos, te mentí nuevamente y te pedí dinero para saldar deudas inexistentes. Podría haber sido honesto, me abrías ayudado lo sé. Mas elegí el camino en el que si fallaba, no me traería más vergüenza, aunque diga aquello. No fue acaso mi propia cobardía la que hizo que me callara. Fue el miedo a fracasar y que tú me vieras hacerlo el que me impulso a mentir nuevamente.

Con aquel dinero empecé a invertir en pequeñas empresas a las cuales pensé encontrarles potencial, aunque por años me queje de mi padre y su excesivo amor por aprender de cualquier tipo de materia, debo de admitir que use toda aquella información que hubo caído en mis oídos en aquellos momentos. Mis ganancias fueron buenas a lo largo del año, pero nada lo suficientemente grande como para poder sentirme satisfecho y decírtelo. La diferencia para mí se dio en Francia, cuando nos reencontramos con los Winston.

Como sabrás la señorita Mary es hija única, el señor Winston me ofreció ser su heredero si me casaba con su hija. Mi antiguo yo, aquel mucho más inmaduro, torpe y egoísta lo hubiese aceptado sin dudarlo. Más después de todo el trabajo, de todo el tiempo dedicado a conseguir algo con esfuerzo, la idea de un matrimonio de este tipo deslucía frente a mí. Tal vez me haya convertido en un tonto idealista, pero quisiera poder compartir lo que me reste de vida, con alguien que ame y que me corresponda enteramente.

Debido a aquel punto de vista rechace la propuesta del señor Winston, por más amable que haya sido. A ningún padre le gustaría que alguien rechace aquello que más ama. No se lo tomo demasiado bien, como intuirán las cosas se complicaron.

Aunque parezca extraño, fue la misma señorita Mary quien calmo a su padre. Gracias a ella fue que todo pudo seguir en marcha, y eso nos trae a este momento.

— Sé que tus problemas no solo recaen en el dinero, soy consciente de que dispones de cantidades considerables con las cuales en otras circunstancias, serias capaz de luchar por ti misma en medios desfavorables. — Empezó a decir mirándola directamente — más aun así, te ofrezco lo que tengo cuando lo necesites. Te ofrezco un refugio, eterno tanto a ti como a Edwards, ya que sin ti seguiría siendo aquel noble sin título el cual amaba divertirse y constantemente despotricaba internamente su suerte, a un padre sin vicios.

— Gracias — aquella palabra fue la única que pudo salir de sus labios. No era aquella la única palabra que podía ofrecerle a aquella persona que había dado lo mejor de sí, para volverse lo mejor de sí mismo. Un gracias era lo único que podía dedicarle de manera ferviente a aquel familiar suyo que había permanecido a su lado, y que permanecería allí pese a todo. Las palabras que le había ofrecido eran mucho más significativas de lo que dejaban a entrever. Federick le estaba ofreciendo la posibilidad de huir, de huir de un matrimonio sin amor. De un matrimonio generado por la presión de un título, por la falta y ambición que este vacío había provocado desde la prematura muerte de su padre.

— Siendo honesto hay algo más de lo que quería hablar. — dijo un poco avergonzado. Ante aquella reacción, Regina no pudo evitar sonreír e intercambiar miradas con Pru. Al parecer después de todo, no habría estado del todo equivocada.

— ¿Quién es? — preguntó sonriéndole tenuemente.

— ¿Como...? — empezó a preguntar más se abstuvo de hacer aquella absurda pregunta, después de todo era de su prima de la que hablaba. — La conocí en Francia.

— Así que aquel fue el motivo por el cual estuviste lejos Federick — dijo Pru de manera burlona.

— Te importaría contarnos más sobre la dama que te ha robado de nosotras — comentó Regina con verdadera curiosidad, ella se sentía feliz. Se sentía en uno de sus mejores momentos y deseaba sinceramente que otros pudiesen ser tan felices como ella, que alguien a quien ella adoraba parecía haber encontrado por fin a alguien, no provocó más que curiosidad e instintivo aprecio por la dama.

— Como te dije nos conocimos en Francia, en situaciones poco ortodoxas para ambos. Fue... Fue encantador — comento con una ligera sonrisa adornando su rostro. Él era plenamente consciente que pese a la mentalidad abierta que podía poseer su prima, no sería idóneo comentarle todos los aspectos y circunstancias que lo rodearon hasta el punto de encontrarse con su amada. Había detalles que eran preferibles que quedaran entre ambos.

— Vaya, así que hemos llegado hasta este punto — comento Regina aplaudiendo suavemente y sonriendo de manera radiante — mi querido primo parece haber perdido por completo el corazón, te importaría contarnos más sobre ella.

— Si Federick, dinos más. Deseamos saber quién fue la dama que pudo haberse aventurado a estar cerca de ti.

— Siempre tan dulce, Pru.

— Ella es... es una belleza — empezó a decir con una sonrisa boba adornando su rostro — por lo general es capaz de hablar frente a un amplio y desconocido grupo de personas con facilidad. Mas pese a su personalidad extrovertida, hay momentos en los que parece tan solitaria, ella es simplemente dulce... es maravillosa.

— Solo escucharte hablar de ella hacen que mis ganas de conocerla aumenten a cada minuto ¿será eso posible?

— Por supuesto, ella no debe de tardar en volver a casa — comento distraídamente.

— ¿Volver? — Pregunto Prudence mirándolo de manera inquisitiva — ¿cómo que volver? ¿No me digas que...?

— Si — tuvo que aceptar aquello rápidamente, después de todo quien había cometido dicha indiscreción había sido el mismo. Aunque en las circunstancias actuales no era algo de lo que se encontrase avergonzado — Estamos viviendo juntos.

— Federick eres consciente de que...

Él era plenamente consciente de sus acciones, sabía que estaba predisponiendo a la persona que amaba a ser mal vista por la sociedad, la propia identidad que el poseía tampoco podía ser algo que pudiese protegerla demás. Más aun así ¿cómo podría sentirse seguro mandándola lejos de su lado? ¿Cómo podría evitar preocuparse? ¿Cómo lograría resignarse a mantener distancia, entre su amada y él? ¿Cómo evitaría la soledad que sentía cuando la tenía lejos...?

— Lo se Pru, yo también eh pensado en ello. Mas no puedo hacerlo, sé que es inadecuado, impropio. Más aun así no puedo evitarlo.

— Federick...

— Yo la amo — pronuncio lentamente, mirándolas a ambas a los ojos. Su mirada era tan clara, tan sincera, tan segura. Jamás habían visto ese tipo de mirada en Federick, aquella era la mirada de un hombre que había encontrado el mejor regalo de los cielos. El amor. — Yo quiero casarme con ella.

Regina solo se levantó y se acercó a el inclinándose despacio hasta darle un ligero beso en la frente, un beso con el cual anhelaba poder expresar su felicidad y aprobación con sus decisiones. Uno con el que le deseaba que fuera feliz día tras día.

— Se feliz Federick.

— Gracias Reggie — contesto conmovido ante las acciones de su prima, pues el había entendido por completo el significado de sus acciones y sus palabras.

— Así que ¿ya se lo pediste? — pregunto Prudence unos minutos después.

— Aun no, antes de hacerlo quería hablar con ambas. Necesitaba ser completamente honesto antes de dar aquel paso. — eso fue lo que dijo, pues aquellos de verdad fueron sus verdaderos sentimientos, más aun así, tuvo que admitir para sí mismo que parte del motivo era que quería asegurarse de que ambas, tanto Reggie como Pru se encontrasen a salvo.

— ¿Cuánto tardara en volver? — Pregunto nuevamente Prudence impaciente — ni siquiera nos has dicho su nombre Federick.

— No sería una sorpresa si les digiera, ella no debe tardar en volver. Sé que serán buenas amigas rápidamente.

En aquellos instantes, justo como si la hubiese invocado, la puerta de la residencia sonó, siendo atendida rápidamente por el mayordomo.

Ante esto Federick se disculpó y abandono la habitación por unos instantes. Para ambas fue claro quien había llegado a la residencia.

Cuando regreso, regreso con la sonrisa más radiante que cualquiera le hubiese visto impregnar en su rostro en los últimos años.

El ingreso simplemente radiante, pero no sólo.
Eh allí el porqué de su excesiva felicidad.

Regina que hasta aquellos momentos se había hallado cautivada por su bebida, levanto la vista de esta para fijarse en la dama de cabeza agacha que se hallaba siendo escoltada por su primo.

Cabellos oscuros, piel delicada y unos labios esplendorosos. Sin duda alguna una magnífica belleza exótica.

Aquellas fueron sus impresiones, más en el momento en el que el rostro de la joven quedo completamente revelado frente sí. No pudo más que generar estupor en ella. En aquellos momentos, ni un solo pensamiento coherente fue capaz de formarse en ella. Ni una sola explicación hizo su aparición en la absurda jugada que el destino volvía a poner frente a ella.

— Regina, Prudence. Les presento a la bella dama que robo mi corazón, Lorraine...


¡Hola a todos!

Este es de los nuevos capítulos que estaré subiendo, con este capítulo entramos a la recta final en cuanto a la novela. Ya que desde aquí los secretos que se han trazado, algunos incluso imperceptibles se irán develando. Escribí este capítulo más largo de lo que generalmente haría ya que no quería partir el capítulo en dos, así que mas de tres mil palabras son las que componen este capítulo.

Sinceramente espero que la historia sea de su agrado, espero poder entretenerlos aun si es solo por algunos minutos. Gracias por su apoyo.

Por cierto lo olvidaba.

Quisiera hacerles unas preguntas con respecto a las actualizaciones de la novela.

Había pensado hacerlas dos veces por semana, entre lo que serían una el sábado y otra el domingo. O por el contrario subir dos capítulos seguidos los domingos a partir de la próxima semana.

Voy a hacer una encuesta sobre algunas cosas de la novela, la voy a subir el enlace al final de este capítulo y en mi propio perfil, me haría muy feliz que lo contestaran ya que me permitirá poder brindarles mejoras a la historia y sobretodo conocerlos más.

Gracias por todo su apoyo. Los y las amo.😍😍💕💕

Link de la encuesta: https://forms.gle/MXMQzg82RrjP9AAb7

También pueden encontrarlo al final de la descripción de mi perfil.

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