CAPITULO 45
— Veo que fue bastante puntual, excelencia — dijo ella con burla al ver a Harry en los establos, caminando de un lado al otro.
Ella deliberadamente había llegado casi veinte minutos antes al lugar, para pensar un poco, en otras palabras, no había logrado conciliar cómodamente el tipo de sueño largo y placentero que le hubiese gustado tener.
Pero para su sorpresa, Harry ya se encontraba en el lugar.
Parecía haber llegado hace ya bastante tiempo. Más ella prefirió no comentar más al respecto.
— No soñaría con hacer esperar a una dama — contestó sutilmente — aunque sí fuera honesto, diría que no podía esperar más para verte nuevamente.
— Me viste ayer por la noche, me atrevería a decir que no han pasado ni siete horas desde que nos vimos por última vez.
— ¿Siete horas? — dijo el con alarma — ¡Dios! Eso es simplemente demasiado. Debe haber sido por eso que el sueño me ha abandonado tan pronto. Era incapaz de estar alejado de ti por más tiempo, que esas insufribles siete horas.
— En esas insufribles siete horas, debo recordarte que estuviste dormido la mayor parte de ellas. — contestó con diversión.
— Pues aún en mis sueños, no poder estar contigo es increíblemente doloroso y solitario.
— Veo que preparaste los caballos — dijo Regina cambiando de tema. No es que aquellas palabras no hubiesen provocado nada en ella, todo lo contrario. Sí que lo habían hecho.
Y era justo por eso que ansiaba cambiar de tema, centrarse en algo más... Más común, menos personal. Algo que no la hiciese considerarse una boba por no aceptar todo de él.
— Me gustaría decirte que sí, más lo único que hice fue escogerlos. Debo decir que Carl es el que los ha alistado.
— Es divino — dijo ella viendo en su dirección.
— Creí que ya te habías dado cuenta. — contestó el con una sonrisa petulante.
— Me refería al caballo ¿cómo se llama?
— Anochecer, y si es, un espécimen bastante notable. Aunque no tanto como su dueño.
— ¿Así? ¿Quién es el dueño de Anochecer? ¿Lo conozco? — preguntó divertida.
— Es un gusto conocerla mi Lady, soy el dueño de Anochecer. — dijo con una reverencia absurdamente galante.
— Vaya que es alguien notable. — añadió ella con burla, no pudiendo evitar que una risa se escapara de sus labios.
Lo mismo le sucedió a él.
Era algo inevitable.
No estaban en el tipo de situación que les gustaría a ambos, más aquello era mucho mejor que verla huyendo de él.
Solo poder apreciar su compañía, su risa y su diversión, aunque fuese a costa suya. Era más que suficiente.
Por lo menos por ahora era más que suficiente. Lo suficiente para mantenerlo cuerdo.
— Supongo que también ha pedido que prepararán uno para mí su excelencia.
— Por supuesto, es lo primero en lo que eh pensado. — dijo saliendo de la ensoñación en la que empezaba a meterse. Desviando la mirada de Regina para asi tomar las riendas de su propio autocontrol, camino un poco hasta situarse frente a una yegua de pelaje bayo — ella es Enigma, es una yegua dócil la mayor parte del tiempo.
— Si es así ¿porque aquel nombre? — preguntó Regina acercándose al bello animal. Descubrió la respuesta a su pregunta con sólo verla unos instantes, tan cerca.
— ¿Porque? Creo que ya lo has descubierto por ti misma.
— Sus ojos — dijo ella acariciando al animal, que acepto gustosa las caricias.
— En efecto, sus ojos son el motivo de que porte aquel nombre. Sus ojos siempre parecen estar ocultando algo, más a la vez tratan de convencerte de que ya lo sabes todo.
— Si no te gusta podemos traer otro. — sugirió al ver como Regina se quedaba viendo al animal de una manera que era indescifrable para él.
— No, Enigma está bien para mí. Creo que ambas nos llevaremos bastante bien — dijo mientras con la ayuda de Harry terminaba de subirse. Para segundos después empezar a cabalgar unos metros sin esperarlo. Luego de eso, volteo y solo le dio una mirada divertida y dijo. — Viene su excelencia. — para después continuar con su camino.
Él se apresuró a montar a Anochecer, y esbozo una sonrisa dispuesto a seguirla.
Era claro que se llevarían bien, pues ambas eran iguales.
Enigma.
Regina era un enigma por completo.
Uno que parecía que jamás terminaría por desvelar por completo, y justo por ello, es que le gustaba mucho más
...
Ella se había adelantado.
Lo había dejado atrás sin pensarlo, se sentía libre en aquel lugar.
Sabía que Harry no tardaría demasiado tiempo en dar con ella, y aunque quisiera negarlo, cosa que no pensaba hacer consigo misma, la idea hacia que su corazón diera un brinco.
Los sentimientos que Harry provocaba en ella, eran como los que habían surgido en Francia.
Pero a la vez eran distintos.
En Francia se había enamorado de un hombre sin un título, divertido y atrevido hasta cierto punto.
Se había enamorado por primera vez y pese a sus reservas iniciales, se había empezado a crear fantasías respecto a un futuro juntos.
Ahora la situación era distinta.
Era tan diferente, pero a la vez tan parecida, que no está segura de cómo acabaría.
Aunque fuera solo una idea tonta, tenía miedo.
Sabía que con él pasó de los días solo se estaba enamorando de él nuevamente.
Mejor dicho, enamorándose más de él, más de lo que ya había estado la primera vez.
Y eso no debía ser bueno, no para ella.
Dejarlo la primera vez había dolido, no quería imaginarse que sentiría si la situación volviera a repetirse.
Una parte de ella le decía que era una completa idiota por creer a aquello, que era imposible que la historia volviera a ser igual que antes.
Que ninguno de los dos guardaba secretos ahora, que ya no había ninguna amante por parte de Harry.
Que ya no había Lorraine en medio de ellos.
Ella era consciente de que todo eso era cierto, por lo menos en parte.
Sabía que Harry no tenía una amante, él se lo había dicho y Eloise le había contado algunas cosas la noche anterior.
Sobre como él no había salido de casa más que unas veces, y que se la había pasado hundido entre sus deberes.
Pero aun así, no podía evitar sentir que había una barrera entre ambos.
Duda.
Una duda que la carcomía de manera insistente, y no parecía querer desaparece por más tiempo que pasara.
Aunque quisiera confiar en él, aunque creyera en sus palabras.
Aun así, en ella aún resonaban las palabras dichas por Lorraine, «somos amantes y pronto tendremos un niño»
Aquella declaración había sido simple y clara.
Una que por más que intentase no podía quitarse de encima.
Harry aseguraba que su relación con Lorraine había terminado y le creía. Quería creerle.
Pero también aseguraba que era imposible que ella estuviera esperando un niño suyo.
Más aun así, ¿sería esa mujer capaz de mentir sobre aquello?
Que pasaba si después de todo ella no mentía.
Que pasaría si le daba su corazón nuevamente sin vacilación y terminaba por terminar de romperse.
No quería pasar por lo mismo.
No otra vez.
No ahora, porque sabía que ya no tendría lugar al que huir. Ni las fuerzas para hacerlo.
Ella sabía todo eso, pero aun así...
— Veo que por fin eh sido capaz de alcanzarla mi Lady, eh de señalar que es usted una excelente amazona.
— Agradezco el cumplido, más me sobran motivos para creer que está siendo flexible conmigo.
— Es libre de creerlo, más le aseguro de que no es así. ¿Deberíamos dar un rodeo?
— ¿Hacia dónde? — preguntó ella mirando el lugar. Bastante interesada en la manera en la que se veían construidas algunas de las casas en la lejanía.
— Te interesan las casas — preguntó al percatarse la mirada curiosa de Regina.
— Si — contestó ella casi sin pensar — es solo que parecen diferentes, me atrevería a decir que mucho más seguras que las que poseen muchos de los pequeños arrendatarios de Wartonn House.
— Quieres echar un vistazo de cerca — dijo el señalando algunas casas — no te preocupes, las de aquella zona están siendo construidas para ser habitadas nuevamente. Terminarán de estar listas en unos días, y buena parte de los otros son agricultores y como sabrás, ellos ya empezaron su jornada a esta hora.
— Te lo agradezco — dijo ella ofreciéndole una sonrisa llena de gratitud.
El la guio y ella se fascinó con la estructura del lugar.
Un gusto peculiar a ojos de cualquiera, pero ella tenía sus motivos.
Mejorar todo lo posible la vida de aquellos que estuvieran bajo su responsabilidad, bajo la de su hermano.
Por todos aquellos que habían confiado en su padre.
Si ella podía hacer algo, por más efímero que esto pareciera, se sentiría mejor.
Un poco mejor cada vez.
Harry le explicó que muchas de las construcciones habían sido diseñadas por un amigo suyo, el joven Arthur Keyplas, un joven arquitecto Inglés que residía en Francia la mayor parte del tiempo, aunque más que todo, siempre solía viajar disfrutando y estudiando.
Ellos también habían poseído casas con estructuras aún más antiguas que las que existían aún Wartonn House, más Harry se había encargado de que en ello se diese un gran salto en la remodelación, que no había tenido lugar desde la época de su abuelo.
Pasaron parte de la mañana de esa forma, hablando de cosas importantes, pero sin hablar de sí mismos en el plano romántico, amoroso o algo que se le pareciese.
Ambos se estaban mostrando una faceta distinta, que sabían que estaba allí, pero que no habían tenido la oportunidad de ver con anterioridad.
Ella no podía negar que le había gustado ver y comprobar lo que ya sabía, que Harry era más que un noble común. Que aunque en ocasiones se mostrase irreverente y despreocupado, en realidad se preocupada de sobremanera por las personas que dependían de él. Comprobar que aunque no le gustase admitirlo, le gustaba ser quien era, y saber que podía hacer más de lo que muchos estarían dispuestos a hacer.
Y para el aquellos momentos le sirvieron para confirmar que ella era mucho más de lo que quería, e infinitamente mucho más de lo que merecía.
Su preocupación por las personas que dependían de ella, su rápida manera de asumir las responsabilidades, no podían asemejarse a las de él en un inicio.
Ella parecía dispuesta a aprender, y él estaba seguro que si ella así lo quisiese sería capaz de ponerse a supervisar que la obra tuviese lugar.
Y que dios lo amparara, pero él jamás la detendría.
Aquella mañana fue la última para ellos, por lo menos juntos.
La mitad de los invitados se quedarían uno o dos días más en la propiedad disfrutando de la caza.
Más para Regina, aquella sería la última noche.
Había decidido partir junto a su tía la mañana siguiente de regreso a Wartonn House.
El porqué de aquello tenía una respuesta rápida, simple y sincera. Se había enterado de la llegada de su pequeño hermano y aquello era más que suficiente para querer hacerla regresar con premura. Más a ello debía adicionarle que sabía que sí permanecía más tiempo allí, terminaría por ceder sin remedio.
No pudieron hablar en la cena de aquella noche, ya que a pesar de que la distancia que los separaba no era demasiada, ambos se encontraban bastante ocupados entreteniendo a las personas que se hallaban a sus respectivos lados.
Ella ya le había informado a la duquesa su partida. Esta se mostró un poco decepcionada ante ello, más comprendió sus razones. Aunque no sin hacerle prometer que deberían verse en Londres y tomar él te juntas.
...
— Te marchas. — escucho decir a una voz inolvidable susurrando tras sí, ella no volteo.
— Debo volver a casa — contestó ella con calma aun mirando por la ventana.
— Tenía la esperanza de que te quedaras.
— Solo sería posible por un día más — dijo ella con calma — Tengo entendido que han surgido problemas. De todas formas, vernos sería casi imposible.
— Lo sé, es solo que...
— Esta bien — dijo ella girándosea verlo y sonriéndole cálidamente. — hasta pronto Harry...
Disfruten de su lectura, segunda parte del maratón por el día de San Valentín 💕
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