CAPITULO 42
Tras segundos de tensión, y con la cálida y lenta, tortuosamente lenta desaparición del sonrojo que había asechado a la dama. Esta fue la primera en hablar, tal vez para aligerar el ambiente tenso que parecía rodearlos, o solo para escapar de su vergüenza ante la comprometida circunstancia en la que se hallaban.
— Supongo que la dama que acaba de marcharse, esperaba que vuestras familias estuvieran juntas pronto — comentó Regina sin poder evitarlo, más que una pregunta celosa, fue una con mal disimulada diversión.
— Debo suponer que son celos lo que siente mi Lady, o solo es su afán de burlarse de las circunstancias de un pobre hombre como yo.
— Tengo entendido de que usted no es pobre en absoluto su excelencia, ni siquiera en lo referente a su ego.
— Veo que está informada mi Lady, no preferiría que yo se lo digiera para corroborar la información.
— Que clase de información debería corroborar — dijo ella pensativamente, manteniéndolo expectante por unos segundos — tal vez esté dispuesto a decirme, sobre la veracidad de lo que acabamos de oír por parte de Lady Matthews.
— No tenía pensado hablar de aquello, más ya que usted es la que lo pide, debo decir que lo que ella planteará no estaba en mis planes.
— Te refieres ¿al matrimonio con Lady Sarah?
— Si, a eso.
— Tengo entendido que la cortejaste la temporada anterior. — pregunto con suspicacia, había oído unas tres versiones de aquello en el desayuno, una totalmente improbable y dos bastante comunes.
— No lo hice, la adorable duquesa decidió que era una dama encantadora, así que nos presentó. Nos cruzamos "casualmente" en muchas reuniones — contesto algo hastiado al recordar los sucesos, más al ver el inescrutable rostro de Regina se apresuró a añadir — más puedo jurar que jamás pasó nada impropio entre nosotros ¿puedo saber que te causa tanta gracia?
— Nada en especial — comentó con una pequeña risita.
— Permíteme que dude de tu palabra en esta ocasión.
— No es nada — contestó, no queriendo admitir lo divertido que le parecía verlo defenderse. Ella sabía la respuesta a la pregunta que había hecho, aunque no por ello resultaba menos divertido verlo esforzarse por demostrarle la verdad, se podía decir que aquello era una pequeña venganza — deberías seguir alardeando sobre tus virtudes su excelencia.
— Mis virtudes. Sé que son demasiadas como para enumerarlas todas, no preferirías oír otra cosa respecto a mí.
— No, quisiera oír hablar de tus variadas e innumerables virtudes a ti mismo.
— De acuerdo, mis virtudes. Bueno como ya te eh dicho son increíblemente amplias, por lo cual me convertiría en un esposo totalmente excepcional, sabes, miles de damas morirían por dicho privilegio.
— Infiero que la modestia es una de tus más grandes virtudes.
— No — contesto con fingida tristeza — creo que de hecho es una virtud de la que carezco, pero la culpa no ha de ser dada a mí totalmente, después de todo, no crees que los demás se llevan la culpa en aquello también.
— Sin duda alguna usted solo es una víctima de las circunstancias, una pobre víctima. — Recalco ella, con fingida lastima.
— Por supuesto, yo no pedí ser guapo, rico, y poseer gran carácter y título. Es algo que nació conmigo, y por lo que me siendo bastante agradecido.
— Debo recalcar que la modestia es como una segunda piel para usted su excelencia.
— Me lo tomare como un halago conmovedor de su parte mi Lady.
— No crees, que deberíamos irnos — dijo después de un rato.
— ¿Porque? Mis antepasados ya te han cansado. — respondió viendo la galería, que parecía ser sola una débil imagen de fondo tras la dama que lo acompañaba.
— No es eso, y lo sabes. De vez en cuando es entretenido escuchar historias inicuas y escandalosas. Es parte de la diversión de una dama.
— Entonces, ¿te gustaría escuchar más escandalosas historias? — intento animarla con una de sus picaras y prometedoras sonrisas, junto a la clara promesa que escucharía mucho más, de lo que tal vez ella estuviese dispuesta oír.
— Sin duda alguna, el escándalo es interesante siempre y cuando no te toque vivirlo. Pero rechazare su valerosa oferta su excelencia. Este tipo de diversión, es de la que se recomienda consumir en pocas cantidades.
— Vamos, Regina, arriesgarte un poco.
— Creo que ya me eh arriesgado demás al estar contigo esta tarde Harry.
— Insinúas que soy un peligro para ti. — inquirió enarcando una ceja, tratando de anticipar cual sería la respuesta que recibiría ante aquella declaración.
— Si — contesto ella con seguridad — eres un peligro para mí y mi reputación Harry.
— En qué sentido, no hemos hecho nada "indécent"
— No, pero estuvimos a punto de ser descubiertos por Lady Matthews y su hija.
— Eso fue una coincidencia.
— ¿Coincidencia? — repitió Regina mirándolo fijamente — Si no recuerdo mal su gracia, fue usted quien se encargó de gritarle sus planes a Lady Sarah.
— ¿Hice eso? — Dijo haciéndose el desentendido, respecto a sus pasadas acciones — debió ser sin intención mi Lady, no recuerdo haber hecho nada así. Una desafortunada coincidencia.
— ¿Porque no te casaste? — pregunto de repente, como si solo estuviese diciendo la primera idea que se asomo, mas tal vez dicha idea ya hubiese estado tras ella desde hace bastante tiempo. Desde que lo conoció en Francia.
— ¿Con quién? — preguntó algo sorprendido por el repentino cambio de tema, que sin duda lo había tomado desprevenido.
— No me refería a alguien en especial, aunque podríamos citar a Lady Sarah si eso lo hace más fácil. Me refería, en general ¿porque no te casaste, hasta ahora? — Pregunto — Se muy bien que tu madre está más que dispuesta a planear tu boda. Y tampoco ha de ser por cómo has enumerado, tu atractivo, posición o fortuna. Eso solo me lleva a algo Harry ¿Por qué no has querido casarte?
— Agradezco tu valoración en el caso Regina. Siendo honesto jamás lo pensé demasiado. Pero ¿porque debería casarme? — contestó el a su pregunta, lanzándole otra de igual calibre.
— ¿Porque casarse? — repitió ella, sabía que más que una pregunta hacia su persona, había sido un pensamiento que había surgido en la mente de Harry en varias ocasiones, aunque tal vez el no estuviese dispuesto a admitir aquello. — Pues... Podrías tener muchos motivos para aquello, empezando porque eres un duque.
— ¿Así? — preguntó con ligera diversión, decidido a seguirle el juego — tengo entendido que hay varios duques que no están dispuestos a contraer nupcias, y son bastante fieles a sus ideales. Como el duque de Newman, ya está por cumplir ochenta años y no se ha casado una sola vez.
— Si, pero tú no tienes por qué hacerlo, ya deberías saberlo, si no te casas el título pasaría para algún primo tuyo o algo por el estilo, tenía entendido que eso siempre había resultado un verdadero y agonizante dolor para aquellos nobles sin herederos.
— No es mi caso, me llevo bastante bien con mi primo Gustav — mintió al respecto, aunque no totalmente, no había visto a su primo Gustav desde que tenía diez años y este había intentado tirarlo del árbol más grande de Hampshire, las intenciones de su adorado primo mayor quedaron más que claras en aquella ocasión, y él no estaba demasiado ansioso por verlo y empezar a probar suerte en aquel asuntillo.
— Entonces, podrías querer casarte para tener hijos y formar una familia.
— No es preciso casarse para engendrar niños mi Lady — contestó con una pícara sonrisa — bien pueden nacer sin ningún contratiempo, aun si no tienen un certificado detrás.
— Serían niños ilegítimos y sabes lo dura que es la sociedad ante ellos.
— No demasiado si estos vienen de una familia reconocida, como por ejemplo el conde de Winchester. No recuerdas, tiene siete hijos con aquella cantante de ópera, y si no mal recuerdo ella era su amante.
— Si, pero deberías acordarte que llevan más de veinte años juntos y, por si no lo recuerdas se casaron en secreto en Italia.
— Razón demás para el escándalo, hubieron rumores de que se habían vuelto católicos.
— Rumores infundados su gracia, me honra decirle que ninguno de ellos dos se convirtió al catolicismo, todo aquello surgió a raíz de que el conde bromeó en una reunión campestre, acerca de volver monja a alguna de sus hijas para evitar que se casasen con hombres poco "convenientes".
— En serio y yo que pensaba fielmente que Lady Florence era una de las mayores, distribuidoras de información gratuita en todo Londres, si no es decir en Inglaterra.
— No discrepo de su opinión en aquel punto, aunque alabó su particular manera de llamarla cotilla, no debe olvidar que Lady Florence es demasiado inocente como para poder diferenciar sobre la exageración de algunos chismes de salón. Aunque no es que al conde y a su esposa no les gustase dicha atención, debo admitir que incluso la disfrutan en demasía. Dicen que «Sans scandale il ñ'y a pas de vie"
— Los dos son tal para cual, aman el escándalo tanto como a ellos mismos. Pero ya que mencionas la inocente ingenuidad de Lady Florence, ¿quieres decir que no lo eres?
¿Cuál de las dos? ¿Ingenuidad? O ¿Inocencia?
— Ambas — contesto sin vacilar — creo que eh perdido ambas su excelencia, la ingenuidad es algo que empiezas a perder sin darte cuenta desde el momento en el que ingresas a la sociedad, mientras más parte formes de ella, más de ti has perdido, no reconoces lo que fuiste, ni lo que deseabas ser. Aunque hay personas que la pierden mucho antes.
— ¿Qué hay de la inocencia?
— Inocencia, no lo sé, supongo que eh perdido una cantidad considerable de aquello.
— Así, podrías decirme en que momentos. — insinuó tratando de hacerla caer deliberadamente aquel anzuelo en medio de la conversación.
— No recuerdo, creo que han perdido calidad con el tiempo. Pero creo que estábamos hablando de sus porqués, respecto a las bodas.
— Cierto hablábamos de ello, ¿porque motivo más debería casarme según usted, mi bella dama?
— Ya que rechaza casarse por mantener el legado y su título, y alega que es bastante posible tener hijos fuera del matrimonio. Tal vez quisiera hacerlo por el bien de su querida madre la duquesa, puedo ver bastante claro que ella ansia que su amado hijo se case, lo más rápido posible. Según escuche en la cena de ayer.
— Mi madre tiende a ser poco discreta respecto a sus deseos, en especial si son aquellos que me implican a mí en todo sentido. Más aunque adoro con total devoción a mi madre, tampoco puedo hacerlo simplemente porque ella lo desee.
— ¿Porque no? ¿Dónde está en eso su devoción filial?
— Seamos honesto con nosotros Regina, nunca eh tenido demasiado de aquella inaudita y exagerada reverencia, junto a un extravagante y desalentador sentido del deber. No podría casarme con alguien solo porque mi madre lo desea, después de todo, ella no deberá vivir con la persona.
— Supongo que entonces eh abarcado todos los puntos que tenía. — dijo con gesto resignado.
— Te equivocas, te ha faltado argumentar sobre el punto más importante.
— ¿Así? Cuál es aquel punto tan importante, como para ser merecedor de tal atención de tu parte.
— No lo recuerdas, querida Regina. El amor, las personas también se casan por amor en estos días.
— Si, supongo que hay algunos que siguen practicando aquello, muchos ya consideran que está un poco pasado de moda, argumentan que se ha vuelto algo muy «burgués»
— Pero tú no opinas de la misma forma ¿verdad?
—No, pero tal vez tú si lo haces, para una dama está permitido fantasear con un poco de romanticismo, más para el gran duque de Saint Albans, perdóname si imaginarte debatiendo en el parlamento sobre la importancia de este tipo de matrimonios, se me hace bastante impensable.
— Y ¿porque no?, puede que en algún punto de mi vida así fuera. Aun habiéndolo visto en mis padres, no lo creía más maravilloso que algo simple y hasta cierto punto ilusorio. Pero tal vez todo cambió para mí en aquella velada en París.
— ¿Una velada en París?
— Si, una común velada en París, donde los anfitriones eran burgueses, en las que yo no poseía un título, solo tal vez un poco de fama dada la pequeña fortuna que se sabía que poseía, en la que conocí brevemente a una joven dama que aceptó bailar conmigo un vals. Se te hace alto conocida aquella historia.
— Un poco — respondió como si estuviese tratando de recordar — al igual que la continuación de la misma, todo va bastante bien entre los protagonistas, hasta que la dama huye de Francia con el corazón hecho pedazos, dejando al protagonista atrás.
— Por un malentendido que surgió dada la estupidez del caballero en cuestión.
— En efecto. Aunque el caballero al que te refieres, recuerdo que alegaba no ser uno con fervor, es que acaso ha cambiado de idea.
— Sí y no. Creo que es ambos, un caballero y un canalla, lo suficientemente caballeroso como para darte cierto espacio, pero lo suficientemente canalla como para no poder renunciar a ti, aun sabiendo que mereces algo mucho mejor.
— Intentemos todo desde el inicio Regina, una vez más, déjame estar a tu lado una vez más y para «toujours»
¡Hola a todos! gracias por leer la historia. Espero que les esté gustando, y puedan disfrutar sus ratos libres leyéndola.
Gracias por todo el apoyo que me han brindado hasta el momento, no saben cuánto los y las adoro.
Ya nos acercamos al final de la historia, espero poder seguir recibiendo su apoyo. Besos ❤️
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