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CAPITULO 41

— Prudence, ¿cuándo dijiste que regresarían mi hermana y mi tía? — preguntó Edward en medio de la cena.

— No lo dije — respondió ella con sinceridad. Apreciando el sabor de la cena, dado que ya no contaba con la presencia de aquel insoportable Lord. La casa misma parecía tener un propio soplo de aire fresco.

— No sabes aceptar las sutilezas ¿verdad? — comentó Edwards con desgano.

— No demasiado, por más que lo intento no es algo que se me dé, de manera natural. Pero al parecer Eton está haciéndote madurar, más.

— Eton es especial —respondió honestamente. Y vaya que lo era, los maestros y las clases impartidas sin duda alguna eran de alto nivel, junto a aquella firme y elegante disciplina. Pero como en cualquier lugar en el que se encontrarán un grupo de muchachos, siempre habría líos.

Peleas, riñas, discusiones y bromas.
La mayor parte de ellas inofensivas, aunque no por eso menos censurables.

Generalmente se solían meter con quien menor título fuese a poseer, niños que jamás heredarían el titulo dado que habían demorado tanto en nacer que tenían una larga fila de hermanos precediéndolos, hijos de familias venidas a menos. Familias que lentamente perdían poder y riqueza, o que se hubiesen visto asediadas por el escándalo. También entraban en discordia los que poseían menor fuerza en cuanto a carácter o disposición, todo era una simple y devastadora lucha jerárquica.

Siempre tras el más débil.
Siempre de esa manera.
Así era como funcionaba el razonamiento de cualquiera que se creyera superior, que se creyera inalcanzable.

La corrupción era palpable en muchos de los miembros nobles o pudientes de la sociedad, hubiesen nacido o no dentro de esta.
Su sed de pertenencia los obligaba a cumplir las más imperitas situaciones, para verse aceptados en dichos grupos elitistas.

— Pero aún no has dicho cuando regresarán — continuo preguntando como si nada.

— Si mal no recuerdo, en un par de días ya deberían estar de regreso.

— Lo supuse — contestó algo taciturno, dudaba que su tía quisiera contarle detalles sobre lo que había pasado en la propiedad del duque de Saint Albans.
Su hermana tampoco se mostraría abierta a contar detalles, por más discreción que el mostrará en dicho tema.
Tal vez debería hacerle una corta visita a su querido amigo, la madre de él era bastante comunicativa, con todo aquel que estuviera dispuesto a escucharla. No le importaría comentar nada, por más que fuera alguna que otra indiscreción, todo mientras pudiera obtener de él algún cotilleo o indicio, que él pudiera darle para albergar historias en su cabeza.
Le escribiría una carta aceptando su invitación de pasar unos días con él en la propiedad de su familia en Essex dentro de unos días.

...

Solo dos segundos, no uno. Solo un segundo más y ambos hubiesen conseguido lo que tanto ansiaban.

Tanto el que proyectaba sus intenciones de manera abierta, sin el menor decoro. Como la persona que luchaba firmemente para contener su propio deseo.

Para ambos la inexistencia de aquel segundo, fue aquello que desarraigo su futura y cercana dicha.

Basto con escuchar una chillante voz, para romper por completo, aquel encantar hechizo que parecía haber caído sobre ambos.

La separación fue algo brusca.
En definitiva ninguno había esperado aquella inoportuna intromisión.

— Sarah, querida es imposible que lo que me estás diciendo sea verídico — se escuchó decir a una voz algo chillona, que parecía llena de insatisfacción — su excelencia jamás podría haber dicho algo semejante.

— Madre, te eh dicho lo que ha ocurrido, me hiere profundamente que no seas capaz de creer en mis palabras.

— No es sobre creer o no Sarah, es sobre si quiero o no hacerlo. — Contestó Lady Mathews mirando a su hija con cierto tono condescendiente y cansado — Tu padre se pondrá furioso si se entera de esto.

— No es mi culpa. — respondió Lady Sarah algo enfadada con todo aquello.
No era su culpa. De ninguna manera posible ella podría ser considerada culpable, sólo por el hecho de que su excelencia el apuesto y adinerado duque de Saint Albans, estuviera persiguiendo activamente, a Lady Regina y no tuviera el más mínimo reparo en expresarlo abiertamente — yo solo...

— Ninguna excusa más Sarah, tu comportamiento es inexcusable.

— Pero... — intento justificar sus acciones nuevamente, más fue detenida por un rápido reproche de su madre.

— Sin excusas Sarah. No puedo creer que hayas desperdiciado una temporada completa, una temporada completa tras el duque y llegué otra dama y en una sola noche desvanezca cualquier inconstante progreso que pudieras haber conseguido. Sin duda alguna, esto está siendo una decepción, hablo tanto por tu padre, como por mí, al decir que ambos nos sentimos dolidos por esa falta de atención respecto a tu futuro Sarah. Eres una dama.

Mientras Lady Mathews expresaba sus más dolidos sentimientos, debido al fracaso de su hija mayor al cazar a un duque, después de tanto tiempo de esmero dedicado tanto por ella, como por su esposo a dicha tarea.

Una doncella recorría el lugar, llevando una bandeja vacía entre sus manos.

— Tú, acércate — había indicado Lady Mathews a la doncella, que se apresuró a acercarse a la dama, pese a lo cansada que estaba. Solo esperaba que no la enviaran a realizar alguna tarea cerca de los establos de la propiedad. Dios sabía que no tenía demasiadas ganas de salir, con el implacable clima que sucumbía fuera.

— Si mi Lady, le puedo servir en algo — contestó con una ligera reverencia.

— Dime, ¿dónde están las galerías? — preguntó entre los pasillos.

— ¿La Galería? — preguntó extrañada, no era como si algunos de los invitados a la propiedad no hubiesen recurrido a ello con anterioridad, más tenía entendido que Lord Hubbson estaba encargándose. Tal vez a eso se debería.

— Si muchacha, la Galería ¿sabes dónde se encuentra?

—Si mi Lady — respondió no queriendo ganarse la ira de la mujer, no sabía quién era, o que título o posición representaba en la sociedad, más esa información era innecesaria, aun si un noble se encontrase en la peor de las miserias, tendría miles de derechos, más que ella. Una simple joven de clase baja. — Son aquellas dos — comentó señalando el corredor izquierdo. Un par de puertas de brocado parecían haber sido hechas como gemelas debido a la proporción.

— Puedes retirarte — concedió Lady Mathews a la doncella, no quería que hubiese algún tipo de testigo, por si encontraba algo indeseado.

— ¿Porque estamos haciendo esto? — Preguntó Lady Sarah bastante irritada y apenada por lo que pensaba hacer su madre — es... es humillante madre.

— ¡Humillante! — Exclamo fuertemente Lady Mathews, mucho más fuerte de lo que se consideraría propio para una dama, y si ella hubiese sido una simple espectadora de sus propias palabras posiblemente habría ido a buscar sus sales, para reponerse de tal aberración contra las buenas costumbres. — por donde es humillante, solo intento hacerlo bien por ti Sarah, estoy preocupada, se me hace inconcebible que no hayas podido tener al duque.

— Pero...

— No más excusas, escucharlas solo hiere más mi corazón Sarah. ¿Es que acaso nunca has pensado en nosotros? — Dijo con reproche — Tu eres mi única hija, y deseo que tanto tú como tu hermano se casen con alguien a su altura.

— Cuando mencionas a mi hermano de esa forma, no querrás decir que también ya le encontraste esposa ¿verdad? – preguntó con sospecha.

— No crees que Lady Regina se vería magnífica como la esposa de tu hermano, si será perfecta para mi Robert — dijo con un amoroso aire maternal. Idealizando a su único hijo.

— Lo que digas madre. — contestó Lady Sarah, no queriendo dar cabida a otro tipo de pequeño debate con su madre en lo referente a su hermano.

Y dudaba mucho que Lady Regina quisiese casarse con él.
Ella no querría si estuviese en su lugar, preferiría la ruina.

Mientras ambas llegaban frente a ambas puertas, no les dio el tiempo suficiente de preguntarse a cual entrar, ya que en una de ellas se escuchó un ligero movimiento.

Imperceptible para muchos, pero no para una casamentera madre amante del cotilleo.

Lady Mathews abrió la puerta como si su vida dependiese de dicha acción.

Al abrirla no encontró nada. Por un momento pensó que tal vez podría haberse confundido, más unos segundos después, vio levantarse a una varonil figura.

— Se les ofrece algo, mis Ladys — preguntó el desconocido caballero, brindándoles una cálida sonrisa a amabas. Y deteniéndose en Lady Sarah, que no pudo evitar sonrojarse levemente.

— Yo... Nosotras — empezó a decir Lady Sarah, más no pudo continuar. Se sentía nerviosa, más de lo que alguna vez se había sentido. Tal vez fuera por la voz, la mirada, o por la simple presencia del hombre gallardo que se encontraba frente a ella.

Un hombre del que desconocía su nombre, estatus o cualquier característica.

Pero era el primero que parecía hacerla sentir diferente con sólo mirarla, la hacía sentir especial.

— Buscábamos a su excelencia, el duque de Saint Albans — respondió Lady Mathews mirando al hombre frente a ellas de manera suspicaz. — ¿señor...?

— Lord Hubbson— contestó el mirando a Lady Mathews.

— No había tenido el placer de conocerlo — comentó Lady Mathews — ¿usted es...?

— Disculpe mi falta de modales, Andrew Clifinton, vizconde de Hubbson. El porqué de mi falta de reconocimiento ante ustedes, probablemente se deba a que eh regresado a Inglaterra hace unas pocas semanas.

Al escuchar que ante sí tenía al mismísimo vizconde de Hubbson hizo destellarle la mirada a Lady Mathews, no había muchos que lo conocieran en persona, pero no había casi nadie que apreciará el arte y no hubiese oído su nombre.

Lord Hubbson, vizconde honorífico. Futuro conde en cuanto su gruñón y ermitaño padre decidiese tener la decencia de morir.

Lord Hubbson era conocido por su pasión en restaurar, comprar y descubrir obras de arte de cualquier tipo, su gusto era según decían de lo más fino que hubiese tenido Inglaterra en el último siglo.

— Que lo trae de regreso mi Lord — comentó Lady Sarah controlándose, y dispuesta a no quedar como tonta — no creo haberlo visto en estos días por la propiedad — preguntó tratando de sonar casual. Estaba segura de que no lo había visto, porque ella no habría sido capaz de pasarlo por alto al igual que muchas otras damas, viudas, floreros y respetadísimas mujeres casadas.

— De hecho, estoy restaurando algunas de las creaciones que mantiene el duque. — contesto con una sonrisa fácil, algo intrigado por la inesperada aparición de las damas.

— Eso es magnífico, debe ser usted muy versado en dichos asuntos mi Lord.

— No creo que sea para tanto mi Lady.

— Por favor no sea modesto, tanto usted como todo Londres saben de sus capacidades. Dicen que es el mejor.

— Le agradezco aquel encantador y muy halagador cumplido mi Lady.

— ¿Piensa asistir a la temporada? — preguntó Lady Sarah.

— Siendo honesto, no lo había pensado. Era probable que me retirara a Cornualles a trabajar un poco en la restauración de algunas esculturas que traje conmigo de Grecia. Más debo admitir que después de este casual encuentro, me veo fielmente intrigado por asistir a la temporada.

— Sería un placer recibirlo, estoy segura de que todos los miembros de la sociedad estarán más que encantados por poder contar con su presencia, en especial después de tantos años.

— Espero que así se mi Lady.

Antes de que cualquiera de los asistentes en aquel interludio pudiese agregar otra palabra, ingreso a la habitación la respetada duquesa viuda de Saint Albans, mirando con cierta fascinación la escena que se desarrollaba frente a sus ojos.
Más intentó disimularlo, sobra decir que el disimulo a aquella hora del día no era una de sus mejores armas.

— Lady Matthews, Lady Sarah, Lord Hubbson — dijo cortésmente — no mentiré diciendo que esperaba verlos a todos juntos, más debo añadir que es una escena encantadora en todo sentido.

— Gracias su excelencia, es un placer verla el día de hoy, se ve encantadora — contestó Lord Hubbson.

— Siempre tan galante Lord Hubbson, veo que ha hecho avances considerables — añadió viendo la estatua de Minerva en la que él había estado trabajando hasta minutos antes — se ve encantadora, más debo decir que mi visita no es del todo buena, vengo a regañarlo un poco. Usted prometió asistir a mis eventos, más hasta el momento no lo ha hecho, no es justo.

— Lo lamento su excelencia, espero pueda disculpar a un hombre esclavo del trabajo y el arte.

— Puedo hacerlo, si promete asistir a la cena de hoy y, si nos acompaña tanto a las damas como a mí a tomar el té.

— Será un placer. — acepto con una sonrisa.

Los tres salieron de la Galería, más la duquesa se quedó ligeramente tras ellos. Lo suficiente como para acercarse a la puerta y susurrar.

« Hablaremos pronto»



Hola a todos lamento recién poder publicar un nuevo capítulo, como ya saben yo escribo la historia desde mi celular y este sufrió un pequeño accidente después de año nuevo (que fue la última vez que actualice la historia), uno que fue enteramente causado por un descuido mío. Hoy lo obtuve de regreso después de diferentes facetas en cuanto arreglos consecutivos, eh logrado ingresar a Wattpad por unos minutos en la semana por medio de un móvil diferente (prestado), pero como comprenderán por ese medio me era imposible escribir. Lamento haberles causado molestias.

Ahora que ya tengo mi móvil de regreso podre actualizar más seguido y seguir avanzando también con la otra novela histórica. 🎉

Gracias a todos por la espera, los quiero y de verdad lo siento muchísimo. Besos ❤️😍


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