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CAPITULO 40

— ¿Cómo te fue? — preguntó Charlotte, viendo como su querida amiga y duquesa favorita ingresaba a la acogedora salita, con un rostro completamente inescrutable, una que toda duquesa debía poseer.

— Eloise, ella... ¿crees que la eh mimado demasiado? — preguntó sentándose en el mullido sofá frente a ella. Su hasta momentos antes inescrutable rostro, dejo escapar un resoplido lleno de cansancio.

— No lo sé, tal vez si me contaras la situación, sería capaz de responder a aquella conjetura tuya.

— Es solo que, no lo sé. Te lo explicaré luego. Aún yo misma no sé cómo abordar todo aquello.

— Por ahora, valdría decir que ella posee un carácter bastante especial. — añadió Charlotte con una sonrisa, recordando a la hija de su amiga. Una joven interesante.

— Eso me temo, no por ello creas que no la amo, es mi hija y por ello me es imposible verla con otros ojos que no sean los de admiración y orgullo. Pero temo lo que la sociedad pueda hacerle, nuestra fortuna y apellido pueden esconder mucho, pero siempre habrá una daga que podría herir su corazón.

— Es tu hija Leonore, confía en ella. Si ella corresponde a la imagen que me eh hecho, será muy capaz de mantener a raya a muchos nobles, aun sin que estos se den cuenta — dijo tratando de tranquilizarla. Aunque no por eso sus palabras contenían menos verdad.
Le decía aquello porque ella misma había pasado por lo mismo, no había tenido hijos, pero ella había pasado la primera temporada de Regina.
Había sentido miedo, al inicio. Había disfrazado aquello con seguridad, luchando por mostrarles a todos a su linda y excepcional sobrina, luchando por que todos reconocieran su valor y la admiraran como ella lo merecía.
Sabía que ella no había hecho mucho, Regina había hecho todo.
Así como ella lo había hecho una vez, cuando fue una debutante.
Finalmente podía demostrar el orgullo que siempre había sentido por ella.

— Eso espero Charlotte, no hay más como madre que podría pedir, salvo la felicidad de mis hijos.

— No sé lo que es ser madre, pero puedo decirte que con tu apoyo y guía harás suficiente por ellos. Confía en el camino que les has mostrado, escúchalos cuando te necesiten, da tus opiniones sin anteponerlas como órdenes. Y cree en ellos — dijo con amable sinceridad, aquello era algo que había aprendido después de cometer varios errores, que para ella en esos instantes de su vida eran censurables. — Es todo lo que puedes hacer por labrarles un camino hacia la felicidad. Encontrarla o no, es algo que ya depende de ellos. Es difícil ver crecer a los niños, pero es algo que debemos aceptar.

— Gracias, tus palabras siempre han sido un consuelo Charlotte.

— Solo cumplo con mi parte del trato — le recordó con una triste sonrisa. Sabía que ambas lo recordaban, recordaban el trato, el acuerdo, una última voluntad. Unas últimas palabras.

— Y ¿cómo te fue con tu sobrina? — preguntó interesada, cambiando el tema. Ya que no deseaba que la nostalgia se terminará por acentuar en ambas. Trayéndoles momentos de feliz tristeza.

— Es complicado — respondió pensando en todo lo que había visto.

— Cuando dices, «complicado» de qué nivel de complicación hablamos. Del complicado confuso, o del complicado imposible.

— Diría que de ninguno de los dos. — Contestó sólo confundiendo más a la duquesa. — ¿has hablado con su excelencia?

— No, aún no. Pensé en encontrarme casualmente con él en algún lado y pertinazmente preguntarle algunas cosas, más con la entrada de Eloise no eh tenido tiempo para aquello. Pero si lo que esperas conseguir son detalles, déjame decirte que esa tarea no será demasiado fácil.

— Querida Leonore, no hay nadie más en quien confiaría ciegamente para encargarse de dicha tarea. — la adulo — De Regina no eh podido obtener nada más que la vaga idea de que tu hijo ha cometido unos grandes, y reprochables errores con ella.

— ¿Porque lo dices? — dijo consternada por aquella declaración — te has enterado de algo en específico.

— No mucho, solo la plena certeza de que ayer no fue la primera vez para ellos, ya se conocían, no sé en qué circunstancias. Pero al parecer un poco de romance tardío, o uno que lucha por renacer. — Comento pensativamente, como si estuviera calibrando entre ambas opciones — apostaría por la última opción.

— Tratare de obtener algo de Harry, más no puedo asegurar nada.

— ¿Qué opinas de ponerle un anzuelo? — sugirió Charlotte con una pizca de diversión, casi pondría escucharse los sonidos de los engranajes que se movían a toda velocidad en su cabeza. Sin dudas la situación le parecía notablemente divertida hasta cierto punto.

— No debería estar a favor de esto ya que es de mi hijo de quien hablamos. Pero si no queda otra opción, habrá que tomar medidas.

— Nunca me decepcionas, creo que ya tengo a alguien en mente.

— No apostaría por menos, tú siempre tienes a alguien en mente. A veces me pregunto, que sería de ti si no fueras una dama de alta cuna, tal vez podrías haberte ganado la vida como usurera.

— Tal vez si, tal vez no. — Dijo ella como si estuviese pensando en ello seriamente — O tal vez ya lo sea querida Leonore, nunca se sabe — comentó para marcharse riendo de la habitación.

— No tienes remedio Charlotte — susurro la duquesa moviendo la cabeza de lado a lado levemente en señal de divertida negación — no has cambiado en años y eso es lo que más temo. Todo es tu culpa George, todo es tu culpa...

...

— Mi Lord, un tal señor Tichner pide audiencia con usted. — Dijo entregándole la pequeña tarjeta que había recibido por el anterior hombre, que esperaba en el vestíbulo.

— ¿Tichner? — dijo tomando la tarjeta en sus manos con curiosidad, pues no reconocía dicho apellido. Una tarjeta elaborada, con bastante del estilo francés, si se lo permitía podría apostar que aquel era el origen del tal señor Tichner — ¿Te dijo que deseaba?— pregunto con un gesto indiferente, que el señor Phillips Helliwel, mayordomo suyo desde siempre supo interpretar como signo de un buen humor.

— No, mi Lord. Solo dijo que sería algo "intéressant" — repitió con la parsimonia tan característica de un buen mayordomo.

— Así que el tal señor Tichner cree que tiene algo "intéressant" para murmuro con la mirada perdida, pensando en cómo debería tomarse semejante declaración — déjalo pasar.

— Como ordene, mi Lord — respondió el mayordomo de manera obediente, retirándose del despacho con una sutil agilidad. Era como un fantasma, como una entidad invisible para cualquiera por el que no desease ser visto, ni su respiración, ni sus pasos debían ser oídos. No debía causar la más mínima incomodidad a su señor.

...

— ¿Usted es el vizconde de Tompred? — pregunto el señor Tichener al ingresar al majestuoso e imponente despacho, una pregunta tonta, pero que se había escapada de sus labios sin que él les diera permiso. Algo inaceptable para un hombre de negocios como él.

— Suele hacer siempre, preguntas con respuestas tan obvias señor ¿Tichner? — Contesto con sarcasmo — si es así, empiezo a dudar seriamente, sobre aquello tan intéressant que desea compartir conmigo.

— No, no suelo hacer este tipo de preguntas. Así como tampoco voy a contarles cosas interesantes a desconocidos. — respondió con cierto toque arrogante, que no pasó desapercibido para el vizconde.

Dinero.

Esa fue la primera palabra que se le vino a la mente al ver al señor Tichner, era del tipo de persona que haría lo que fuese, incluso vender su alma con tal de obtener más dinero y poder.

Le empezaba a caer un poco bien aquel tipejo. Pese a que jamás lo consideraría un igual, en ningún sentido.

— Ya que usted ha prometido una interesante información, le apetece algo de tomar, ¿oporto? ¿Brandy? — ofreció, él porque era simple. Mientras alguien está dispuesto a servirte lo mejor es tomar lo que se te ofrece a manos llenas, calcular su valor y usarlo cuando te sirve. Y cuando no, es tan desechable con la misma rapidez como con la que llego.

— El porqué de mi visita tiene que ver con la familia Blake, tengo entendido de que esta versadamente relacionado con ella.

— Si, y sé que aquella información es de conocimiento público. No le veo nada nuevo. Los Blake son una antigua y rica familia noble — contesto con un poco de orgullo al mencionar aquello.

— Es el albacea, me pregunto si ha estado cumpliendo bien con todas las funciones que aquella responsabilidad exige.

— ¿Que insinúa? — Pregunto con una mirada amenazante — Cree acaso que malverso fondos, vaya sarta de idioteces se le ocurren. Márchese, al parecer usted no tiene nada mínimamente interesante que ofrecer.

— Como desee — contesto levantándose del sofá, en el que hasta momentos antes descansaba, llego hasta la puerta de la habitación con un toque de seria dignidad y orgullo — pero tal vez, le hubiese gustado saber, sobre lo que ha hecho Lady Regina en este tiempo, mi Lord...— dijo tras detenerse unos segundos en la puerta sin girarse a verlo.

Pero ambos lo sabían. Tichner había lanzado el anzuelo deliberadamente desde un comienzo y él había caído.

Negocios, se repitió el vizconde.

Tichner era un asqueroso y vulgar hombre de negocios.

...


— ¿Te encuentras bien? — pregunto Harry preocupado al ver a Regina temblar levemente.

— Si, me encuentro perfectamente bien, es solo que... No es nada — contesto finalmente, seria bobo decirle, que había tenido un mal presentimiento sobre algo. No sabía el que, ni el por quien, pero allí estaba aquella corazonada. Como un pequeño e insípido recordatorio que las cosas podían empeorar y aunque ella no lo quisiese así, había una alta posibilidad de que esa desafortunada situación la atormentara próximamente. Tal vez en un tiempo más próximo al que ella solía imaginar.

— Tal vez, fue por la reciente lluvia — comento Harry, increpándola. — si te sientes enferma, no temas en decírmelo.

— Debería recordarle a su preocupada excelencia, que no fui tocada por las gotas de la inclemente lluvia, a la que usted se refiere. — contesto con una sonrisa socarrona, entre divertida y agobiada por la preocupación que le profesaba a Harry.

— No, pero podrías haberte enfermado por la humedad que estaba en el aire, cuando volvimos a la mansión. Oh tal vez es el cansancio golpeándote. No deberías exigirte tanto a ti misma.

— Deberías de dejar de creer que soy una débil dama Harry, Porque no lo soy.

— Di lo que quieras Regina, podrías tener la fuerza de Atila y eso no podría importarme menos. De todas formas seguiría preocupándome por tu salud, por ti, en todo sentido.

— ¿Besaría a Atila el Huno entonces su excelencia? — pregunto con picara diversión — estoy segura de que Atila se sentiría halagado de recibir sus atenciones.

— No bromees, no podría importarme menos Atila. Cuando al que estoy más que ansioso por besar es a ti Regina, mi querida Regina — dijo acercándose peligrosamente hacia sus labios.

Ella no lo detuvo. No pudo detenerlo y no quiso detenerlo.

Ambos estaban embriagados en la plena sensación, tan tentadora de mantener sus labios separados por pequeños y casi nulos milímetros.

Las sensaciones parecían recorrer cada espacio de sus cuerpos llenándolos de anticipación. Sus respiraciones se mezclaban de manera anhelante.

Era la misma sensación que la primera vez, no. Era mejor. Mucho mejor.

Porque ambos sabían que era lo que ansiaban tomar del otro, ambos sabían lo que podían tener, solo debían ceder, ceder débilmente ante la inclinación del deseo...

Feliz año nuevo a todos, espero que sea un año lleno de amor y bendiciones para cada uno.
Un año en la que la paz y el éxito sean su guía.
Un año nuevo para vivir mejor, para superarse, para perdonar.
Para dejar atrás todos aquellos malos recuerdos que los atormenten. Y vivir nuestras vidas de manera plena, pensando y dispuestos a afrontar el futuro maravilloso que cada uno tiene esperándolos.

Les deseo lo mejor, espero que lo pasen con las personas que más quieran y se diviertan. Las y los quiero ❤️

¡Feliz año nuevo!

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