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CAPITULO 4

Habían pasado 4 meses desde su decisión de salir de Londres y ya había cumplido buena parte del viaje.

Primero estuvieron en Escocia un lugar precioso aunque debía admitir que visitar aquel lugar no le hizo demasiada gracia a Pru aún no entendía el porqué pero había preferido reservarse las preguntas.

Pero no todo fue malo ya que esta se relajó visiblemente cuando dejaron el lugar, después visitaron Italia un lugar maravilloso aunque debía admitir que eran... como decirlo un poquito más liberales que ella y mentiría si esa idea no le causará cierta envidia.

A todos los lugares que iba, evitaba los sitios donde la nobleza pudiera aparecer, prefería hablar con los burgueses algunos eran demasiado avaros, pero otros eran bastante interesantes aunque estos al igual que casi todos los hombres pensaban que una dama solo servía para ciertas cosas, entre las cuales los negocios simplemente no encajaban.
Aquello había conseguido ponerla furiosa en innumerables ocasiones, pero siempre supo disimularlo bastante bien. Tanto ella como Pru se habían divertido, justo acababan de desembarcar en la última parada de su gran aventura, Francia.

Se quedarían uno o dos meses tal vez, el tiempo dependería de cómo se sintieran en aquel lugar.
A pesar del dinero que poseía había sido lo suficientemente cuidadosa en la distribución de este, no quería pasar por apuros, sabía que el vizconde ya tenía que haber puesto dinero en aquella cuenta pero no deseaba recurrir a este ya que el vizconde se enteraría en donde estaba o en todo caso empezaría a sospechar, pues en Yorkshire no necesitaría tanto dinero.

— Por fin llegamos —escucho decir a Pru—ya no soportaba más, es bastante aburrido.

—Te comprendo y más con la aventurera vida que hemos llevado—señalo con una pequeña sonrisa estaba un poco cansada, mientras caminábamos ya nos esperaba un carruaje se preguntaran como lo conseguimos, sencillo sé que dije que no quería que nadie supiera pero no pude evitar hacer unos arreglos en Wartonn House con mi primo Federik mi padre lo tenía en la más alta estima, no poseía un título ni una vasta fortuna pero era simplemente encantador, acababa de terminar la universidad hace un año aproximadamente y hablaba un Francés bastante fluido gracias a su padre un erudito aunque de escasa fortuna , ella lo conocía desde antes de la muerte de su madre él debía de tener la edad de Pru y cuando le contó sus planes , este se había mostrado más que dispuesto a ir sin contarle a nadie su verdadero destino, pues para nadie era un secreto que él quería viajar salir de la cotidianidad, pero la escasez de recursos lo habían detenido y esa no era una oportunidad que pudiera rechazar y ella estaba bastante agradecida de que así fuera, aunque llevar a Pru le daba respetabilidad al asunto, que harían dos mujeres desprotegidas tan lejos de casa, sería poco conveniente aunque no le gustará admitirlo.

—Querida Prima —se escuchó a Federik a su lado abriéndole la puerta y ayudándolas a subir una vez que todos estuvieron adentro se dirigieron hacia el Hotel Apenderst, un hotel bastante lujoso pero no tan frecuentado por la nobleza, justo perfecto para ellos por lo menos de momento.

...

— Milord desea que mande a preparar la cena hoy —preguntaba su ayuda de cámara mientras terminaba de hacer el nudo de la corbata.

— No Alfred, hoy me quedare fuera — después de decir aquello no pudo evitar sonreír para si mismo, pasaría una buena velada, como tantas de las que pasaba en aquel maravilloso lugar. El pareció entender el significado, solo asintió con la cabeza y se marchó.

Se dirigió a la planta baja con mi ánimo natural , relajado , no lacónico pero tampoco feliz pedí un carruaje de alquiler para ir a ver a la bella Lorraine si es mi amante en turno, es una cantante Francesa bonita pero lo suficientemente astuta para saber manejarse es una buena amante o eso pensaba de ella hasta hace algún tiempo se ha vuelto más demandante, creo que alberga la esperanza de que yo me case con ella en algún momento así que lo mejor será terminar con ella , buscarle una sustituta va a ser sencillo o eso espero, porque no me gustan demasiado las prostitutas.

Unos 15 minutos después habíamos llegado a la casa de Lorraine estaba en una buena zona cerca del hotel Apenderst.

—Harry —contestó con felicidad —no esperaba que vinieras hoy, pasa—dijo lo último dejándome pasar

—Lorraine tenemos que hablar —sé que al decir esto último su facciones cambiaron por un momento mostraron sorpresa, después indignación por saber lo que podía suceder y también un poco de ¿esperanza?

—Debemos de terminar esta relación—hablo calmadamente prefiero evitar las escenas —podrás quedarte con esta casa, las joyas y la pensión de este mes te será dada...

—No puedes hacerme esto Harry —contestó indignada con los ojos ardiendo de furia y conteniendo lágrimas —tú y yo nos queremos... No puedes dejarme así

—Lo siento Lorraine—dije con fingido pesar—esto se acabó —me di la vuelta dispuesto a irme pero ella me sostuvo del brazo

—No puedes hacerme esto Harry —volvió a decir lanzándose a mis brazos y besándome, la aparte con delicadeza Lorraine es una mujer bonita no lo voy a negar no la hubiese convertido en mi amante si no lo fuera pero esto es denigrante para ella —ya se te daré un tiempo, haré como si nada paso ve y piénsalo

—Lorraine no tengo nada que pensar... —no pude decir nada más por sus cara de dolor, preferí salir en silencio esto no era fácil nada fácil

Decidí caminar de vuelta a casa, originalmente pensaba ir a Gyperr un club de juego, pero tal vez si deba asistir a la cena de los Wilson, después de todo negocios son negocios.

...

—Regina, llego esto — decía Pru extendiéndome una nota dirigida a mi ¿quién podrá ser?

—Gracias Pru —conteste mientras tomaba la nota entre mis manos y la desdoblaba con bastante intriga, al ver el contenido no pude evitar una sonrisa

— ¿de quién es? —inquirió Pru bastante intrigada, tanto por la llegada de una nota cuando ellas acaban de llegar y de porque Regina sonreía así al leer el contenido

—Léela por ti misma —respondí entregándosela

Señorita Regina Brown, en esta nota le expresó mi alegría al tenerla en Francia, espero poder contar con su asistencia en la cena que dará hoy mi padre, agradeceremos su agradable compañía así como también la de su primo y hermana.

Se despide Mary Wilson

—Vaya así que la señorita Wilson —dijo Pru evaluando la situación — ¿cómo sabe ella que estamos aquí?

—Eso es un misterio—respondí con sinceridad —recuerdo que le dije que pensábamos venir a Francia, más no la fecha.

—Crees que haya sido ¿Federick? —se aventuró a preguntar dubitativa.

—No lo sé Pru, no lo sé — respondí con resignación, Federick es mi primo, pero también un gran amigo desde la infancia no perteneciente a la nobleza, era el tercero en línea para el título de vizconde pero sus probabilidades de obtenerlo eran prácticamente nulas, él era un buen chico tenía la misma edad que Pru, era un joven encantador y al parecer la joven Mary pensaba lo mismo de él pero, yo no me encuentro muy segura de que todo esto sea recíproco.

— ¿iremos? —preguntó esperanzada, por recibir una respuesta negativa ya que le vendría bien un descanso.

—Por supuesto que si Pru —respondí con una sonrisa—no vamos a perder ni un solo instante de diversión.

—Ya me lo imaginaba—dijo en un suspiro mientras se ponía de pie —iré a avisarle a Federick, a saber qué cara pone—y sin más se fue.

Sé que debería de ser sensata y no asistir ya que no sé qué pasa entre la señorita Mary y Federick, pero prometí dejar la sensatez en Winston House y eso haré.

—Vamos Regina debes prepárate—me dije a mi misma en voz alta dándome ánimos para renovar energías.

La cena de los Wilson, como de costumbre se encontraba plagada de hombres de negocios, solo unos pocos hombres con algún título de nobleza por no decir casi ninguno, claro exceptuándolo a él cosa que era un secreto para la mayoría de ellos de cierta forma, la razón de esto simple lógica muchos de estos caballeros tenían hijas con la suficiente edad para casarse y aunque tuvieran dinero eso no dejaba de significar que buscarán para estas un hombre con título importándoles poco si este tuviera riquezas o no, aunque claro si poseían riquezas eran más que bienvenidos .

—Cavender—habló Francis conde de Rubnerford, unos de los pocos nobles que había en aquella velada, y uno de los pocos que conocía su verdadera posición social —pensé que no vendrías.

—Créeme yo pensaba lo mismo—conteste sin poder evitar suspirar— pero no todo se da como uno quiere, no veo a Damon debe estar en Gyperr.

—No lo creo—respondió con una sonrisa burlona, ¿que habrá pasado? — su madre le ha dicho que ya va siendo hora de que termine por ponerse la soga al cuello.

— No me digas que...

— Si me caso —respondió una tercera voz acercándose.

— No me digas que lo harás porque tu madre te lo pide — respondió burlón mientras tomaba una copa de un sirviente que pasaba.

— Créeme si fuera solo mi madre estaría encantado de ignorar su petición — dijo con bastante resignación, Damon era el actual vizconde de Althorp. Ya que su padre aún seguía vivo gozaba de una cuantiosa asignación, la cual le permitía vivir una vida excéntrica con bastante soltura.

—Si no es solo tu madre, que más puede ser—inquirió Francis.

—Matrimonio arreglado —dijo en un bufido mientras el también cogía una copa y vaya que la necesitaba después de haber recibido semejante noticia de su madre, como se les ocurría soltarle esa información en una carta.

— ¿Matrimonio arreglado? —dije confundido con la situación, él nunca había mencionado aquello y eso que eran amigos desde que estaban en Eton.

—Créeme que yo puse una cara peor cuando me entere —contestó con notable resignación —la idea de atarme no me entusiasma en lo más mínimo.

—Pero no puedes negarte simplemente —intervino Francis.

—Vaya que me gustaría hacerlo, pero estoy atado de pies a cabeza —empezó a explicar — me han dejado bastante clara la situación, y negarme es impensable —y vaya que había releído esa carta incontables veces, creyéndolo una locura desmedida, él un hombre que creía tener el control de su libertad, se veía amarrado a una dama que no conocía sin siquiera tener la oportunidad de evitarlo.

—Veo que ya te has resignado —dije al ver su expresión era difícil imaginar a Damon siendo obligado a entrar al altar, y era obvio que no le quedaba otra, conociéndolo trataría de zafarse pero como el mismo lo dijo parecía improbable conseguir algo así —para cuando habremos perdido a uno de los nuestros —pregunte.

—Si te refieres a mi deseada boda creo que será en un año—por lo menos tuvieron la decencia de darle algo de tiempo según palabras de su madre para que dejara de ser un canalla — pero jamás dejaré el club, es mi naturaleza y no la dejaré por una mujer

—Así se habla—lo animo Francis regodeándose un poco por la inminente llegada al paredón por parte de su amigo ; el club del que hablaban no era otro más que la manera en la que ellos denominaban a sus reuniones como calaveras que eran, viajaban, bebían hasta ya más no poder y sobre todo disfrutaban de la compañía femenina con bastante esmero y claro no olvidemos el gusto que tenían por los negocios era algo tal vez un poco contradictorio con lo anteriormente dicho pero de alguna manera estos caballeros habían hecho de este su modo de vida y lógicamente el matrimonio solo llegaría a estropearlo, en este momento era algo que trataban de evitar a toda costa.

—Y a todo esto ¿dónde quedo Castlereagh? —preguntó Damon confundido al ver a sus dos amigos, más no al último integrante de aquel cuarteto de mujeriegos.

—A regresado a Inglaterra —dijo Francis —su abuelo parece querer casarse con una jovencita otra vez, y su madre lo ha mandado llamar, amenazando con sus nervios para que parara todo aquella locura.

—No imagino a  Castlereagh intentando parar a él Márquez —respondí sin poder evitar reírme de la desgracia de mi amigo, conocía a la madre de este ya que era muy amiga de la suya y las dos eran igual de exasperantes en ocasiones, muchas ocasiones para precisar, pero el Márquez de Londonderry era un asunto totalmente diferente, era un viejo cascarrabias de casi 80 años al cual sólo le importaba que aumentaran su ego, ya ni siquiera cuidaba de sus propiedades de manera adecuada, y a Gabriel no le quedaba otra que hacerse cargo de ello después de la muerte de su padre hace algunos años esa responsabilidad había recaído en él , y bueno ahora tendría que ver si convencía a su abuelo de mantenerse alejado de las debutantes, hasta el empezaba a sentir pena por cualquiera que fuera la desdichada joven a la que el Márquez quisiera convertir en su esposa.

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