CAPITULO 31
— Leonore... Leonore querida. — La llamaba Lady Rinstoner al ver a su preciada amiga estar impaciente — No te haría mal dejar de ver por la ventana, terminaras por perforarla si sigues de esa forma.
— Lo sé, pero me es inevitable hacerlo — contesto dando un último recorrido a lo poco de la propiedad que podía ver desde aquella ventana — me da curiosidad.
— ¿Curiosidad? Vaya la duquesa de Saint Albans con curiosidad — dijo de manera irónica y algo juguetona, con el fin de distraer a su amiga — no será que se te está empezando a dar mejor el tema de los cotilleos.
— Cuando quieres puedes ser imposible Charlotte.
— Lo mismo digo. — Respondió viéndola cálidamente — No debes preocuparte, por ellos. — Comentó tomando un poco de té, que su anfitriona había tenido la amabilidad de servirle antes de convertirse en un manojo de nervios — Me refiero a ambos, tanto por Eloise como por Harry.
— Como lo... — empezó a decir con nerviosismo.
— ¿Cómo lo supe? — Completo rápidamente — ¡por Dios! Leonore eres bastante obvia — dijo entre risas — O por lo menos no lo suficientemente astuta como para ocultarte de mí. Darle al pobre de Lord Castlereagh el mismo número que a Lady Florence apropósito fue bastante cruel, conociendo la poca resistencia que el presenta ante ella. Además juntar a tu hija con una caballero poco «intéressant», es un truco bastante bajo. — aquello ultimo lo dijo con un ligero toque de reproche, ella lo habría hecho mejor, la habría puesto junto a un caballero que fuera interesante, lo bastante interesante como para que aquella divertida situación se avivara con rapidez.
— Lo aprendí de la mejor — contraataco dejando de lado la modestia, después de todo estaba con una vieja amiga. La mejor, la única en la que había podido confiar desde siempre, en especial después de aquello...
— Touché — dijo mostrando indignación y resignación en su mirada, aunque a vista de ambas ella se encontraba bastante divertida — me tomare eso como un halago, deberías dejar de preocuparte innecesariamente por su excelencia y mi sobrina, no es como si por tus vibras externas fuera a cambiar algo entre ellos.
— Si es parte de su destino acabarán juntos — pronunció delicadamente, como si acariciase las palabras con ligero temor — ¿es lo quieres decir?
— No — contesto Charlotte de manera triste, aunque sincera. Como si se hubiera detenido momentáneamente en el pasado. El pasado era un sitio en el que vivía bastante últimamente, mucho más de lo que ella quisiera, más aquello le resultaba inevitable. — sabes bien que el destino puede llegar a ser bastante cruel.
« El destino podía hacerte soñar, reír y disfrutar, pero también podía romper todas tus ilusiones sin que pudieras evitarlo. Fragmento por fragmento, haciéndote incapaz de reunir los pedazos algún día. Convirtiéndote en un triste espectador de tu propia existencia»
— Piensas en él ¿verdad? — pregunto Leonore al ver la triste mirada que surcaban los ojos de su amiga, que solo atino a asentir ante aquella pequeña, pero significativa pregunta. — no lo has olvidado ¿verdad? Me lo temía. — comentó con pena, empezando a envolverse también en aquellos días de su preciosa juventud —Yo también lo recuerdo, todos los días...
...
— ¿Prudence? — preguntó una joven voz, logrando llamar la atención de la joven que se hallaba leyendo tranquilamente un libro. Al lado de ella se encontraba sentada Merry, cosiendo un vestido con paciencia, siendo consciente de que su señora pensaba pasar allí lo que quedaba de la tarde.
— ¡Edwards! — exclamó Prudence fuertemente soltando el libro distraídamente sobre el sofá, algo impensable para una afamada amante de la literatura como lo era ella. Más no había visto a aquel niño desde hace ya prácticamente un año, demasiado tiempo.
Se acercó rápidamente a él y no pudo contenerse en abrazarlo, este le correspondió con una ligera sonrisa.
Cuando se separó de él se dedicó a inspeccionarlo como lo haría una madre.
Definitivamente cada año, Edwards se parecía menos a lo que había sido, poco quedaba de aquel niño adorable y callado, pero ansioso de hacer alguna travesura para atraer la atención de su hermana hacia él.
No es que hubiese dejado de ser adorable del todo, sus rasgos parecían afinarse cada vez más, de manera delicada como los de Regina. Más tenían cierto toque, tal vez fuera la seguridad que irradiaba o la madurez que pese a su edad había desarrollado, todo aquello provocaba que le recordara al difunto conde.
— ¿Cómo has estado? ¿Te has alimentado bien? ¿No has reñido con nadie? ¿Te tratan bien en...— no pudo acabar su lista interminable de preguntas porque se vio interrumpida por Edwards.
— Vamos Prudence, no necesitas hacer todas esas preguntas. Pero te las contestaré. — Dijo con diversión — Estoy perfectamente bien, me he alimentado también como es recomendable, no he discutido ni me he metido en peleas en Eton y ¿quién trataría mal a un conde? Soy Edwards Blake fut... Actual conde de Wartonn, por lo menos en teoría.
— Lo sé pequeño Conde, sé que puedes cuidarte solo. — comentó pensativamente, Edwards le recordaba a... No, había sido lo mejor.
— Mi hermana — dijo cambiando el tema — ¿Dónde está Regina? ¿Fui a su habitación, pero no la encontré ?
— Regina y Lady Rinstoner están en una fiesta campestre que organiza la duquesa de Saint Albans.
— ¿Saint Albans? — preguntó frunciendo el ceño para consternación de Prudence, que no lograba entender el porqué de aquello.
Edwards no se encontraba nada feliz de que el primer evento al que asistiera su hermana después de su tiempo «Le ropost» fuera uno campestre, mucho menos en casa de los Saint Albans.
El porqué de su negativa era claro, si aquel comentario que su buen amigo le había dicho resultaba ser cierto, su tía Charlotte debía estar metida en aquel asuntillo hasta el fondo.
No permitiría que su dulce, y angelical hermana se casara con cualquier prepotente, engreído y poco inteligente noble.
...
— ¿Un niño? — preguntó después de un rato, había estado tanto tiempo conmocionado, que había soltado a Regina y le había dado la oportunidad de zafarse de su agarre.
La mirada que ella tenía en aquellos momentos era impasible, como si estuviera dentro de una caja, resguardada, segura. Inmutable ante lo que pasara en el mundo fuera de ella.
No se atrevió a posar sus manos sobre ella, no sabía porque, pero se sentía indigno.
Quiso hablar, más no fue necesario.
Unas voces interrumpieron cualquier intento tanto de iniciar una conversación. Algo que aunque quisieran negarlo los salvo a ambos, ninguno parecía querer tocar el tema nuevamente, ella por orgullo y el por confusión. Les resulto cómodo huir, tomar a aquellos repentinos invitados como una ruta de escape rápida y segura.
Lograron escuchar algo parecido a pobre Lord tan atractivo, pero a la vez tan débil.
La voz era a de Lady Florence, empezó a sentir algo de lástima por quien quiera que fuese el caballero en cuestión. Ser llamado atractivo y débil, todo en la misma frase no era algo demasiado estimulante para el orgullo masculino.
Cuando pudo ver asomarse a aquel par de figuras, ya tenía a Regina a una distancia prudente, más de lo que la sociedad reglamentase.
Aquella reacción le divirtió, pese a que aún tenía cosas en las que pensar. Sus ideas eran una maraña llena de confusión y caos, pero al parecer aún tenía sentido del humor, aquello debía ser bueno, muy bueno.
— Su Excelencia, Lady Regina — saludo Lady Florence acercándose rápidamente a ambos con una sonrisa, aunque también con nerviosismo, como si le preocupara que ya hubiesen hallado algo que ella deseaba, cosa bastante improbable dado el pequeño acto teatral de tragedia que ambos no habían dejado de representar — ¿qué les trae por esta parte del jardín?
— Sospecho que lo mismo que usted mi Lady... — comentó viendo al caballero que se acercaba tras ella — buscar, lo que sea que la duquesa haya escondido.
— Tienes razón, puedo preguntar si ya han tenido éxito en su búsqueda.
— No, aún no hemos encontrado nada — contestó Regina uniéndose a la conversación.
— ¿Disculpe? ¿Lord Hereford? —preguntó Harry un poco dudoso.
— Si su excelencia, creo que es la primera vez que nos presentan.
— Es un placer, disculpe mi descuido, pero ¿creía que usted estaría con mi hermana? — inquirió mirando a aquel caballero, a simple vista parecía inofensivo, pero nunca se podía estar seguro. A pesar de que no fuera algo que demostrará abiertamente, que hermano no se preocuparía por su pequeña, insufrible y adorable hermana.
Uno hacía lo que tenía que hacer, por más dolores de cabeza que esto propinara.
— Respecto a eso mi Lord, surgió un pequeño "incidente" — contestó no sabiendo cómo decir aquello.
— "incidente" — repitió empezando a sospechar de aquella situación— puede ser más explícito al respecto, Lord Hereford.
— Verá, su excelencia. Lord Castlereagh era la pareja de Lady Florence, más este no se sentía bien, y su querida hermana se ofreció a cuidar de él mientras se reponía lo suficiente como para volver, es un verdadero ángel.
— El pobre Lord Castlereagh... — comentó con pena Florence, como si se tratase de alguien en las puertas de la muerte.
— Así que ¿Castlereagh se encuentra enfermo? — preguntó más para sí mismo que para los demás, aquella boba historia no tenía pies ni cabeza. Pero debía haber sido planeado por Gabriel o por su querida hermana, aunque sospechaba que este asunto tenía el nombre de Gabriel escrito, Eloise habría creado una farsa más creíble.
Castlereagh era un hueso duro de roer.
Debía estar fingiendo, el muy cretino. No le gustaba que pasase tanto tiempo con su hermana, tendría que "hablar" con él al respecto.
— Es una gran casualidad que a ambos les tocara estar juntos nuevamente — comentó Lady Florence sin malicia.
— Si, una casualidad — comentó Regina, aunque le quedaba bastante claro que aquello no era casual de ninguna manera. Su tía había estado extraña, más de lo que recordaba, en un comienzo le echo la culpa a ello por el tiempo que estuvo lejos.
Pensó, tal vez ella no ha cambiado, la que cambió fui yo.
Pero ya se había dado cuenta que tanto el comportamiento de la duquesa, como el de su tía era bastante "peculiar".
Tramaban algo, y no era necesario ser un genio para descubrir que.
Si solo hubiese sido antes, todo habría sido mejor...
— Deberíamos empezar a buscar — tercio Lord Hereford, observando los alrededores. Si él fuera una duquesa, ¿dónde habría escondido unas joyas o el tesoro en cuestión?
— Estoy de acuerdo— señalo Lady Florence, empezando a sentirse segura de que el tesoro debería de estar cerca de allí, sino porque habría estado el mismísimo duque de Saint Albans en un lugar tan solitario. — ¿se nos unirán? ¿Su excelencia y Lady Regina?
— No, es una idea tentadora, pero me permitiré rechazarla — respondió Regina adelantándose a la situación esta vez.
— Daremos un paseo antes de regresar — añadió Harry rápidamente — Lady Regina comento que no había conocido aun la propiedad ¿verdad? — pregunto viéndola, retándola a contradecirlo.
— Es cierto que lo comente, mas no esperaba que su tuviese el placer de la compañía de su Excelencia, no debería molestarse — contesto controlándose, tuvo ganas de decirle un par de cosas nada halagadoras. Más no sería plenamente justo, para ninguno de los presentes.
— Siempre es un placer acompañar a una dama — dijo de manera serena y caballerosa, por lo menos de aquella manera fue entendido por Lady Florence y Lord Hereford, más aquella contrariada expresión de diversión y dureza que asomaban su mirada indicaban que aquellas palabras distaban bastante de la caballerosidad. — Si nos disculpan nos retiramos, mi Lady — señalo ofreciéndole su brazo, ella tuvo que aceptar a regañadientes. Se empezaba a hartar de ella misma por no poder negarse a los absurdos jueguecitos que Harry recreaba. No dejaban de dar vueltas en el mismo asunto de manera continua, ¿porque se empeñaba en retenerla y no dejarla avanzar? ¿Por qué ella no era lo suficientemente fuerte, como para dejar aquello por si misma?
Tal vez la respuesta fuera la misma que siempre había conocido, la misma a la que se negaba reconocer nuevamente. Más ambos lo sabían. La razón de que ambos se siguieran comportando de manera absurda, era solo una.
— Ha sido un verdadero placer haberlos encontrado — comento Regina a modo de despedida.
Ella se dejó guiar por dos motivos, primero porque no montaría una escena y segundo porque tampoco conocía muy bien los caminos, pero estaba bastante segura de que aquel camino no los conduciría a la casa.
— ¿Este no es el camino, a la mansión? — pregunto, aunque más que una pregunta aquello era una afirmación.
— ¿Quien dijo que iríamos allí? — respondió Harry con una de aquellas imbatibles sonrisas que tanto habían hecho mella en ella hace algunos meses, y al parecer el efecto no había pasado del todo. — dejaremos todas las cartas sobre la mesa, no estoy dispuesto a dejar todo a medias, no esta vez...
El destino es una fuente infinita de imprevistos, decisiones, rutas y demás.
Para algunos el sendero será cómodo, aburrido e incluso tal vez hasta satisfactorio.
Para otros será tormentoso, y doloroso, como caminar por un sendero lleno de espinas que se esfuerzan por destruirte lentamente.
Mas todo forma parte del mismo ciclo, las experiencias e ideales recubren la misma existencia de la persona, depende de cada individuo decidir su ruta, después de todo el destino es algo que podemos cambiar, es algo que podemos forjar en la medida que queramos.
Todo depende de la valía con la que afrontemos esos retos, el miedo es algo natural, pero enfrentarse al miedo es algo simplemente necesario. El porqué de esto es porque somos humanos, está en nosotros querer aquello, querer felicidad ...
¡Hola a todos! espero que la novela les esté gustando, gracias por leerla, votar y comentar. 😆
Me hace bastante feliz leer sus comentarios, prometo que leo cada uno de ellos y los aprecio. Los y las adoro <3 😍😍
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