CAPITULO 22
— ¿Que sucede tía? — preguntó Regina preocupada por las reacciones contradictorias que asomaban en el rostro de su tía.
— Querida tienes una suerte increíble — respondió está volteando a verla.
— ¿Porque lo dices? — preguntó viéndola con extrañeza, no estaba segura de que le gustase la cara que tenía su amada tía en esos momentos.
— Léelo tú misma querida — sentenció entregándole la carta más pequeña, ya que la otra prefería reservársela para ella enteramente.
Querida Charlotte.
Eh decidido organizar una pequeña semana campestre en Primor House, solo invitarte a lo más selecto de la sociedad.
Entre los cuales sin duda tú y tu hermosa sobrina están claramente incluidas.
Espero que puedan asistir, ansío poder hablar con ambas.
Estoy segura que Lady Regina y yo congeniaremos de la mejor manera.
Espero una pronta respuesta.
Se despide tu gran amiga.
La duquesa de Saint Albans
— No iremos ¿verdad? — preguntó Regina, tras haber leído la carta.
— Por supuesto que iremos, la invitación nos ha llegado especialmente por Leonore, es una gran amiga mía. Además es una duquesa. Y todas sus fiestas siempre son las mejores de la temporada.
Solo recibir una invitación ya es todo un logro, rechazarla sería contraproducente.
— De acuerdo — accedió a sabiendas de que no conseguiría nada negándose, pues su tía una vez que decidía por algo las probabilidades de hacerla cambiar de opinión eran bastante escasas.
— Perfecto, no nos alcanzará el tiempo para ir a Londres por más vestidos así que llamaré a una de las modistas para que vengan cuanto antes y preparen tres o cuatro vestidos.
— No es necesario — intervino.
— No puedes ir con algo de la temporada anterior, bueno mejor dicho no todo debe ser de la temporada anterior.
— Yo tengo algunos vestidos nuevos —admitió, consciente de que si no lo decía se verían envueltas en un gasto bastante innecesario. Sería bastante difícil para cualquier modista hacer de tres a cuatro vestidos para dentro de tres días que era el plazo que tendrían. Por lo que claramente cobrarían de tres a cuatro veces más su valor por cada vestido.
— ¿Enserio? — Preguntó contrariada — creí que estabas en York Shire.
— Y así era, pero llegó una modista Francesa al lugar y le encargue algunos vestidos — mintió, se sentía mal al hacerlo, pero que más podía hacer. Ese era el problema de las mentiras, cuando decías una al final terminabas diciendo otra para cubrir aquella. Una y otra vez.
— ¿Cómo se llama la modista? — preguntó su tía con sospecha.
— Madame Renault —intervino Prudence, dando el verdadero nombre de la modista. — solo estuvo de viaje y de alguna marea llegó a York shire. Aunque ahora ya debe encontrarse en Francia. Es una modista muy reconocida allá, pero accedió a hacerle unos vestidos a Regina ya que congeniaron — explicó Prudence convenciendo completamente a su tía. Aquello no era del todo una mentira. Madame Renault era una de las mejores modistas de Francia y una de las más caras sin lugar a dudas, también era cierto que desaparecía por un tiempo en busca de inspiración. A veces viajando a lugares muy concurridos o a lugares inhóspitos, había muchos rumores sobre su persona.
— Si es así no tendré quejas — accedió Charlotte. — le enviaré una respuesta a Leonore mañana temprano confirmando nuestra asistencia.
Después de aquella charla terminaron la cena sin pormenores y cada una se retiró a su respectiva habitación.
Por más que lo intento Regina no podía lograr conciliar el sueño, decidió salir de su habitación en busca de un buen libro en el que entretenerse.
Más al parecer no era la única en esa situación.
Se encontró a Prudence en la biblioteca buscando entre las estanterías.
— Tampoco podías dormir — preguntó Regina sorprendiendo un poco a Prudence que no la había escuchado llegar.
— No, pese a que lady Rinstoner suele gastar mis energías al parecer hoy no eh pasado el tiempo suficiente con ella. —contestó Pru.
— ¿verdad? Pase por su habitación y ella está durmiendo pacíficamente. — dijo al recordar los ronquidos que logro escuchar.
— No deseas ir a aquel evento.
— No es que no me gusten aquellos eventos. Es que... Es frustrante sabes.
En aquellos lugares las conversaciones suelen volverse algo repetitivas, sé que habrán rumores respecto a mí. Bastantes rumores. Mentiría si te dijera que no me preocupan.
— Sabíamos que iba a ser así desde el inicio Regina. — comento viéndola de manera maternal.
— Lo sé, estaba preparada para ello. Sólo que desde...
— Desde Harry — la ayudó Prudence—Desde que Harry Cavender apareció, olvidaste todo lo que te esperaba a tu regreso.
— Si, olvide un poco las responsabilidades que antes solía tener presentes. Olvide la firmeza que solía tener. Y ahora tengo miedo de volver a enfrentarme con aquel grupo sin estar preparada.
— Esa no es la Regina que conozco. — La reprendió Prudence con firmeza — La Regina que es capaz de hacer que un Barón pida disculpas a un sirviente, la que demuestra su inteligencia sin pensarlo dos veces, dando sus opiniones y logrando que estas sean aceptadas.
— Tal vez esa Regina, ya no está. Ya dejó de existir.
— No seas boba, esa Regina sigue presente. Solo que tú no lo quieres reconocer. Eres lo suficientemente capaz de enfrentarte a ellos y terminar haciendo que se arrodillen ante ti, si alguien es capaz de hacerlo eres tú.
— Gracias Pru.
— Respecto a Cavender, si el hizo aquello es porque no te merecía Regina. Mereces a alguien que te haga completamente feliz nunca te conformes con menos.
— Pru no sé qué haría sin ti.
— Eso debería de decirlo yo.
...
— Su excelencia, buenos días — saludo cortésmente un hombre de extraño acento.
— Siéntese Tanner — acotó este señalando la silla frente a él.
Apenas eran las nueve de la mañana, pero debía reunirse con él en aquel bar. No podía darse el lujo de reunirse con aquella persona en su casa.
Su hermana, Eloise era demasiado curiosa.
Parecía creer que tenía dotes de investigador y le encantaba demostrarlo siempre, haciendo bastante difícil tener secretos.
— Su excelencia, estuve averiguando con el dueño de la casa que usted señaló en Francia. Le pertenece al Señor James Stone, es un comerciante Irlandés.
Me dijo que se la rento al Señor Federik Rowling, más no sabe más de aquello ¿conoce a aquel caballero? — pregunto observando las reacciones del hombre que lo había contratado hace muy poco tiempo.
— Si, es el primo de Regina. Es algún tipo de comerciante.
— No, sabría decirle. Si desea lo investigare él. Estuve buscando algún registro respecto al lugar donde ambas pudieron haber llegado y me llevo a Bristol más en ninguno de los hoteles se han hospedado ninguna señorita llamada Regina o Prudence Brown.
Pregunte por el pueblo más nadie dice haberlas visto.
— Investiga a su primo, tal vez sea la manera más sencilla de hallarla.
— Así lo hare su Excelencia — contestó el señor Tanner.
El señor James Tanner era un investigador que contrato apenas llegó a Londres, era un tipo con muy buenos contactos. Apenas en tres días ya había hablado con bastantes personas sobre su búsqueda, mas no había dado los resultados esperados. Para él era raro no haber hallado a aquella dama con facilidad.
— Envíeme los avances de su investigación a Hampshire. Estaré allí por una semana.
— Así lo haré, si me disculpa — dijo retirándose del lugar.
Regina ¿dónde estás?
Debía encontrarla de cualquier modo, no importaba el dinero que costara.
Así tuviera que contratar a diez o veinte investigadores más hasta que dieran con ella.
Hasta que ella le dijera el porqué de su marcha tan abrupta.
...
— ¿Dónde está Harry? — preguntaba la duquesa de Saint Albans al mayordomo al no ver a su hijo en la mesa para acompañarlas en el desayuno.
— Su excelencia salió desde muy temprano. — respondió este retirándose a una esquina del lugar.
— Ya se estaba tardando — murmuró Eloise nada sorprendida por la desaparición de su hermano.
—¡Eloise! no digas esas cosas de tu hermano. — La reprendió, aunque sabía que era cierto— Debes comportarte, recuerda que tu presentación ya está bastante cerca.
— Si lo se madre, seré una excelente dama. — respondió tratando de mostrarse efusiva por aquello mas solo una persona verdaderamente entusiasta o su madre habría creído en sus palabras.
— Me alegra oír eso —contesto orgullosa por aquella respuesta, aunque no iba a negar que no por eso dejaría de preocuparse. Ahora que Eloise tendría su primera temporada tendría mucho más trabajo. No sólo debía conseguirle una esposa a su empedernido hijo, que aquello sería una verdadera hazaña por la cual estaba segura que merecería un premio. Encima tendría que lidiar con Eloise, sus hijos aunque los amaba profundamente eran bastante similares, en lo que a su carácter respectaba.
Ambos eran bastante tercos y mordaces algunas veces. Era difícil lidiar con la curiosidad de Eloise y más aún lograr que fuera una dama recatada. Aquello era prácticamente imposible, solo rogaba que todo saliera bien.
— Tus vestidos ya deberían llegar esta tarde, espero que no suceda ningún problema.
— Espero lo mismo mamá. Pero sabes que todo esto se evitaría si no hubieses hecho aquella apresurada semana campestre. ¿Qué tramas con eso madre?
— No sé a qué te refieres Eloise —contestó tratando de hacerse la desentendida.
— Vamos, mamá te conozco bastante bien para saber que no pondrías tanto empeño en algo de la nada. Nunca preparas este tipo de eventos antes del inicio de la temporada.
— Solo quise hacerlo ahora, no veo porque eso debería ser sospechoso.
— Puede que yo no tenga problemas, pero habrán muchas personas entre tus invitados que no podrán asistir— comento de manera reflexiva — ayer solo enviaste algunas invitaciones. Aunque envíes el resto hoy dudo que lleguen a asistir.
— Todos asistirán Eloise. — contesto con seguridad.
— ¿Como estas tan segura de aquello?— preguntó con una incipiente curiosidad, muy característica de ella.
— Porque es simple querida, soy una duquesa. —Dijo al fin como si aquella simple frase fuera la respuesta a todo.
Y probablemente así fuera, nadie querría desairar a la duquesa viuda de Saint Albans.
Por lo menos nadie en su sano juicio haría aquello.
Aunque en ese momento no le importaba mucho el resto de sus invitados, había invitado a muchas jóvenes casaderas y a cierto número de caballeros.
Con la esperanza de que su hijo se acabará fijando en alguna.
Aunque siendo honesta estaba depositando sus esperanzas en la hasta ahora desconocida Lady Regina Blake. Había escuchado muchas cosas de ella, todas encantadoras claro está.
Solo esperaba que su hijo no lo arruinara.
...
— Mi Lady ya llego el señor Brooks — anuncio Fred entrando al despacho del conde.
— Déjelo pasar — contestó Regina sin alzar la vista ni un solo instante.
— Mi lady, es un placer volver a verla — saludo el hombre con un notorio nerviosismo.
— Señor Brooks, trajo los libros de cuenta — preguntó sin levantar la vista de unos documentos que había estado revisando.
— Si mi Lady.
— Entréguemelos — pidió alzando la vista para verlo fijamente — puede sentarse.
Regina empezó a ver los supuestos gastos comparándolos con los antiguos, que tenía en su poder.
¿Que habían sucedido?
Claramente aquellas cifras habían sigo maquilladas de manera gradual.
— Puede explicarme el porqué de esta suma.
— Mi Lady, las cosas no van bien para los arrendatarios últimamente así que eh bajado un poco sus rentas y hemos tenido que cubrir la diferencia tal y como hacíamos en estos casos son el antiguo conde — expuso.
— ¿Enserio señor Brooks? — Dijo de manera irónica — Le pido que no me insulte. Se bien lo que mi padre hacía. Pero tengo entendido que en vez de bajar las rentas, estas han subido de manera gradual.
Esto me demuestra que no sólo el excedente de las rentas a desaparecido, sino también una importante suma del fondo de emergencia ¿como puede explicar esto señor Brooks?
El hombre tuvo la decencia de parecer avergonzado y absorto. Sin saber que contestar ante aquella acusación. Era obvio que no esperaba que ella descubriera todo con suma facilidad.
— Tiene diez segundos para explicarme la situación — dijo de manera firme— Usted decidirá si va o no a la cárcel señor Brooks, todo está en sus manos.
— Mi Lady por favor perdóneme. Yo solo seguía órdenes.
— ¿Ordenes? ¿De quién? —preguntó ya conociendo la respuesta a aquella pregunta, más necesitaba una confirmación.
— Del vizconde Tompred. Él me dijo que se necesitaba hacer aquello. Cuando me negué amenazó con despedirme. Y acusarme de malversación.
No podía permitirme ser despedido, mi esposa acaba de tender un bebé.
— Señor Brooks, no le diga al vizconde que me eh enterado de este pequeño juego que ambos mantenían, finja que no hemos tenido esta conversación. De ahora en adelante usted seguirá mis órdenes ¿de acuerdo?
— Si mi Lady, seguiré sus instrucciones.— contestó nervioso.
Si aquel noble quería jugar de aquella manera, no sabía con quien se había metido ella era mucho más que una joven destinada a ser una esposa trofeo.
Ella era Regina Blake, y se lo iba a demostrar.
Espero que el capítulo les guste el capítulo y la historia. Ya falta poco para su reencuentro 😍
Próximo capítulo el lunes diez de septiembre. ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro