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CAPITULO 20

Merry había hallado a la señorita Prudence en lo que a simple vista era la biblioteca de la casa, si es que podía llamarse así a aquel espacioso lugar.

Ella se mostró claramente sorprendida de que le hubiesen llevado el té sin que lo pidiera, más no se quejó por ello en lo más mínimo.
Luego de eso decidió ir a buscar la cocina que suponía debía estar en el primer piso de la casa.
No se atrevía a preguntarle al mayordomo pues este parecía bastante serio, definitivamente no le preguntaría a él. Era mejor buscar por su cuenta.
Si bien ya había trabajado para otras familias antes desde muy joven era la primera vez que llegaba a una de tales proporciones. Y aquello la ponía nerviosa. Muy nerviosa.

Por fin encontró la cocina que al parecer estaba algo atareada. Veía a varias jóvenes que debían sobrepasar su edad por muy poco o tal vez eran incluso menores, moviéndose con agilidad siguiendo las órdenes de la cocinera.
En otro punto de la cocina, para ser más específica en una esquina alejada del ajetreo se hallaba una mesa bastante imponente frente a la cual se encontraba la Señora Davis, el ama de llaves.

— Ya estoy de vuelta— fue lo único que se le ocurrió decir para llamar la atención de la mujer.

— Bien siéntate — dijo señalando una silla justo al frente de ella, pese a que una mesa las separaba, la tensión era finamente palpable entre ambas aunque claro las demás no parecían percatarse de ello. — Merry ¿verdad?

— Si.
— Desde ¿hace cuánto trabajas para Lady Regina? — pregunto con seriedad.

— Desde hace ya más de tres meses.

— ¿De dónde vienes? — preguntó volviéndola a evaluar.
— De Bristol
— ¿De Bristol? Creí que lady Regina había estado en Sussex.

— Si, pero yo viaje a esa ciudad en busca de empleo — dijo la joven luchando por ocultar su nerviosismo ante la expectante mirada de la señora Davis. No sabía por qué, ni como se había dado la situación. Pero ambas señoritas le habían dicho que no debía decir nada con respecto a que acababan de regresar de Francia. Absolutamente a nadie. — y la señorita Regina...

— ¡Oh ya veo! , espera un momento. —Dijo al repasar las palabras de la joven — porque le dices señorita muchacha. Debes aprender a tener algo de respeto. Acaso ¿no sabes quién es?

— Pues la señorita Prudence es la hermana de la señorita Regina ¿no? — pregunto sintiéndose más confusa a cada momento.

— Lo entiendes todo mal, no puedo creer que hayas estado todo ese tiempo con ellas y no lo sepas. — Respondió con irritación, más siguió hablando pues aunque no lo admitiera amaba el cotilleo— En primer lugar ellas no son hermanas. La señorita Prudence es como la dama de compañía de la Lady Regina, aunque más que todo es una invitada. Además no debes referirte como señorita hacia lady Regina no es correcto, ella es la hija de un conde ¿sabes? Su madre también era hija de un conde su linaje es bastante aristocrático— comento con algo diferente en su mirada, que a ojos de Merry se parecía al orgullo — En fin. Sólo no cometas errores. Ayuda a preparar la cena hoy llega lady Rinstoner y a ella suelen gustarle que las cosas estén bien hechas.

...

Había perdido un poco la noción del tiempo, por más que se esforzaba la fiebre no parecía querer menguar del cuerpo del pequeño Kevin.

Solo el tiempo parecía pasar más rápido de lo que le gustaría, ya estaba oscureciendo.

Estuvo tentada a salir del lugar y dejar al pequeño Kevin para pedir ayuda. Más no lo consideró idóneo, se sentiría altamente culpable si algo llegase a suceder en su ausencia.

Afortunadamente, en respuesta a sus oraciones al parecer alguien había aparecido.

Era la señora Williams la madre del pequeño, quedó estupefacta al verla. Estaba mucho más delgada y pálida de como solía recordarla.
Al ver sus facciones sólo pudo sentir algo parecido a ¿compasión? No, no era compasión. Lo que sentía era solidaridad o comprensión.
Comprensión al ver aquel rostro tan compungido, preocupado y apuntó de derrumbarse, pero aun así tratando de mostrarse serena para ser una fuente de fortaleza para su familia.
Esa mirada era sin duda alguna la de una madre. Una madre siempre es capaz de superar aquellos difíciles momentos, enfrascándose en una sonrisa con tal de cautivar y encandecer el corazón de sus hijos. La calidez que sin duda desprendía una madre era algo imposible de igualar u olvidar, siempre queda allí aunque la persona desaparezca.

— La... Lady Regina —logró pronunciar la señora Williams aún sin entender bien.

— Disculpe que haya entrado sin permiso a su hogar Señora Williams es solo que... Kevin parecía necesitar ayuda.

— ¡Oh Kevin! —dijo la madre lanzándose a ver a su hijo tratando de evitar llorar. Aquella escena la hacía sentir culpable. Culpable por presenciar aquel momento tan íntimo del que claramente no debía ser parte. Como un objeto que no encaja en el lugar en el que lo han puesto, resalta pero no tiene utilidad.

— Señora Williams ¿puedo preguntar porque dejaron a Kevin solo? En su estado.

— Marcus fue a la ciudad vecina a por un médico y yo no pude esperar más. Decidí ir al pueblo donde está el viejo doctor Noach. — explicó de manera nerviosa alterando la mirada entre ella y el niño que descansaba pesadamente en la cama. — él ya está retirado y ya no atiende a las personas pero aun así pensé en que podría hacerlo. Pero él estaba ayudando en el parto de la esposa del señor Bliftor y entonces regrese y... No sé qué pasara con mí... Con mi pequeño —finaliza tratando de mantenerse centrada.

— Señora Williams, su esposo no debe tardar en llegar y traerá a el médico con él. Kevin estará bien. — susurro tratando de reconfortarla, aunque era consciente de que aquellas palabras no suelen ayudar cuando sientes que estas por perder, a alguien que amas. Cuando te encuentras en esa situación, solo te sientes vacía y ruegas porque aquel momento final no se avecine esperando un milagro, sin saber si este aparecerá o no.

Pero como si cayeran en peso a sus palabras, alguien irrumpió en la casa. Era nada más que el señor Williams. Este no se veía mucho mejor que su esposa. Tenía prominentes ojeras, nota clara de no haber estado descansando de manera adecuada. Su rostro delataba claramente que no había ido bien en su búsqueda de un médico.

— Mi Lady ¿qué hace aquí? — preguntó sorprendido, pues no había visto a la joven dama desde hace prácticamente un año.

— Veo que no encontró al médico — murmuró sin responder aquella pregunta.

— No mi lady. El doctor Padraig está en Londres según me han dicho y ya no queda nadie más cerca.

— Y el doctor Bradley —preguntó en respuesta, sólo tuvo una mirada consternada para después pasar a una llena de pesadumbre — ¿tampoco está en Hampshire?

— Si se encuentra, pero dudo que desee venir a ver a Kevin — respondió el señor Williams, al decir aquello su rostro se fruncía notablemente lleno de frustración.

— ¿porque no habría de querer venir? —

— Mi lady el doctor Bradley. No, nosotros no podemos cubrir sus servicios — expuso la señora Williams — y aún si pudiéramos es bastante incierto si él quisiera o no venir.

— Tal vez usted no lo sepa mi lady, pero no solo es el doctor Bradley muchos de ellos no suelen atender a personas de nuestra clase.
El doctor Bradley sólo suele atender aristócratas.

Al escuchar aquello solo pudo sentir una mezcla bastante potente de rabia e indignación.
¿Cómo era esto posible?
Sabía que la diferencia de clases basados sólo en la sangre y el apellido era algo que estaba presente y sería muy difícil de borrar.

Sabía que había muchas personas así, más de la mitad de los aristócratas creían ser superiores al resto de personas.
Pero ¿que los hacía diferentes al resto?
Absolutamente nada.
Eran humanos y tenían exactamente los mismos sentimientos, podían sentir, alegría, tristeza y dolor.
Detestaba aquel margen de altanería que solía cubrirlos sólo por haber nacido en un hogar pudiente.
Detestaba que no se pudieran poner a pensar que de no haber sido así, ellos estarían en la misma posición que con tanto afán gustaban imponer y dudaba que les gusta se ser tratados de aquella manera.
Por otro lado se le hacía inadmisible que un doctor se comportarse de esa manera tan vil.
Se suponía que su deber era salvar vidas, no catalogarlas por el presuntuoso orden que la sociedad había ejercido sobre ellos.

— Señor Williams — habló de manera impasible logrando ocultar sus verdaderos sentimientos llenos de rabia y decepción. Una gran decepción al comprobar que al parecer nada había cambiado en ese tiempo. — vaya a la residencia del doctor Bradley y pídale que venga.

— Pero mi lady el no...

— Dígale que me encuentro aquí y necesito ser atendida. Si se opone a venir hasta aquí, recuérdale que su familia ha atendido a la mía por generaciones y que nadie quisiera que aquello acabase. — sentenció. Nunca le había gustado abusar de esta manera del poder que su nacimiento le había otorgado, pero si era para una causa como la que tenía en frente. Lo haría sin pensarlo demasiado.
Ante esto el señor Williams sólo pudo asentir y salir rápidamente de la casa haciendo una frugal reverencia.
Lo último que escucharon fue el galope del caballo.

— Gracias mi lady — susurro la señora Williams, recordando él porque del aprecio que las personas solían tenerle a la dama.

— No debe agradecerme, yo no he hecho nada para merecer aquello— respondió de manera escueta.

Ella no se movería del lugar hasta que dicho doctor llegase y atendiera al pequeño. O se dejaba de llamar Regina Blake

...

— Señora Davis — llamo la joven castaña al haber terminado de escribir una nota.

— Si, señorita Brown — respondió respetuosa. El suficiente respeto que le tendría a alguien que estaba claramente por encima de los sirvientes, pero debajo de los nobles. Aún no estaba segura a cuál pertenecía. Y aquello le resultaba claramente frustrante, hasta cierto punto claro está.

— ¿Lady Regina aún no ha regresado?— preguntó, pues ya habían pasado más de tres horas desde que salió y ya estaba oscureciendo de manera considerable.

— No, aún no ha regresado señorita —contestó, empezando a preguntarse si habría hecho bien en no mandar a alguien con ella.

— Pídele a Jack que vaya a buscarla a casa de los Williams y que lleve con él a tormenta — ordenó, después de todo no podía dejar que Regina permaneciera fuera de la propiedad a semejantes horas era inaceptable. Y lo sería a un más cuando llegara Lady Rinstoner, la tía de Regina que no debía tardar en llegar. — También pídele a otro de los muchachos que le envíen esto al administrador— pidió recordando el pedido de Regina. En vista de su clara ausencia había decidido citarlo para la mañana siguiente. Esperando que esta fuera más tranquila y sin la intervención de Lady Rinstoner.

— Si, señorita. —Respondió marchándose del lugar y dejando a una Prudence bastante cansada y sintiendo un ligero dolor de cabeza, tal vez el cambio de clima era el responsable de aquello.
En fin no le tomaría mucha importancia. Sólo esperaba que no se le avecinara un resfriado pues ella los detestaba.

...

— Hermano... ¡Harry! ¡Harry! —exclamó por quinta vez Eloise logrando por fin sacar a su hermano de sus cavilaciones.

— Que sucede Eloise, ¿porque gritas? — la reprendió con la mirada.

— Mamá se ha vuelto loca — dijo ella a manera de respuesta ante la irónica pregunta de su hermano.

— Cuando no lo ha estado —contestó, su madre siempre había tenido ese toque lleno de excentricidad. Bien lo sabía él que había sido víctima de aquello por muchos años.

— Tienes un punto. —Concedió ella pensándolo un poco— Tienes razón debería simplemente dejarlo pasar. Después de todo a la que le busca pareja es a ti — comentó fingiendo indiferencia, pero fijándose en cada detalle de las expresiones que pasaban por el rostro de hasta momentos antes su imperturbable hermano — mejor me retiro.

— Espera, Eloise ¿qué quisiste decir? — pregunto notablemente preocupado e intrigado por las locas ideas que podía tener su madre.

— Piensa hacer un gran evento antes del inicio de la temporada en Hampshire — contestó ella escuetamente — pero dijo que será sencillo. Bueno lo que sea que ella considere sencillo, no más de ciento cincuenta invitados. Creo pero ya sabes que la mayoría serán invitadas así que te recomiendo prepararte. Y no te aconsejo intentar escapar. Solo será más doloroso — advirtió con una sonrisa divertida al ver el rostro resignado de su hermano.
Después de hacer aquello se marchó. Ella solo fue como una mensajera del mal y después se fue sin pensarlo dos veces dejando estragos.

Harry solo pudo levantar la cabeza pesadamente y distraerse viendo el techo de su despacho.
Estaba bastante cansado, recién había regresado. Pero parecía que ya habían pasado meses.

Su madre tenía un don, "el Don" de lograr exaspéralo y llevarlo hasta el límite pero sin que por eso dejara de amarla.

Bajo la mirada y no pudo evitar sentir un extraño calor en su pecho.
Aflojo un poco su corbata sacando detrás de ella una cadena de plata, en la cual reposaba calladamente un anillo.
Si, aquel anillo que no hacía más que atormentarlo. Un anillo que nunca había conocido a su dueña y que parecía reprochárselo de manera constante.

Regina, ese nombre.
Había intentado olvidarla, pero no había conseguido que esta saliera de sus pensamientos, ni mucho menos de sus sueños. En los que no dejaba de atormentarlo.

Aún no entendía el porqué de su abandono, el porqué de aquella carta cuyo contenido era incomprensible para él.

Después de leerla interrogó a la cocinera, más no consiguió nada. Este solo respondió que la señorita se había marchado en la mañana y que no planeaban regresar. El hizo lo propio volviendo loco a su personal alistando sus cosas, más no pudieron partir del lugar hasta dos días después.
Consiguió averiguar que ella se dirigía a Inglaterra, información que consiguió gracias a sobornar cuantiosamente, al que tenía la lista de pasajeros. Más nuevamente el no pudo partir hasta varios días después. Debido a ciertas personas en las que no deseaba pensar.

Aún no podía entender el descaro de esa mujer, lo dejaba sin dar más explicación y todavía le pedía que fuera feliz.

Cómo pretendía que fuera feliz sin ella.
Cómo podía ser feliz, si cuando había intentado olvidarla no lo había conseguido.
Si desde el momento en el que la vio dejaron de existir las demás mujeres para él.
De verdad era una idiota si pensaba que el la dejaría, la buscaría hasta debajo de las piedras y se encargaría de hacerla regresar a su lado, al lugar donde pertenecía.
Quisiera o no.
Regina Brown sería suya, aunque esta estuviera dispuesta a negarlo.

Espero que el capítulo les guste, estoy tratando de escribir más capitulos para no hacerlos esperar demasiado 😄

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