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CAPITULO 17

Los rayos del sol ingresaban cálidamente por la ventana de la habitación.

No pudo evitar abrir los ojos. El clima en estos momentos parecía burlarse de ella, mostrándole su radiante felicidad. Mientras ella se sentía como una desdichada.

— Regina —escucho que llamaba Pru, tocando la puerta tímidamente.

— Adelante —fue lo que se obligó a decir, notando su voz ligeramente afectada. Producto de haber llorado hasta desfallecer. Al ver el rostro de Pru al entrar supo que debía estar verdaderamente horrible.

—Tan mal me veo —se obligó a preguntar, tratando de ser la misma de siempre. Pero fallando estrepitosamente en el intento. Pues su voz carecía de la alegría con la que había estado impregnada las semanas anteriores.

— Un poco —contestó con sinceridad —pero estoy segura que el señor Cavender no reparará en ello. Merry me acaba de decir que acaba de llegar a verte.

Al escuchar su nombre perdió la poca serenidad que le quedaba y empezó a derramar lágrimas de manera casi inconsciente.

— Oh, querida ¿qué pasó? —preguntó sentándose al lado suyo en la cama ofreciéndole una mirada llena de preocupación.

— ¡Oh Pru!, soy una idiota —fue lo primero que pudo decir.

— No cielo no eres ninguna idiota, eras la mujer más encantadora e inteligente que conozco no debes llamarte de esa forma.

— El, Pru. Harry me engaño —pronunció con una mezcla entre tristeza, desesperanza y acritud.

— ¿Cómo es eso posible? —Preguntó Pru contrariada — el parecía amarte tanto.

— Pues no fue así, ayer tome el camino equivocado y lo vi. Estaba besando a otra Pru. Cuando a mí me dijo que iría a la fábrica.

— Es increíble —fue todo lo que pudo pronunciar, debido a la perplejidad que le causaban las palabras de la joven.

Los había visto juntos en aquellas semanas y ambos parecían encantados el uno con el otro. Él era tan atento y encantador. Parecía que para él no había nadie digno de su atención salvo Regina. La trataba como una reina, como si fuera el único ser existente en su mundo.

Aquella situación le resultaba inimaginable. Pero si Regina los había visto, era porque era cierto.

— ¿Qué quieres que haga con él? —preguntó recordando que aquel caballero se encontraba esperando en la salita.

—Dile que pesque un resfriado ayer, y que me encuentro indispuesta —pidió sin ocurrírsele nada más.

— Regresó en unos momentos.

...

— Señorita Brown — saludo, poniéndose de pie en señal de respeto a la dama que pronto se convertiría en parte de su familia. Más esta parecía algo distinta a lo usual.

— Buenos días señor Cavender —saludo ella aun acostumbrándose a la idea de que había errado en su juicio — Lamento informarle que mi hermana no podrá reunirse con usted.

— ¿Se encuentra enferma? —preguntó con preocupación.

— Sí, ayer salimos a tomar un paseo y fuimos alcanzadas por la lluvia, pese a que regresamos rápido. Regina es muy delicada y no pudo evitar resfriarse.

— Mandare a por un doctor —sugirió bastante preocupado.

— No se preocupe, ya ha venido un médico hace un rato —comentó —Dice que no es algo demasiado grave, pero le aconseja guardar cama por un par de días.

— Lo entiendo, por favor envíele mis más sinceros deseos para su pronta recuperación.

— A si lo hare.

...

Aquel día Regina permaneció encerrada por completo en su habitación. Preocupando a todos.
Apenas probó un poco de comida, al verse obligada por Pru.

Se obligó a no llorar, sólo estuvo pensando, sintiéndose aún aturdida. Pensando en ¿qué haría? ¿Cuál decisión sería la correcta? Ella había apostado por Harry y al parecer había perdido, cuando ya sentía haber ganado.

A la mañana siguiente logró encontrarse más serena y decidió bajar. Se negaba a preocupar más de lo que ya había hecho a sus seres queridos.

— Buenos días Señorita —la saludó afablemente Merry—veo que ya se encuentra un poco mejor.

—Así es —respondió escuetamente.

— Se pondrá aún más feliz, el señor Cavender le ha enviado estas flores — dijo señalando un bello y seguramente caro arreglo de flores.

Extraño ver tu sonrisa, tu bello rostro.

Tú presencia, tu mirada que parece haberme hechizado desde la primera vez. No podré soportar más tiempo sin ti. Recuperarte pronto.

Pd: Supe que las orquídeas son tus favoritas. Espero que te alegren un poco el día.

Con amor, H.

¿Cómo podía?
Como podía enviarle flores y decirle aquellas palabras. Después de haber besado a otra la tarde anterior.

Inconscientemente arrugó aquella nota y subió velozmente hacia su habitación.

Quería llorar, pero no podía. ¿Cuánto más tendría que ser así? ¿Acaso se pasaría llorando por siempre?

No, esa no sería Regina Blake.
Regina Blake.

Lo había olvidado, ella no era Regina Blake en estos momentos.
Solo era Regina Brown, la hija de algún burgués, una joven sin respaldo. Una joven que había sido engañada con facilidad por la persona en la que decidió depositar sus esperanzas.
Ya no quería ser ella. Quería volver a ser la segura y con el corazón intacto Lady Regina.

— Regina, te vi subiendo. Le pediré a Merry que se deshaga de las flores.

— No lo hagas. Déjalas allí. —indicó sorprendiendo a Pru.

— Si es lo que quieres, las dejaré ahí —acepto algo confusa, la notaba algo distinta.

—Pru, te molestaría que regresáramos a casa.

— No si es lo que tú deseas. Sabes que iré contigo.

— Gracias, espero que a Federik no le moleste.

— No creo que le moleste demasiado, aunque no lo sabría. Ya que solo lo he podido ver unas horas en todos estos días.

— Ya hablaré con el apenas regrese.

— ¿Cuándo deseas partir?

— Hoy mismo si es posible —dijo con algo de inseguridad —debo parecerte una cobarde ¿verdad?
Créeme que yo me siento como una, al no ser capaz de enfrentarme a aquella persona.

— No debes sentirte así Regina, solo trata de dejar aquellos malos recuerdos atrás.

— Eso haré o por lo menos me esforzare por hacerlo, pero necesito ver a alguien antes.

— Por alguien te refieres a ¿el señor Cavender? o ¿a esa mujer?

— Ah aquella mujer, necesito escucharlo de ella.

— No hay necesidad que te sigas lastimando de esta manera.

— No lo hago para lastimarme Pru, lo hago con la finalidad de cerrar esta historia. Obligarme a seguir adelante y no ver atrás. No añorar algo que nunca fue mío.

— Está bien, iré contigo.

— No, quiero ir sola Pru. —Al ver la mirada que le lanzó su amiga no tuvo más opción que acceder, aunque en cierta medida se lo agradecía, pues tener a alguien cerca la haría sentirse más segura. Una seguridad que desde la tarde anterior había visto desaparecer—de acuerdo, pero deseo hacerlo sola.

— Esperare a una distancia prudencial. Por ahora iré a indicar que hagan las valijas y guarden todo. Le diré a Merry que suba a ayudarte.

— Gracias.

Lo que estaba por hacer era lo correcto ¿verdad?

No sabía si lo era o no, pero era lo mejor que se le había ocurrido.

Una vez que viera a esa mujer y ella le confirmara sus sospechas, ya no tendría nada.

Aunque era una tonta por aun mantener esperanzas añorando que hubiese visto mal por la lluvia y la distancia. Añorando que ella le dijese que no había nada entre ambos.

Era tonto, pero su corazón parecía sostener los pedazos unidos con aquella frágil pisca de esperanza.

...

— Su excelencia, perdón señor Cav... —intento rectificarse el mayordomo, al cual le resultaba muy difícil acostumbrarse a las excentricidades de su amo.

— No te preocupes —contestó con jovialidad, aun logrando sorprender a su empleado. Desde hace un par de semanas que se encontraba de esta manera. Había pasado tardes y mañanas maravillosas con Regina. Paseos, picnic no importaba que actividad fuera con solo estar a su lado era suficiente. Aunque debieran llevar carabina, aun así cada momento había sido perfecto. Los besos robados habían sido los mejores sin duda. Ah y debía admitir que amaba que Merry fuera su carabina de vez en cuando ya que esta siempre era fácil de despistar. — planeo que regresemos pronto a Londres.

— Lo dice enserio —pregunto, obligándose a fingir tranquilidad. Aunque la verdad fuera que ansiaba ver a su prometida que debía seguir esperando su llegada. A la cual había tenido que dejar atrás por un corto periodo por seguir a su amo en otro nuevo viaje.

— Sí, y espero que no regresemos solos —agregó abriendo un cajón de su escritorio y sacando una pequeña cajita de terciopelo rojo.

En la cual descansaba un delicado anillo de zafiros.

...

— Estas segura que no quieres que te acompañe— dijo Pru por cuarta vez desde que partieron de su residencia.

— Estaré bien Pru, espérame aquí. Podrás ver lo que pase a la distancia. Lo prometiste.

— De acuerdo, esperaré— acepto a regañadientes. No quería dejarla sola, pero si esa era la decisión de Regina ella la aceptaría. Como su amiga su deber era estar a su lado en todo momento apoyándola incluso si para esto tenía que verla lastimarse. Ella siempre estaría allí esperando pacientemente para consolarla y ayudarla a avanzar.

Camino la corta distancia que le quedaba sintiendo como sus latidos aumentaban a cada instante. Llegó hasta la casa indicada sin ninguna duda. Pues no había podido olvidar aquella fachada.

Tocó la puerta y espero pacientemente.

Pese a lo que esperaba. Quien le abrió la puerta no fue la joven que vislumbro la tarde anterior. Si no una Madame bien entrada en años.

— Buenos días, se encuentra la señora de la casa —preguntó con la mayor seguridad que pudo.

— Depende, ¿quién es usted? —preguntó fruncido el ceño.

— Yo soy solo una señorita que desea hablar con ella.

— Margot, ¿quién está ahí?— preguntó una joven de cabellera negra y poseedora de un cuerpo de exuberantes proporciones desde el final del recibidor.

— Señora, es alguien que desea hablar con usted.

— Déjala pasar. —respondió sin pensar, aquel día estaba aburrida cualquier compañía sería bienvenida.

— ¿Nos conocemos? —preguntó al ver ingresar a la salita a una joven hermosa, no lo iba a negar. Pero cuya apariencia no se parecía a la de alguien con la que ella hubiese alternado con anterioridad.

— No, es la primera vez que usted me ve —contestó, tratando de sonar firme. Pese a la carga de nerviosismo que sentía sobre sí.

— ¿puedo preguntar que la trae por aquí? Y ¿quién es usted?

— Yo... solo vine porque quería preguntarle algo.

— Y bien ¿qué es lo que quiere preguntar?

— Usted... ¿Qué clase de relación tiene con el señor Cavender? — pregunto finalmente decidiéndose por ser lo más directa posible.

— Vaya esa pregunta no me la esperaba. Margot, retírate. — le pidió a la mujer de cabellos blancos que obedeció con rapidez. Aunque en su mirada se veía un poco de decepción. Claramente hubiese preferido quedarse a oír un interesante cotilleo.

— ¿porque está tan interesada en ello? —preguntó empezando evaluarla con la mirada.

Su forma de hablar era correcta, su vestido era de una tela bastante cara. Algo que ella no se permitiría pedir y menos usar para algo como ir a visitar a alguien tan a la ligera.

— ¿Usted es inglesa? —preguntó con él afán de comprobar sus dudas.

— Si — contesto Regina extrañada por aquella pregunta.

Así que

— Harry y yo hemos sido amantes. Desde hace ya más de cinco meses — dijo la mujer con total seguridad.

— Quiere decir que aún lo son.

— Sí, seguimos siendo amantes. Ayer le dije que esperaba un niño suyo pero...

Un bebé...

¡Por dios! Harry iba a ser padre.

— Él no quiere casarse conmigo, dice que está comprometido con una dama inglesa. Que supongo que es usted. —dijo con algo de inseguridad, evaluando las emociones de la joven — Le pido que lo deje libre, para que cumpla su deber con su hijo. No desearía que mi hijo fuera un bastardo—añadió finalmente con lágrimas en el rostro.

—Yo...Yo hablaré con el—fue lo único que se obligó a decir, pese a que aquello era lo que menos quería hacer.

— Por favor no le diga que yo le he contado lo del bebé, nunca me lo perdonaría—suplico de manera desesperada.

— No se preocupe, no lo haré.

— Gracias —contestó la mujer con una sonrisa, dejando en el olvido las lágrimas que antes empañaban su rostro. —desea quedarse a tomar algo conmigo.

— No, debo irme. Tengo un compromiso —se excusó débilmente. A sabiendas que necesitaba irse de aquella casa rápidamente antes de colapsar. No se sentía capaz de mantener aquel rostro de pasividad con el que se encontraba.

Harry la había engañado vilmente.
Ya no había duda de aquello. Y eso le dolía profundamente. Le pareció oír desaparecer a la esperanza y escucho los fragmentos de su corazón desmoronarse.

...

— Regina, oh cariño —susurro Pru dulcemente al ver a la joven regresar con una mirada que indicaba claramente el resultado de sus recientes dudas.

No quería llorar, más su cuerpo parecía no tener ganas de escuchar sus deseos. Y el clima parecía no ser nada comprensivo con su ánimo. Ya que se mostraba radiante cuando un poco de lluvia para disimular sus lágrimas era lo que ella esperaba. Es que una dama no podía llorar con algo de dignidad.

— Hoy, volvemos a casa...

Espero que les guste el capítulo ❤️ 

Suelo dejar algunos avisos con respecto a la novela en mi perfil  ;)

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