CAPITULO 16
— ¡Regina! —exclamó fuertemente Prudence Brown. Al ver a su querida amiga picarse el dedo con la aguja del bordado por tercera vez esa tarde y no inmutarse.
—Oh, ¿qué paso? —preguntó saliendo de su ensoñación.
—Tu dedo querida— dijo la joven, pero al ver la confusión en el rostro de Regina se vio obligada a señalar— está sangrando.
—Es cierto, no me había percatado —murmuró de manera tonta.
— ¿Te pasa algo Regina?— preguntó Pru dejando su bordado en el olvido, dispuesta a saber que era lo que sucedía.
—No, no me pasa nada. ¿Qué debería pasarme? Solo estoy algo distraída—aseguro con nerviosismo.
—Algo, diría que es mucho más que algo—escudriño —desde que regresamos haz estado diferente. Te tropezaste un par de veces, estuviste leyendo un libro al revés por más de dos horas y ahora llevas pinchándote el dedo tres veces, sin inmutarte ni siquiera un poco. Creo que estas más que distraída.
—Tienes razón, estoy un poco más que distraída — admitió con resignación.
—Si algo te aqueja estaré gustosa de poder ayudarte—ofreció de manera maternal.
—Lo sé, yo de verdad necesito hablar de esto con alguien —admitió, en toda la tarde no había hecho más que repasar lo ocurrido una y otra vez.
—De acuerdo soy toda oídos.
—No quisiera hablarlo aquí —dijo Regina algo nerviosa, viendo en dirección a la puerta. Pues temía que su primo o alguno de los tres sirvientes que mantenían la casa pudiesen oír su conversación— vayamos a mi habitación.
—Está bien —accedió Pru siguiéndole camino arriba. Era poco común en Regina mostrarse tan reservada y misteriosa. Si bien no era una persona que mostraba libremente sus preocupaciones, tampoco era una que se pusiese tan nerviosa.
Era extraño, pero lo mejor sería no preguntar demasiado. Dejaría que ella contase lo que estuviese preparada para decir.
Cuando entraron a la habitación. Lo primero que hizo la joven fue dar vueltas nerviosamente. No sabiendo bien cómo explicar todo. Estaba confundida, insegura y se sentía bastante culpable por lo que había hecho.
Aunque cada vez que pensaba en aquel beso no podía dejar de suspirar como una cabeza hueca.
—Regina, ¿quisieras contarme? — preguntó Pru, consciente que si ella no empezaba tal vez la joven no encontraría el valor para hacerlo.
—Sí, bueno yo. No sé qué me pasa Pru —comentó deteniéndose en medio de la habitación — ¿alguna vez has sentido amor?—preguntó de repente sorprendido a la joven, con aquella inesperada pregunta.
—Depende del tipo de amor al que te refieras.
—Me refiero al gustar, al amor que existe entre un hombre y una mujer ¿alguna vez lo has sentido?—pregunto esperanzada de encontrar un consejo.
—No puedo evitar mencionar que tu pregunta me sorprende —respondió poniéndose de pie — si bien no lo eh sentido, eh conocido personas que si lo han experimentado.
—Ya veo...
—Haz conocido a alguien ¿verdad? —preguntó con una sonrisa llena de comprensión.
—Puede que sí...
—Ven— dijo señalando el tocador — te cepillarse el cabello.
Ante aquello Regina solo pudo asentir.
—Puedo preguntar ¿quién es el caballero?
—El señor Cavender —dijo en apenas un susurro, como si pronunciar aquel apellido quemase sus labios.
—El de la cena —reflexionó Pru, mientras cepilla a lenta y delicadamente la larga y dorada cabellera de la joven—Te gusta.
—No estoy segura —contestó.
—Pues para no estarlo estas demasiado nerviosa. Ha pasado algo entre ustedes, no es así— inquirió con sospecha.
—Puede que hayamos coincidido algunas veces.
— ¿como por ejemplo hoy? — adivino.
— ¿Cómo lo...?
—Como lo sé, para ser honesta no lo sabía, pero ahora me lo acabas de confirmar. Haz estado bastante extraña desde esta tarde.
—Ya veo.
—Aquel caballero ¿te agrada? —preguntó Pru, con paciencia y suavidad.
—Si—contestó sin apenas pensarlo.
—Pero...—la ayudó Pru, en vista de que la joven no sabía más que decir.
—Pero no sé si esto sea amor o no. Y si así lo fuera, no sería correcto.
—Y porque no sería correcto. El caballero es casado —preguntó recibiendo una negación de parte de su amiga —entonces crees que no desea nada honorable contigo.
—Tampoco es eso, él quiere verme más seguido. Hasta que yo me convenza de que lo que sentimos es amor.
—Vaya que es bastante empedernido.
—Ya...
—Y tú no quieres verlo ¿Por qué...?—inquirió.
—No es que no quiera, es que me da miedo lastimarlo y lastimarme a mí misma en el proceso.
—Y porque ambos deberían terminar así, si descubren que no son compatibles solo tomarían sus distancias de manera amigable. Y por el contrario si lo son, no serían ambos más felices.
—Oh, Pru lo que dices es tan bello. Pero yo sé que no podré, sea que no se dé nada entre ambos. Como si terminó amándolo. De ambas maneras será desastroso.
— ¿porque?
—Yo le eh mentido Pru, él no sabe quién soy. Para el solo soy la hija de algún Burgués como mucho.
—Y porque no le dices la verdad.
—No, podría. Me gustaría saber si es que me ama que fuera por ser yo. No por las conexiones que mi padre poseía.
—Ya veo, entonces deberías ocultarlo un corto periodo. Y después contárselo tu misma.
—Creo que sería lo mejor. Pero yo debo de casarme con alguien con título Pru. Pese a todo, el solo es un señor, no importa cuánto dinero pueda tener.
—Regina, eh querido decirte esto desde hace un tiempo. Ya es hora de que dejes de cargar la responsabilidad tu sola. No necesitamos que nos protejas, si con eso dejaras tu felicidad atrás.
Te amamos demasiado para pedirte algo así. No deberías preocuparte por Edward, estoy segura que en Eton ya le enseñan lo suficiente.
En unos pocos años ya será capaz de reclamar su título y cualquier problema que surgiera con el vizconde pasará al olvido. Y en lo que concierne a Federik y a mí, ambos somos lo suficientemente mayores para cuidar de nosotros mismos. Y estoy segura que los empleados procurarán no causar problemas para que el vizconde no pueda apañarse de ellos. Todo estará bien, solo se feliz.
—Gracias —susurro en respuesta. Inconscientemente había estado preocupando a todos con lo referente a su futuro. Tratando de hacerse cargo solo había presionado al resto haciendo que se preocuparan por ella más de la cuenta, ahora sentía que aquella carga auto impuesta era más ligera. Por una vez dejaría de lado a su fiel amiga la razón y escucharía a su corazón. Esperando abrirse un camino hacia la felicidad.
...
Dos semanas después.
—Como me veo Pru —preguntó Regina, dejando de verse en el espejo para mostrarle su apariencia.
—Divina, como de costumbre —contestó con una sonrisa —aunque sin duda la moda parisina es diferentemente bella.
—Lo sé, Madame Renault dijo que los tuyos y los que faltan llegarán en unas horas—dijo con una sonrisa.
Sonreír había sido lo único que había hecho en estas dos semanas.
Aquello le comprobada que ir a Francia había sido su mejor decisión, El señor Cavender. No, Harry.
Harry era simplemente magnífico. Tenía una manera de ser correcta cuando ambos se encontraban con compañía. Como un perfecto caballero Inglés, pero aun así le era imposible dejar atrás su lado pícaro y apasionante. Aunque en aquellas semanas había descubierto que también tenía un ego igual de grande que el encanto que desprendía.
Pero todo en el parecía estar balanceado de manera idónea para ella, no había nada que ansiase cambiar.
Habían pasado dos semanas sin dejar de verse un solo día. Salían a dar paseos, a museos, galerías de arte, pastelerías, tomaban el té juntos por las tardes. Aunque claro todo esto lo hacían con una carabina. Que en ocasiones era Pru, que era sin duda la mejor en aquel trabajo y luego estaba Merry que siempre se dejaba engañar por Harry.
Habían tenido pocos momentos a solas en todas estas salidas. Pero eso lo hacía más intrigante. Hacía que disfrutarán más de aquello.
—Señorita Brown, acaba de llegar el señor Cavender. La espera en la salita —indicó Merry entrando a su dormitorio.
—Ya bajo—dijo igual de sonriente que antes.
...
—Harry lamentó haber tardado —se disculpó Regina consciente de que había bajado de inmediato, pero obligándose a decir aquello. Su tía Charlotte siempre había dicho que lo correcto era dejar esperando a un caballero unos diez o quince minutos, pero ella no se atrevió a hacer aquello estaba muy ansiosa por verlo. Darían un paseo hoy y ella esperaba que él se le declarase aquella tarde o por lo menos aquella semana.
—El que lo siente soy yo Regina— Contestó inquietándola —lamento no poder pasear contigo hoy, pero un problema surgió en la fábrica y piden que sea yo mismo el que lo solucione.
—Si es así, no debiste molestarte en venir. Habría bastado con enviar una nota. — respondió de manera comprensiva.
—No podría solo enviarte una nota, cuando puedo hacerlo por mí mismo, ver tu rostro, hablar contigo sentir tu presencia aunque sea unos instantes.
—Eso es muy dulce Harry.
—Pero aunque nuestro paseo de la tarde este un poco arruinado. Me gustaría hablar contigo mañana temprano —dijo lo último con algo de nerviosismo, algo sin duda notorio en aquel dechado de seguridad.
—Claro, lo esperaré con ansias.
...
—Así que no saldrás con tu señor Cavender — preguntó Pru al encontrar a Regina en la pequeña biblioteca que tenían.
—No, tuvo un problema en la fábrica y debe ir a solucionarlo. Pero quiere verme mañana. — agrego con entusiasmo.
—Apenas son las cuatro y ya que no estamos en casa podemos prescindir de la hora del té. ¿Te gustaría ir de compras?
—Tienes razón, vayamos. Además quiero ver si ya ha llegado alguna carta de nuestra amiga.
Cuarenta y cinco minutos después, se encontraban en una de las avenidas más concurridas.
—Quiero comprar un libro —señaló Regina, recordando que su hermano había estado hablando sobre un libro en específico. Y cuántas ganas tenía de leerlo en el idioma original.
—Deseas que te acompañe —se obligó a preguntar Pru, pese a lo que más ansiaba era entrar a una hermosa cafetería.
—No te preocupes, puedo ir sola, está a un par de calles de aquí. No me tomará mucho tiempo regresar.
—De acuerdo, si no te molesta te esperare junto a Merry adentro no tardes demasiado.
—No te preocupes no lo haré —aseguro la joven. Poniéndose en marcha. No recordaba muy bien el título del libro. Pero estaba segura que sabría cuál era si lo veía entre las estanterías.
—Bon après-midi Mademoiselle—la saludó el anciano dueño de aquella clásica librería.
Le tomó más tiempo del pensado, pero logró encontrarlo. Era un libro bastante intelectual para su hermano por lo cual disfrutaría fastidiarlo un poco.
No pudo resistirse a comprar otro más para ella. Una novela romántica de Jane Austen. No la había comprado antes porque su tía Charlotte decía que no eran apropiadas para una joven como ella, aunque debía de admitir que ya había leído las otras a escondidas solo le faltaba leer esta.
Cuando salió del lugar el cielo parecía encontrarse un poco más nublado.
Al parecer empezaría a llover en breve, lo mejor sería apresurarse y encontrarse con Pru con rapidez.
Empezó a caminar por la avenida, más no recordaba bien el camino a tomar. Pese a que les había dicho que eren solo un par de calles, puede que hubiese simplificado un poco el asunto y en vez de dos fuesen unas cuatro o cinco. Desde su punto de vista ambas calles se veían demasiado parecidas.
Decidió seguir el camino qué le pareció correcto en aquel momento. Camino por unos cinco minutos o tal vez diez no estaba muy segura, pero se dio cuenta que había tomado el camino incorrecto ya que no lograba visualizar ninguna tienda solo una calle llena de casas adorables. Ahora debía regresar aquella distancia y tomar el camino contrario, después de eso sería sencillo o eso pensó.
Las primeras gotas de lluvia empezaron a caer, su primera lluvia en Francia una lluvia qué dudaba poder olvidar.
Ver aquella escena rompió sus ilusiones por completo. Se sentía, usada. Ultrajada. Como si para él no hubiese sido algo más que una diversión pasajera. Parecía irónico, pero no pudo evitar derramar lágrimas. Pese a que su conciencia le decía que no debía, que no valía la pena hacerlo. Aun así su cuerpo y su alma se negaban a hacerle caso a lo que indicaba la razón. El clima parecía compartir sus penas, disfrazando sus lágrimas con las gotas de lluvia.
A una relativa distancia se encontraba Harry, en la puerta de una casa bastante acomodada. Besando a otra. Una mujer de exuberante cabellera negra.
No podía quedarse más tiempo viendo aquello, no podría soportarlo.
Hecho a correr.
De alguna manera logró llegar al lugar donde la esperaban Pru y Merry. Esta al verla no hizo preguntas, a sabiendas que en su estado no podría contestar.
Tomaron un carruaje y llegaron a su residencia en un tiempo relativamente corto.
—Merry pide que le preparen un baño caliente —ordenó Pru, apenas llegaron.
La muchacha, se apresuró a cumplir la orden.
—Hablaremos cuando estés lista, por lo pronto permíteme hacerte compañía —pidió Pru. Aunque quisiera saber que paso para que Regina se encontrase en aquel deplorable estado totalmente antagónico a su humor anterior. Ya no estaba radiante, parecía deprimida.
—Pronto—fue la única respuesta que recibió.
Aquella noche lloro como no lo había hecho en mucho tiempo. Lloro en silencio. Puesto que su corazón estaba pasando por algo parecido a un duelo. Lo había descubierto, ella lo amaba y el amor dolía demasiado. Si esto era amar, no quería volver a sentirlo jamás.
Espero que el capítulo haya sido de su agrado ❤️😆
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro