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CAPITULO 15

— Eloise es bueno verte de nuevo — Saludo el vizconde Castlereagh ingresando a una cálida salita, dejando la puerta tan abierta como indicaban las buenas costumbres.

— Lo mismo digo Lord Castlereagh. —contesto ella con serenidad dejando su bordado a un lado para prestarle atención a su "invitado".

— Te traje un regalo de Francia — agregó el tomando asiento frente a ella, en vista que ella no lo invitaría.

— Gracias Lord Castlereagh, aunque esperaba recibirlo hace un par de semanas, cuando llego — dijo al fin fruncido el ceño y mostrando algo parecido a una mirada irónica, en sus destellantes ojos azules.

— Lo siento, Eloise. Me costó demasiado convencer a mi abuelo de que desistiera de las debutantes por ahora. Y puedes dejar de llamarme por mi título, después de tanto tiempo se torna incómodo —agrego al final. Eloise siempre retomaba las formalidades cuando estaba enfadada. Incluso con su propio hermano, ambos tenían una especie de juego de tirar la cuerda, el que resistía más tiempo ganaba la batalla junto a unas disculpas, fueran o no merecidas.

— De acuerdo, Gabriel. Aceptaré el bello regalo que trajiste para mí. —Dijo ella sonriendo de manera radiante, ante la expectativa de recibir un nuevo obsequio que lograra distraer su mente del aburrido día que llevaba — Vamos, vamos ¿qué es? dámelo.

— Oh me ofende mi Lady. Está más interesada en el presente que en mi llegada — dijo fingiendo sentirse herido, más su sonrisa indicaba lo contrario.

— Tal vez un poco — admitió ella con bastante soltura — Pero no debes culparme, mi hermano casi nunca me trae nada de sus viajes y me eh visto confinada a estas paredes demasiado tiempo.

— Así que soy una especie de remplazo.

— Mm si lo quieres ver así... — dijo ella encogiéndose de hombros de manera desinteresada — Yo lo llamaría un intercambio justo.

— En qué punto esto se vuelve justo.

— En el que tú le entregas ese presente a la linda joven que lleva esperándolo desde que te fuiste, hasta que recibes una sonrisa de parte de ella como agradecimiento.

— Definitivamente eres hermana de Saint Albans.

— Sí, ya me lo han dicho — contestó con un gesto desinteresado. — por cierto, ¿cómo convenciste al Márquez de que no persiguiera a las debutantes? — preguntó bastante intrigada.

— Puede que dijera algunas cosas —agregó algo dubitativo, esquivando la suspicaz mirada de su acompañante.

— Gabriel ¿qué has hecho? —pregunto con algo de sospecha.

— ¿Porque supones que he hecho algo? —dijo el fingiendo sentirse ofendido.

— Mm no sé, tal vez porque acabas de poner la misma cara que pusiste cuando tú y Harry rompieron mi broche. — acuso ella aun recordando aquel momento.

— Puede que le recomendara ausentarse de la temporada, y descansar en el campo, en su residencia en Sussex.

— No creo que le hayas dicho solo eso. — comentó consiente de que esa historia sonaba demasiado vaga — Tu madre dijo que tenía una firme convicción con volver a casarse y tener un nuevo heredero, que no fuera...

— Que no fuera un canalla, mujeriego e irresponsable, que deshonre a la amada y antigua familia a la que pertenecemos, con algo tan vulgar como invertir en empresas, ya que nos rebaja al nivel de un simple y estrafalario burgués — la interrumpió el — Créeme que ya me se ese discurso y esta vez tuve el placer de escucharle decírmelo a mí directamente, aunque hay que decir que aumento su vocabulario un poco. Tal vez el libro que le regale le habrá servido.

— Ese libro, escuche que lo uso para avivar el fuego de la chimenea — agregó ella sonriendo con maldad.

—Ese viejo, no volveré a interesarme en él.

— No puedes culparlo, el invierno anterior fue demasiado frío — acotó ella de manera magnánima — Por cierto ¿qué libro fue?

— Uno que las damas como tú no deberían leer — cito el pícaramente haciéndola sonrojar, pues ella había leído uno que otro libro que en la opinión de su madre, nunca serían aptos para una dama. Lógicamente que dichas lecturas las hizo a escondidas.

— No te pongas de su parte, el solo parece un viejo desvalido para atraer a sus presas cerca — murmuró entre dientes — A menos que quieras convertirte en su nueva esposa, deberías mantenerte lejos de él.

— Créeme que eso haré. Pero no me has dicho que le contaste...

— Eloise te he dicho que tienes unos ojos muy bellos. — halago el de repente.

— Tengo los mismos ojos que mi hermano y creo haberte escuchado decir que eran unos bastante frustrantes. ¿Qué le dijiste Gabriel? —Presiono — si lo dices ahora, no será tan doloroso.

— Puede que exagerara un poco algunos puntos — admitió, era bien conocido por él y sus parientes cercanos, es decir la madre y hermano de la dama que ella poseía un temperamento bastante vivaz —Pero todo en aras de él bienestar de las bellas debutantes, claramente.

— No olvidemos que también para no perder el título ¿verdad? — pico ella.

— Bueno eso también —admitió —Puede que le dijera que la hermana de cierto duque tiene los dientes bastante torcidos, piernas chuecas, cabello de un brusco rizado y un cuerpo muy mal proporcionado—fue enumerando, aunque por su reacción ella supo que él estaba omitiendo muchas cosas — Y que estaría en caza de un Márquez tan influyente y atractivo como él.

— Debo suponer que aquel dechado de belleza al que te refieres soy yo, ¿no es así Gabriel?

— No, como crees.

— Tal vez porque, no sé ¿cuántas hermanas de duques hacen su debut esta temporada? — dijo fingiendo pensar en ello seriamente — Mm tal vez la hermana del duque de Rutland. No olvidaba que ella ya tiene nietos. Ya sé, yo soy la única.

— Lo hice para protegerte Eloise. — trato de excusarse.

— Claro, como no. Espero que sólo se lo hayas dicho a él. — exigió, pero pudo ver como sus ojos pardos evadían su llameante mirada — Oh no, ¿que hiciste Gabriel? ¿Quien más estaba cuando lo dijiste ?

— Tal vez Lady Thompson, escucho.

—Lady Thompson, eres verdaderamente frustrante. Espero que el presente sea muy bueno. Porque para compensar que hayas mentido de mi aspecto y preferencias frente a la mayor cotilla de todo Londres, si es que no de toda Inglaterra.

— No exageres Eloise, Lady Thompson no puede ser tan...

— Tan excéntrica, tan cotilla, y no olvidemos que dicen que es una cabeza hueca, dile que unos osos acaban de invadir Mayfair y sin duda lo creerá. Y en menos de un hora todo los aristócratas lo sabrán, aunque claro recibirán una versión mucho más exagerada — explico ella aun no decidiendo si estaba horrorizada o divertida por aquello — Para mañana medio Londres pensara que tengo cuernos. Justo lo que me faltaba.

— Lo siento Eloise — se disculpó Gabriel tratando de sonar lo más sincero posible, aunque debía de admitir que la situación le resultaba divertida — pero creí que no ansiabas participar demasiado en la temporada.

— Y así es — contestó — sabes que luche por retrasar mi presentación un año usando a Harry como excusa.

— Y viendo que te funciono no me cabe duda que eres su hermana, son igual de manipuladores y...

— Sí, ya lo sé. Mi madre no se cansa de repetírmelo. Pero aunque no haya querido, eso no significa que desee ser la comidilla de la sociedad.

— Pero mira el punto bueno, se caerán de espaldas cuando te vean. Esperarán un esperpento con piernas y recibirán una beldad.

— Tienes razón, pero de igual manera, sea lo que sea que hayas traído no bastará para recompensarme.

— Lo sé, créeme que lo sé. Pero como un extra te gustaría saber algo sobre tu hermano.

— Esas siempre son buenas historias, puede que te perdone si es algo interesante.

— Que tal un canalla enamorado, es lo suficientemente bueno para ser perdonado.

—No me digas que...—dijo no pudiendo evitar que una sonrisa divertida se formará en sus labios — Si sabes mucho puede que si Gabriel, puede que sí.

...

— ¿Qué? — fue lo único que pudo salir de sus labios.

— Justo lo que escucho señorita Brown — respondió el con una sonrisa llena de suficiencia e impaciencia. Disfrutando de la reacción de la dama.

— No entiendo — dijo retrocediendo un paso.

— Sí que lo entiende Regina — dijo acercándose un par de pasos dispuesto a romper toda barrera que ella pudiese colocar entre ambos. — porque sientes lo mismo que yo.

— Yo no...

— Sí, usted sí. No trates de negar lo innegable. No eh dejado de pensar en nuestro encuentro de ayer — cuando menciono aquello vio como Regina se sonrojaba furiosamente recordando lo ocurrido — y puedo ver que usted también lo recuerda.

Al ver que ella se quedaba inmóvil, incapaz de retroceder más debido a la pared. No tuvo mejor idea que besarla.

Si, la beso. Desbordante de pasión. Una pasión que él creía poseer desde muchos años atrás. Más ahora se daba cuenta que aquello, solo habían sido sensaciones efímeras comparadas con las avasalladoras olas de calor que sentía recorrer cada partícula de su ser.

Regina era como tocar un poco del cielo, más no poder permanecer en el.

Sus labios eran simplemente sublimes, todo en ella parecía ser perfecto.

Ella parecía haber sido hecha perfectamente para él.
Como si ambos fueran parte de una melodía que solo podía funcionar bien si iba junta.

Contrario a lo que cualquiera esperaría ella le correspondió el beso de manera tan ferviente, que no hacía más que avivar sus ansias. Haciéndolo desear más, mucho más que aquel apasionado beso.

Pero como todo lo bueno que existe en la vida, aquello debía terminar.

Se obligó a apartar sus labios de los de Regina, con algo de reticencia.
Pero aun así no se arrepentía. Pues el cuadro que disfruto fue igual de embelesante.

Ver a una Regina furiosamente sonrojada, con los labios enrojecidos y ligeramente hinchados por el beso, su beso. Era una escena digna de retratar.
Sería una imagen que no podría olvidar con facilidad.

— Me gusta señorita Brown, me gusta demasiado y quiero creer que usted siente lo mismo — susurro cerca de su oído incapaz de alejarse.

— Yo no... Yo no debo — fueron las palabras que se desprendieron de los labios de la dama, que haciendo uso de toda la poca fuerza de voluntad que le quedaba se apartó de él. Llenándolo de sorpresa.

— ¿Que no puede señorita Brown? ¿No puede gustar de mí o acaso soy yo el que no puedo hacerlo? —preguntó frunciendo ligeramente el ceño, extrañando su aroma.

— Ambas, usted no debe gustarme mí y yo no debería gustarle a usted —contestó con fingida serenidad, luchando porque su sonrojo desapareciera y por qué no se viera el leve temblor de sus piernas, debido al nerviosismo que le causaba aquella situación. Debido a la debilidad que sentía su cuerpo al verse desprendido del calor que antes disfrutaba.

— ¿Porque no debería? ¿Acaso es casada? — preguntó algo confuso. Aunque dudaba que lo fuera. Qué clase de hombre en su sano juicio dejaría a aquella criatura sola. No uno como él.

— No, no estoy casada — contestó, haciendo que el pudiera votar el aire que no sabía que estaba conteniendo. Algo definitivamente nuevo. Al parecer no dejaba de aprender más de él, desde que la había conocido —es solo que...Nos conocemos demasiado poco, como puede decir algo tan a la ligera.

— Crees que esto lo he dicho a la ligera. Que voy diciéndoles a todas las jóvenes que me gustan. Eso no es así. Eres la primera a la que se lo digo —susurro acercándose a ella lentamente como un depredador, susurrando con aquella voz tan aterciopelada — porque eres la primera que sinceramente me gusta.

— ¿Cómo puede estar seguro? —preguntó luchando internamente por no perder la compostura.

— Porque, no eh dejado de pensar en ti desde el momento en que te vi. Porque no puedo quitar tú aroma de mí. Porque te anhelo como jamás había anhelado a nadie, busco cualquier excusa para tenerte cerca. No puedo concentrarme en nada más que en pensar en ti. Te has mentido en todos y en cada uno de mis pensamientos. Dime ¿cómo te harás responsable?

Aquellas palabras la dejaron estupefacta por unos instantes. Procesando lentamente las palabras. Disfrutándolas en secreto y dejándolas gravadas en su mente y en su alma.

Aquello era hermoso, pero aun así ella no podía. No podía aceptar sus sentimientos por él. No estaba segura de que lo que sentía fuera amor. Y si así fuera. ¿Sería correcto aceptarlo?, dejando su deber de lado.

Dejando atrás a personas que dependían de ella. No podía, no tendría el corazón para hacerles pasar por malas situaciones tanto a Pru, Federik, como a su pequeño hermano Edward.

Pero aun así, aunque fuera egoísta. Quería disfrutar un poco más, solo un poco más de la compañía de aquel encantador hombre.

— No estoy segura — fue todo lo que se permitió decir.

— Sé que te preocupa el tiempo, pero eso tiene remedio. Permíteme pasar tiempo contigo. Permíteme llenar tu corazón.

—Si — susurro en respuesta, permitiendo que él se acercara nuevamente y la tomará entre sus brazos.

Dejando en el olvido todas sus dudas, todas sus preocupaciones. 

Dejando atrás las normas, lo que era correcto. 

Ella solo quería disfrutar un poco, un poco más...

Espero que el capítulo les haya gustado, tratare de publicar más seguido❤️❤️ Espero vuestros comentarios.

Se me olvidaba si desean que ponga un horario para la fecha en la que publicare los capítulos solo díganlo estaré encantada de hacerlo para ustedes.

Hasta la próxima. 😆

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