CAPITULO 13
Porque, porque...
¿Porque él tenía que estar allí?
Solo verlo había destrozado todo el auto control que tenía.
Verlo allí, a través de aquella ventana removió su reciente encuentro. Causándole un profundo sonrojo que esperaba él no hubiese notado debido a la distancia.
Se puso inevitablemente nerviosa.
En el momento en el que sus miradas se cruzaron sólo pudo correr la cortina con tanta rapidez que estuvo por perder el equilibrio.
Había hecho sin duda alguna, el ridículo.
Dudaba que el creyera que no lo había visto pero ¿qué más podía hacer?
Lo mejor era tratar de evitarlo pero ¿cómo hacerlo?
Si con sólo abrir una ventana podía intentar hallarlo.
Ahora que lo sabía, no estaba segura de poder contenerse. No estaba segura de que por las noches podría evitar asomarse por aquella ventana, con la esperanza de verlo a escondidas. Aunque sea por un instante.
¡No! que estaba pensando esto no podía ser.
Debía ordenar sus prioridades.
Si tenía demasiadas cosas pendientes, no tenía tiempo para desperdiciarlo en pensamientos inútiles que no la llevarían a nada.
—Merry podrías decirle a Pru que saldremos antes —pidió con amabilidad tratando de parecer tan serena como había estado segundos antes.
—Si señorita —respondió la joven desapareciendo con rapidez del pequeño saloncito en el que ambas se habían hallado los últimos cuarenta minutos.
Bien ahora solo le quedaba esperar.
Hace unos minutos había llegado una carta del administrador de los ferrocarriles que aún no había abierto lo mejor sería leerlas con prontitud mientras esperaba a Pru.
Lady Regina es todo un honor que usted me haya escrito.
En efecto tenemos a un inversor interesado, el señor Tichner pero estamos aun considerando su oferta. Pero si es usted la que decide rechazar esta propuesta lo haré gustoso en su nombre.
Se despide
Cristóbal Kinsley
Administrador de los ferrocarriles Wartonn
Bien era una respuesta adecuada, algo breve pero aun así con lo necesario.
Le hubiese gustado en demasía ir en persona a aquella reunión y decirle a aquel señor que jamás tendría una facción de los ferrocarriles de su padre, ni de ninguna de sus empresas.
Pero no podía hacer aquello. No, no podía por más que se muriese de ganas de hacerlo.
No podía situar su posición tan firmemente por más que lo quisiese, los hombres como aquel suelen ser los más huraños y vengativos cuando no consiguen lo que desean. Y no le cabía la menor duda que le haría la vida miserable si ambos se encontraban en la reunión.
—Regina ya estoy lista — habló Pru entrando a la estancia sacándola de su pensamientos. —puedo preguntar a ¿dónde vamos?
— ¿dónde vamos? Es una buena pregunta —murmuró con un deje de misterio — eso es un secreto, lo sabrás cuando lleguemos.
—Mm no sé si deba confiar en tus ideas misteriosas —contestó recordando levemente alguna de las ideas que habían llegado a Regina con el pasar de los años, una más impropia que la otra — pero como no queda más opción.
—Vamos Pru no es nada inapropiado —respondió con una sonrisa para segundos después agregar en apenas un murmullo — creo.
...
—Oh Regina, eres una embaucadora — reprochaba Pru al percatarse del lugar en el que se encontraban.
—Lo siento Pru, pero si te hubiese dicho a donde veníamos no me hubieses querido acompañar y me habría tenido que quedar en casa—hablo recibiendo por respuesta el silencio de esta.
—Es que es algo impropio —murmuró la joven como excusa.
—Lo sé, en Inglaterra lo sería —contestó con algo de nostalgia — y probablemente en cualquier parte del mundo pero, aunque sea impropio estoy ansiando hacerlo.
—No tienes remedio — dijo con una sonrisa impregnada en el rostro, aunque en ocasiones la regañara secretamente esperaba que jamás cambiará, que nunca dejara su verdadera esencia en el olvido.
—Si ya me eh resignado a aquello —contestó siguiéndole el juego — tengo una reunión con el señor Laughton ahora tal vez...
—Entiendo, creo que iré de compras y a por unos dulces ¿te parece bien? —
—Sí, es perfecto —contestó agradecida — cuando acabe la reunión te encontraré, no tardare más de lo necesario.
—Eso espero o de lo contrario no podrás reprocharme los costos — sentenció Pru marchándose de la entrada de aquel edificio bastante imponente ubicado a algunas calles de las principales tiendas de la ciudad.
Bien ahora solo le quedaba hablar con el gerente de la perfumería.
Este edificio no había sido construido para este fin en un comienzo pero su padre había decidido comprarlo de igual forma y ella podía ver porque, era bastante elegante pero a la vez te daba cierta sensación de calidez era justo lo que necesitaba. Sin duda alguna su padre había poseído un magnífico gusto.
Con el pasar de los meses pensar en el ya no se le hacía tan doloroso, no iba a decir que era inmune al dolor o a las lágrimas por completo al recordar a su padre pero ya lo había aceptado.
Había aceptado que no podría volver a verlo otra vez, pero podía abrazar para si cada instante que compartieron juntos y eso debía bastar para curar lentamente las heridas de su triste corazón.
Decidió ingresar rápidamente sin prestarle demasiada atención a los detalles no podía ponerse nostálgica o sensible en estos momentos. Necesitaba mostrar firmeza y determinación para ser tomada en serio por el administrador que había designado su padre.
...
¿A dónde habría ido?
Después de que ella cerrará precipitadamente la cortina había hecho el mayor esfuerzo de su vida tratando de concentrarse en los documentos que llevaban apilándose sobre su escritorio desde el día en el que la conoció.
Pero tal y como debió suponer no pudo leer más que un par de frases que olvidó rápidamente, se vio a sí mismo al gran Harry Cavender al que las mujeres suelen asechar con premura, pegado a una ventana como si de ella dependiera su vida, asechando a una inocente jovencita, convertido en un completo acosador.
Pero a esto debía añadir que no cualquiera tenía un acosador tan guapo como él, así que en cierta medida ella debía sentirse afortunada.
Estuvo cerca de veinte minutos así, cuando estuvo por rendirse e ir a pedirle a la señora que preparará otra cena precipitada para volver a verla y por lo que probablemente su ama de llaves querría tener su cabeza sobre una charola y mínima mente le tendría que subir unas cuantas libras a su sueldo. Sin contar que para que aquella artimaña volviera a surgir efecto tendría que conseguir que ella aceptará asistir.
La vio salir vestida con un precioso vestido Lila que parecías amoldarse perfectamente a su grácil figura y a la vez contrastaba adorablemente con sus cabellos dorados y sus bellos ojos verdes. Cuando la vio salir parecía tan radiante, que sólo consiguió embelesarlo más si es que eso era posible, en esta ocasión ella no reparo en su presencia cosa que le hacía sentir afortunado ya que no quería quedar como un tonto dos veces en un mismo día frente a ella.
Su primera impresión fue que ella iría sola a algún lugar, ya que hasta el momento era la única que se encontraba fuera de la casa, esto le causó una punzada de molestia.
¿Qué acaso no había prendido ya sobre los peligros? ¿Qué él ya no le había demostrado que para una criatura tan grácil como ella el solo hecho asomar la cabeza fuera ya era demasiado peligroso?
No podía ser tan insensata de ir sola por la ciudad, una criatura tan bella como ella podría ser atacada vilmente en cualquier lugar.
Segundos después su ira se aplaco un poco al ver que un par de personas más salían de la estancia. Pudo reconocer a una como la hermana de Regina, la señorita Prudence Brown si no recordaba mal. Era una joven de cabello castaño bastante linda pero de una manera bastante distinta a la de Regina, se notaba que era mucho más recatada y estoica en cierta manera, sin duda alguna una dama intachable pero cuando uno estaba con ambas no podía evitar centrar toda su atención en Regina.
O por lo menos así era para él.
Y la tercera acompañante suponía que debía ser la tal Merry, la que había detenido su encuentro en el museo.
No sabía si aquella jovencita merecía un pago extra por lo hecho o no.
Las vio tomar un carruaje y marcharse del lugar con rapidez.
Ver que Regina no salía sola otra vez lograba calmar sus nervios, había dicho nervios ¿desde cuándo los poseía?
En las últimas horas había descubierto más cosas de sí mismo que las que le gustaría admitir.
Si se quedaba más tiempo en su casa se terminaría por volverse loco.
Necesitaba salir, encontrar un lugar en el que distraer su atención y alejarla de aquella dama. Si porque ella era una dama de eso no le cabía duda, hija de un burgués o no ella tenía el refinamiento y la gracia propia de una duquesa.
Debía dejar de pensar en ella por ahora.
¿A dónde podría ir?
¿A la fábrica? ¿Francis? ¿Lorraine? ¿El club?
A la fábrica lo descartaba ya que no podría concentrarse, a Francis acababa de verlo y no le quedaban demasiadas ganas de hablar con el después de que lo descubriera espiando, ya que sin duda alguna no dejaría de molestarlo con aquello. Lorraine... Él podía ir a verla pero, no estaba seguro de que fuera bueno hacerlo tan pronto después de haber hecho aquello.
Poner algo de tiempo de por medio haría que ella se diera cuenta que necesitaba encontrar un nuevo protector, entonces el la vería terminaría su "relación" de manera tajante y dejaría caer el nombre de Francis como una sugerencia.
Cosa que dudaba que le desagradase, todas las mujeres aman a los condes y súmenle a aquella privilegiada posición una gran liquidez económica.
Ella lo iba a adorar, de eso estaba seguro.
Así que solo le quedaba ir al club.
Era mejor que nada.
...
—Lady Regina bienvenida —saludo el hombre alto de cabellos oscuros de no más de treinta y ocho años al cual ella reconoció inmediatamente como el señor Albert Laughton el administrador que su padre había contratado, el hombre era Inglés pero se mudó a Francia por motivos amorosos según supo, y su padre le ofreció el puesto que no dudo en aceptar.
—Siento la demora señor Laughton.
—No se preocupe Mi Lady solo han pasado unos minutos —dijo para después indicarle el camino.
Pudo visualizar un confortable interior, todo parecía haber sido hecho al detalle pero más que unas oficinas parecían más dignas de una casa u otro tipo de residencia.
—Es bastante lindo ¿verdad?—dijo el hombre mientras le indicaba el camino hacia una confortable oficina que daba a la calle.
—En efecto, es completamente de mi gusto — acepto apreciando el lugar, todo parecía haber sido hecho a detalle.
—Su padre creyó que le gustaría en cuanto lo vio—expuso señalando el lugar.
—Parece que me conocía aún más de lo que solía pensar —murmuró para sí.
—Por favor siéntese — la invito señalando unos pequeños sofás pardos ubicados en una esquina.
—Gracias —acepto para después dirigir su atención fuera de las cortesías — la razón principal por la que he querido reunirme con usted con tanta premura es debido a que deseo saber cómo marcha todo.
—Voy a ser sincero con usted mi Lady, me gustaría decirle que todo marcha bien pero lastimosamente no es el caso —respondió de manera sincera, en sus ojos podía verse un brillo de disculpa destellando fuertemente.
Aquello solo logró hacerla pensar que tal vez, había puesto una parte de sus esperanzas en algo que no estaba destinado a ser.
Disculpen la demora espero que el capítulo sea de su agrado ❤️
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