La hija pródiga
La ví volver a tocar esa puerta.
Del mundo venía ya rendida,
Cansada de vagar, se dió la vuelta.
Y vino a su techo ya cansada.
La ví volver ya golpeada por la vida,
Quemada de sus alas, con sus ilusiones rotas.
Volvió a aquel lugar donde fue consentida,
Sin embargo, ya no estaba abierta esa puerta.
Al contemplar los despojos de ese hogar,
Comprendió que ya no existía aquel lugar.
Ya no existe alguna chispa de amor,
Ahora sólo hay novenarios de dolor.
Y al comprender que salía sobrando,
Entonces entendió lo que perdió.
Le dije: ¿Que estás lamentando?
Si todo esto tu acción lo causó.
Salió corriendo llena de remordimiento,
Horrorizada de las consecuencias de sus actos.
Al hacer su voluntad le causó mucho sufrimiento,
A una alma que se reúne con los muertos...
Desesperada, en un arranque de locura,
Quiso seguir a aquella alma en su camino.
Quería pedirle perdón a esa alma pura,
Y aceptar su terrible destino.
¿¡No comprendes que antes de morir te perdonó!?
Le dije, con un nudo en la garganta.
A pesar de todo fue tu madre, tan mía cómo tuya.
La esperanza que volverías jamás la perdió.
Entonces ella se echó al suelo a llorar,
Destrozada por mis últimas palabras.
Supe que debía de callar,
Porque estaba pagando su pena con sus lágrimas...
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