Capítulo XVI
MIA
feel like shit (Tate McRae)
Domingo, 1:09 a.m.
Max me coge del brazo y me saca de la casa. Esta enfadado. Se que no es conmigo su cabreo, le conozco. Ferran es como su hermano pequeño, aunque ya tenga a Mauro su conexión con Ferran es, diferente por así decirlo.
–Nos vamos, pero ya – dice, cabreado.
–Max – digo tranquila –. ¿No deberíamos ir a ver como esta Ferran? – pregunto.
Solo he ido a ver como estaba Izan, quien fue quien peor parado acabó. Tenía el labio partido y el ojo hinchado cuando le vi en la esquina de la cocina junto con varios chicos del equipo.
–Ferran me tiene muy cabreado. No quiero verle y darle yo otra paliza.
–¿Desde cuando eres tan violento?
–No preguntes. Vámonos a casa, ¿vale? – dice, ya en el coche.
Asiento. Durante el viaje de vuelta le mando un mensaje a Natalia para decirle que me he ido, por si me buscase.
Ella me dice que Ferran, Héctor y Alex se han ido a su casa a dormir. Normal, si Raquel ve a Ferran como estaba le hubiese dado algo.
Llegamos a casa y todos están dormidos.
–Buenas noches Mia. Mañana iré a buscar a Ferran – informa.
Asiento.
–No os peleéis. Por favor – pido. Ambos tienen temperamentos fuertes, y cuando se pelean pueden ser peores que la pelea de hoy en la fiesta.
Me cambio de ropa y miro el móvil. Tengo mensajes de Ferran, pero decido ignorarlo. Ha estado mal lo que ha hecho. Pegar a Izan, no sé el motivo, pero creo que no era necesario pegar al pobre chaval.
Me acuesto en la cama y duermo. Es lo mejor que puedo hacer ahora para olvidarme de todo un poco.
...
Estoy tumbada en mi cama, mirando al techo sin querer hacer nada productivo.
La melodía de mi móvil suena, haciendo que deje de mirar el techo y vaya a coger el teléfono del escritorio.
–¿Aló? – pregunto. Es un número desconocido.
–¿Mia?
–¿Papá?
Justo cuando voy a decir algo más, pican a la puerta.
–Hola cariño – dice mi padre.
Estoy, sorprendida. Si esas son las palabras adecuadas para describir como me siento ahora mismo, porque ni yo misma lo sé con certeza.
–¿Puedes esperar un minuto? Que han picado a la puerta y voy a ver quién es – digo, apurada.
–Claro cielo – dice, tranquilo. Demasiado para ser él.
Voy a abrir la puerta y veo a Ferran. Tiene los ojos hinchados y algo rojos, además de unas notables ojeras.
–Hola – murmura –. ¿Podemos hablar? – pregunta con poca voz.
¿Qué ha pasado?
Recorro durante unos segundos su cuerpo. Tiene sangre en la camiseta que ayer no tenía. Y el esta malherido por el cuerpo.
¿Qué ha pasado esta noche?
–Mi padre me estaba llamando, ¿puedes esperar un minuto que le diga que luego le llamo? – pregunto.
Él asiente y aparta la mirada.
Voy a por el móvil y vuelvo a la llamada con mi padre.
–Papá, es importante. ¿Puedo llamarte luego y hablamos tranquilamente?
–Claro cielo. Asegurate que tu madre no te oiga decirme papá, que a saber como se pone.
–Vale. Luego te llamo.
–Te quiero cielito.
–Yo más.
Cuelgo y voy de nuevo con Ferran.
–Pasa – digo, dejándole entrar en mi habitación.
El solo se sienta en la cama sin decir nada.
–¿Me vas a explicar que ha pasado o tengo que adivinarlo?
–Anoche – suspira –. Anoche vinieron a casa de Héctor buscándome.
¿Qué?
–¿Quién fue a buscarte? Y porque?
–Por...unas cosas del pasado.
–¿Por eso estas así ahora? – pregunto.
El asiente.
–Nadie sabe esto, pero ¿sabes curar heridas? – pregunta.
¿Por qué me pregunta eso?
–Ferrari, ¿qué ha pasado?
Él no dice nada, solo se levanta la camiseta.
Tiene varias heridas en el abdomen. No están bien curadas y seguramente estén infectadas.
–¿Sabes curar heridas o no? – pregunta de nuevo.
Me limito a asentir.
–Vamos al baño.
Cojo su mano y él se levanta de la cama. Pero, en vez de seguirme cuando tiro de su mano, se queda plantado. Él tira de mi brazo y me abraza.
Correspondo al abrazo, solo que sin pegarme mucho por si las heridas le duelen más al notar presión.
–Lo siento – murmura Ferran, entre lágrimas.
Acaricio su pelo suavemente.
–No pasa nada Fer. ¿Vamos al baño? – pregunto separándome de él.
Asiente levemente y nos encerramos en el baño.
Fer se sienta en la tapa del váter y yo busco el botiquín.
–Joder – murmuro al no encontrarlo.
–¿Lo encuentras? – pregunta –. Está en el mueble de debajo de la pica, detrás de las cremas.
–¿No podrías haberlo dicho antes? – digo, algo enfadada.
–Es que estás muy mona cuando te enfadas así.
Ruedo los ojos.
–Eres de lo que no hay niño.
–Lo mismo digo niña.
Cojo el botiquín de donde me ha dicho Fer y lo abro.
–Quitate la camiseta.
Él me mira, pícaro.
–No sabía que querías ir tan rápido, Miami.
–Vuelve a hacer un comentario así y no te curo – digo, mientras me lavo las manos para poder curarle bien.
Él se pone serio y asiente.
–Vale, esto puede dolerte un poquito – digo, cogiendo una gasa y mojándola con un poco de Betadine.
Me agacho un poco para poder limpiarla mejor.
Comienzo a limpiar la herida, muevo la gasa con el liquido por toda la zona herida.
–Agh joder – se queja el moreno.
–Dame la mano anda – digo.
Él toma mi mano y la va apretando cuando le duele mucho.
–Joder Mia esto no duele un poquito – se vuelve a quejar.
–Estate tranquilo. ¿Por qué Héctor no te curó esto?
–Porque fue fuera de su casa y no quería molestar. Además, prefiero estar en mi casa.
Le miro por un segundo, cruzo mirada con él y enseguida vuelvo a mirar a su abdomen, bastante definido, a decir verdad.
Termino de limpiar todas las heridas, tres en total, y toda la zona de alrededor.
–Oye Mia, que he dejado a Anna.
¿A que viene eso ahora?
–Oh – digo, por decir algo porque no sé ni que decir –. Vale.
–La he dejado, bueno todo eso fue porque –
–No tienes porque darme explicaciones de tu vida Fer.
–Mia, creo que debería hacerlo –
–Qué no Ferran.
–Joder Mia que quiero hacerlo.
Le voy tapando las heridas con lo que pillo y tan solo me falta la venda.
–Deja de moverte que tengo que vendarte eso y luego ya me cuentas lo que quieras, ¿vale? – digo.
Él asiente.
Me levanto y noto la atenta mirada de Ferran mientras busco una venda en el botiquín.
Cuando me giro, veo que está mirando lo que no debería mirar.
–Fer –digo, haciendo que mire a la cara.
–¿Qué?
–La cara la tengo aquí – me señalo la cara.
Él toma mi cintura y me pone entre sus piernas.
–Ferri, primero la venda.
El sopla, indignado.
–Jo – se queja como un niño pequeño.
–Jo no. Esto deberías hacértelo tu y no yo.
–Pero no sé curarme – dice, como un niño pequeño.
–Pero existe YouTube.
–Para que tener YouTube si tengo a mi enfermera privada.
Ruedo los ojos y le doy una colleja.
Abro la venda y pongo una mano en su cadera para aguantarla y que no se caiga.
Termino de vendarlo y el me mira.
–¿No quieres saber porque me han hecho esto? – pregunta. Estoy a escasos centímetros de él.
–Te habrás metido en un lio, como siempre – digo con obviedad.
–Mira, anoche pegué a Izan por una razón. Cosas entre nosotros que no te incumben, pero lo otro sí. Bueno, no sé ni por donde empezar todo esto.
FERRAN
Le cuento todo lo de Anna. Lo de como su hermano y dos más que no conocía se presentaron en casa de Héctor buscándome cuando le envié un mensaje a Anna diciéndole que no quería seguir con esa farsa.
–¿Algo que decir Miami? – pregunto, al ver que desde que he acabado de hablar no ha dicho nada.
Ella solo cierra el botiquín, lo guarda y sale del baño sin decir nada.
Le sigo, pero ella se encierra en su habitación.
Pico varias veces.
–Mia. Mia abre – pido –. Nena, ábreme. Por favor.
Pico de nuevo.
–¿Qué te ha pasado? – pregunta Mauro detrás mío.
–Nada, me caí anoche – miento.
–Wow, espero que no fuese grave.
Para tener once años, siempre habla como si tuviese cincuenta.
–No, tranquilo.
–¿Qué? ¿Te has vuelto a pelear con mi hermana o la has vuelto a cagar?
¿Cómo sabe estas cosas?
–Te preguntarás como lo sé, bueno, chismorreo mucho con tu hermana.
Suspiro.
–Necesito que abra la puerta. ¿Sabes cómo? – pregunto.
–Tranquilo.
Él pica a la puerta de nuevo.
–Mia como no abras ahora mismo le cuento a Ferran lo que pone en tu diario – amenaza.
A los segundos, Mia abre.
–Piérdete – dice. Su hermano simplemente suspira y me mira.
–Me ama demasiado – dice, mirándome – De nada Ferran.
–Gracias Mau.
Mia me mira.
–Mia...
–¿Por eso me evitaste? ¿Por eso me hablabas así de mal siempre? – dice, con poca voz.
–Mia...
–¿Fue por eso? ¿No podrías habérmelo dicho? Hubiésemos encontrado una solución los dos juntos. Como siempre.
–Mia yo, no sabía que hacer.
–Hablarlo conmigo a lo mejor.
Entro a la habitación y cierro la puerta.
–Quería hacerlo, pero tenía mucho miedo, ¿vale?
–El miedo termina cuando tu mente comprende que es ella misma quien lo ha creado.
–La cagué y lo siento mucho.
–No puedes arreglarlo todo con un lo siento, ¿sabes?
–Pídeme lo que quieras.
–No quiero nada. Sé porque pegaste a Izan Ferrari.
Lo que faltaba.
–Mia yo...
–No deberías haberle hecho eso al chaval. Pídele perdón, habla con él las cosas y sé una persona civilizada y no un animal como fuiste con él en la fiesta. Sí haces eso, a lo mejor, te perdono.
Asiento y aparto la mirada.
–Te veo luego Miami.
Salgo de su habitación y a los segundos oigo una voz.
–¿Papá? Si hola, si te dije que le llamaría más tarde. ¿Qué querías decirme?
Decido no escuchar la conversación y llamo a Héctor.
–¿Qué pasa tío? ¿Has arreglado las cosas con Mia?
–Bueno, tengo que hablar con Izan.
–Estas de suerte, ha venido a mi casa. Vente y lo habláis.
MIA
–Papá yo...
–Mia sé que es complicado. Pero podrías venirte aquí conmigo. Unos meses solo, para pasar tiempo conmigo y también olvidarte un poco de lo que pasó el año anterior.
–No sé papá. Ya iré allí a la universidad y a mamá no le hace gracia.
–Bueno. Este curso no. Pero si el que viene quieres venirte...la casa es grande.
–Ya lo pensaré.
Pican a la puerta y murmuro un pase.
Mi madre entra.
–¿Estabas hablando con tu padre? – pregunta, seria.
Me limito a asentir con la cabeza. Es mejor no mentirle con eso.
–¿Qué quería ahora ese tipejo?
–Mamá...no le llames así.
–¿Qué quería? Siempre cambiándome de tema.
–Me ha propuesto ir a vivir con él.
–No irás – dice, firme–. Yo tengo tu custodia y no puedes salir del país sin mi permiso. Así que, no sé que le habrás dicho, pero no vas a ir.
–Mamá, al menos podría ir de vacaciones. Es mi padre.
–Un padre que nunca está. Lo hago por tu bien.
–Si lo hicieses por mi bien ya hubiese ido a verle.
–No me hables así. Soy tu madre, un respeto.
–Mamá, solo quiero, no sé, verle algún día.
–Cuando cumplas los dieciocho vas a verle. Y ya.
–Queda mucho para eso.
–Mira tu que pena. Recoge tu cuarto, esta hecho un asco.
Sin decir nada más, sale de mi habitación. Yo solo me tumbo en mi cama, sin intención de salir de mi cuarto.
___
Segundo y último capítulo del día!! Espero que os hayan gustado <3
Por cierto, no sé si lo dije por aquí, pero tengo una cuenta de Instagram donde voy anunciando nuevas historias y contenido sobre las otras (ameliiaaamoon16)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro