Capítulo V
Moonlight (Chase Atlantic)
En la cocina, me topo con Jorge, quien se esta sirviendo un vaso de agua.
–¿Te pongo uno y vamos a la terraza a hablar? – pregunta, y me limito a asentir con la cabeza.
El me sirve un vaso y me lo entrega. Le dedico una simple sonrisa y bebo un trago. Nos vamos a la terraza de fuera.
–No te enfades con tu madre por lo de la cena, no lo ha hecho a malas – dice, bebiendo un poco.
–No es eso. Sé que no lo ha dicho a malas, pero tampoco era plan que lo supiera todo el mundo.
–Tu tranquila por eso, ni yo ni Raquel diremos nada a nadie, lo sabes. Y que decir de Arantxa, ella es un templo.
–Aran ya lo sabía – digo.
–Algo comentó después de que te fueras. Pero tampoco mucho.
–Oh.
–Ah y, dudo que Ferran o Héctor digan nada. Más Ferran, aunque no lo creas le importas mucho Mia.
Esbozo una leve sonrisa.
–Ha venido a mi habitación antes a ver como estaba.
–Lo que decía, le importas – dice el moreno.
–Bueno, luego me habla mal todo el día.
–Sabes como es, que la coraza no te engañe. Y más si es Fer.
Asiento. Termino mi vaso de agua y me despido de Jorge.
FERRAN
Oigo como mi padre y Mia están hablando en la terraza cuando voy a abrir la ventana para que corra un poco el aire, por que nos estamos muriendo de calor los dos. Estamos jugando a FIFA, pero ahora hemos pausado la partida. Decido escuchar, aunque sea de mala educación, pero el chisme me puede.
–Lo que decía, le importas – dice mi padre.
–¿Qué haces pequeño saltamontes? – pregunta Héctor detrás mío.
–Callate. Mia y mi padre hablando.
Él se pone a mi lado a escuchar.
–Bueno, luego me habla mal todo el día – responde Mia.
–Sabes cómo es, que la coraza no te engañe. Y más si es Fer.
Después de eso, no oigo nada más.
–Bueno, se acabó el chisme – digo, volviendo a la silla.
–¿Pero tu eres consciente de lo que ha dicho tu padre? – dice Héctor, atónito por mi comportamiento.
–Em...si? – digo, extrañado.
–Eres de lo que no hay. Mia estará pensando en ti toda la noche.
–Que haga lo que quiera – digo, aunque por dentro esté pensando en lo que acaba de decir sobre la morena de la habitación de al lado.
–Tu finge que no te importa, que a mi no me engañas Fer. Que yo se cosas.
Dicho eso, volvemos a jugar sin sacar el tema de nuevo. Aunque en mi cabeza no deje de rondar el nombre de Mia.
___
A la mañana siguiente, veo como Mia no baja a desayunar. Su madre, nos informa de que el hermano mayor de los Soler – López, Max, vendrá esta tarde.
Nadie ha dicho nada de lo de anoche, aunque cuando he llegado a la cocina he visto a las madres charlar en voz baja.
Cuando dejo mi plato en la encimera para que mi padre, el cual está enjuagando los platos, para que lo haga. Pero me frena.
–Llevale esto a Mia – dice, y me da un plato con un gofre y unas fresas con nata –. Y dile que es de tu parte, por favor. Si le dices que lo hemos hecho yo y su madre nos matará.
Asiento y subo a su cuarto. Pico y no obtengo respuesta alguna. Decido entrar, y veo a Mia cubierta por sábanas en su cama.
Dejo el desayuno en el escritorio y decido despertarla.
–MIAMI ME LO CONFIRMÓ – grito, y noto un leve movimiento en su cama.
No obtengo respuesta cuando digo su nombre.
–¿Me vas a hacer cantar toda la canción gritando hasta que te despiertes o cómo va? Digo para traerme a Héctor y un megáfono para darle ambientillo – digo, y su cabeza sale de entre las sábanas. Tiene el pelo despeinado y ojeras oscuras debajo de sus ojos.
–Buenos días a ti también Ferrari – dice, adormilada.
–Te dejo el desayuno.
Ella asiente y se levanta. Pero se para nada más se levanta de la cama.
–Estás bien? – pregunto, al ver que se lleva una mano a la cabeza.
–Si. Si. Es que me he levantado muy rápido y me ha dado un mareo. Pero estoy bien, de verdad.
Le hago caso, y asiento. Ella va al escritorio y come una de las fresas que hay en el plato.
–¿Qué querías decirme anoche? – pregunto.
–Te dije que daba igual, cotilla.
–Anda dímelo. Y yo te cuento los chismes del desayuno.
–¿Desde cuando hay chismes de desayuno? – pregunta extrañada.
–Desde que he visto a las madre hablar a susurros como marujas y me he enterado de cuando viene tu hermano.
Su cara cambia al instante.
–¿Va a venir? – pregunta, con un hilo de voz.
–Si. Esta tarde. Se quedará donde Mauro, como siempre. O a lo mejor mi hermana viene aquí contigo.
–¿Y de que hablaban las madres? – pregunta, cambiando claramente el tema.
–No lo sé. Cuando yo he entrado han parado. Sería algo serio.
Ella asiente.
–Sería sobre...bueno no sé – dice, aunque ella sabe perfectamente de que podrían haber estado hablando.
–Pero eso, vayamos a lo concreto. ¿Qué querías decirme? – pregunto intrigado.
–Quería decirte que me dejes desayunar y te vayas – dice, con el tono vacilón que usa siempre.
–Mia anda, cuéntamelo.
–He dicho que no – dice, comiéndose otra fresa.
Le robo una del plato.
–Devuélvemela.
–Cuéntamelo.
–Primero la fresa.
–Primero lo tuyo. Me lo debes Miami.
–La fresa.
–El chisme.
–Ferrari.
–Miami.
–Ferran lo digo en serio.
–Yo también lo digo muy enserio. Y como no me lo digas me la voy a comer.
Ella me mira peor que antes.
Se acerca a cogerla y yo subo el brazo para que no llegue.
Se pone de puntillas y nuestros rostros quedan a escasos centímetros.
–Dámela.
–Te he dicho que no – digo, firme.
Justo cuando estamos casi pegados por completo, abren la puerta.
–Mierda – dice Héctor –, perdón. Me largo.
Yo miro a Héctor con ganas de matarle. El cierra la puerta, y cuando yo vuelvo a mirar a Mia, mis ojos chocan con los suyos. Ella se da cuenta de la poca distancia que hay entre nosotros, y se aparta.
–La fresa – dice, algo nerviosa y sin dirigirme la mirada –. Por favor – extiende su mano y me mira, por fin.
Le doy un mordisco a la fruta y se la dejo en la palma de su mano.
–Buen provecho con tu desayuno, Miami.
Sin esperar su respuesta, salgo de la habitación.
Cierro la puerta y veo a mi hermana mirarme, picara. A su lado, esta Héctor.
O no.
Menuda dupla se ha ido a juntar para chismorrear.
–¿Qué hacías ahí dentro? – pregunta mi hermana.
–¿Y tan cerquita de ella? – pregunta Héctor pícaro.
–Iros a la mierda anda – digo, entrando en mi cuarto.
Doy un portazo y me tiro en la cama. Me tapo la cara con las manos y suspiro.
¿Qué acaba de pasar en esa habitación?
¿Porque me han dado ganas de besarla?
Me gustaba hace tiempo, no lo negaré, pero ¿eso en su cuarto? No es normal en mí.
¿Y si Mia...vuelve a gustarme?
¿Y si nunca ha dejado de hacerlo?
Decido salir yo solo a daruna vuelta por las afueras, donde no me cruzaré con nada ni nadie y podré pensar tranquilo.
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