Capítulo IV
On My Own (Ross Lynch)
Cierro el libro en cuanto pican a la puerta de mi cuarto.
Al abrir, veo a Arantxa, con una sonrisa.
–¿Qué tal la quedada? – pregunta, entrando, y sentándose en mi cama.
–Bien. Esperaba que fuesen más bordes o frías, pero han sido muy agradables.
–Mejor. Aunque sabes que puedes hablar y quedar conmigo cuando quieras – dice y la abrazo.
–Lo sé. Eres como mi hermana mayor, lo sabes.
–Y tu mi hermana pequeña. Porque Ferran...
–Lo he visto hoy en el paseo.
–Uy – dice, sorprendida –. Es extraño que estuviera allí, pero el pueblo tampoco es muy grande que digamos.
–Ya. Bueno. ¿Y tu que tal? ¿Alguien especial en tu vida?
–Bueno...hay uno de mi grupo que es guapillo. Pero ya está.
–Como que ya está? Ala Aran. Muy mal – digo, indignada.
Justo cuando ella va a responder, pican a la puerta.
Mierda. Ahora que venía el chisme bueno.
Ya te digo.
Mauro pasa, y nos mira.
–La cena – dice, yéndose.
–Tu hermano siempre tan...
–¿Simpático? Si, bastante.
–¿Y cuando viene el otro? – pregunta, esta vez con algo de desprecio.
–Creo que la semana que viene, preguntale a mi madre, aunque terminará hablando de mi padre, para variar.
–¿Cómo está? – pregunta.
–No sé. Mi madre me prohíbe hablar con él.
–Oh. Que mierda.
–Sabes que nunca le hago caso a mi madre. Está bien, eso es lo único que sé. Tampoco me interesa saber mucho más.
–¿Mi hermano lo sabe? – pregunta.
–Que va. Bueno, yo no se lo he dicho, y dudo que mi madre lo haya hecho.
–Pues intentaré preguntar cuando el no esté.
Asiento y bajamos a cenar. No me sorprende ver a Héctor ahí sentado, pasa más tiempo aquí que en su propia casa.
–Mia – exclama –. Que sorpresa verte.
–Vivo aquí, tu eres un okupa.
–No soy okupa – dice, indignado.
–Ah no, es que ya una vez que duermes aquí día si día también te convalidan en titulo de miembro oficial de la casa.
El me mira, algo mal.
–Anda. Tocale los cojones al morenito, pero a mi no, por favor. Que somos amigos.
–A si? – digo, extrañada. Menos mal que nuestros padres no están, y solo se encuentran los niños.
–Sí.
–¿Porque tiene que tocarme los cojones a mí? – pregunta Ferran, bebiendo agua.
–Si, somos amigos, por favor, eso estaba más que obvio – dice Héctor, ignorando por completo a su amigo.
–Pero si es la segunda vez que hablamos.
–Pero he oído mucho de ti. Con eso me basta.
Antes de que pueda contestar, llegan los Torres con mi madre. Cenamos, con un par de conversaciones de los adultos, tampoco intento integrarme.
–Qué tal la quedada, Mia? – pregunta Raquel, dándole un sorbo a su vino tinto.
–Bien – digo, tampoco es que vaya a contarle a todos lo que haya hecho esta tarde.
–Me alegro mucho cariño, ya era hora de que salieras por ahí – dice, con una sonrisa.
–Si algún día quedas, puedes cambiar el horario del bar, sabes que no me importa – dice Jorge, y asiento.
Solo he quedado una vez y ya hay demasiada emoción entre mi madre y los Torres, porque empiezan a hablar de mí, cosa que hace que esto se vuelva incómodo, al menos para mí.
–Si bueno, tras el acoso que recibió el curso pasado...esto es un gran avance – dice mi madre, haciendo que quiera morirme ahora mismo.
Ferran, quien está enfrente, me mira, serio. Yo me limito a bajar la mirada, muerta de vergüenza. Mi madre ni lo nota, es más profundiza en el tema cuando Raquel le pregunta.
–Si bueno, tuvo mucha ansiedad esos meses – en cuanto dice eso, me levanto de la silla y me voy a mi habitación, aguantando las lágrimas, aunque nada más salir del comedor ya han brotado sin parar.
FERRAN
Mia sube rápidamente a su habitación.
Todos nos callamos, hasta que me propongo subir, pero el brazo de Héctor me frena.
–¿Estás seguro de subir? – susurra. Los adultos ya han cambiado de tema, y vuelven a beber mientras charlan.
–Sí. Creo que... debo estar con ella ahora.
El asiente.
–Haz lo que creas, bro. Pero no la presiones. Bastante ha tenido ya.
Cojo mi plato y el suyo, el cual esta casi intacto, y voy a la cocina. Dejo todo en el fregadero, meto las sobras en un túper y subo. Antes de subir, veo como mi hermana me mira. Vocaliza un luego hablamos y yo asiento. A saber, que querrá, aunque supongo que tiene que ver con Mia.
Subo, pienso en si es buena idea.
Oigo leves sollozos, y decido entrar.
Ella, nada más me ve, se limpia las lágrimas. Esta sentada en el suelo, apoyada a las puertas del armario empotrado de su cuarto.
–Eh...no pasa nada, ¿vale? – digo, cerrando la puerta y sentándome a su lado.
–No pasa nada? Mi propia madre me acaba de humillar delante de todos – dice, entre lágrimas.
–Sabes que nadie en esa sala te juzgaría por eso que ha dicho.
–Es que... – dice, y noto como quiere decir algo importante, pero se corta.
–¿Qué? Mia sabes que puedes confiar en mi...
–Lo sé, pero no me apetece hablar. Quiero estar sola, por favor – pide, mirándome con esos hermosos ojos.
Asiento, y me levanto.
–Cualquier cosa, estaré con Héctor en mi cuarto jugando a la play. Estoy al lado.
Ella solo asiente, limpiándose las lágrimas.
Decido irme, no quiero que lo pase mal, pero si es lo que quiere, no puedo hacer nada.
Al cerrar la puerta de su cuarto, veo como mi hermana esta subiendo las escaleras.
Me mira, picara.
–¿Qué? – pregunto.
–Nada. Nada.
–¿Querías hablar, ¿no?
–Si. Pero, con esto creo que he llegado a una conclusión.
Ruedo los ojos. Nunca entenderé a mi hermana.
Abro la puerta de mi cuarto y veo como Héctor ya esta jugando a la play.
–¿Una partida? – dice, y yo me siento a su lado, en el borde de la cama.
Elegimos equipos y demás y noto la mirada de mi amigo.
–Bueno...no iba a ser directo, pero, lo haré. ¿Qué tal con la señorita Mia?
–Quería estar sola – digo, mientras muevo el joystick del mando para chutar un gol del previo.
–¿Y la has dejado sola? – dice, alucinado.
–Em...si? Es Mia.
–Si. Mia. MIA. ¿O es que ya no recuerdas las noches babeando por ella de pequeños? Bueno de niños y ahora.
–No. Me. Gusta.
El me mira.
–Fer...
–Me gustó de niño, si, pero ahora ya no. Es una inmadura.
–Si si. Como tu digas. Pero, ehem, fuiste al paseo por ella, ehem, la trajiste a la playa ehem. A, y como no recordarlo, has subido a su cuarto a intentar consolarlo. Tu di lo que quieras, pero a mi no me engañas.
Ruedo los ojos.
–Te he dicho que no me gusta. ¿Vale? No me gusta desde hace años.
–Como quieras... pero, si te ha dicho que quería estar sola, créeme, no quería estar sola.
Le miro.
–Debería...volver ahí? – digo, inseguro.
–Ya es tarde, pero como tú quieras Ferri. Sabes que yo voy a jugar a FIFA, no voy a incendiar nada.
–Podrías hablar con Emma... – digo, mencionando a su ligue.
–Callate que como yo hable tiemblas.
Me levanto y me planto delante de la puerta de Mia. Pienso en que hacer, si picar o no, pero no sé, me planto ahí, sin saber que hacer exactamente. Me decido por picar cuando ella abre la puerta, haciendo que me sorprenda notablemente.
–Oh. Hola. Te iba a buscar – dice, nerviosa.
–¿Te encuentras mejor? – pregunto.
–Si. Solo...bueno, no importa. Ya te lo contaré. Ve con Héctor, yo iré a por algo de beber abajo – dice, saliendo de la habitación y bajando las escaleras rápido, haciendo que no pueda hablarle más, porque desaparece de mi vista en cuestión de segundos.
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