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Capítulo II

Our Last Summer (Mamma Mia Version)

Hoy es la hoguera de San Juan de la que Raquel nos habló durante la primera cena, hace un par de días. Al principio sería en el jardín, luego dijeron que en un descampado y al final, se decantaron por la playa. Y digo "dijeron" y "decantaron" porque no participé en la elección del plan, que no me parecía gran idea, pero tendré que ir obligada por narices.

El lunes comenzaré a trabajar como camarera en el bar de Jorge, que está en el paseo marítimo del pueblo. No es algo que tuviese pensado hacer este verano ni nada, pero según mi madre estoy todo el día en casa leyendo y necesito que me de un poco el aire. En otras palabras, que quiere que socialice un poco más, porque al parecer escuchar música, leer, escribir y enriquecerme de conocimientos no le sirve como excusa a mi señora madre. Lo único bueno será que tendré una paga.

Pero ahora, tengo que arreglarme para irnos a cenar a un restaurante con todos.

Termino de ducharme, admito que he tardado mucho más de lo normal, me enrollo una toalla en el cuerpo y otra en el pelo y salgo del baño. Voy a abrir el armario cuando alguien entra a la habitación.

–Joder lo siento mucho – dice Ferran, girándose –. Tu madre te buscaba y me ha mandado a buscarte. ¿Todavía sigues así? Salimos en veinte minutos.

–Si todavía estoy así. ¿Dile que luego bajo, puedes irte?

–Si, sí. Te dejo sola. Acuérdate que vamos al restaurante, vístete bien por favor.

Ruedo los ojos.

–Siempre me visto bien.

–Te recuerdo como fuiste vestida en el cumple de Mauro el año pasado...?

–Lárgate – digo, avergonzada.

–Vale, vale – dice, y cierra la puerta.

Acabo de cambiarme. Me pongo un crop top negro y unos pantalones cortos blancos. Tampoco me he complicado mucho, me he secado el pelo dejando las pequeñas ondas naturales, me he puesto un poco del Rimmel de siempre, y la colonia que me regaló Arantxa por navidad.

Busco unos zapatos decentes, pero ninguno me gusta más que mis convers altas negras con plataforma.

Cojo el móvil y salgo de la habitación.

–Por fin – dice mi madre en cuanto me ve bajar las escaleras, solo ruedo los ojos y salgo por la puerta.

Han decidido ir en la furgoneta de Jorge, que tiene siete plazas, y cabemos todos. Voy directa al final del todo. Al final la distribución queda así, Jorge y mi madre – ya que se marea siempre que va en coche y no conduce – van al principio, en el asiento del piloto y copiloto. Raquel, Mauro y Arantxa van al medio y Ferran por descarte se ha venido al final del todo conmigo.

Vamos, va a ser un viajecito de media hora super divertido.

Bueno, lo de viaje de media hora, como que no va a ser así. Se ve que habían puesto mal la dirección y estábamos yendo en dirección contraria.

–Me aburro – susurra Ferran.

–Yo más.

–Oye mañana que haces? – pregunta el moreno mirándome.

–Me iba a terminar el libro – informo – Es sábado, tampoco iba a hacer gran cosa.

–Vamos no harás nada. ¿Te quieres venir a una fiesta? – pregunta.

–¿Tu... Ferrari Torres, proponiéndome a mi ir a una fiesta... mi madre te lo ha pedido? – pregunto.

–¿Que? No. Encima que intento ser amable Miami.

–Ya veré si voy o no.

–Ya te digo yo que irás.

Llegamos al restaurante casi una hora después. Cenamos – cosas bastante pijitas las cosas como son – y salimos del restaurante. Son pasadas las once, y conociendo a mi madre y a los Torres deben estar ya cansados.

Bajamos la colina y llegamos al aparcamiento, nos subimos al coche, cada uno en el mismo sitio que en la ida, y Jorge arranca el coche saliendo del lugar.

–Querréis ir a las hogueras chicos? – pregunta mi madre.

–Uf yo estoy muerta. El viaje en coche y la subidita para llegar aquí me ha matado – dice Raquel –. Yo iré a casa a descansar, pero Ferran Arantxa y Mia pueden ir solos perfectamente.

–Yo igual – dice mi madre, y Jorge se une.

–Tienen quince años – recalca mi madre.

–Dieciséis – digo, rodando los ojos.

–Diecisiete – recalca el moreno.

–Diecinueve – dice Arantxa –. Si quieren ir yo cuidaré de ellos, yo he quedado con los del pueblo en la playa. Que se vengan.

–Perfecto. ¿Os dejo en la playa?

–Yo no quiero ir – digo, y Arantxa me mira mal.

–Si anda. Tu te vienes – dice, girándose y mirándome con suplica.

–No me apetece.

–Mia anda – suplica Arantxa.

–Mia ves. Puede ser buena idea ir, así te diviertes y sales un poco – dice mi madre.

–No me apetece salir, ya he salido hoy. ¿Eso no cuenta?

–Ferran llévatela a donde tu grupo – sentencia Raquel.

–Pero – decimos yo y Ferran a la vez.

–Ni, pero ni pera. Vais todos a la playa a pasarlo bien. ¿Vale?

Asentimos. Ferran sopla. Mucha gracia no le habrá hecho el echo de que vaya yo con su grupo de amigos.

Llegamos a la playa y Jorge nos deja allí. Bajamos, caminamos un poco y veo como hay varias hogueras, en todas hay diferentes grupos de gente.

–Puedes presentarle a la hermana de Héctor, que tiene su edad – dice Arantxa a su hermano.

–Lo había pensado. ¿Sabes si ha venido? – pregunta.

–Si. Están en la hoguera del fondo todos.

Ferran asiente.

–Tu te vas a la otra? – pregunta. Su hermana asiente.

–Nos vemos luego Mimi – dice Arantxa, dándome un beso en la cabeza –. Tu tranquila, saldrá bien – susurra en mi oído, haciendo que asienta.

Ferran toma mi brazo y vamos para donde Arantxa ha dicho.

–Mis amigos son unos paletos, ¿vale? Si te dicen algo avisa. ¿Claro?

–Como el agua.

Llegamos a donde esta su grupo y ya me siento incomoda. Yo aquí no encajo, pero bueno, haré un esfuerzo.

–Hola – dice un chico alto, rubio casi blanco teñido, moreno de piel y con los ojos verdes –. ¿Y esta? – pregunta el chico a su amigo.

–Mia.

–¿Mia? Mia de, esa Mia?

No entiendo nada.

–Si – dice Ferran, echándole una mala mirada a su amigo.

–Bueno, soy Héctor. He oído hablar de ti, Mia. Bastante – dice, eso último con un tono raro.

–Voy a presentarle a los demás – dice Ferrari.

–U no tranquilo. Ves a por algo de beber y ya lo hago yo, que se me dan mejor estas cosas.

El asiente. Y Héctor me mira.

–Bueno, voy a hacerte una presentación general, vamos, la gente que puede importarte un poco. ¿Bien la chica pelinegra y de ojos claros? – dice, y yo asiento con la cabeza –. Es Natalia, más conocida como mi hermana pequeña. Te caerá bien, ahora te la presento mejor. Vale el grupito de chicos del final, por donde se ha ido Fer, esos son nuestro grupito de amigos. Ninguno es relevante, porque como te los presente mi amigo me mata. Así que bueno, hasta ahí las presentaciones, aunque tu no te has presentado cariño.

–Soy Mia.

–Mia y ya? Venga tía, una presentación un poquito más currada.

–Soy Mia, Mia González. Poco más tengo que contar.

–Pues la cantidad de cosas que cuenta Fer de ti – dice en voz baja, por lo que decido hacer como si no lo hubiese escuchado.

¿Ferran habla de mí? ¿Seguramente sean cosas malas, pero, habla de mí?

Héctor toma mi mano y me lleva a donde esta su hermana Natalia.

–Nata, ella es Mia, una amiga de Ferran que tiene tu edad.

Ella me mira.

–¿Eres amiga de Ferran?

–Paso los veranos con su familia, muy amigos no somos. Somos, conocidos – digo nerviosa.

–Menos mal, porque es un capullo.

–Y que lo digas.

Ambas reímos.

–Ellas son África y Tania.

Ellas saludan y yo imito su acción.

–Encantada.

Pasamos la fiesta hablando, me caen bastante bien. Intercambiamos números y me invitan a tomar un batido mañana por la tarde, yo acepto.

¿Desde cuándo tengo vida social?

Tendré que hablar con Jorge para que me deje salir del bar.

Al rato, viene Ferran rápidamente hacia mí.

–Tenemos que irnos ya – dice, algo nervioso.

–¿Por?

–Solo, vámonos. Por favor.

Asiento. Me despido de las chicas y el toma mi mano, alejándonos de todos.

–¿Qué ha pasado Ferrari? – pregunto.

–Te han dado algo de beber?

–Un refresco.

–Quien te lo ha dado? – pregunta, esta vez con preocupación.

–Un chico moreno alto. No sé quien era.

–Mierda.

–¿Qué pasa?

–Vámonos a casa antes de que te marees.

–¿Qué? ¿Porque?

–Ese vaso llevaba droga Mia.

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