Capitulo 6
Cristina
Jamás pensé que mi vida sería tan feliz como lo es ahora.
—Te amo—Escucho la voz de mi esposo mientras me muerde despacio la oreja y empieza a dar reguero de besos por mi cuello y espalda desnuda.
—Yo también te amo.
Me quedé quieta, boca abajo, con los ojos cerrados, dejándose consentir.
Johan es el mejor esposo del mundo.
Y no lo digo porque esté enamorada. Él lo es para mí.
Atento, divertido, detallista, cariñoso.
Adoro su sonrisa, su mirada cada vez que sus ojos están sobre mí.
Es como si estuviese viviendo en un cuento de hadas.
Mi cuento de hadas.
Mi sueño se hizo realidad.
—¿Qué haces? —Río con fuerza cuando siento su mordisco en una de mis nalgas.
—Esto es lo que me provocas, mi ángel—Me doy la vuelta y acaricio su cabello haciendo que cierre los ojos y su barbilla descanse en mi pierna —¿Estás cansada? — Abre los ojos y me observa con detenimiento mientras se acomoda abriendo mis piernas y examinándome ahí abajo.
Al principio era incómodo, pero ahora me he acostumbrado.
Mi querido esposo siempre está al pendiente de mí, cuidando que nada malo me pase.
Solemos hacer mucho el amor y en algunas ocasiones me he irritado ahí abajo.
—Estoy bien— Arrugo mi nariz cuando me inspecciona más al fondo.
—Debo asegurarme de que estés bien, no quiero lastimarte. Ayer te tomé tantas veces que no quiero lastimarte de nuevo.
—Estoy bien— Tomo su mano y le doy una sonrisa.
Algunos dirán que vamos muy deprisa, pero Johan y yo lo queremos todo ya mismo. Nos amamos tanto que deseamos formar una familia.
Él está loco por dejarme embarazada y yo estoy feliz de llevar a sus hijos.
Me levanto y lo jalo hacia mi cuerpo para que me bese. Mi marido gustoso lo hace y siento cómo se sube sobre mi cuerpo desnudo y envuelvo mis piernas alrededor de su cintura. Me observa un poco preocupado y lo beso de nuevo esperando que deje de pensar y me tome de nuevo.
Hacemos el amor de forma lenta, y mi marido se toma el tiempo de tener cuidado conmigo.
Al terminar, me lleva a la ducha donde me baña y lava mi cabello, yo hago lo mismo con él y me cargó de nuevo para vestirme y peinar mi larga melena.
Siempre hace eso, me baña, me viste y me cuida.
Voy a ver a los gatitos mientras él prepara el desayuno, nos sirve en la terraza y juntos comemos escuchando el sonido del mar. Al terminar, nos acurrucamos un rato en la hamaca hasta que me quedé dormida en su pecho. Me levanta y me lleva a nuestra habitación y se va a cocinar el almuerzo.
Johan no deja que haga nada por más que le pido, a veces se molesta conmigo cuando empiezo a limpiar. A él le gusta atenderme, pero a veces siento que hace demasiado por mí y yo soy una inútil.
Hace unos días discutimos, bueno, fui yo quien se enojó cuando me sacó de la cocina.
Supuestamente, una mujer debe atender al marido y no al contrario, y cuando quise preparar la cena, se metió y me sacó de la cocina. No sé por qué me llené de nostalgia y mis ojos se llenaron de lágrimas, eso lo alteró demasiado. Se arrodilló y me abrazó con fuerza, creyendo que me iría de su lado. Me pidió perdón una y otra vez, como si hubiera hecho algo malo, y podía sentir cómo su cuerpo empezó a temblar. Me preocupé mucho, me calmé y ahora fui yo quien trataba de calmarlo a él que estaba alterado.
Vi su rostro lleno de terror, él temía que lo dejara.
Quedamos que compartiremos los casares de la casa; él no podía hacer todo por mí. Yo también quería atenderlo. Entonces quedamos que un día se encargaba uno de la cocina y al otro día el otro. Del aseo venía alguien y se encarga de la limpieza mientras los dos nos encerramos en alguna parte de la casa a hacer el amor.
Aunque tenemos un acuerdo, Johan se sigue encargando de la cocina. A veces lo hago yo en el desayuno o en la cena y en el del almuerzo.
No volví a discutir con él por miedo de que le entrara de nuevo el pánico.
Está claro que ese hombre no puede verme llorar.
Termino de almorzar y me levanto del asiento cuando siento un fuerte mareo que me hace estabilizar.
—¡Ángel! — Johan se acerca y me carga hasta llevarme al sofá —Dios, debo llevarte al hospital—cuando trata de cargarme de nuevo, lo detengo.
—Estoy bien.
—¿Cómo vas a decir que estás bien? — Empieza a respirar rápido y tomo su rostro entre mis manos para que me mire a los ojos y puedo ver el pánico reflejado en su mirada.
—Amor, mírame. Respira.
—Vamos al médico—Intenta cargarme de nuevo y lo detengo.
—Estoy bien— Tomo su mano y la llevo a mi estómago —Puede que esto sea el motivo del mareo—Sus ojos van hacia mi estómago y vuelven a mirarme.
—¿Estás segura?
—Esta mañana, cuando desperté de la siesta, tuve náuseas—sonrió —Y algo mareada.
—¿Por qué no me dijiste nada? —Acaricie su mejilla.
—No quería que te preocuparas y no quería ilusionarte —Mis ojos se llenan de lágrimas.
—Por favor, no llores—Cierra los ojos como si le doliera verme así.
—Otro síntoma más de que es posible que esté embarazada.
—Bueno, iremos ahora mismo al médico para estar segura.
Suelto un suspiro porque está claro que discutir con él es imposible.
Mi esposo me carga hasta el vehículo y me lleva al hospital. Al bajar, hace lo mismo y no me quiero imaginar si llego a estar en embarazo, cómo será su obsesión.
Saco el móvil y tomamos unas fotografías. Queremos tener videos y fotos de todo el proceso para mostrárselo algún día a nuestros hijos.
Cuando el médico llega con los resultados, le digo que espere un momento y empiezo a grabar. Mi esposo toma mi mano y puedo sentir cómo tiemblan y, cuando el médico confirma nuestro embarazo, grita y empieza a llorar de la felicidad.
Río porque lo primero que hace es abrazar al médico que queda en shock y luego se lanza sobre mí a darme besos.
—Gracias. Gracias por hacerme el hombre más feliz del mundo—Se agacha hasta mi barriga —Mi bebé, soy tu papi y seré el mejor del mundo. Te amo—Beso —Los amo.
Estoy grabando todo mientras las lágrimas bajan por mi mejilla de felicidad.
No podía ser más feliz.
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