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Capitulo 11

Cristina

Llegamos al departamento y no dejaba de sentirme nerviosa. Cuando entramos, los padres de Johan estaban en la sala junto con el hermano.

—¿Qué pasó? —Pregunta su mujer.

—Nada, que el idiota de mi hermano, que a pesar de que no la reconoce, se volvió como loco cuando se dio cuenta de que se había ido.

—Oh. Por. Dios.

—Menos mal que en ese momento llegó el médico y tuvieron que sedar, jamás lo habíamos visto en ese estado—Susurra su madre con tristeza.

—Sí, parecía un animal salvaje—Diego palmea su pierna para que su esposa se acerque y ella lo hace sentándose en sus piernas—Reconozco que yo me pondría igual o peor si me separaran de ti—Sonrió al verlo acariciar a su mujer recordando cómo lo hacía Johan conmigo.

—Los Smith son hombres cavernícolas—Dice su madre—Posesivos por naturaleza—Sonríe y su esposo la abrazó besando su cabello.

—No pueden culparnos, nos morimos por ustedes.

—¿Y, cómo está? —Pregunto nerviosa.

—Está dormido cariño, no creo que despierte en unas horas.

—¿Entonces por qué nos hicieron venir tan rápido? —Cecilia hace un puchero—Le estaba mostrando la casa a mi cuñada y no terminamos de desayunar. Además, los niños querían compartir con ella.

—Lo siento mi amor, pero en ese momento mi hermano estaba perdiendo la razón. Lamento haberlas hecho venir. Si desean podemos ir a casa.

—No, mamá, aunque Johan esté dormido, es mejor que Cristina esté acá. Aunque el médico dijo que dormiría por varias horas, no sabemos cómo actúe el sedante con él; saben que algunos medicamentos no duran en su cuerpo.

—Eso es verdad, por eso mi hijo no toma nada por el dolor de cabeza. Dice que nada le hace efecto.

—Bueno, la verdad es que yo tampoco quiero separarme de él—Susurro despacio.

—Ven, siéntate cariño. Estás en tu casa.

—Gracias.

Miro con ansiedad el pasillo queriendo ir hacia su habitación para ver si está bien mientras escucho a su familia conversar. Cecilia me observa con una sonrisa y me mueve con la cabeza para que vaya. Le agradezco y camino despacio, me acerco y observó la puerta abierta.

Entro y siento mi corazón, latir con fuerza.

La habitación está a oscuras, pero con la luz que se filtra del pasillo puedo ver el bulto en la cama. Escucho como se remueve y me quedo quieta por un momento.

—Ángel—Gime mi apodo y abro los ojos quedándome en shock—Ángel— Se remueve como si tuviera una pesadilla o tratara de despertarse.

—Johan— Me acerco y acaricio su mejilla.

—Ángel—Jadea y abre los ojos.

Su mirada da con la mía, me quedo observando su pecho, subir y bajar de prisa.

—Estás... ¿Estás bien? —Pregunto despacio.

—¿Qué haces en mi habitación? —Siento un nudo en mi garganta y de nuevo tengo deseos de llorar.

—Lo siento, quise ver como estabas, pero ya me voy— Doy un grito cuando trato de levantarme de la cama y Johan me toma del brazo tirándome hacia él dándome la vuelta quedando debajo de su cuerpo.

—No te iras—Dice con los dientes apretados.

—¡Johan! — Su madre grita y su padre y su hermano entran a la habitación. La luz se enciende y de inmediato viene a tratar de quitármelo de encima. Mi marido empieza a gritar y a removerse furioso, queriendo soltarse de sus manos.

—Cálmate hermano, no ves que le puedes hacer daño a ella y al bebé— Johan deja de pelear y me queda mirando con terror.

—Estoy bien—digo tratando de calmarlo.

Sus ojos se llenan de lágrimas y se deja caer en el suelo.

—Lo siento, no sé qué me pasa.

—Cálmate cariño, ven a descansar—Dice su madre.

—No puedo—Lo ayudan a ponerse de pie y lo acuestan en la cama.

Su mirada no deja la mía.

—Tú también deberías descansar, querida, no lo haces desde hace días—Murmura Cecilia, la madre de Johan.

—¿Por qué? —pregunta Johan.

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué no has podido descansar?

—Yo...—Bajo el rostro —He estado buscándote. Desde hace días viniste a la ciudad y después—Mis ojos se llenan de lágrimas —Desapareciste y apenas ayer pude comunicarme con tu familia.

—Lo siento—Baja por un momento la mirada antes de mirarme.

—Bueno, creo que lo mejor es que lo dejemos solo y tú puedes quedarte en la habitación de invitados, ahí...

—¡No! — Nos sobresaltamos por el grito de Johan —No, ella debe de quedarse conmigo, al fin y al cabo es mi esposa, ¿No es así?

—Claro, cariño. Pero creo...

—Dije que no—Dice apretando los dientes —Esta cama es suficientemente grande para los dos.

La señora Cecilia abre la boca y su esposo toma su mano haciéndola callar.

—Querida, es mejor que los dejemos solos. Ambos necesitan descansar y no podrán hacerlo si están alejados uno del otro. Recuerda cómo somos los dos—Su mujer sonríe.

—Es cierto, yo no podría dormir sin mi mujer—Diego se acerca a su esposa.

—¿Está bien para ti? —Pregunta mi suegra y yo miro por un momento a Johan y sé que él no nos haría daño, asiento con la cabeza—Bien, entonces salgamos. Cualquier cosa que necesiten solo griten.

—¿Por qué no se van a su casa? — Miro con horror por la forma que Johan le habla a su familia.

—¿Tienes algún problema de que estemos aquí?

—Sí. Ustedes tienen su casa y yo la mía, no es necesario que estén a toda hora a mi lado, no soy un crío y no voy a hacerle daño—Cruza sus brazos molestos.

Cada vez me sorprende el comportamiento de mi esposo, no se parece nada al hombre tierno y cálido que vive conmigo.

—Uno nunca sabe, por la forma de que te comportas y la has tratado—Murmura su hermano.

—¿Es mi esposa, no es así? —Me mira de nuevo y su mirada es dura, una que no estoy acostumbrada a tener.

—Pero la tratas como si fuese tu enemigo.

—Basta los dos, no ven que están incomodando a Cristina—Dice su madre —Pienso que lo mejor es que ella se vaya con nosotros mientras asimilas todo eso.

—Eso no va a pasar—Aprieta los dientes —Ella es mi esposa y su deber es quedarse a mi lado.

—Pero hijo.

Su respiración se acelera, se ve que está furioso y no puedo dejar de mirar a un lado a otro sin saber qué hacer.

—Yo me quedaré, Johan tiene razón. Es mi esposo y mi deber es estar a su lado.

—Bien. Nosotros nos vamos, pero debes llamarnos si necesitas algo—Dice su padre.

—Si la lastimas, nos la llevaremos—le amenaza su hermano.

Johan le da una mala mirada a su hermano y su familia se acerca a abrazarme. Cuando lo hace su hermano Johan gruñe y veo la sonrisa en el rostro de mi cuñado. Guiña su ojo y todos salen dejándonos solos en la habitación.

—Ven—Ordena.

—No me hables así, no estoy acostumbrada a que lo hagas—Cruzo los brazos, no dejándome intimidar. Sus cejas se levantan y medio sonríe.

—Pues deberás acostumbrarte, este es mi verdadero yo, no el hombre de los videos. No soy así.

—Bueno, entonces debería irme con tus padres, ellos sí son amables—Su mirada se oscurece.

—No. Eres mi mujer y debes...—Levanto la mano cortándolo.

—Entonces debes aprender a tratarme bien o me iré, no solo de este departamento, me iré a nuestra casa—Respira hondo antes de desviar su mirada.

—¿Puedes por favor acostarte a mi lado? —Pregunta con suavidad antes de mirarme —Desde el accidente no he podido dormir bien y por alguna razón... tu cercanía me hace sentir bien.

—¿Ves que si puedes ser amable? —Me acerco a la cama y me siento, me quito los zapatos y doy un grito cuando me toma de la cintura y me hace acostarme con su cuerpo pegado al mío.

—Duerme—Dice cuando empiezo a removerme.

Entierra su rostro en mi cuello y sonrió porque suele hacerlo para dormir. Cierro los ojos dejándome llevar por el cansancio de estos días que han sido un infierno. Después de todo puede que no me reconozca, pero hay cosas que no cambian.

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