Nada personal
Llegó el día del intercambio, aunque a mí, Gino Falcone, me pareció más bien una despedida. Era un día claro y me encontraba en la terminal diciendo "hasta pronto" a la madre de mis hijos. La amo de verdad, y no me ha gustado nunca separarme de ella, pero los negocios son los negocios. Tomé tierra en el aeropuerto Kennedy. Allí me recogieron Ettore, mi tío, y mi primo Francesco, y me contaron como estaban transcurriendo las negociaciones. El padre de Ettore y su mujer, que fueron mis "profesores" durante mis años mozos, ya habían acordado las condiciones con los Vercetti. Todo era distinto porque yo no estaba en Miami, sino en la Gran Manzana. Subí al coche y me abroché el cinturón de seguridad.
Comíamos en un lujoso restaurante, propiedad de los Vercetti. Eran extraños, pues habían conseguido expandirse pese a ser relativamente "nuevos" en esto. Probablemente porque venían de Nápoles, pensé. En primer lugar, Maximo Vercetti expuso sus requerimentos y Stefano, mi tío abuelo, los nuestros. No les encontramos ningún inconveniente y la comida prosiguió con el asunto del lavado de dinero resuelto. Cualquier observador habría pensado que se trataba de una mera cena empresarial. Justo entonces, recordé la casa donde viví. Echaba de menos los buenos tiempos, cuando ocurrió el golpe de Lufthansa, aún no me habían asignado la filial en Miami y era un simple jefe callejero que hacía trabajillos en Manhattan. Rogué que aquello volviera, pero las cosas cambian.
Por eso, en este momento estoy volando en primera clase, por supuesto, y me encuentro sentado en mi asiento, sintiéndome en cierta manera como un hombre de negocios normal y corriente. Y realmente lo soy, al fin y al cabo. Sonrío para mis adentros y cierro los ojos, dejando que el movimiento del avión me mezca suavemente.
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Por si alguien se lo pregunta, el atraco de Lufthansa fue el golpe más cuantioso que se ha realizado en Estados Unidos, concretamente se trató de el robo de millones de dólares que iban a ser transportados por avión en la terminal de carga de Lufthansa del aeropuerto John Fitzergald Kennedy, y aunque nuestro colega Gino no participó en él, recuerda esos tiempos con nostalgia, ya que en esa época, la mafia tenía mucho más poder en Nueva York que en la actualidad. Si queréis más información, Google es vuestro amigo.
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