Ground Control to Major Tom (Parte 1)
—Control de Tierra a Mayor Tom, todo continúa según lo previsto, prepárese para el lanzamiento.
El mayor Thomas Andersen estaba un tanto inquieto, aunque su misión sería algo "rutinario", todo lo rutinario que podía ser subirse en una cápsula a las capas exteriores de la atmósfera para hacer mediciones y experimentos, y luego regresar de una pieza. Acusó recibo y se preparó para despegar.
—Control de Tierra a Mayor Tom, empezando cuenta atrás, motores funcionando.
Andersen comprobó el estado de los propulsores en un rápido vistazo mientras se encendían automáticamente, provocando una serie de violentas sacudidas en la nave a medida que estos se calentaban.
—Diez
>>Nueve
>>Ocho
>>Siete
>>Seis —Tom se preparó para la fuerza del despegue—.
—Cinco
>>Cuatro
>>Tres, ignición en curso, todos los sistemas funcionando.
>>Dos
>>Uno...
En ese momento, el tiempo se paró, y Andersen sintió que era el segundo más largo de la Historia. Y en ese instante, vio su vida pasar por delante de sus ojos: Su niñez, sus padres, la escuela, sus compañeros, el instituto, las fiestas con los amigos, la universidad, aquellas cenas con Edith, su ingreso en el Ejército, su bautismo aéreo, ser elegido para vuelos de prueba, su boda, la selección por la NASA, la preparación, y el ascensor con el que subió hasta el cohete. Extrañamente recordaba más esto último, pero la radio le interrumpió y le devolvió a la realidad.
—¡Despegue! Que la suerte le acompañe, mayor...
La atracción de la gravedad intentando mantener en el suelo al cohete de Andersen era inimaginable, y durante unos minutos el mayor se sintió aplastado por —literalmente— miles de kilos de peso. Pero la nave siguió su curso por la atmósfera, dejando el Cosmódromo de Baikonur y desprendiéndose de su primera etapa, ya vacía de combustible, que se precipitaba sobre el Océano índico, mientras el rozamiento con el aire la desintegraba. Tras unos minutos más, la cápsula se desprendió del resto de etapas y llegó a las capas exteriores de la atmósfera, quedando en órbita sobre nuestro planeta.
—Mayor Andersen a Control de Tierra, todo correcto, cápsula en la órbita establecida, inicio las pruebas planeadas.
En ese momento, en la sala de Control de Tierra, todos los técnicos suspiraron con alivio, los responsables de las fases de despegue empezaron a saltar de alegría por el éxito de su parte de la misión, mientras sus homólogos, encargados de la fase orbital y de aterrizaje, se mantenían en tensión.
— Mayor Tom a Control de Tierra, la nave está en automático, estoy saliendo por la puerta, flotando de la manera más peculiar, hoy las estrellas parecen diferentes...
Desde ahí arriba, la inmensidad de la Tierra le abrumaba, y se sentía como un insecto en su bote de hojalata frente a una esfera azul, colosal, y que, de paso, era su hogar.
Mientras utilizaba su mochila propulsora para alejarse de la cápsula, uno de los nuevos dispositivos que estaban probando, empezó a buscar unos trozos de basura espacial que se sabía que estaban en la zona para fijarles los localizadores experimentales que transmitirían su posición para evitar accidentes. En quince minutos divisó uno de los de la lista. Se trataba de un viejo satélite para televisión. El artefacto en cuestión había agotado su vida útil hacía 15 años, y se mantenía ahí, en desuso, flotando alrededor de la Tierra.
Se aproximó al satélite, que medía 4 metros de longitud y pesaba 6500 kilos, según los datos de Control de Tierra. Se desplazaba a gran velocidad, por lo que tuvo que acelerar para poder alcanzarlo y dispararle el localizador magnético. Al acercarse, observó algo alarmante: el satélite se estaba deshaciendo. Al parecer, algo había impactado con el aparato (posiblemente chatarra espacial), provocando que pequeñas piezas se desprendieran de vez en cuando. Pero no había un riesgo muy grande, su traje espacial estaba diseñado para soportar pequeños impactos de objetos metálicos, por lo que continuó aproximándose al artefacto. Al fin y al cabo, era un astronauta y había sido piloto de pruebas militar, por lo que estaba acostumbrado al riesgo. Disparó el localizador, que se adhirió al satélite sobre algún lugar por encima del este de México, provocando que muchas piezas se soltaran e informó a Control de Tierra, que le asignó otro objeto.—"Parece que llueve ahí abajo"—, se dijo al ver las nubes sobre la Península de Yucatán, sin darle mucha importancia a las cosas mundanas que seguían pasando en la Tierra.
Pero una estridente alarma le sacó de sus pensamientos. Se trataba, según su indicador de una fuga en el tanque de combustible que abastecía su mochila propulsora. —"¡Mierda!¡Me cago en la...!"—, pensó furioso.
Probablemente, uno de los fragmentos que se habían desprendido al adherir el localizador y que flotaban a su alrededores, golpeándolo, la había provocado. Su traje lo protegía, y la mochila, según las simulaciones, también. Pero esto era el mundo real, y todo siempre salía mal fuera del laboratorio. Tenía que llegar cuanto antes a la cápsula, si no quería quedar perdido en el espacio.
—Control de Tierra, tengo una puñetera fuga en el depósito de combustible de la mochila, intentaré llegar a la nave a tiempo. Mierda, mierda, mierda...
En Control de Tierra, todos los técnicos intercambiaron miradas de nerviosismo, y algunos empezaron a morderse las uñas.
—Recibido, Mayor Andersen, sugerimos que se desprenda de pesos innecesarios para llegar antes, iniciamos procedimientos de emergencia.
No era mala idea, sobretodo viendo el alarmante nivel de combustible, que seguía saliendo de la brecha y ya se hallaba en la reserva de emergencia, y la distancia con respecto a la nave. El mayor pensó rápido, y se desprendió de el lanzador de localizadores, los que llevaba, y los tanques de agua y oxígeno adicionales. Por la pérdida de carga, la mochila lo llevó más rápido hacia su salvación.
—Vamos, aguanta...—, murmuró para sí al ver la poca distancia que le quedaba.
Estaba nervioso, al borde del pánico, en parte gracias a la insoportable alarma, que no había dejado de sonar en ningún momento, pero su entrenamiento le permitió pensar con claridad, y darse cuenta que a ese paso no llegaría, por lo que decidió jugar su última baza.
—Díganle a mi mujer que la quiero. —dijo con los ojos húmedos, justo antes de desconectar el sistema de radio y su antena, de 20 kilos en total, dejándolo atrás también, sobre un punto indeterminado del Atlántico Norte.
—Control de Tierra a Mayor Tom, su circuito está muerto, hay algo mal.
>>¿Puede oírme Mayor Tom?
>>¿Puede oírme Mayor Tom?
>>¿Puede oírme...?
Pero el mayor Thomas Andersen no le oía. Una imagen mental de Edith apareció en su mente, mientras aumentaba la velocidad al máximo, quemando el poco combustible que le quedaba, y estirándose para aprovechar la inercia y llegar a la barra de acero.
Aquí estoy flotando junto a mi lata, en el techo del mundo. La Tierra es azul, y no hay nada que pueda hacer...
Sólo el destino sabe si lo consiguió...
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Hola, la historia de hoy surgió después de escuchar cierta canción. ¿Sabéis cuál es? (La cursiva es una pista :P) Publicaré el final en otro capítulo. Espero que os haya gustado, y ¡expresad vuestra opinión lectores fantasmillas! ^^
In Memoriam. 1947-2016.
"And there's nothing I can do..."
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