6
El bullicio de la fiesta sigue envolviendo el salón principal, solo que Liora, Xander, Indy y yo nos hemos apartado a una esquina junto a una mesita con el mantel blanco para hablar un rato.
Por fin, un poco de espacio.
Ahora solo nos observan algunos de los invitados de vez en cuando y tenemos mucha más intimidad aquí, donde no se escuchan nuestras conversaciones.
Liora sostiene a mi derecha una brocheta de fruta y queso mientras observa a Indy con una mezcla de curiosidad y admiración. A la izquierda de Indy se encuentra mi hermano, que apareció con ella hace poco menos de una hora, arrasando con los aperitivos que guardábamos Liora y yo.
–¿Alguna vez te has caído de un caballo? –pregunta Liora de repente, mirando a Indy con curiosidad.
Indy levanta una ceja, claramente sorprendida por la pregunta, pero su respuesta no tarda en llegar.
–Una vez, pero no porque fuese torpe, sino porque alguien decidió galopar a toda velocidad demasiado cerca de mí y yo tuve que evitar su desastre. –su mirada verde se posa en Xander mientras él tensa la mandíbula y le devuelve la mirada.
Liora ahoga una risa y se gira hacia mi hermano sonriendo.
–¿Fuiste tú? –pregunta, incapaz de contener su emoción.
Xander resopla, cruzándose de brazos y mirando hacia Liora.
–¿Enserio me vais a hacer contar esto?
Liora y yo asentimos energéticamente con la cabeza. No pienso perderme algo que pueda usar en su contra cuando él me moleste a mí.
–Entonces, ¿fuiste tú? –insiste Liora mirándole con diversión.
–No cabalgo con ella por una buena razón.
–¿Por qué? –inquiero yo, entrando en la conversación con una sonrisa contenida.
Indy se inclina ligeramente hacia nosotros, como si fuese a confesarnos un secreto.
–Porque siempre llego antes que él, aunque vayamos al mismo destino. –su sonrisa es tan afilada como su tono.
Liora se ríe abiertamente, su voz inocente contrastando con la picardía de la conversación. Varias cabezas cercanas se giran hacia nosotros, pero pronto vuelven a sus asuntos.
–¿No puedes seguirle el ritmo? –Liora está casi ahogándose de la risa.
Xander gira la cabeza hacia mí y luego mira a Liora.
–Quizás –murmura lo suficientemente alto como para que Indy lo escuche, con lo que consigue una mirada altiva–, si dejara de galopar como si estuviera huyendo de una tormenta...
Indy no parece ofenderse. Es más, creo que es la primera vez que veo su sonrisa tan ancha.
–Si aprendes a montar mejor, quizás podrías intentarlo. –Indy le regala una preciosa mirada de desdén que me hace reír, pero ahogo la risa sorbiendo de mi copa.
Liora, sin embargo, no tiene filtro.
–¡Xander, estás sonriendo! –dice emocionada, señalando su rostro con la brocheta a medio comer.
Mi hermano baja la mirada, tratando de ocultar la pequeña sonrisa que se le ha dibujado en los labios.
–Estoy sonriendo porque por fin has cerrado la boca.
Liora hace un puchero que nos saca una sonrisa, aunque Xander intenta ocultarla con un bufido.
La pequeña se gira hacia mí con la cabeza ladeada, tan parecida a un animalillo del bosque...
–Zaya, ¿a ti te gusta montar? –pregunta con esa mezcla de curiosidad e inocencia que siempre la acompaña.
–Sí, pero no tanto como a Xander. –respondo divertida mirándole y enarcando las cejas.
–¡Porque no se le da tan bien como a mí! –interrumpe él rápidamente, con una sonrisa retadora.
Indy aprovecha la oportunidad y mete su lengua afilada en la conversación para lanzar otro de sus comentarios.
–En eso tienes razón, Zaya –me dedica una mirada con sus ojos verdes que tanto me recuerdan a un gato astuto–. Lo hace bastante bien... cuando no intenta impresionar a nadie.
–¿Y tú cómo sabes eso? –inquiero antes de que Xander pueda replicar.
Indy se encoge de hombros, con un gesto tan calculado como desinteresado.
–Porque siempre se cae cuando hay más de dos personas mirando. –dice simplemente.
No puedo contener la risa, y parece que Liora tampoco. Xander trata de devolverle una mirada dura, pero la comisura derecha de sus labios ya está elevada.
–Es curioso como todas tenéis que decir tanto sobre mis habilidades –mi hermano se pone filosófico–, pero nunca he visto a ninguna de vosotras ganar una carrera.
Liora aprovecha la oportunidad para intervenir.
–¡Podemos apostar! La próxima vez que vayamos al bosque, hacemos una carrera –no puedo apartar la vista de sus ojos azules, casi suplicando que lo hagamos–. ¿Tú qué opinas, Zaya?
–Opino –digo lentamente, dedicándole una mirada enigmática por un segundo–, que probablemente seas tú quién gane.
Indy inclina ligeramente la cabeza, acercándose a la pequeña.
–Entonces es mejor que te prepares. Xander odia perder.
–No más que tú. –replica él, entrecerrando los ojos.
Liora vuelve la vista hacia Indy.
–¿A ti te da miedo perder?
Indy deja la copa en su mesa con un movimiento ensayado y mira a Liora con una gravedad fingida.
–¿Qué clase de pregunta es esa, Liora?
–¡Es que pareces muy competitiva! –responde con una risa, divertida por su reacción.
Xander no puede evitar intervenir.
–Es porque lo es. Competitiva y orgullosa.
Indy le mira de reojo, su sonrisa inclinada.
–Tú tienes lo de orgulloso cubierto para los dos.
Liora y yo soltamos una carcajada, y me inclino hacia ella como si le fuese a contar un secreto.
–¿Sabes lo que creo, Liora? –le miro un segundo a los ojos, ahora casi a la altura de los míos–. Creo que Indy y Xander harían una buena pareja para una carrera.
Liora asiente con entusiasmo, aunque a Xander no parece agradarle la idea.
–Buena idea, aunque me aseguraré de que Liora vaya conmigo. Así os ganaremos.
Liora responde algo y Indy corta a Xander con una frase mordaz, lo que le arranca otra sonrisa que intenta ocultar. Les dejo hablando sobre esa supuesta carrera que haremos en el bosque, la cual, según Indy, ganará con facilidad mientras me cuelo entre los grupos de invitados, observando de nuevo los vestidos de las damas.
El bullicio del salón queda atrás cuando salgo por una puerta lateral que conduce a un pasillo más tranquilo, tenuemente iluminado por candelabros. Las sombras danzan en las paredes con cada titilar de las llamas, y los ecos lejanos de la música llegan a mis oídos como un murmullo. No me cruzo con ningún sirviente, deben estar todos ocupados sirviendo platos y copas.
No vengo mucho por este ala de la casa. Camino despacio, confiando en mi memoria para recordar dónde están exactamente los baños. Giro a la derecha, encontrándome con un pasillo más estrecho y menos iluminado que el anterior.
Las ventanas aquí son altas y estrechas, y dejan entrever los jardines bañados por la luz de la luna. Las hojas de las plantas parecen brillar con un resplandor húmedo, y el reflejo plateado me hipnotiza por un momento antes de seguir avanzando.
Mientras camino silenciosamente, acompañada del siseo de la tela azul de mi vestido, unas voces amortiguadas me llegan desde la mitad del pasillo.
Me detengo en seco, agudizando el oído. Después de unos segundos me acerco, ahora más silenciosa que nunca, a la puerta de madera en la mitad del pasillo.
Dos voces masculinas provienen de una puerta entreabierta, a pocos metros. Una luz cálida se filtra por la rendija, proyectando un pequeño haz sobre el suelo de mármol. Avanzo con cuidado, asegurándome de que mis pasos no hagan ruido.
La conversación se vuelve más clara a medida que me acerco.
–...acaso no lo notas? Están debilitándose. Sus movimientos han perdido fuerza.
Esa voz grave y precisa... La voz de Darian. Darian Thalos.
–...para nosotros? Si no atacan, mejor.
Y ese... Ese era mi padre.
Mi pie da un paso hacia atrás. No debería estar aquí. No debería estar escuchando. Pero cuando estoy a punto de alejarme, algo en la tensión de las voces me detiene, como un imán.
–¿De verdad crees que es una casualidad? –Darian suena más firme esta vez–. Hace menos de un año estaban asaltando nuestras fronteras con cada oportunidad que tenían. Ahora apenas vemos a sus tropas.
No consigo escuchar la respuesta de mi padre, pero no me muevo. Darian parece reflexionar un momento sobre lo que ha dicho y luego responde.
Contengo el aliento, inclinándome ligeramente hacia adelante para captar más.
–...Algo los está debilitando desde dentro. Mis... hablan de desapariciones, unidades enteras que simplemente dejan de responder.
La palabra desapariciones resuena en mi cabeza, encendiendo un torrente de preguntas. ¿Desapariciones? ¿Dónde? ¿Quiénes?
Mi padre responde dubitativo, y aunque su voz me llega más baja, es más clara que antes.
–¿Qué estás sugiriendo? ¿Que están siendo atacados desde dentro?
La contestación de Darian se escucha tan baja y amortiguada que apenas entiendo lo que dice.
–..lo que esto podría significar. Si caen, ¿quién será el siguiente?
Mi padre responde con la voz grave, esta vez más decidido que antes.
–O puede que esto sea una trampa, un juego para hacernos bailar.
Darian baja el tono cuando se dirige a mi padre, y me pierdo la primera parte de la frase.
–...algo se mueve en las sombras, Lucan. No podemos seguir fingiendo que todo es normal.
El tono de Darian ha cambiado, ahora es más sombrío, casi como un susurro que lleva consigo una advertencia velada.
El eco de las palabras queda suspendido en el aire cuando mi padre responde, esta vez tan bajo que no entiendo nada de lo que dice.
Darian suspira y le responde con el tono bajo y serio, casi puedo sentir como observa a mi padre largamente.
–...y estás seguro de que puedes mantenerla al margen de todo esto? ...para siempre.
¿Mantenerla? ¿Mantener a quién?
– ...no tiene nada que ver con esto. No...tus teorías. --Apenas escucho una parte de la segunda frase.
¿Quién es ella? ¿Indy? Ella siempre toma partido en estas cosas. No me sorprendería que justamente la hayan excluido de esta reunión para hablar de ella.
Pero entonces... ¿Toda la fiesta era una distracción? ¿Acaso solo era para tenerla distraída a ella y que pudiesen hablar?
Darian murmura algo más, apenas un eco que no logro descifrar. Estoy demasiado concentrada en sus palabras cuando cometo un error fatal.
Al retroceder, mi pie choca el marco de la puerta, produciendo un ruido seco que resuena como un trueno en el pasillo silencioso.
La conversación al otro lado de la puerta se interrumpe de inmediato.
Estoy muerta.
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