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3

No sé qué responder. ¿Acaso sabe que me escapo todas las mañanas? No me mira con burla, es más, parece interesado en mi respuesta.

–No se preocupe, señorita, no la estoy regañando –sus ojos pardos me observan con interés; levanto la cabeza, sorprendida. Una leve sonrisa se le escapa entre los labios–. Sé que se escabulle ahí de vez en cuando, aunque no debería sorprenderme... Siempre he pensado que el bosque tiene una forma peculiar de atraer a los espíritus inquietos.

¿Espíritus inquietos? ¿Acaso yo soy un espíritu inquieto?

Abro la boca para decir algo, puede que una disculpa, pero Alaric levanta la mano para hacerme callar.

–El bosque no es un lugar prohibido, al menos no oficialmente –mira hacia el horizonte, como si buscase algo entre las sombras de los árboles. Su mirada vuelve a posarse en mí, incluso puedo ver algo en sus ojos parecido a... ¿ternura?–. Pero también es un lugar que guarda recuerdos, historias que muchos prefieren olvidar. Quizá por eso pocos se atreven a entrar.

Ahora sí que me tiene completamente cautivada; no es solo la historia, sino... su forma de contarla. Su voz grave y calmada, que convierte cada palabra que sale de su boca en un anzuelo.

Habla despacio, con calma, como si supiera exactamente dónde colocar el silencio para mantenerte al borde de lo que dice después. Es incluso insultante; habla despacio para aumentar el nivel de intriga, pero tú no puedes desviar la atención a pesar de que es solo un juego para él.

Inclino la cabeza, intrigada, como si así pudiera oírle mejor.

–¿Qué historias? –pregunto como una tonta. Alaric no me dará una respuesta sin más, sino que probablemente jugará conmigo.

–Oh, hay muchas, señorita, pero una de ellas destaca entre todas –hace una pausa, bajando la mirada para encontrarse con mis ojos, ansiosos por saberlo. No entiendo cómo puede mantenerse tan tranquilo y sereno. Devuelve la mirada a la arboleda que contemplamos a través del cristal–. Estoy seguro de que ha sentido algo allí; esa calma, ese peso invisible... Es el eco de un amor que quiso unir lo que ahora está dividido.

Frunzo el ceño, tratando de controlar mis ansias por saber el resto de la historia. No me gusta que otras personas sepan cosas que yo no.

Alaric me observa divertido durante un segundo; supongo que mi cara es bastante cómica.

–Hace muchos años, el bosque no era un lugar de soledad, sino de encuentros. Fue allí abajo donde comenzaron los sueños de Kael y Amara, sueños que fueron arrebatados por el filo de una flecha.

Alaric se ha ganado toda mi atención, pero también todo mi respeto. Saber contar una historia así no es tan fácil como parece.

Se vuelve hacia el cristal, dejando que sus ojos recorran el paisaje de una manera que creo identificar como dolorosa.

–Escuche bien, señorita, porque esta no es una simple historia... es la raíz misma de la guerra que ha marcado nuestras vidas.

Se me pierde la mirada en el bosque, tratando de imaginarme la historia que Alaric está a punto de contarme.

Yo, que he pasado tantas mañanas solitarias allí sin saber nada; Yo, que me he sentado en un tronco que tal vez tenga un significado importante; Yo, que he paseado indiferente por un bosque lleno de secretos.

–Kael era un joven guerrero de Calidae. Algunos lo describían como implacable en la batalla, es más, lo llamaban "El Titán". No voy a decir que le temían, porque los que le conocían de verdad sabían que tenía un corazón puro. Amara, por otro lado... –hace una pausa mortífera para mí, que hace que quiera saber más y más sobre esta historia. Tiene la mirada fija en algún punto entre los árboles, pero parece que está intentando evocar el rostro de aquella mujer–. Amara era una curandera de Astralis. Se decía que su sonrisa era tan cálida como el sol al amanecer y que su risa podía derretir hasta el hielo más duro. Tenía el cabello del color del oro, y los ojos como dos zafiros.

Alaric hace una pausa para que la historia cale en mí. Me imagino a Amara, con ese nombre tan bonito, con sus ojos azules... Debía de ser una mujer preciosa, y no solo en cuanto a la belleza, porque por lo que me había contado, tenía un buen corazón.

Hay una mezcla en el tono de Alaric, algo entre la melancolía y el respeto, que me mantiene absorta. Sigue con la mirada fija en el bosque, imaginándose todas las escenas que ocurrieron allí.

Cuando vuelve a hablar, su voz es apenas un susurro, contando una historia imposible.

–Se conocieron allí, en el bosque. Fue casualidad, o tal vez destino. Kael estaba cazando cuando vio a una joven recogiendo plantas medicinales entre los troncos de los árboles. Al principio, la observó desde lejos. Cada día acudía al bosque a esa hora para poder observar sin que ella se diera cuenta. Pero algo le intrigó en ella; tal vez fue la forma en la que hablaba con las plantas, como si las conociera, o la forma en la que la luz atravesaba la cúpula de hojas y la bañaba en oro.

Cierro los ojos, imaginándome la escena: Un hombre vestido de cazador, observando desde una rama a una muchacha hermosa, recogiendo plantas. El rostro amable de Amara me asalta la cabeza, llenándola de imágenes alegres entre los bosques.

–Un día, Kael se acercó, curioso. Él esperaba que ella se asustase, incluso que se fuese corriendo, pero no fue así; ella le sonrió, tal vez le había visto observando las otras veces, y por eso no se asustó. Kael se derritió con su sonrisa, y decidió que quería conocerla. Día tras día, regresaban al claro para verse y encontraron algo en común: la fascinación por el bosque.

Alaric hace una pausa que me devuelve a la realidad. Suspira y me observa, analizando mis reacciones. Las diferentes escenas de la historia no dejan de asaltarme la cabeza. Es muy triste, pero no soy capaz de imaginarme una realidad en la que todos los reinos viven en armonía, como en ese momento.

–Ella le enseñaba cosas sobre las plantas y él le hablaba de todo lo relacionado con los cazadores. Poco a poco, lo que comenzó como amistad se convirtió en algo más. Algo que ambos sabían que sería difícil, pero no imposible.

Se para de nuevo, cerrando los ojos por un instante. Cuenta la historia como si él mismo lo hubiera visto todo, pero sé que no es así. Esto pasó hace demasiado tiempo como para que él estuviese vivo, ¿verdad?

Tal vez es la sensación que da cuando la narra, esa manera de contarlo que te hace creer que estás allí...

–Sabían que su amor no podía permanecer oculto para siempre, así que lo anunciaron –Alaric hace una pausa, dándome tiempo a procesar la historia–. Algunos lo celebraron, pensando que su unión podía ser el comienzo de una nueva etapa de paz absoluta entre los reinos, ya que no había una guerra como tal, pero las buenas relaciones entre reinos eran escasas. Pero otros... otros, lo vieron como una traición. A pesar de las voces en contra, Kael y Amara decidieron casarse en una playa de Astralis cerca de la frontera con Calidae. Su boda sería una promesa de unidad entre los reinos, eso era lo que se murmuraba en los días de mercado posteriores al evento.

Me imagino una ceremonia en la que los protagonistas son un hombre y una mujer jóvenes, cargados de alegría. Todos los presentes sonríen, nadie está incómodo o tenso. Van con los pies descalzos, disfrutando de la caricia de la arena de la playa. La novia lleva una tiara de flores en el pelo, cuyos pétalos se mecen con la brisa marina. Bosques fértiles rodean los alrededores, enmarcando la playa. Las olas rompen contra la arena, componiendo una melodía infinita, serena...

–Todo parecía perfecto, los colores cálidos del atardecer pintaban el cielo mientras que los invitados reían y celebraban el nuevo vínculo entre los novios. La brisa suave hacía danzar los pétalos que aún quedaban en el aire –Alaric cierra los ojos con fuerza, como si estuviese reviviendo el momento una y otra vez en su mente–. Kael tomó la mano de Amara para guiarla hacia su nuevo hogar, caminando sobre la delicada arena húmeda por las olas, cuando un grito atravesó el aire.

Ya sé lo que va a pasar. Mil y una imágenes me atraviesan, dejándome exhausta. Aún no sé como Alaric puede narrar esto sin desmoronarse. Una historia tan feliz... Todo lo bueno se acaba. 

–Primero fue un sonido seco, apenas un chasquido entre los murmullos y las risas. La flecha apareció como un relámpago oscuro, rasgando el aire con una precisión letal. Nadie vio de dónde vino. Solo supieron que había sido disparada con veneno.

Una lágrima solitaria cruza mi mejilla. Ni siquiera los llegué a conocer, pero siento el dolor. El dolor del pueblo que tenía esperanzas de unirse.

El dolor de Kael.

–Amara apenas tuvo tiempo de mirar a su amado, su rostro aún iluminado por una sonrisa radiante, antes de que el proyectil se clavara en su costado. Todo se detuvo en un instante infinito. Sus ojos se abrieron de golpe, confundidos, mientras sus labios intentaban formar palabras que nunca llegaron.

Mantengo la vista fija en el cielo, en los árboles, en cualquier punto que me permita no imaginarlo todo. Alaric suspira entrecortadamente antes de seguir. No me atrevo a mirarle, no puedo. Si lo hago, me desmoronaré.

–Un grito desgarrador, pero nadie sabía quién lo había lanzado. Tal vez fue Amara. Tal vez fue Kael. La novia cayó al suelo como una hoja arrancada por el viento, y sus manos dejaron caer el ramo que llevaba. Kael cayó de rodillas a su lado, las manos temblorosas tratando de detener el flujo de sangre que bañaba el vestido de Amara. El veneno actuaba rápido; los colores se extinguían de su piel como un susurro de vida que se desvanecía. "¡No, no, no!", gritaba Kael desesperado, presionando sus manos contra la herida mientras las lágrimas bañaban su rostro y el de Amara. Los invitados se agolpaban alrededor, petrificados, incapaces de reaccionar.

Otra lágrima cruza mi mejilla.

–"Aguanta, amor mío. Te salvaré. Lo juro", decía Kael, rezando a los dioses, a las estrellas, a cualquiera que pudiese escuchar. Los pétalos de flores, antes símbolos de celebración, yacían dispersos en el suelo, manchados de sangre y arena. Amara miro a Kael desde el suelo. "Prométeme que nunca dejarás de luchar. Yo te esperaré al otro lado." Su voz, apenas un susurro. Kael asintió muchas veces y la abrazó, sin dejar de llorar. El aire, que antes estaba cargado de risas, ahora era silencio, roto por los sollozos de Kael. Él se quedó allí, abrazado a su mujer hasta que la vida abandonó su cuerpo por completo.

Cierro los ojos. Me duele la cabeza de intentar contener las lágrimas. Observo a Alaric; tiene la mirada fija en el cristal, también luchando contra la tristeza. Si yo estoy así, ¿qué fue de Kael?

–La flecha seguía clavada en el cuerpo de la novia, el veneno consumando la tragedia. Nadie sabía qué hacer. Solo supieron que, aunque la flecha había sido disparada desde las sombras, su impacto había destruido el mundo entero bajo la luz del día.

Las escenas de la historia se repiten en mi mente cuando dos toques en la puerta me devuelven al mundo. Me doy la vuelta sobresaltada, igual que Alaric.

Una doncella ataviada con un delantal blanco nos observa desde el umbral. Tal vez no esperaba que estuviéramos frente a la ventana en vez de en el escritorio.

– Señorita, Adaeze le espera.

Asiento levemente. Miro una última vez a Alaric antes de, con pasos temblorosos, acercarme a la doncella mientras el rostro de Amara se dibuja una y otra vez en mi mente.

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