Cuando amanezca
Aquella silueta recargada en la ventana llevaba horas ahí, su vista permanecía mirando un punto fijo en la nada, la noche se hacía eterna y sus ojos rojos ya no expresaban nada. Sus últimas lágrimas las derramó en aquella tarde fría mientras le cantaba una canción de cuna a su bebé y recordaba nuevamente como todo su mundo cayó. Su corazón y su mente estaban hechos mil pedazos, nada quedaba en pie dentro de ella.
Una semana antes que naciera la criatura había descubierto la infidelidad de Oscar, su primer y único amor con quién llevaba casada casi diez años y claro, por amor a ese hombre y a esa larga relación podría haber cerrado los ojos ante algo tan pasajero como acostarse con alguien por una noche, pero no era así, Oscar llevaba meses en una relación paralela con una chica que conoció por internet y al ser descubierto, este hombre, lejos de pedir disculpas por su traición y sus mentiras, se justificó diciendo que todo fue por el abandono emocional que ella le había dado, que nada hubiese ocurrido si sólo se sintiese más amado, mas acompañado en su día a día, que todo esto era la culpa de ella. Fue así como una semana antes de que naciera el pequeño, su matrimonio se había roto totalmente.
Las palabras de Oscar resonaban en su cabeza una y otra vez, como un disco descompuesto tocando la misma melodía repetitiva y dolorosa ¿realmente fue su culpa? ¿debería disculparse e ir a buscarlo?. Realmente creía en aquellas palabras, sentía que todo lo ocurrido lo había provocado ella misma, que el karma había venido por ella. Por ser una mala esposa.
¿Qué tan rota estaba para pensar así?
El llanto del pequeño que yacía en la cuna la devolvió a la realidad, se separó de aquella ventana de manera tambaleante ya que llevaba dos días sin dormir ni comer. Estaba mareada y somnolienta y el llanto se hacía molesto, causaba que su dolor de cabeza aumentará y se estresara más a cada segundo que pasaba, pero al llegar junto a la cuna el pequeño estaba dormido.
Un suspiro escapó de sus labios pensando en que todo era una jugarreta de su mente cansada. Sonrió, saco aquella almohada que estaba dentro de la cuna y tomó en brazos el cuerpo de su niño dirigiéndose nuevamente a su ventana, ahí esperaría el amanecer junto a aquel pequeño que yacía frío en sus brazos.
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