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Capítulo 8

Ezra

No puedo quitarme de la cabeza su hermosa figura desnuda, su rostro tan apacible mientras duerme, su pequeño silbidito que suelta de vez en cuando. Estaba agotada, yo estaba agotado y quería seguir a su lado, pero la tuve que dejar.

Sé que va a encontrar una manera de entretenerse, puede pensar en las mil maneras de salir del lugar o en las mil maneras de vengarse de mí. Y vaya que estoy añorando su venganza, su rudeza.

Carajo, solo de pensarlo, quiero volver a la habitación y tomarla de nuevo hasta cansarme. Pero a pesar de todo, sigo sin cansarme de ella.

Quería verla despertar, aunque creo que será en otra ocasión.

—¿Tú qué opinas, Ezra? —escucho a Lucifer, creo.

Regreso mi mirada desinteresada al salón en donde nos encontramos. Donde el pobre Louis se está volviendo loco porque han raptado a su pequeña princesa, a su joya más preciada.

Una lástima verlo tan preocupado, pero no la pienso soltar, no aún, porque aún no me he hartado, aún sigo pensando día y noche en ella.

Todos voltean a verme porque esperan mi respuesta.

—No vamos a intentar atacar la legión celestial, es imposible, hay un acuerdo y leyes que salvaguardan sus decisiones —convengo con la mirada de Belcebú pegada a mí.

—Pero se la han llevado injustamente —Louis está enfurecido—, ¿qué si le hacen algo, qué si la violan, qué si la matan? —gruñe vuelto loco.

Parece un León enjaulado. No logra quedarse quieto en su lugar y veo en toda su musculatura que de verdad está haciendo un esfuerzo muy grande para contenerse.

Una pena verlo así... no, la verdad es que no me pega el remordimiento. Solo quiero, que se acabe esto para regresar a donde ella.

—¿Injustamente? —inquiere Asmodeo con una ceja enarcada—. Por lo que he escuchado, ella ha acabado con la vida de varios de la legión, gente muy importante.

La sonrisa se me escapa, ¿de verdad ha hecho eso?, ¿Cuándo?

—Lo hizo con justa razón —gruñe, Louis.

Ladeo la cabeza esperando que diga algo más, sin embargo, aprieta sus labios y manos ya hechos puños. Su silencio es inminente, no me dará más.

——recita Belfegor con evidente pereza.

Sus brazos están tumbados en la mesa en conjunto con su rostro, no ha dejado de bostezar. Y bueno, los que conocen a Belfegor, sabemos que suele explotar de verdad si no lo dejan completar su ronda de siestas, y Louis, ha irrumpido una. Así que él no está muy por la labor.

—Padre —Louis voltea a ver a Lucifer que está a mi lado, está evaluando la situación.

Pero lo conozco demasiado bien, es por eso que estoy tan seguro de mi plan. Porque Lucifer no se va a meter en problemas con la legión, no le conviene a nadie, él se va a ceñir al reglamento.

—No se puede hacer nada, Louis —declara Lucifer—, sin embargo, hablaré con la legión para obtener algo de información, algo que nos sirva. —le concede para relajarlo. Lucifer voltea verme—, ¿te encargas? —me pregunta.

Sonrío porque no puedo ocultar mi felicidad de que todo saliera como lo venía planeando.

Asiento, si eso es todo, es hora de marcharme, me pongo de pie.

—Solo que no será hoy, tengo otros asuntos que atender, padre —le concedo el mote que sé que lo hará feliz.

Louis gruñe con fuerza, haciendo explotar las copas de todos.

—¡Lo harás ahora! —ordena.

Suspiro sin ganas, dejo la sonrisa de lado para verlo de arriba abajo, él no me va a ordenar una mierda.

—¿Has olvidado tan rápido nuestra charla, Louis? —abotono mi saco sin verle.

—¡Si ella fuera tuya, me entenderías, entenderías mi jodida desesperación!

Sonrió ante él, porque ella, YA, es mía.

—Si ella fuera mía, hermano, nunca se la hubieran llevado, nadie la habría tocado siquiera.

Escuchó la risa de Belfegor y de Asmodeo seguir el juego. Louis se ha quedado más molesto que antes, se está conteniendo de gritar, de explotar aquí mismo, pero eso es justo lo que no le conviene... sus arranques son el motivo de que él no sea el sucesor al trono.

—Te tendré noticias, pronto, hermanito, ahora si me disculpas, tengo asuntos urgentes que atender.

Y de verdad son urgentes, necesito sentir a mi cosita violenta, necesito llenarme de ella, bebérmela, hacerle tantas cosas como pueda. De hecho ya he pensado como quiero marcarla, y sé que eso va a joder todo de muchas maneras, pero no importa. Ya tengo la idea.

Salgo del salón seguido de Belfegor que casi corre a su habitación, correría si no tuviera demasiada pereza en hacerlo.

Asmodeo me alcanza el paso cuando estoy ya en la puerta del castillo donde ellos habitan, el castillo sumergido en las profundidades del inframundo, una curiosa construcción rocosa, lleno de todo tipo de espejismos, lleno de profunda oscuridad y sobriedad. El lujo no es lo nuestro, eso del lujo y la pomposidad, le va a los ángeles.

Las gárgolas abren la puerta, pero esperan

—Sé tú secretito —me susurra a la oreja, está detrás de mí, tocándome el hombro y casi puedo ver su sonrisita juguetona.

Enarco una ceja.

—¿Qué secreto? —intento seguir en mi papel.

—Lo que escondes en los jardines de Lilith, pequeño travieso. —Se ríe—, pero tranquilo, que amo ese tipo de desviaciones, así que no diré nada, solo observaré y te pondré en dificultades cuando se me antoje. —suelta un suspiro fuerte—, porque amo divertirme. —murmura eso último.

—¡Ezra! —escucho a Louis acercarse.

Asmodeo suelta mi hombro y pasa de nosotros, las gárgolas abren la puerta para dejarlo pasar, cierran las puertas tras él, volviendo a dejarnos encerrados.

Volteó a Louis, se ve menos alterado, viene acompañado de Lucifer, un Lucifer sombrío. A Lucifer no le gustan los dramas, no tolera nuestra competencia, pero es justo. Contrario a lo que se crea de él, Lucifer es justo y pacífico.

Observo primero a Lucifer quien asiente, después poso mi mirada en Louis quien de verdad se ve desesperado, ¿de verdad le importa tanto?

—De verdad tienes que ayudarme a recuperarla, Ezra —pide, ruega. Y nunca creí verlo así. Pero puedo intuir que hasta sería capaz de arrodillarse para rogar.

—Y lo haré —comento con tranquilidad.

Louis niega con la cabeza y resopla.

—Pero debes hacerlo ya —se nota su desesperación. Niega con la cabeza una vez más, voltea a ver a Lucifer con súplica en los ojos.

Lucifer solo cierra los ojos con lentitud, como si estuviera reflexionando todo, parece que le niega lo que sea que Louis le esté solicitando.

De verdad que aquí pasa algo. Algo que solo Lucifer y él saben.

Luis se rasca la cabeza con evidente frustración.

—Si Chantrea es descubierta por los dioses —se calla y suelta un grito frustrado. Voltea de nueva cuenta a ver a Lucifer, pero el sigue negando.

¿Por los dioses?, ¿qué con los dioses?, ¿qué carajo tienen que ver ellos, con Chantrea?

Los observo a ambos con una sonrisilla escueta.

—¿Qué pasa aquí? —los confrontó. Porque necesito más que estas migajas de información.

—Solo hazlo muchacho, ve a por ella y tráela de vuelta a su dueño —otorga Lucifer y su tono le pega más a una orden.

¿Qué es Chantrea?

Ella solo es la última de Alexandria, solo es una chica con magia oscura, con la capacidad de otorgar poder a la hueste o legión que pertenezca. Ella eligió, eligió a Louis y su decisión fue tomada a sangre, por lo tanto, ellos no pueden hacer nada por intentar poseerla, no si ya la posee Louis. Pero entonces, ¿por qué tanta preocupación?

—Iré de inmediato —contesto en un tono neutro y sé que mi diversión se acabó, tal parece que tendré que ver el modo de jugar con ella.

—Gracias —Louis parece aliviado—, esperaré —asiente.

Y yo asiento sin ganas.

Sé que no sacaré más información, pero es hora de regresar con el precioso ángel, tendré que dejarla ir y eso es demasiado aburrido.

Chantrea

El dolor recorre mis piernas, mi interior, pero no puedo negar que he tenido la mejor experiencia sexual del mundo. Vaya que he metido la pata y en grande.

Aprieto los ojos antes de despertar, dispuesta a encontrarme con el rostro de Ezra a mi costado, pero eso no es lo que veo... simplemente no hay nadie ahí, de pronto se me comprime el corazón. Siento como si de la nada me hubieran regresado al pasado y duele, duele demasiado, volver a ser esa mujer.

Paso saliva, me siento en la cama, la sabana se enrolla en mis caderas, dejando mi torso desnudo a la vista.

Esto es igual... es igual que con Louis. Sexo una noche, se va al siguiente.

¿Tan desechable soy?

Niego con la cabeza, no permito que mis pensamientos recorran lugares oscuros que no estoy dispuesta a afrontar, no aún.

Me saco las cobijas de encima. Ayer estaba demasiado embriagada por el placer para buscar la puerta de salida, porque si bien no se ve, sé que debe haber una, todos los sitios la tienen, así que debe estar empotrada en algo, solo debo encontrar el espacio hueco, pero primero, una ducha no me caería nada mal, sé que mi cuerpo está lleno de fluidos, que necesito limpiarme.

El baño, sí sé dónde está, es sencillo, tiene una regadera, un baño, un espejo y una pequeña gaveta con medicamentos, pomadas, toallas sanitarias, tampones, condones, entre otras cosas. Lo esencial.

Camino hasta el baño, en la butaca cercana al baño hay un cambio de ropa, unas bragas rojas de encaje, una falda gris oscuro tableada y un top negro de tirantes, también hay un par de calcetas y tenis.

Sonrío. Al menos me dejo ropa, no dudo en tomarla, la dejo arriba de las toallas. Abro la regadera azul que sé, será la del agua helada. Justo lo que necesito.

La dejo correr hasta que entro en ella. El frío golpea cada célula de mi cuerpo, muerdo el carillo de mi labio, evitando gritar. Dejo que el frío me llene, me aleje de los pensamientos, me aleje de todo y me limpie, solo ahí, permito soltar una lágrima... ya no voy a llorar, no lo haré más.

—¿Estás en problemas? —es la voz de una mujer.

El sobresalto me hace voltear con rapidez. No había nadie aquí.

Cuando volteó hacia la puerta, encuentro a aquella mujer, su cabello cobre, rizado y largo, le cubre más abajo que sus senos, tiene una mirada seria y unos enormes cuernos retorcidos hacia atrás con una punta extremadamente puntiaguda. Lleva un vestido rojo que apenas tiene dos tiras que cubren sus pechos, nada exuberantes, el vestido le arrastra, pero tiene dos aperturas a cada lado del vestido dejando ver sus piernas torneadas. Hay una serpiente enredándole parte de la cadera y cintura. Sus ojos azules me ven con salvajismo. Se ve salvaje, se ve imponente, se ve como toda una reina.

—¿Estás en problemas, criatura? —pregunta y su voz suena a cántico.

Niego con la cabeza. Ella avanza a paso lento, la veo acercarse a mí y me veo inmóvil ante su movimiento. Siento sus manos recorrer mis mejillas, me ve fijamente.

—No estamos hechas para que los hombres nos posean, se lo dije a la primera de tu especie, te lo digo ahora, eres ingobernable, mantente así —murmura cuando sus labios se acercan a los míos, cuando la serpiente que aprieta su cintura comienza a apretar la mía.

Es ahí cuando me besa, cuando junta sus labios con los míos. No puedo cerrar los ojos y no dejar de verla, ella tampoco cierra sus ojos, me sigue viendo.

Se aparta después de unos segundos dejándome sin aliento y con las piernas temblando.

—Tienes mi bendición, Chantrea —murmura con una sonrisa—, sal de aquí, él no tarda en volver.

El agua dejó de caer en algún punto que no fui capaz de discernir. Ella tomó una de las toallas para ayudar a envolverme con una.

—No te dejes controlar, Chantrea, ellos deben ser los controlados —repite mientras seca mi cuerpo.

—¿Quién eres? —por fin me salen las palabras. Tomó la toalla por mí para comenzar a secarme.

Ella sonríe y es... despampanante, es la misma imagen de la perfección, de la lujuria.

—Lo sabrás después, pero ahora, corre preciosa, y juega con ellos —me regala un guiño de ojo.

Corro a la ropa como ella dice, comienzo a ponérmela con toda la rapidez que puedo, no me permito secarme el cabello, eso será para después.

Ella se acerca a uno de los libreros, pone su mano sobre el librero para desintegrarlo y dejar en su lugar un agujero negro... ya no sé si debo confiar o no.

—Te llevará con tus amigos —dice—, él ya está aquí, corre.

Me advierte y entonces no lo pienso más.

Me introduzco en el maldito agujero negro, confiando en una extraña que me ha besado y que, según ella, me ha dado su bendición.

Es ahí cuando me permito pensar.

¿Qué va a pasar con Ezra?

Ya tiene lo que quería de mí... no hay motivo para que me busque, ya no.

Ezra

Tengo que pensar en cómo sacarla, en la historia que ambos vamos a contar, porque ella tiene que ser convincente cuando hable de la legión de ángeles. Pero primero, de seguro, debe estar hambrienta.

Y de verdad espero que ya tenga ideado un plan para vengarse, nada me haría más feliz.

Llevo mucha comida, porque al final, de verdad no sé qué le gusta, así que bueno, aquí me tienen, con demasiada comida, pero algo le debe gustar. Llevo también café de sobra porque sé que eso si le gusta.

Cuando abro la puerta, alcanzo a ver su cabello desaparecer tras un portal, que sé que ella no abrió, que sé que es de la mujer que está ahí.

Niego con la cabeza, tirando las bolsas, me lanzo tras de ella, alcanzo a entrar en el estúpido portal, en donde solo por unos segundos, todo es oscuridad, después la luz nos toma por sorpresa. Estamos fuera de su departamento.

Chantrea se para en seco, voltea a verme. Y dios, esa ropa se le ve espectacular.

—¿A dónde ibas, ángel violento? —le pregunto tomando su mano.

Ella niega con la cabeza con una sonrisa de lado.

—A casa —canturrea.

—Oh, ángel, pero tu casa es donde yo este y yo no estoy aquí. —jugueteo.

—El juego se acabó, Ezra, me divertí mucho, pero ambos obtuvimos lo que queríamos, nos quitamos las ganas y ya —se suelta de mí agarré.

¿De verdad cree que es así de sencillo?

Le regalo una sonrisa de lado, mientras chasqueó la lengua.

—El juego apenas comenzó, ángel —le murmuro—, creo que hay un claro empate en el marcador.

Ella suelta una risita divertida, se cruza de brazos, mientras niega.

—Perdiste, Ezra, has perdido, conmigo, Ezra, siempre perderás. —amenaza.

—Suena a reto —quiero besarla, poseerla aquí—, con lo que me gustan los retos.

—¡Chantrea! —es la voz de Louis la que interrumpe mi camino. 

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