Capítulo 5
Chantrea
La relación entre Vienne y Louis es más antigua que yo misma. La relación que existe entre ellos dos es más compleja de lo que muchos puedan entender, y, bueno, también soy de ese porcentaje que sabe la historia, pero que en absoluto entiende la mierda en que ambos están involucrados y la mierda en la que ellos decidieron involucrarme en nombre de su puta salvación. Pero no pienso culparlos, porque al fin de cuentas fui yo quien tomo las decisiones equivocadas.
Con ellos es, un, estira y afloja, pero entre ellos dos siempre hay algo que no termina de cuadrar.
Entre Louis y yo siempre habrá una conexión, algo que no se puede romper, más allá del pacto entre amo y sirviente, más allá del amor, Louis supo suturar heridas que nadie más sabe.
Tomo otro sorbo del café hasta terminarlo, es en ese momento cuando Halley salé de la habitación, lleva su pijama, tiene cara de que ha pasado todo el día durmiendo. Y bueno, esa es Halley, se apaga para no crear caos, al contrario de Max y de mí, que nos gusta ver el mundo arder.
Camina con pereza hasta la barra donde me encuentro, se estira, voltea a los lados.
—No vino Louis —hace su observación.
Dejo la taza sobre la barra, niego con la cabeza.
—Tu madre vino —y toca una fibra sensible.
De pronto ocupo algo más fuerte que el café.
—Se está hospedando en el hotel Hall's, te espera mañana, de lo contrario, vendrá a esperarte hasta que aparezcas —Halley recita todo lo que mi madre dijo.
Asiento.
Tras el pacto con Louis, tuve que perder contacto con todos... y bueno, puedo seguir culpando al pacto, o hacerme responsable y saber que Louis no fue el culpable. Que fui yo quien rompió el contacto, que soy yo la que he estado huyendo.
—También te mandaron eso —comenta Halley sin el mínimo interés, señala un arreglo de rosas inglesas en un tono rosa claro... las mismas. Una sonrisa se me dibuja. Al lado del arreglo hay una pequeña bolsa de regalo del mismo color—, tal parece que alguien quiere hacer enfadar al pobre de Louis —sonríe.
Suspiro. No lo quiere hacer enfadar, lo quiere matar.
¿Acaso no piensa respetar las reglas?
Camino hasta el arreglo, despiden un aroma precioso del que me permito embriagarme. No hay tarjeta, pero no es necesario, porque esto no es una simple coincidencia.
Tomo la bolsa de regalo, volteo a ver a Halley quien ya está perdida en una taza de café. De verdad agradezco que hayan llegado cuando Halley estaba, porque si se hubiera tratado de Max, él no me habría dado tregua.
Saco el contenido de la bolsa, es una tanga de un tono rojo sangre, de encaje, esta sí trae una nota:
"Este color te luce mejor, ángel, úsalos la próxima que nos veamos"
Sonrío como una tonta ante la estúpida nota, de verdad es peligroso quedarme con este pedazo de papel, pero quiero atesorarla.
—Estás jugando con fuego, Chan —murmura Halley, bebe de su café mientras me observa.
Asiento porque lo sé.
—No hay fuego suficiente que logre quemarme, Halley —suspiro guardando la nota.
—No lo sé, Chan, pero eso no se ve como un fuego que tengas bajo control —señala las bragas.
A Ezra lo tengo bajo control.
Halley no dice nada más, porque ella ya sabe que no hay más que discutir. Que no la escuchare y que seguiré con este juego peligroso.
Dejo las flores en la mesa, comienzo a buscar entre las gavetas un florero y doy con uno de cristal, lo lleno de agua fría, coloco las puntas de las flores dejando que se deslicen y se acomoden en el agua. Dejo las flores en el centro de la barra, es ahí cuando Halley sonríe de lado.
—¿Vas a dejar que las vea? —niega con la cabeza. La burla llena de sorna se plasma en sus labios.
—No tiene caso ocultarlas si él sabe que pertenecen a su hermano.
Halley abre los ojos con evidente asombro.
—¡Carajo, Chan!
Sonrío y asiento. Le doy un último vistazo a las flores antes de irme.
—Dile a Louis que fui con mi madre. —pido antes de marcharme.
Hora de ver a otro tipo de demonios, unos demasiado particulares.
Ezra
Ella sale de su apartamento, después de que Louis la dejará, no se cambió de ropa, sigue igual de hermosa que la mañana. Ladea la cabeza, toma una bocanada de aire, es ahí cuando comienza a caminar, la veo caminar hacia la avenida. Qué solitario angelito. Pero no por mucho, me veo en la penosa necesidad de no dejarla pasar. Colocó el coche frente a ella, dejándola, sin paso, ella para y se cruza de brazos. Abro la puerta del copiloto.
—Sube, ángel —le indico.
Ella rueda los ojos.
—Aunque me encanta tu perseverancia, tengo cosas que hacer. —ella no se mueve, de hecho parece que está a punto de rodear el coche.
¡Maldita sea!, ¿por qué no puede hacer caso de lo que le dicen?
—Sube al auto, ángel —uso la coacción.
Sus piernas tiemblan cuando se resiste a seguir su camino, pero de igual manera, termina introduciéndose en el coche. Ella cierra la puerta.
De cerca se ve aún más espectacular.
—¿Acaso ocupas que te recuerde el reglamento sobre las pertenencias de los demás? —gruñe. Y vaya que la amo enojada.
—Pero tú no eres una pertenencia, cosita violenta, ¿o sí? —arranco el coche.
Ella guarda silencio.
—¿A dónde ibas?, te llevó.
Veo por el rabillo del ojo como sus manos se vuelven puños.
¿Así que solo le gusta jugar si es bajo sus términos?, pues que lástima, porque a mí también me gusta jugar bajo mis propios términos.
Ella no contesta, voltea a ver el paisaje a través de la ventana.
Parece que la palabrería, se le terminó.
—Bueno, entonces yo elegiré el sitio. —Convengo ante su silencio—, ¿te comió la lengua, el ratón, angelito?
Ella me regala una sonrisa de lado.
—¿Y a dónde me llevas? —pregunta sin dejar de observar a través del cristal con una particular mueca de aburrimiento.
—A tomar un café, ¿está bien para ti?
—Basta de andarte por las ramas, Ezra, los preámbulos me aburren demasiado, ¿qué carajos quieres?
Sonrío porque sé que no es una mujer sencilla y sé que la palabrería barata no va con ella.
He investigado poco de ella, pero creo conocerla bastante bien.
Detengo el coche, busco aparcarlo en un sitio y lo logro, una de mi mano va a su barbilla para jalarla hacia mí y ella no se resiste, acerco mis labios a los suyos, no los beso, aunque deseo perderme en ellos.
—Quiero muchas cosas de ti, ángel, pero en este preciso momento, solo deseo arrancarte esa estúpida falda que tan bien te queda y poseerte como nadie lo ha hecho jamás. —muerdo con suavidad su labio.
Después de tenerla podré olvidarla en su totalidad y por fin este juego terminará.
Se le escapa una sonrisa embriagadora, sus ojos bajan a mis labios.
—Echa hacia atrás tu asiento, Ezra —ordena y yo lo hago.
Se alza la falda, voltea sobre su asiento quedando de rodillas, para moverse hacia mí, terminando a horcajadas, se agacha para besar mis labios. Acomoda su pelvis para comenzar a moverse en suaves masajes sobre mi pene. La deseo.
Mis manos se adueñan de su pequeña cintura, gruño sobre sus labios. Ella lleva sus manos a mi pecho, suelta un pequeño gemido sobre mi boca obligándome a gruñir de placer.
No veo la hora de entrar en ella y destrozarla.
Mis manos bajan a su redondo trasero para apretarlo con fuerza. ¡Es preciosa, es bellísima, lo es todo! Y así, de inmediato ya sé que marca, quiero dejarle.
Su cuerpo sigue moviéndose con suavidad de atrás adelante sobre mí. Lleva sus manos al cinturón de mi pantalón, lo suelta con facilidad. Le permito que lo saque en su totalidad. Toma mis manos, las une, coloca el cinto con fuerza sobre mis muñecas.
¡Dios, es una diosa! Así que le gustan los juegos rudos.
—Manos arriba —susurra sobre mis labios.
Ahora se restriega más rápido, baja el cierre y nunca había sentido tanta urgencia de estar dentro de alguien como deseo estar dentro de su cálida humedad.
Sus manos se agarran como collar a mi cuello, besa mis labios, besa mi mejilla y camina con sus labios hasta mi oído.
—Deja de subestimarme, Ezra —murmura en el momento justo que un dolor explota en mi nuca, comienza como un piquete y se expande por mi cuerpo—, haces que el juego se torne aburrido —escucho en una especie de eco, como si su voz no estuviera cerca.
—¿Qué demonios? —intento abrir los ojos para verla, intento tocarla, pero no siento nada.
—Descuida, alguien vendrá por ti, solo recuerda beber mucha agua, la vas a ocupar —escucho que dice.
Pero ya no la siento, ya no la veo, ni siquiera me siento a mí.
¡¿Qué carajos es esta mujer?!
Chantrea
Mi madre está sentada en una de las mesas que está cerca de uno de los ventanales. Observa su reloj mientras juega con el plato de verduras que tiene en frente.
Siento la mano de Louis tocar mi espalda baja, volteó a verlo con una sonrisa.
—De verdad tienes que explicarme porqué mi hermano te ha enviado rosas.
Sonrío con más ganas mientras caminamos hacia mi madre.
—Al que le deberías preguntar es a él, no a mí, Louis. —me hundo de hombros.
—Creo que debemos darle un espectáculo, debe aprender que eres mía, preciosa.
Suelto una risita ligera. Estoy muy segura que en estos momentos, Ezra se está volviendo loco, por el tiempo, ya debió recuperarse. O eso espero.
Pero lo que sí es seguro, es que le he dejado más que claro que conmigo no puede meterse.
Halley después de todo no tenía razón. Ezra es un incendio muy fácil de apagar.
Mi madre voltea a vernos a tiempo que se para de la mesa, me observa a mí y luego a Louis.
—Pero si es mi encantadora suegra —se adelanta Louis a saludarla y mi madre tuerce el gesto.
—Louis, qué placer, aunque no te esperaba, la invitación solo era para Chantrea. —Tan directa como suele ser.
Louis suelta una risita.
—Hija —suelta mi madre y sé que me tengo que acercar, lo hago con ayuda de la mano de Louis, que me jala. Mi madre me envuelve en un abrazo que no puedo corresponder—, ha pasado tanto desde la última vez que no te vemos.
Cuatro años, han pasado cuatro años desde que Louis tuvo que recoger los pedazos.
Louis aprieta mi mano para darme valor, pero siento que delante del monstruo, solo soy una víctima más.
—Sí —solo eso puedo decir.
Ezra
Belcebú lleva riéndose más de quince minutos mientras conduce mi coche, sigo aturdido, mi cuerpo aun no despierta del todo y duele como una maldita mierda.
—Vaya que fue toda una sorpresa encontrarte amarrado y envenenado, todo un excelente trabajo por parte de Chantrea. —Se burla.
Sonrió adolorido.
¿Así que el angelito violento no solo sabe manejar armas, también sabe manejar venenos?
¡Toda ella es un maldito veneno!
Pero si la pequeña cosita violenta cree que esto ha terminado, está totalmente equivocada, lo único que sucede es que las cosas que me tengo que cobrar, crecen. Y vaya que me cobraré cada una.
La próxima vez que la vea, de verdad la voy a someter y va a aprender quien manda aquí.
Basta de los jueguitos suaves, ella no necesita nada suave. Ella ocupa alguien que la dominé, que la castigue, que la haga entender cuál es su lugar.
Mi cosita violenta me ha apuñalado, se ha venido en mis dedos, me ha drogado, de verdad esto se pone tan bueno, ¿qué otras cosas ella me va a hacer?
¿Cuánto más me piensa volver loco?
Louis de verdad debería entender que Chantrea no es una persona sumisa, no, ella es la cerilla, el fuego, el maldito incendio.
Y creo que estoy dispuesto a quemarme.
—¿Logro obsesionarte? —Belcebú menciona con esa voz juguetona.
¡Logró obsesionarme!
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