Capítulo 40
Chantrea
Despierto cuando unos dedos juguetean con mis puntas turgentes ya excitadas por el toque, sé quién es, aún me duele el cuerpo entero, dónde estuvieron sus manos, donde estuvieron sus manos.
—Tenemos que hablar, ángel —dice con esa voz tan ronca, la voz de que él también se acaba de despertar.
—Decir ese tipo de cosas y tocarme como lo estás haciendo, no combina —digo volteándome hacia él.
Su cuerpo está desnudo, siento su dureza en mi abdomen. Sonrío apretándome más a su cuerpo, con mis brazos sobre los suyos en un intento de abrazo.
—¿De qué tenemos que hablar? —Y por primera vez no me siento temerosa de lo que sea que está por decirme. Pero este hombre me da toda la seguridad. Sé que está conmigo en las buenas y en las malas.
Tal vez es hora de contarle mis planes.
Su mano corre a mi trasero, se queda ahí, aprieta con fuerza esa suave masa que al parecer le fascina.
—¿Qué tanto sabes de tus poderes, de tu cazador? —suelta con tanta tranquilidad.
¿Qué, qué sé?
Claro, Louis. Ruedo los ojos con un resoplido.
Una parte de mí se muere por decirle, la otra, esa parte racional que ha estado trabajando todo este tiempo en esto, en llegar a donde estoy.
¿Me entenderá si les cuento la verdad?
Cuando me salí de control, Lucifer me contó para lo que fui creada, me dijo de quien era hija, lo que hacía mi línea, lo que le hacía a los hombres y mujeres, por qué no tenía que compartir mi cuerpo con nadie y ese fue el momento en que la conocí, la escuché, su dolor, su verdad, lo que la rompió. Fue hasta meses después que el plan surgió, como una mera idea.
No es mi plan. Odio mentirle, pero no es mi plan, si es mi cuerpo, pero no es mi plan.
—Te lo dije, fui creada para seducir. —admito cuando las yemas de mi dedo zigzaguean su musculoso pecho.
Él asiente. Una sonrisa se le coloca en los labios.
—¿Qué hay del cazador? —pregunta y siento un toque de preocupación, ¿o son celos?
Mi estómago se revuelve, siento la bilis trepar rápidamente por mi garganta. Sé todo el daño que él ha causado, las miles de mujeres que ha usado. Las miles otras como yo que terminaron en sus manos. Su voluntad se perdió, él se las quitó. Intento no ser muy reveladora.
—Lo he visto —añado en un tono seco. Algo que no lo alarme.
Aunque Ezra quiera... ni en un millón de años podría enfrentarse a él. No tiene la fuerza suficiente, aún no, pero me encargaré de darle tanto poder como pueda.
—Al parecer, cuando libere tu alma —sé queda callado y el peso de la culpa invade sus ojos.
Lo sé. Lo sé.
Y también era parte del plan.
—Liberé el alma de Alexandria —escuchar su nombre, duele—, él ya sabe que estás aquí.
Asiento, porque no puedo mentirle, no en eso.
—Y vendrá por mí... por Alexandria —exhalo con calma. Pongo mi mano sobre su fuerte brazo, lo sobo con calma.
—Lucifer tiene un plan. —Me dice, aunque no está convencido, lo noto en su titubeo, en su mirada, sin ganas cuando lo dice.
Sé cuál es el plan. Porque lo han planteado desde que me confesaron la verdad.
El verdadero problema es que eso no va a funcionar, porque yo ya no soy mortal. Y aun si me quieren regresar a ese estado, es algo que no se podrá. Porque al hacerlo pretenden eliminar a Alexandria. Y esa no es la forma correcta. Su alma es más poderosa que la mía; si ellos llegan a hacerlo, su alma sobrevivirá, la mía no.
Suspiro con dificultad, hago círculos con mis dedos en el bíceps de Ezra, si le digo eso, ¿qué tanto comprometo la operación?
—Ezra —murmuro y no sé si después me voy a arrepentir. Tomo un respiro con fuerza. Él centra su mirada en la mía—, no soy mortal.
Sus ojos se abren con terrible sorpresa, como si eso fuera algo en lo que no había pensado.
Él se sienta y yo lo sigo de inmediato, parece desconcertado y sé que no es tanto por la confesión, es por lo que comienza a darse cuenta. Lo que debió darse cuenta.
Sonrío y no sé si es mal momento para hacer chistes. Posó mi mano en su espalda, dándole leves palmaditas.
—Muy mal de tu parte no investigarme —le dedico una sonrisa.
Él me regresa una mirada seria. Vaya, no era momento de las bromas, creo que de verdad está enfadado.
Si no le dices ahora nuestro plan, estoy segura de que lo arruinará, arruinará los planes y no te dejará ir. Sé de quién es la voz, sé que es Alexandria.
No me dejará ir aun si le digo la verdad... pero tal vez y solo tal vez. Niego con la cabeza sin darle aviso.
—¿Cuándo? —pregunta con esa seriedad permeando el tono de su voz.
Suspiro por lo bajo. Quiere los detalles. Y sé los voy a dar. Porque no quiero mentirle, a Ezra no.
—Hace un año, Ezra, hace un año me quite la vida —intento que la voz no se me quiebre. Intento no llorar.
No sé si decirle que ese hecho fue un "accidente", que yo de verdad esperaba terminar con mi vida. No quiero decirle, pero una lágrima me traiciona, escapándose de mi ojo, corriendo por mi mejilla.
Los ojos de Ezra se abren con fuerza. De algún modo toma mis manos, las aprieta, pero no es suficiente, no para él, me abraza con fuerza como si supiera lo que me pasó, como si me leyera. Soy un libro abierto para él. Porque solo quiero hacerlo para él.
—Fue un accidente —confieso—, no lo que hice, eso es algo que deseaba... pero fue un accidente perder mi humanidad.
—¿Qué paso? —pregunta con un timbre de voz apagado.
Mi rostro está hundido en el hueco entre su cuello y su hombro. Su mano repasa con cuidado mi cabello.
—Demasiadas cosas, solo ya no quería estar —confieso, ya no tan adolorida.
Porque Ezra se ha convertido genuinamente en mi bálsamo, ese pedazo que me da todo el poder que necesito para vivir.
—¿Cómo? —pregunta y yo suspiro. Mi cuerpo tiembla porque al parecer una cosa es hablarlo y otra cosa es decirlo.
—Veneno —murmuro avergonzada de mí.
—Eso debió doler —murmura y yo me río. Sé que está mal, porque no es el momento, pero lo hago.
—Dolió como la mierda —acepto.
Ezra me separa y mi intuición me dice que es porque quiere reprenderme por reírme. Sin embargo, eso no pasa. Sus ojos están abiertos de par en par, con el corazón en la boca. Traga saliva.
—¿Tu fuerza?
Sonrío con la satisfacción de que apenas se está dando cuenta.
—Te dejé ganar —miento porque, aun en mi posición de inmortal, sé que es demasiado fuerte hasta para manejarlo. Me gusta fanfarronear y de verdad quiero que se enfade.
Resopla.
—¿Los ángeles? —pregunta con la mirada oscurecida.
O esa sí es difícil. ¿No puedo decirle que creía que me llevarían con él? ¿Verdad?
No quiero mentirle. Suspiro y sé que me arrepentiré de esto. Le muestro mi tobillo, le muestro el amuleto que Dantia me dio antes de confesarme. Antes de seguro mandar todo a la mierda.
Callo la voz de Alexandria que se niega en confiar en los nombres. Soy igual, no confió, pero sé que Ezra es diferente. Y escucho como reniega ante eso. Ella no confía en ningún hombre y probablemente haga bien, pero yo he decidido ser estúpida y confiar en él. Con él mis barreras han desaparecido porque me ha demostrado ser capaz de poder con ello.
—Creí que me llevarían a él —admito.
Sus ojos se abren aún más. De verdad le he guardado muchos secretos y una parte de mí se odia por eso.
Gremorian
Mi tío, el rey de reyes, ha decido que comamos juntos. Estoy aquí, sentada a su lado en una maldita y larga mesa de oro, con cubiertos y platos de oro; hay oro por doquier. Tiene en sus piernas a una joven de unos diecisiete años; su mirada está perdida. Ella ya ha perdido la voluntad.
Porque es lo que él hace, les roba la voluntad, las vuelve nada.
—¿No tienes apetito? —pregunta cuando ve que no he probado ni un bocado.
No confío en él, no pienso comer nada que él me dé.
—Prefiero no morir envenenada —sonrío deslizando mi plato hacia adelante.
Él suelta una risita divertida, como si de verdad le diera gracia, aunque sé que eso solo eleva su ego.
—De verdad me gustaría que fueras directo al grano porque tú y yo sabemos que no te agrado, que ver mi cara te recuerda a mi padre, así que ahórranos la pena de las formalidades y dime que es lo que quieres. —gruño.
Él sonríe mientras sus manos desnudan a la chica frente a mis ojos; sus manos comienzan a tocarla. Ella ya no reacciona a su toque, no dice nada, no se mueve. Ni siquiera cuando él mete sus dedos en medio de sus piernas.
—¿Esto te excita, Gremorian? —pregunta entre risillas de burla.
Me excitaría más clavarle una espada en el trasero.
Suelto el aire con cuidado.
—Al grano —repito cruzándome de brazos. Viéndolo con indiferencia.
Me he preparado para no mostrar ninguna emoción.
—Tráeme a Chantrea —susurra con una sonrisa. ¿Es por ella?
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