Capítulo 4
Chantrea
Max me pasa una taza de café que humea con intensidad, tomo la taza, mientras me siento en el sofá, a su lado, subo las piernas y las acerco a mi pecho. Max inclina la cabeza para acomodarla en mi hombro. Hoy es de esos días en los que Max y Halley no están en buenos términos, lo que significa, que en casa o habrá silencio o habrá peleas monumentales. Espero que sea la segunda ya que con las peleas ellos tienden a resolver las cosas más rápido de ese modo ya que si guardan silencio, pueden permanecer así durante un mes entero.
Ellos no pelean demasiado, porque hemos aprendido a ser una familia funcional-disfuncional, al final del día solo estamos los tres para los tres.
Los tres tenemos un historial de malas decisiones que nos llevaron a formar parte de tratos no gratos, tratos que lo único que trajeron de bueno, fue esta familia.
—Hueles a sexo —murmura Max en medio de un puchero. Ambos vemos hacia la habitación, puesto que Louis sigue durmiendo en mi cama—, y sé que no te acostaste con nuestro querido amo —baja el tono de voz para convertirlo en un susurro.
Sonrío.
No pienso hablar de eso.
—¿Qué paso con Halley? —cambio el tema.
Él rueda los ojos, hace pucheros cuando me ve.
—Se enojó conmigo. —Cruza sus brazos en un drama.
—Eso es obvio, Max, ¿pero qué hiciste?
Max se incorpora plenamente ofendido. Rodando los ojos.
—¿Por qué no pensar que ella hizo algo mal?
Suelto una risita. Es imposible que Halley busqué pleito. Es Max el incitador. SIEMPRE.
—Si quieres que te ayude con Halley, necesitas decirme que hiciste —suspiro cansadamente, viéndolo desde el sillón.
Halley siempre ha tenido un alma buena, siempre ha buscado la paz. El cómo terminó aquí, bueno, de verdad que no fue su culpa... es culpa de los hombres y su falta de respeto, su falta de no saber respetar.
Halley antes de terminar unida a mí, era una modelo bastante reconocida, demasiado hermosa, la maldita promesa del año. Hasta que se enamoró... y ese sujeto la drogó, abusó de ella, la grabó y lo difundió, no conforme con eso, el tipo volvió con otros sujetos que la sometieron y la hicieron pasar por lo mismo.
Y entonces ella hizo un pacto con el único demonio que es capaz de escuchar siempre que tenga una ventaja y ese es Louis.
Pero cuando la vi, no pude dejar que Louis la terminará matando, así que pagué por ella como pagué por Max... pero valió la pena el coste de cada uno, lo haría otra vez si eso garantiza que los tenga conmigo.
Max suspira dramáticamente, se desploma a mi lado de vuelta.
—Solo le recordé que estaba cerca su cumpleaños —volteo a fulminarlo con la mirada.
La primera vez que fue abusada... era su cumpleaños.
—¡Max! —lo regaño porque Max sí necesita control, a veces.
—Buenos días. —Es la voz de Louis quien nos interrumpe, se ha bañado y lleva solo una toalla enredada en la cintura, tiene otra toalla en manos con la que seca su rubio cabello.
A veces olvido lo atractivo que es este maldito.
—¿Dormiste bien? —le sonrío, hoy estoy de buenas y eso no pasa desapercibido por Max y Louis que me ven con extrañeza.
—¿Lo pasaste bien ayer? —Max sonríe de lado, él es todo un maldito incitador.
Louis me ve de reojo, pero no dice nada.
—¿Désir te hizo algo? —pregunta directamente.
Niego con la cabeza, porque no estoy mintiendo.
Porque yo no le puedo mentir a mi amo... es parte del contrato, cosa que Louis ordene, cosa que haré, cosa que me pregunte, cosa que debo contestar con la verdad y nada más que la verdad.
—¿Conociste a Désir? —Max enarca una ceja—, esa mujer te lleva a unos orgasmos increíbles. —Muerde su labio con deseo.
Sonrió porque de verdad no hay nada que pueda decir... o confesar.
Louis me toma desprevenida, jalando mi cuerpo hacia él, su mano aprisiona mi cintura. Siento la frialdad en su cuerpo. Me otorga un suave beso en los labios.
—Necesitas vestirte, princesa, mi hermanito y Belcebú prepararon un desayuno para nosotros, ya sabes cómo quiero que te comportes —sus labios recorren con suavidad mi mejilla hasta instaurarse en mi cuello—, iré a elegir tu ropa —presiona mis labios otra vez antes de irse.
Doy solo dos pasos, antes de que Max tome mi brazo y me jale con fuerza hacia él. Tiene esa sonrisilla traviesa. Se acerca a mí con cuidado, recoge el mechón de cabello que está perdido y lo coloca tras mi oreja.
—¿A qué estás jugando, Chan? —murmura solo para nosotros.
Sonrío.
—Solo me divierto un poco, Max, todo muy sano. —sonrío recordando al idiota de Ezra y lo que cree que puede hacerme. Él debe empezar a comprender que conmigo nunca va a ganar.
—Chan, con los demonios nada es sano —juzga.
No, nada lo es, pero no es como que no podamos jugar bajo sus propias reglas y hacerlos perder, ¿verdad?
—Ven para acá, dulzura —habla Louis desde la habitación.
Le sonrió a Max para tranquilizarlo. No me meteré en problemas. No más de los que ya tengo.
—Deja a Halley en paz —le advierto.
Camino hacia la habitación. Louis ya trae unos pantalones, le falta la camisa. Observa un par de faldas de tubo, negras y unas camisas rojas y negras. Las gira de un lado a otro, viendo la mejor opción. Lo observo un rato desde el marco de la puerta, sé que él ya se ha dado cuenta de mi presencia.
—Estoy imaginando como se ve mejor tu cuerpo —no me ve a mí sino la ropa—, pero con las dos luces exquisitas. Ayer robaste muchas miradas.
Elige una falda y la camisa roja transparente con escote profundo, lo deja sobre la cama.
Camino para ver el conjunto que ha elegido. Si algo sabe hacer Louis es ponerme ropa demasiado provocativa.
Siento sus dedos tocar mi cintura, jala de mi cuerpo hacia él y mi espalda choca contra su fuerte pecho, acomoda su barbilla en mi cuello, me da un beso suave en la mejilla, toma todo mi olor con su nariz. La mano que me rodea hace círculos suaves sobre mi ombligo.
—Pero descuida, no pienso compartirte, cariño. —Me voltea un rápido movimiento hacia él. Si supiera—. Porque tienes que volver a ser mía, princesa. —Aprieta mi labio con los suyos—, ¿entiendes?
Sonrío porque no puedo reírme.
—Entiendo —susurro sobre sus labios.
Bueno, la cosa con los demonios es que suelen ser bastante territoriales con lo suyo, muy contrario a lo que se cree. Suelen proteger lo que les pertenece, no les agrada que los demás metan las narices en lo que es suyo. Y vaya que han matado por ello... y bueno, tengo bien claro que lo que pasó con Ezra será algo que no dejaré que vuelva a pasar. Fue un rato de diversión y ya está.
Louis vuelve a besarme y yo le permito que lo haga, le permito que juegue con mi lengua, le permito que me toque, porque no habrá nada más.
... Pero al final del día, los dos sabemos que le pertenezco, una cosa muy diferente es que él no intente someterme. Que espere mi permiso, que quiera ganárselo, a pesar de lo que ha hecho.
Hoy de verdad que estoy de buenas, y, hace ya bastante tiempo que he dejado de culparlo, porque de verdad es que todo lo que ha pasado ha sido mi culpa... Louis solo puso las circunstancias, al final del día, yo decidí. Es por eso que puedo aceptar mi propia culpa y punto.
Louis detiene el beso porque sabe que no habrá más, sonríe, toma su camisa, se la pone sin problemas, me acercó para ayudarlo a abotonar la camisa. Él lleva su suave mano a mi mejilla.
—Eres bellísima, Chantrea —murmura.
—Y tú no estás tan mal —río divertida y él se ríe conmigo.
Este tipo de interacciones me lleva al pasado, cuando nuestra relación era así... cuando no había roto mi corazón, antes de que todo se fuera a la mierda. La nostalgia me golpea con fuerza, pero no me iba a permitir ser vulnerable, ya no. Esa persona quedó atrás.
Ellos son los vulnerables ahora.
Ezra
Huelo una vez más sus bragas y su imagen regresa a mi cabeza, su mirada febril llena de deseo. ¡Maldito ángel violento!
Va a aprender que no se me puede dejar con las ganas y que no puede jugar así.
¿Cuántas reglas estoy rompiendo con exactitud?, creo que me ha empezado a valer una mierda.
Muy contrario a lo propio que se pueda crear de la hueste demoniaca, la verdad es que también contamos con reglas muy precisas que nos protegen de ciertas cosas. Aunque, sí, es verdad que jugamos sucio, porque nos apasiona jugar sucio, la verdad es que hay reglas que no debemos cruzar, una de ellas, la que recientemente he roto; "Aquello que tenga la marca de uno de los de la hueste, no deberá ser tocado, de ser el caso, se someterá a la pena que el propietario reclame".
Ella ya tiene su marca, la ha tenido por bastante tiempo, pero ahora tiene mis dedos y el orgasmo al que la hice llegar. Y bueno, me quedó con su sabor, con su aroma. Tal vez si es hora de parar.
Guardo las bragas en el pantalón de lino azul marino que traigo puesto, termino de abotonar la camisa azul cielo, ladeó mi cabeza ante el espejo.
Ese maldito ángel no sabe con quién se metió.
—Están por llegar —anuncia Belcebú, está recargado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados, no deja de verme con esa maldita sonrisa de que ha hecho este desayuno solo para joderme.
—Lo sé —no voy a negar que me volví experto en sentir su magia, aún y cuando ella se niegue a usarla, la siento.
—¿Y qué hiciste ayer con ella? —vuelve a preguntar lo mismo que ayer por la noche.
Suspiro sin ganas, camino hacia él, me detengo a su lado, palmeo su hombro.
—Soy un fiel seguidor de las reglas —admito y miento.
Él suelta una carcajada.
Paso de él, camino por el pasillo del segundo piso. Mi casa es lujosa, pero modesta, cuenta con lo necesario y un poco más. Está adaptada a la arquitectura minimalista y moderna. Cuenta con demasiados cristales, véala por donde la veas. El pasillo es grande, abarca las cinco habitaciones que tiene la casa, al final del pasillo descansas unas modestas escaleras de madera oscura.
Belcebú ha seguido mis pasos.
Cuando bajo el último escalón, su olor me golpea de lleno, junto con su radiante imagen. Lleva una falda de tubo negra que acentúa cada maldita curva de su cuerpo y una camisa roja transparente que decidió contrarrestar con un sostén negro de encaje de media copa, dejando casi ver ese inicio rosa de su pezón. Lleva el cabello en una coleta alta y se ve preciosa.
Louis la tiene agarrada de la cintura, él le susurra algo y ella se ríe, lleva su mano a la mejilla de Louis, él agacha un poco su cabeza y ella lo encuentra a medio camino para darle un beso.
Se me escapa una sonrisa de lado. ¿Vas a jugar a la chica perfecta?
—Louis, Chantrea, bienvenidos —se adelanta Belcebú, quien los encuentra en la sala, donde la servidumbre los ha dejado esperando.
Chantrea saluda primero, Belcebú la repasa de pies a cabeza.
—No me canso de tu belleza, Chantrea —la halaga y ella agacha ligeramente la cabeza—, Louis, tiene suerte de tenerte, eres un espectáculo visual.
¡Un jodido espectáculo visual verla llegando a su orgasmo, ahí, es una maldita diosa!
Mi pene me castiga de inmediato, por ese recuerdo, así que intento no pensarlo demasiado.
Chantrea voltea a ver a Louis con una sonrisilla tímida.
¡Maldita mentirosa!
—Es todo un espectáculo —confirma Louis saludando a Belcebú con un simple apretón de manos—, y es mía —aclara acercando al angelito violento a su cuerpo.
Me acercó a ellos, saludo primero a Louis con otro apretón de manos.
—Qué gusto que pudieron venir —soy lo más diplomático que puedo.
—No declinaría tu invitación, nunca, hermano —contesta Louis soltando mi mano.
Pasó a Chantrea que me ve con esa sonrisilla juguetona. Maldita sea, quiero cogerla aquí mismo.
—Bienvenida, cuñada —yo también puedo jugar ese jueguito.
Ella se mantiene sonriente, asiente lentamente.
—Por favor, pasen por aquí —los invito a la terraza donde se ha preparado un cómodo lugar para pasar el agradable almuerzo.
Aunque la verdad es que Belcebú fue quien organizo esto, no sé cuáles son sus planes ni lo que pretenda hablar, pero estoy preparado para cualquier cosa que se le pueda ocurrir.
Louis guía a Chantrea con cuidado, su mano está en su espalda baja y ella parece tan cómoda con su toque, pero eso realmente no importa, lo que importa de verdad es lo que no he dejado de imaginar desde que la vi con esa ropa; ella arriba de mí, en el sillón, gritando de placer, destrozándola por dentro, marcándola como mía.
La sonrisa se me escapa de inmediato, ¿qué haría Louis si ella apareciera con otra marca?
Mi mayordomo abre la puerta corrediza de cristal que deja ya ver la mesa de madera con cuatro asientos, en cada lugar ya está dispuesta una humeante taza de café.
Louis suelta unos instantes la espalda de Chantrea para recorrer el asiento en donde la relegó, ella toma asiento y él mueve la silla. Me adelanto a Belcebú para ganarle el lugar frente a ella.
Louis toma lugar a su lado, Belcebú a mi lado.
—Es un hermoso lugar. —me habla con una sonrisilla tierna que ya le he dejado de creer, pero que le queda tan bien—. Esas flores son preciosas. —Señala el sembradío de rosas inglesas que cierta persona ha decidido mantener a flote.
—Gracias. —le contesto con una sonrisilla.
—¿Flores inglesas? —no deja de verlas.
Asiento. Son las favoritas de mi princesita, ¿también son las favoritas del ángel violento?
No pasó desapercibido que Louis le acomoda la servilleta de tela en las piernas. Debería ser yo.
—Louis, cuéntame, ¿cómo va el trato con Christian? —comienza Belcebú dando un sublime trago a su café.
El angelito violento dejó de verme porque ahora estaba prestando atención al asunto del que Belcebú hablaba, ¿ella conocía a Christian?
—Vamos bien, Belcebú, pero el muchacho no quiere ceder —Louis bebe un poco del café, le regresó la mirada al ángel—, es su caso, así que deberías cuestionarla a ella.
Ella sonríe, parece que le gusta tomar el control y hacerse cargo.
Belcebú sonríe con dientes y dirige su mirada al angelito violento.
—Christian está cuidado por un par de ángeles, han dado bastantes problemas jugando con las reglas y ese tipo de tonterías, pero estamos cerca, ya hemos infiltrado a alguien, solo es cuestión de días, Belcebú, y la tarea estará completada. —comenta con toda la convicción del mundo.
Ya veo que sí le gustan los juegos de poder.
—Aparte de ser un espectáculo visual, eres demasiado lista —Belcebú le regala un guiño de ojo—, de verdad que Louis se ganó la lotería —la halaga y la hizo crecer, pero algo me dice que este no es plan de Belcebú, pues de inmediato voltea a ver a Louis—, y pensar que engañas a la hermosa criatura con aquella bruja negra —suelta. Y me regala información valiosa.
Chantrea no deja de sonreír, pero fui capaz de notar ese estremecimiento en su cuerpo.
Louis sí que frunce las cejas, pero termina soltando una risita baja.
Mi hermano es un idiota, un verdadero idiota. ¿Cómo va a engañar a este angelito violento?
Si fuera mía, no dejaría que nadie se le acercara, porque estaría ocupado todos los días en medio de sus piernas, de ese modo ni ella ni yo tendríamos que buscar nada más.
Chantrea toma la mano de Louis entre las suyas.
—No importa con cuantas se revuelque, porque al fin de cuentas soy yo a quien ha elegido. —replica a Belcebú con ese aire de poder.
Belcebú suelta una risita. Louis besa la mano de Chantrea que sostiene la suya.
¿A quién ha querido molestar, Belcebú?, porque con el angelito no lo logró.
Pero creo que es hora de conocer a la bruja que tanto mencionan.
—Tienes carácter, Chantrea —Belcebú asiente con lentitud.
Lo tiene, le concedo eso, Chantrea tiene demasiado carácter y esa puede ser una gran debilidad.
Belcebú no tarda en ponerse de pie.
—Pero bueno, nos tendrán que disculpar, porque hay temas privados que Louis y yo debemos tratar —le invita a levantarse.
Louis besa la mejilla de Chantrea antes de ponerse de pie, le susurra algo y ella suelta una risita suave.
Ambos terminan marchándose. Ella concentra su mirada en mí con una sublime sonrisa llena de malas intenciones.
—Apestas a malas intenciones —niego con la cabeza—, con lo que me gustan las malas intenciones.
—El de las malas intenciones, es otro —me otorga, con la taza de café en sus labios—, eres tú quien desea que en este momento este entre sus piernas, —siento su suave pie recorrer mi pierna hasta llegar a mi pene, vaya, quiere jugar, vamos a jugar—, llenándome —susurra pasándose la lengua por los labios.
Continúa dando suaves masajes con los dedos de sus pies a mi pene que de inmediato se endurece para ella. De verdad que quiero tomarla aquí mismo, en esta mesa, para que cuando venga mi hermanito la vea montada en mí, gritando, suplicando por más.
—Dos podemos jugar, este juego, Chantrea, ¿de verdad quieres hacerlo? —tomo su suave pie entre mis manos para detenerlo.
—¿Qué juego? —Louis entra a la terraza, seguido por Belcebú. Belcebú sabe lo que está pasando.
Chantrea intenta soltarse de mi agarre, pero no la voy a dejar, quiero hacerla sudar.
—Chantrea no me cree capaz de derrotarte en una simple pelea a puño limpio. —Chantrea entorna los ojos.
—La mayor estupidez que se te pudo ocurrir —murmura para mí.
Louis, asiente feliz, camina a besar la coronilla de Chantrea y yo suelto su pierna.
—Chantrea tiene razón, hermanito. Soy más fuerte.
Una risita se me escapa de los labios.
—Una cosa es que no me meta en peleas porque odie ensuciarme y otra cosa que realmente no pueda ganarte, Louis —siseo.
—Estos niños, son demasiado infantiles, no lo crees, Chantrea —Belcebú irrumpe.
Chantrea asiente con una risita.
—Si nos descuidamos van a empezar a medírsela —dice ella y Belcebú suelta una estruendosa carcajada.
Se lo ha ganado. Tiene a Belcebú en el bolsillo.
¿Pero para qué lo quiere en el bolsillo?, ¿es parte del juego de Louis?
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