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Capítulo 38

Gremorian

Leibda está enojado y es la primera vez, de verdad que es la primera vez que lo veo así de molesto. Él no suele enojarse. Siempre es demasiado tranquilo, pero la reunión que hoy tuvieron en el consejo de Arcanos, el cual es solo para los más grandes entre los grandes, en total son cinco; Leibda, Arbatrus, Valeok, Kajda y Kael, además de algunos ángeles del destino.

La verdad es que los cinco casi nunca se juntan, en primera porque nadie se aguanta, en segunda porque nunca tienen nada interesante que discutir, pero cuando tienen que discutir, es que se viene una movida grande. Lo hicieron cuando me nombraron bajo la guardia de Leibda, lo hicieron cuando castigaron a uno de los arcángeles por ir en contra de los designios de los hados. En pocas palabras. De verdad lo hacen cuando es realmente necesario e inevitable.

—¿Todo bien? —pregunto secando la sangre de mi espada con una camisa que le he quitado a alguien.

—No —dice seco sin verme realmente. Solo ve el trono frente al que estamos—, te han citado para perecer ante los arcanos —gruñe y sé por qué no le parece, pero esos vejetes estúpidos no valen nada para mí.

Asiento sin ganas. No me molesta. Y Leibda lo debe saber... pero siento que hay algo que no planea decirme.

—Pide que habiliten la habitación de la torre —me solicita—, pronto tendremos que hospedar a alguien.

¿Esa torre?, La torre diseñada más que nada, para encerrar a mujeres y hombres que se convertirán en... "la favorita del reino".

He visto desfilar muchas mujeres, muchos hombres en esas torres, los he visto "servir", poner sus cuerpos a disposición hasta desfallecer, hasta que dejan de ser criaturas que sirven... es ahí cuando los matan.

Pero hacía ya bastante tiempo que Leibda no daba cobijo a ninguno de ellos, más que nada porque Leibda no converge con esas ideas. Así que la torre se clausuró.

Algunos hablan de la última mujer que estuvo en la torre, tan aguerrida que se aventó desde su balcón, encontrando la muerte... algunos dicen que ella lo hizo, otros dicen que fue Leibda quien la aventó.

Aun así, si esa torre vuelve a servir es porque alguien ha capturado alguno de los vejetes arcanos.

Las personas les tienen miedo a los demonios por el folclore que les rodea, pero de quien deben temer, es de los malditos, ángeles. Los demonios no secuestran humanos, son los humanos quienes deciden vender su alma.

Pero con los ángeles... bueno, ellos raptan a quienes les plazca para fines sexuales.

Ezra

Lucifer ha puesto las manos encima de mí, las malditas manos encima de mí..., no, no lo voy a tolerar. Saco sus manos de encima sin tocarlos, simplemente hago que mi piel lo queme. Él suelta mi cuello. Ladeo mi cuello.

—La violencia no es necesaria —murmuro con la ira corroyendo mi sistema.

Será muy el creador... o se puede creer el creador, pero a mí no ve a tocar.

Obligo a que mis sombras sujeten su cuello con fuerza.

—La violencia genera violencia —me sacudo el saco.

Louis gruñe, pero no interviene. Cuando considero que ha sido suficiente es cuando lo suelto. Las sombras desaparecer y el oxígeno vuelve a sus pulmones.

—¡No me vuelvas a tocar! —advierto a Lucifer.

—¿Sabes por qué tenía su alma bajo mis manos? —gruñe Louis, quien se atreve a decir.

—¿Por qué eres un maldito cabrón? —enarco una ceja. Cruzo mis brazos, no le quito la mirada a Lucifer que se sigue recuperando. Porque de verdad no sé si querrá revancha.

Lucifer me ve con esos ojos de odio puro.

—¡No! —es él quien me responde con su voz espectral.

Su apariencia humana comienza a parpadear, a desvanecerse, para dejar el aspecto que le dio su padre cuando lo castigó, ese aspecto que lo marcaría para toda la vida. Después de todo, Lucifer era el ángel más apuesto de todos, robaba miradas, deseos... hasta que ya no. Su piel se ha vuelto rojo quemado, las manchas negras, cuáles sombras que se mueven por todo su cuerpo, aparecen en todo su rostro. Sus retorcidos cuernos salen en una explosión de sangre, sus ojos siguen inyectados con ese rojo sangre.

Aun y con esa apariencia, para algunos, se les hace el ser más apuesto del mundo.

Puede que sea por su musculatura o la temeridad que aparenta.

—¿Piensan contarme la verdad, entonces?

Lucifer suelta esa risita espectral.

—¿Has escuchado de dónde vienen las llamadas "últimas de Alexandria"? —pregunta Lucifer.

Suspiro. Sé que Chantrea es una de ellas.

—De antaño, un Dios concedió a una raza de mujeres bellas, la oportunidad para bendecir con su sangre el bando al que pertenezca; ángeles o demonios. Sé hace a través de un rito donde la última de Alexandria vierte su sangre en la fuente, que, en este caso, es el rey. Su manera para localizarla es que tuvieran los ojos violetas. —recito lo que está en los libros de historia.

Louis y Lucifer echan a reír como si les hubiera contado el mejor chiste de todos.

—Es lo que son ellas, sí —concede Lucifer—, pero ella no es un alma común —comienza a caminar hasta acercarse a mí—. Dime, ¿tu madre no te contó lo que le pasó a Alexandria Gavene, la primera de ellas?

Sí, si me lo contó y se me ha hecho la peor historia de todas. Es por eso por lo que insistí tanto en entrenar a Gremorian, porque no quería que le hicieran algo parecido, teniendo la belleza que tiene, no era difícil que comenzaran a intentar abusar de ella. Tal como es su maldito estilo.

—Una mujer que murió en manos de ángeles, que la abusaron hasta la muerte, la cortaron, la dejaron desangrar hasta que perdió la vida. —Repito lo que tanto asco me da decir.

—¿Sabes por qué lo hicieron? —pregunta Lucifer un poco más tranquilo.

Y de verdad que me está aburriendo, tan fácil es que me diga las cosas sin hacerme preguntas de la maldita historia que me he aprendido.

—Por el poder que tenía. Lograba amplificar el poder de cualquiera que estuviera entre sus piernas —y mi corazón se detiene. Lucifer sonríe con suficiencia

—Les podía otorgar dones, era casi como una santa, era la favorita de un dios que desapareció cuando ella moría. Era la mejor hechicera y podía ver el destino de las personas... dicen que llego a rehacer el destino de las personas, solo bastaba una noche con ella. —complementa Louis.

La cabeza me comienza a dar vueltas. La información estuvo frente a mí todo este tiempo.

—Ella tuvo una hija con los mismos dones —continúa Lucifer. Suspira cuando no puede hacer más—, y yo acabé con la vida de esa niña —acepta cuando su mirada se oscurece—, pero el destino es cruel.

—¿Chantrea es esa niña? —pregunto con el temor en cada una de las palabras que he soltado.

Lucifer niega con la cabeza.

—Cuando Alexandria murió, juro por todos los dioses habidos y por haber que se vengaría... ¿Y te han dicho que la hechicería hecha con odio es la más poderosa? —De verdad tiene que dejar de preguntarme.

Ahora solo necesito ir con Chantrea. Necesito estar con ella en este momento.

Asiento porque de verdad que no tengo nada más que decir.

—El alma que Louis tenía cautiva no era la de Chantrea... —Aclara Lucifer y siento que mi mundo se oscurece—, el alma que liberaste es el alma de Alexandria. De alguna forma nació con el alma de Chantrea. —Hace una pausa para esperar una respuesta de mi parte. ¿Pero qué carajos voy a decir?—. En cuanto lo supe, mi misión fue ocultarla. No necesitaba que ese ángel idiota, ese ángel que fue mi hermano en algún tiempo, la obtuviera... y ahora, Ezra, ahora hiciste que él se diera cuenta que está aquí.

¡No, no, no, no! Niego con la cabeza.

—Nadie me la va a quitar —aseguro.

Lucifer se echa a reír.

—De verdad no lo conoces, Ezra, si tú crees que yo estoy aquí por haber "pecado", estas, equivocado —aclara—, y cuando él venga por Chantrea, ni tú ni nadie podrá detenerlo —advierte. Suelta un suspiro fuerte—, y eso, hijo, eso es lo que has hecho.

—Aquella mujer era una semidiosa —agrega Louis— y no sobrevivió, ¿qué le espera a una mortal como Chantrea?

¡Basta de tanta mierda!

¡Debo poner a salvo a Chantrea! Podría pedirle a Send mantenerla oculta un tiempo en Astrophel, como está fuera de un plano terrenal y celestial podría no encontrarla.

—Si vienen aquí a contarme todo esto es porque quieren algo —gruño.

—Regrésame su alma, la volveré a ocultar y él no la encontrará.

Ya la encontró. —es Dantia quien interviene, pero me lo dice solo a mí, se lo susurra a mi cerebro—, él ya sabe dónde está.

Volteo para verla, ella está fuera de la cueva, barriendo las hojas que caen de los árboles.

Podríamos tener un plan —sugiere—, escúchalos.

—¿Cuál es el otro plan?

—Que se casen bajo la protección de Asmodeo —agrega Lucifer, señalando a Louis.

—¿Por qué no conmigo? —Replico—, es mi esposa después de todo.

—Tú eres el rey, y al hacer esa unión, lo que sucederá es que ambos cederán sus poderes, vivirán como mortales, y tú, hijo mío, ya no puedes tomar esa opción.

Pero, Chantrea ya es mortal.

Diles que sí, tengo un plan —me avisa Dantia.

—¿Chantrea lo sabe? —busco en la mirada de ambos.

Ellos asienten. Chantrea lo sabía.

—Ella conoce a su propio verdugo —aclara Louis—, sueña de vez en cuando con él.

Chantrea

Mi alma es libre, mi alma es libre. La siento dentro de mí, siento su inexistente peso, pero sí, su grandiosa presencia en mis adentros. Otra exhalación, más que me invade, sale de mi boca.

El camino a casa ha sido verdaderamente tranquilo, Amelia se ha dormido en brazos y Bastián me ha ayudado a llevarla a su habitación, he terminado de arroparla y se ve como un precioso ángel, la adoro, es una niña preciosa, acomodo su cabello, dejo algunas almohadas acomodadas para que no se vaya a caer o lastimar.

—Yo solo la iba a tirar en su cama —dice Bas con esa burla dentro.

—Es por eso por lo que no te la encargo a ti —es la voz de Ezra la que me toma por sorpresa.

Me enderezo, volteo a la puerta y ahí están esos ojos grises, sonríe cuando nuestros ojos chocan y sé que le estoy sonriendo porque mis mejillas se mueven.

—¿Me acompañas, ángel? —pide tendiendo su mano.

Asiento, me siento como una tonta, siendo tan... tan sumisa. Una parte de mí no se quiere mover, pero termino haciéndolo porque quiero tocarlo, besarlo, deseo que esté dentro de mí. Desde que me puse este vestido rojo solo he deseado que él me lo quite o que lo arruine. Lo primero que deseé hacer, no me opondré a sus ideas.

Bastián ya está bajando las escaleras, no se despide, solo se va.

Ezra toma mi mano y pone su mano sobre el pomo de la puerta de su habitación.

—¿Y dime, ángel, te considero mi esposa?

—No te lo has ganado —y es verdad o tal vez solo es una excusa terrible.

—Una lástima, supongo que tendré que llevarte a tu habitación —chasquea con la lengua y de pronto quiero matarlo.

—¿No me vas a tocar si no me caso contigo? —Me cruzo de brazos haciendo que mis pechos se salgan más del escote. Sé seducir y sé que él no se va a resistir, pero no quiero ser yo quien dé el primer paso.

Su sonrisa ladina aparece con ese hoyuelo que me vuelve loca.

—Ambos sabemos que no funcionaria, aun si lo intento —su mano se posa en mi cintura y con eso tengo para sentir el calor en medio de mis piernas—, la pregunta, en sí ángel, es: ¿Me eliges?

Mi mundo tiembla, mis labios se abren antes de que siquiera pueda decirle algo. 

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