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Capítulo 37

Gremorian

Los gritos continúan por un rato más. "Por favor, Gremorian, por favor, ya te diré todo, lo que tú quieras que diga", qué ridículos son. Un poco de dolor y se doblegan, así no funcionan, así no nos sirven. No es lo que esperamos en la legión. Aquí solo buscamos hombres y mujeres fuertes que soporten el dolor, que sean capaces de dar su vida antes de dar alguno de nuestros secretos.

Es gracias a las torturas espectaculares que suelo implementar, que mis queridos ángeles, han llegado a respetarme, aún y con la sangre de la hueste en mi ADN.

Cuántas veces no escuché: "La hija de un traidor", "ja, ja, ja, un demonio con alas, ¿qué nos puede hacer?", "la traidora, la hija de papá", bueno, si lo pienso bien, no lo escuché suficiente tiempo.

Fue hasta que Ezra decidió entrenarme que pude dominar una daga, espadas, todo, y cuando volví a escuchar que alguien me tildaba de traidora, pues bueno, una daga en el cerebro fue más que suficiente... Nadie volvió a intentarlo, nunca más.

Desde ahí, Leibda me recogió, me puso al mando en la ciudad de Cristal, puso varías legiones a mi cargo, rápidamente me convertí en una combatiente estrella, en la más temida y la más odiada.

Pero hasta el día de hoy, las legiones que he entrenado son las mejores, nadie las supera, todos les temen y es porque tienen un entrenamiento estricto. No permito falla, a la primera y mueren.

—Se aproxima el señor Leibda. —anuncia una de las chicas Vametry,

Las Vametry son chicos demasiado sensuales, capaces de atraer el deseo de múltiples formas, vagan por la legión para servirnos, para despejar nuestras necesidades.

—Libérenlo —les indico desde el trono en el que estoy.

Y ahí está entrando, como el joven recto y nada promiscuo que es, a veces me cuestiono si de verdad es parte de la legión, ya que no se comporta con nosotros, siempre muy recto, muy pacifista. Sus alas arrastran cuando camina, su cabello rubio está bien peinado y cortado a la perfección. Esa mirada llena de tranquilidad, embargada por sus ojos miel, me sonríe. Ignora al casi muerto que arrastran dos ángeles. Van dejando sangre a su arrastre, por dios, de verdad no aguanto nada.

—Princesita —me dice, aunque sabe que odio que me diga así.

—Leibda —saludo sin pararme del trono que sé que le pertenece.

—¿Cómo has estado?, escuche que has estado trabajando con el rey de la hueste —me informa cuando llega a mi lado.

Sus labios se estrellan contra mi mejilla. Saca su mano que estaba detrás de su espalda, para darme un par de lilis blancas. Ama darme esas flores. Las tomo sin ganas. No me gusta su olor, pero lo ha hecho desde que era pequeña, así que no rechazo el gesto.

—Sí, han sido una serie de eventos —converjo.

Y él sonríe.

—¿Hay una reina? —pregunta y su mirada de cierta forma se oscurece, aunque no deja de sonreír.

—La hay —no la he conocido, porque ese día se desmayó, qué débil, por cierto, pero sé que, para este punto, ellos ya deben de estar cansados.

Él asiente, sé que intenta sonreír, pero no le gusto mi respuesta. Termina suspirando.

—¿Pasa algo? —pregunto sin ganas, porque no soy de las que se meten en los pleitos de la legión, menos si tienen que ver con los arcángeles, pero creo que es algo de interés.

Después de todo, no dejaré que dañen a Ezra.

—Tal parece que esto se pondrá muy movido, Grem —suspira con fuerza—, y deberás elegir bando.

Chantrea

¿Estoy casada?

¡¿Estoy casada con Ezra?!

¡Me acabo de casar y ni siquiera estaba consciente!

La ira me embarga, no sé de dónde saco la maldita daga, solo sé qué cargo contra él, que busco darle en su maldito pecho donde reside su tatuaje. ¿Es un idiota?

Detiene la daga con ambas manos antes de que llegue a su pecho. Bas, por su parte, está carcajeándose en una esquina. Dantia, por otra parte, está recogiendo todo lo que puso en su mesa ceremonial.

—Aunque es de mi agrado que le des una paliza que bien se merece, niña —comienza Dantia—, les agradecería que se fueran a otro maldito lado a arreglar sus problemas maritales, no quiero que insulten a mis dioses. —dice como si nada.

—¡Tus dioses me casaron sin saber!

Dantia ni siquiera me ve.

—Tú les expresaste a los dioses venir en favor de todo tu libre albedrío —continúa limpiando.

—¡Pero no sabía! —gruño.

Dantia se hunde de hombros.

—Es para que te fijes con el tipo de hombre con el que estas. —juzga ella.

—¡Un psicópata! —se ríe Bas.

—Enamorado, un hombre enamorado, es la definición correcta —agrega él.

Tengo que voltear a verlo, lo fulmino con la maldita mirada, saco mi daga de entre sus manos.

—¡Exijo el divorcio! —aclaro dándome la vuelta para salir del maldito lugar.

—Los dioses no otorgan esos menesteres. —aclara cuando voy saliendo.

¡Odio a todos!

Escuchó los pasos de Ezra venir tras de mí. De verdad, que no se me acerque porque esta vez sí acertaré el maldito golpe que le daré con la daga.

La ira bulle en mi interior con demasiada fuerza.

¡Por qué demonios hace este tipo de cosas!, ¿Acaso se cree mi maldito dueño?

De pronto sé que estoy lista para entrar en batalla, para gritarle y obtener todas las respuestas que me deben. Paro mi caminar en seco, con la ira, tomándome como su rehén y ahí está. Ezra, viniendo tras de mí, no sonríe y se lo agradezco porque si lo hiciera de verdad, que mi puño estaría en su perfecto rostro. En esa perfecta nariz.

—¿Me vas a escuchar? —pregunta como si yo hubiera sido la irracional.

Un resoplido me toma cautiva, me ahoga, quiero matarlo, de verdad quiero hacerlo.

—¿Tienes algo que decir, algo que sea verdad?, sabes, hubiera quedado de maravilla que me avisaras de la ¡maldita boda! —gruño y de verdad que mis manos hechas puño se están conteniendo demasiado.

Él resopla, sí, ¡resopla!, como si él no fuera el causante de toda esta mierda. Como si no supiera, ya que esta es su maldita idea, la idea de un psicópata. Algo en mis adentros brinca, creo que es mi corazón, de verdad no pienso hacerle caso, tampoco me voy a cuestionar por qué es que esa situación me emociona demasiado.

¿Me gusto que tomará el control?

¡No, de ninguna forma!

Tal vez un poco.

—¡Lo hice por ti! —intenta acercarse a mí.

Pongo mi mano como clara advertencia de que, si da un paso más hacia mí, de verdad lo haré arder, lo haré estallar de ser necesario.

—¿Por mí y no por tus malditos deseos? —reclamo. Tengo unas terribles ganas de gritar.

—Sí, mis deseos van incluidos, no pienso negarlo —maldito cínico—, pero lo hice por ti, lo hice porque era la única manera de obtener tu libertad y sé que estás tan malditamente asustada de que te haga lo mismo que te hizo Louis, una noticia, cariño, no soy Louis, soy Ezra, lo hice porque quería que tu libertad, quería que me eligieras con tu libertad, día y noche. ¡Actué mal, claro, carajo!, ¡pero haría lo que fuera por ti! —suspira con fuerza—. Tienes tu libertad, Trea, sé que acabamos de casarnos, pero te otorgo tu libertad. El lazo fue una mera formalidad, eres libre, Chantrea, es lo que importa.

Y el enojo desaparece súbitamente, como si me hubiera dado una pastilla mágica para controlar mi ira.

Sigo sin entender, de verdad, qué es lo que hacen sus palabras en mí de un tiempo para acá. Sé que no es coacción, él no puede utilizarla conmigo. Lucifer hace tiempo, cuando pasó lo que pasó, cuando exploté y maté a mucha gente, fue el primero en darse cuenta de que la coacción no funcionaba. Pero las palabras de Ezra... son un efervescente y un tranquilizante para mí.

—Libertad —susurro cuando mis manos tiembla.

Él hace un intento por acercarse, pero para antes de llegar a mí, está pidiendo mi permiso.

Solo levanto mi mano hacia él y Ezra la toma con devoción, sus dedos encajan con los míos... tal como una maldita novela romántica. Solo que no puedo creer que esto sea una novela romántica. Aun así, mi corazón reacciona a su toque... no sé desde cuándo, pero ahora soy consciente que mi cuerpo reacciona al suyo.

Ezra lleva su mano a un mechón de mi cabello, lo coloca con toda la paciencia y el cariño, detrás de mi oreja, sonríe con cierta ternura que me descoloca un poco más.

¿Estaba enojada?, ¿de verdad lo estaba?

—Sé que no estuvo bien mi actuar, sé que no debí engañarte, pero mantuve mi juramento hacia ti, ángel, nunca te mentiría, yo no te mentí ni te he mentido, en teoría lo hizo Bas, y puedes culparlo a él o a mí —sonríe y me quiero ahogar en sus labios—, era la única manera sin matar a Louis, así que la tome, la tome porque te deseo libre, sin ataduras ni cadenas —sus manos van a mis mejillas, me toman, me ve con esos ojos grises a los que me he vuelto tan adicta—, eres libre, Chantrea, esta boda ante los dioses solo es un medio, si no quieres estar casada conmigo, no te obligo a estarlo, porque seré paciente y esperaré a que me aceptes, a que estés de acuerdo a pasar el resto de nuestras vidas juntos.

Mi corazón entra en un conflicto cuando sus palabras resuenan en mis adentros, cuando sus labios sellan los míos, es una mezcla de palabras, emociones, sentimientos. De pronto no me siento capaz de saber a dónde voy. Mi corazón late a prisa, el miedo está ahí como una maldita sombra que acosa... se burla, ¿Cuánto tiempo hasta que él se canse de mí?

Para de besarme, su frente se une a la mía, Sonríe.

—Sé lo que esa cabecita necia puede pensar, Chantrea, solo te diré una sola cosa. —su rostro se torna serió, sus ojos no dejan de verme—, te elegí desde aquel día en ese concierto, te elegí cuando te vi en el bar, te elegí cuando te vi en aquella fiesta, te elegí hoy en la mañana y te seguiré eligiendo día, tarde y noche durante mi maldita vida —sonríe—, me ha costado tanto encontrarte y convencerte como para dejarte y quien te dejo ir, una pena, porque fue un idiota a todas luces, pero yo no lo haré. Serás mía, solo mía, hoy y siempre. —Besa mis labios de nueva cuenta—Mía mientras tú lo elijas.

Y solo necesita decir eso para tenerme de verdad.

Louis

—¡Quita tus malditas manos de ella! —grito cuando los encuentro besándose.

¡Esto debí hacer desde el primer día que supe que algo pasado!

Debí jalarla, debí llevármela tan lejos de él, donde no pudiera encontrarla.

Ezra me ve con esa sonrisa estúpida y petulante. Es ella quien voltea de a poco, viéndose divina, con esos ojos violetas que tan bien le van. Esta sonrojada, hay lagrimas acumulándose en sus ojos y sus manos, sus malditas manos están unidas. Él no la suelta y no sé ve que ella quiera que la suelte.

Mi corazón se rompe un poco más. Lo sé, soy consciente, no necesitan decírmelo. Chantrea se ha enamorado. Chantrea lo ha elegido.

¡No puedo lidiar con ella!, ¡No hoy!

—Dile a tu perrito que se la lleve, tú y yo tenemos que hablar. —digo con la voz seca.

—Lo siento, Louis, pero es mi luna de miel, oficialmente, así que si nos disculpas —se burla.

—Es mi orden —gruñe Lucifer que venía detrás de mí.

Bas se acerca todo lo que puede, estaba en la entrada de la puerta viendo todo, pero deja el papel pasivo cuando ve a Lucifer, se acerca hacia Chantrea.

—¡No me pienso ir porque esto claramente es sobre mí! —alega ella.

Lucifer no está de buen humor. Voltea a ver a Bastián con la ira bullendo en el rostro, con los ojos rojos llenos de ira.

—Ve, Trea —le pide, Ezra—, recuerda donde esta Amelia, mantenla a salvo —le pide.

Chantrea empuña sus manos, gruñe, pero aun así se acaba yendo acompañada por Bas.

Cuando nos hemos asegurado de que está lo suficientemente lejos, es que mi padre toma del cuello a Ezra.

—¡Sabes la idiotez a la que acabas de condenar a Chantrea y a la hueste! —Gruñe con esa voz infernal—, ¡¿De verdad creías que era un puto capricho de tu hermano?!

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