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Capítulo 36

Chantrea

Después de ayudar a Ezra a liberarse un poco, que él me ayudará a limpiarme el rostro, ducharnos y cambiarnos, por fin estamos bajando las escaleras, él se ha puesto unos malditos jeans grises que se le ven tan perfectos con una remera negra que enmarca su musculatura, sus ojos grises brillan como el mismísimo infierno. Y ha decidido que vayamos a juego, así que me ha dado una blusa de tirantes negros y una minifalda de mezclilla, gris. Ha dicho un millón de veces que tengo un cuerpo de dioses, y me he sentido muy feliz cada vez que lo ha dicho.

—Ya era hora —se queja Amelia cuando estamos llegando a la cocina.

Sonrío cuando veo a Amelia, pero la sonrisa se me borra cuando veo a Bastián.

—Perdona, pequeña, es solo que Trea aún tenía sueño, así que dormimos un poco. —escusa Ezra.

—Ja, si claro, como no —se burla Bas obteniendo mi mirada y la de Ezra.

Amelia lo ignora sin cuidado, da saltitos hasta llegar conmigo. Toma mi mano y me jala, dejando a Ezra y Bas detrás de mí. Pasamos a la sala que está llena de globos rosas y grises, apenas se puede pasar, pero Amelia salta entre ellos, con toda la felicidad que les dan los globos a los niños.

Aunque ella nunca me ha parecido una niña muy normal.

—Te he preparado un almuerzo de cinco estrellas, mi hermano y yo nos dimos a la tarea de investigar tus platillos favoritos. —señala la puerta de cristal que lleva a la terraza, ahí ya están Max y Halley. Sonrío porque no puedo hacer más y creo que hoy he sonreído demasiado—, te tenemos muchos regalos —me jala hacia la terraza con ella.

Ezra

Le daré todo, todo lo que quiera, todo lo que necesite, no me da miedo admitir ya todo lo que soy capaz de hacer por ella, simplemente quiero amarla, hacerla sentir amada, que sea feliz cada que pueda, que disfrute de su vida, le voy a dar todo y más. Porque lo vale, lo merece, y sé que, sin ella, esta maldita existencia ya no tendría sentido.

—¿De verdad te vas a casar con ella?

Sonrió cuando Bas me lo recuerda.

—Eres el encargado de llevarla al maldito altar y sigues preguntándolo, Bas.

—Te va a despellejar vivo cuando sepa —se ríe.

Y lo sé. Es lo que espero, pero también espero que lo acepte.

—Eso espero, Bas, eso espero —palmeo su hombro para comenzar a caminar en el mar de globos.

—¿En qué momento te volviste tan masoquista? —dice entre risitas.

Chantrea

Cuando llegamos vislumbro que la mesa está llena de fruta, de un montón de cosas dulces y comida, hay pastelitos, fruta caramelizada, panques, café, helado, carajo, todo huele de una manera exquisita y es un sí definitivamente para mi estómago.

—Ahí está la mesa de regalos —señala Amelia, una mesa al fondo con demasiadas cajas negras con moños—, todos son míos para ti —dice ella demasiado feliz.

Y otra risa se me escapa de los labios.

Halley llega a mi lado, me da un abrazo fuerte y grande que correspondo con todo el amor que le tengo. Los extraño demasiado.

—Que bien te ves así, sonriendo —me dice con esa seriedad característica—, feliz cumpleaños, Chan —se separa para darme una pequeña cajita que Amelia me arrebata de inmediato para llevarla a la mesa de regalos.

Max llega hasta mí, me abraza con mucha fuerza, me eleva en el aire y me hace volar, me sonríe con todo y dientes. De verdad lo adoro. Siento como Ezra y Bas llegan tras de nosotros, y aunque sé que Ezra no es Louis y él no se pondrá celoso, me tenso de cierta forma y Max lo entiende, me baja de inmediato.

—¡Feliz cumpleaños, Chan! —saca una caja más grande y pesada que Amelia arrebata antes de que ni siquiera pueda tomarla.

—¡Feliz cumpleaños, Enana! —dice Bas palmeándome el hombro. Le entrega a Amelia una cajita muy similar a la de Max, pero se ve ligeramente menos pesada.

Todos comienzan a tomar un lugar en la mesa, pero es Amelia quien los dirige, les dice dónde deben sentarse.

—Feliz cumpleaños, ángel —dice Ezra al tiempo que su mano se resbala y apodera de mi cintura—, este es uno de tus obsequios. Me tiende un sobre y Amelia no se lo quita—, ábrelo —me pide. Y lo hago.

Veo el papel, las letras.

—¿Qué es esto? —pregunto.

—Es tu cumpleaños —dice con esa melosidad en el tono de su voz.

Volteo para verlo con la sorpresa colmándome la vista.

—¿Qué es esto? —repito volviendo a leer el documento que tiene mi firma. ¿Cómo?

—Una clara declaración de mis intenciones —sonríe como si lo que tuviera enfrente no fuera nada.

Tomo el papel en mis manos... El papel que aclara, que su vida me pertenece, que todo lo que él tiene me pertenece.

—Es tu vida —la voz se me entrecorta.

—Una mera formalidad legal, de todos modos, ya te pertenezco —besa mi mejilla con suavidad—, soy tuyo, ángel, solo quería aclararlo.

—Ezra —lo detengo cuando se va a ir. Él voltea a verme. No lo pienso, besó sus labios con lentitud—, gracias —no era lo que quería decir, pero servirá, al menos por el momento.

Louis

Es su cumpleaños, hoy cumple 26 años. Esa es la edad en la que juraron venir por ella. Y no estoy con ella.

La veo desde lo lejos, están en la terraza de Ezra, ella ríe, Ezra la besa de cuando en cuando, le da de comer, se ríen, todos lucen extremadamente felices, todos están hablando... y me pregunto por qué yo nunca pude tener nada así.

Ezra

El rojo es el color que siempre le ha quedado mejor, carajo, se ve como toda una diosa en ese color. No sé quién eligió el maldito vestido, pero le va increíble, se amolda a su precioso cuerpo, a ese cuerpo que tanto venero. De ver el encaje en ese hermoso corsé, en su cuerpo, solo puedo pensar en que tendré que quitárselo a punta de daga. Está hecho con esa malla transparente, con el bordado de encaje que hace parecer que está pegado a su cuerpo. Se amolda a su trasero con una facilidad increíble. Camina del guante de Bas y sé que fue él quien consiguió el vestido. No iba a perder una oportunidad de verme sufrir. Si no fuera porque respetó en demasía a los dioses a los que sirve Dantia, ya la hubiera tomado en su mesa ceremonial.

—Tienes prohibido usar mi mesa ceremonial para ese tipo de cosas —me advierte en voz baja.

Río porque ya sé que lee mentes y le agradezco de vez en cuando que se inmiscuya en mi mente para que detenga el mar de pensamientos.

—Decidiste usar el rojo ceremonial —menciona cuando Chantrea ya está más cerca. Sonríe para mí—, los dioses lo aprueban.

El rojo no solo le va bien a Chantrea. El rojo es milenariamente conocido por ser el color del destino, de las almas que están destinadas a estar juntas. No por nada existe el hilo rojo del destino que te une a la persona que amas. Viene de lo que representa el rojo, para los demonios, para los ángeles, para la magia: eternidad, pasión, unión, veneración, peligro. El rojo lo es todo, y Chantrea es mi todo.

Se me hace demasiado lento como camina hacia mí, ella se ve hermosa, y sé que me va a odiar después de esto, ya asumiré las consecuencias.

—Esto parece una boda —dice mi ángel en broma cuando Bastián la deja a mi lado.

Bastián suelta una risilla divertida y toma lugar cerca de nosotros.

—Démonos prisa, ángel —le regalo un guiño de ojo. No estoy dispuesto a mentirle. No yo. Así que no pienso comentar nada. Solo lo dejaré pasar. Al final le diré la verdad.

Ella está aquí porque piensa que me ayudará con mis poderes, Bastián me hizo el favor de decirle, que necesito un poco de poder para balancear la corona, que no era necesario que lo hiciera, pero ella aceptó, acepto porque ya confía en mí y ese es mi mayor tesoro, no voy a perder su confianza, aunque esto al final de cuentas es por su propio bien.

—¿Listos? —pregunta Dantia.

Ambos asentimos.

—Ezra Morningstar —comienza Dantia—, ¿vienes aquí en uso de tu propia libertad?

—Vengo en voz de mi propia libertad —declaro.

—Chantrea De 'Ath, ¿vienes aquí en uso de tu propia libertad?

Trea asiente, toma un poco de aire.

—Vengo en voz de mi propia libertad. —declara.

Y tengo que sonreír cuando Dantia me observa por el rabillo del ojo. Se voltea para tomar la copa de plata y el listón rojo en sus manos. Voltea con ellos hacia nosotros.

—Tomen ambos la copa —indica.

Mis manos no titubean, las de ellas tardan un poco a llegar, pero la toma, sus manos sobre las mías. Sus manos están suaves y frías, tiemblan. Le sonrió y ella me sonríe a mí. De repente ya no tiembla tanto.

Dantia toma la mano derecha de Chantrea, la sujeta sobre la copa, hace un corte en su palma, la aprieta sin cuidado para que las gotas caigan a la copa, deja su mano sobre la copa y procede a tomar mi mano, hace lo mismo, el corte, arde, pero lo dejo pasar. Dantia aprieta con intensidad para que mi sangre también caiga, regresa mi mano a la suya.

—Chantrea, repite lo siguiente —pide Dantia—, Erabore pore molde seren datra maleru urobus, vele, mere, dere, ane more fore resto o me veda ane le dia venire, mi mala si yunete a la mea tua.

Lo que se traduce en lenguaje ancestral de los mismos dioses, lenguas muertas; "Juro por los dioses del destino que son testigos, venerarte, amarte, adorarte y cuidarte por el resto de mi vida, en esta vida y en las próximas, mi alma a se une a la tuya"

—Erabore pore molde seren datra maleru urobus, vele, mere, dere, ane more fore resto o me veda ane le dia venire, mi mala si yunete a la mea tua —lo dice y sella su unión conmigo.

Es mía y ya no hay vuelta atrás.

—Ezra, repite —pide Dantia.

Sonrío con suficiencia de saber qué estoy diciendo, que la estoy tomando como mía para toda la eternidad, porque eso último es un pequeño agregado que insistí en poner.

—Erabore pore molde seren datra maleru urobus, vele, mere, dere, ane more fore resto o me veda ane le dia venire, mi mala si yunete a la mea tua —repito con una sonrisa.

—Chantrea, dale a beber a Ezra —continúa Dantia.

Ella lo hace, lleva la copa a mis labios y pruebo el delicioso manjar que es su sangre mezclada con la mía.

Dantia no necesita decirme que lo haga, porque sé que debo hacerle.

—Bebe hasta la última gota —le digo cuando pongo la copa en sus labios.

Ella asiente, sus ojos comienzan a brillar con ese violeta violento. Dantia nos quita la copa de las manos, nuestros labios están cerca de juntarse.

—Sus manos —nos separa Dantia. Toma nuestras manos, las une, comienza a pasar el listón rojo por nuestras manos para unirlas.

—Bésense —ordena y lo hacemos.

Mis labios llegan primero a los suyos, siento el óxido de nuestra sangre en su boca, mi lengua recorre la suya, es una batalla. Y sé que se da cuenta cuando pausa el beso, cuando sus ojos brillan con más intensidad, cuando se separa y un maldito suspiro fuerte recorre sus labios, sale por su boca. Ya no es de él. Su alma es libre.

—Mi preciosa esposa —sonrío de oreja a oreja.

—Ezra —susurra.

Louis

El aire se me escapa cuando lo siento, siento que se va, que ya no es mía, siento la fuerza de su alma, abandonarme. Veo su aura violeta escaparse de mis dedos. La veo salir con fuerza de mi alma. El tatuaje que representaba su alma desapareció. 

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