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Capítulo 32

Chantrea

Esa orden no era la orden prevista, esa orden no estaba en el plan. Volteé a ver a Ezra con la confusión bastante perceptible.

Se escucharon murmuraciones de asombro entre los presentes. Las puertas se abrieron, todo pasó demasiado rápido, los presentes comenzaron a salir por las puertas que se abrieron para dejar entrar todo un ejército, un ejército que nos estaba sitiando. No supe exactamente en qué momento, Bastián apareció tras de nosotros, cargó en brazos a Amelia, se marchó con ella en brazos.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto en un susurro.

—Ahorrándonos problemas —dice él.

Pasó saliva cuando veo a Louis verme.

—Esto no estaba en el plan —le recuerdo.

—Ahora lo está —sonríe.

Es cuestión de segundos cuando un par de guardias armados hasta los dientes, llenos de espadas, dagas, y un montón de artefactos, toma de los brazos a Louis para hacerlo caer de rodillas.

—¡Detente ya! —ordena Lucifer.

Aprieto mis manos con fuerza, mi estómago está revuelto, estoy a punto de devolver la escasa comida que tengo en mi estómago. Yo no quiero a Louis muerto, esto de ninguna forma es parte del plan.

—¿Qué estás haciendo? —repito con la ira reverberando en mis adentros.

—Es la única manera —murmura, él viéndome solo a mí. Con esa seriedad imperturbable.

—¿Única manera? —enarco una ceja. La presión es demasiada en mi estómago, en mi pecho.

—De liberarte del trato —suelta posando sus ojos en los míos—, solo puedes liberarte si él muere.

—Ezra, esto no es parte del trato —interviene Belcebú. Ha llegado a nosotros junto con la pelirroja.

Lucifer sigue esperando abajo con la ira, quemándole los ojos. Veo cómo el fuego comienza a hacer un camino que nos rodea, que rodea a toda la sala. Los gritos sofocantes de las almas en pena se hacen presentes, las almas en forma de pequeñas presencias humeantes pasan a toda prisa por todos lados. Esto está mal, demasiado mal, se ha salido de control.

—Detén esto ya —le ordeno.

—Ezra —gruñe su madre.

Louis levanta el rostro, me ve solo a mí, niega con la cabeza, lo escucho soltar un resoplido lleno de frustración. Me ahogo, ya lo sé, sé lo que va a decir.

¡Maldita sea! ¡No!

—Reclamo traición por parte de mi contratante —me ve directamente a los ojos.

Se acabó el juego.

Louis

Las reglas y castigos interpuestos por el contratista y el contratante no tienen jurisdicción real, entran en acción si así lo pide el contratista.

Las cadenas que nos unen se hacen presentes, el grillete envuelve mi muñeca derecha, la cadena se va armando, haciendo su camino hasta el grillete que se ha forjado en el cuello de Chantrea, hasta que se unen. Esta era una carta que no quería jugar, una carta que me obligo a usar.

Si muero, moriré con ella y punto.

Chantrea comienza a bajar las escaleras sin dejar de verme, es Ezra quien la intenta detener, pero es ella la que se libera con fuerza de su agarré. Pasa al lado de Lucifer, camina hasta mí, me da la mano. Se la daría si no estuviera sujeto por estos tipos.

Porque yo siempre le daré la mano, porque pienso esperarla, porque nos amaré por los dos, si es necesario.

—Suéltenlo —ordena Ezra y los tipos lo hacen.

Caigo al piso, pongo mis manos como cojín para no llegar hasta el piso.

Chantrea se pone de cuclillas para revisar que esté bien, me cede su mano cuando se pone de pie, las cadenas chocan y hacen ruido.

—Quítame esta mierda —murmura cuando tomo su mano. Cuando me pongo de pie.

—Primero tienes que aprender lealtad —sugiero.

—¿De quién la aprenderé, del bastardo que me engaño?

Sonrío. Me acerco a su oído, sabiendo que él nos ve.

—¿No es justo lo que acaba de hacer, Ezra... traicionarte? —Beso su mejilla—, princesa.

Sus ojos violetas me ven con esa furia, con esas ganas de querer asesinarme. Tal vez algún día lo logré, pero por hoy, ella está segura. Él no la va a encontrar.

Volteamos hacia Ezra, Lucifer ya está con él, ahí arriba están Lilith, Belcebú, Lucifer y él. Ezra los está escuchando, pero no deja de ver a Chantrea, ¿tanto la ama?, no, lo de él es mero capricho, mera obsesión.

—¡Quítame las cadenas! —exige Antrea con esa furia rondándome.

—No puede retirarlas —es Asmodeo quien dice.

Ambos levantamos la cabeza hasta donde está, al lado de dos guardias en forma de gárgolas humanizadas.

¡Maldita sea!

Antrea voltea a verme más furiosa que nunca. Sus manos se han vuelto puños cuando las gárgolas caminan hacia mí.

—¡Deténganse! —ordena Ezra aventando a Lucifer y a Belcebú para bajar los escalones con toda la rapidez, poniéndose frente a Chantrea.

—Como la has sentenciado, ellos tienen que llevarla al Limbo en espera de su sentencia. —es Asmodeo quien completa.

Ezra voltea a verme con los ojos llenos de ira, su mandíbula está apretada, sus puños están cerrados, mantiene a Chantrea detrás de él como si de un león salvaje se tratara, la está cuidando, la está protegiendo.

¿Es amor?

—¡Deshazlo ya! —gruñe Ezra cuando las gárgolas están a centímetros de ellos.

—No se puede deshacer hasta el juicio.

Ezra gruñe, sus sombras intentan arremeter contra las gárgolas, pero estas las evaden como si se tratara solo del viento.

—Recuerda que están hechos para proteger a los siete, para cumplir los designios y castigos, es mejor que te quites, ellos se la llevarán.

—¡Maldita sea!, ¡¿acaso eres un estúpido?! —me grita a mí.

—Par de idiotas —masculla Chantrea.

Suelta un suspiro cansado, sale del campo de agarre de Ezra con una gracia sublime, tiende sus manos hacia las gárgolas que la capturan antes de que siquiera Ezra pueda intervenir.

Un destello gris cubre a las gárgolas, la cubren a ella hasta que desaparecen, dejando un solo chispazo de luz donde estuvieron.

Siento el dolor escapar en mi mejilla, arde, siento el sabor a óxido dentro de mi boca. Regresó la mirada para ver a un Ezra furioso que ya tiene preparado el siguiente golpe. No soy consciente en el momento en que lo evado, solo sé que lo hago. Estoy confundido, solo puedo pensar en Chantrea, en el limbo a donde la acaban de llevar. Sé que hay humanos, pero sé que no son agradables. Hay demasiadas almas. Demasiados diablos... la sal, la ceniza, el fuego, el frío. Chantrea no tiene que estar ahí. Otro golpe conecta con mi estómago sacándome el aire, sigue siendo, Ezra.

—¡Eres un idiota! —grita, ha perdido el control.

La ira se enciende cuando me golpea... o cuando me dice idiota, no lo sé, pero se enciende.

Mis manos se vuelven puños, golpeo directo a su mejilla, su piel se mueve ante mi golpe, recibo otro golpe de su parte, su pierna se mete entre las mías, desestabilizando mi cuerpo, caigo de espaldas, el golpe sordo me descoloca. Parpadeo un par de veces hasta que el pie de Ezra se estampa en mi costilla. El dolor es insoportable, está a punto de volver a patear. Es el momento en que tomó su pierna, la jalo, haciéndolo caer con la misma intensidad. No pierdo el tiempo, me subo encima de su cuerpo, golpeo con fuerza su mejilla, él rueda haciendo que mi puño se estampe contra el piso. El golpe sordo golpea mis sentidos.

Unas cadenas de fuego rodean mi cintura, me atajan, me llevan lejos del cuerpo de Ezra, otras cadenas de fuego toman a Ezra por los brazos, lo paran, lo llevan lejos. Es Lucifer, es su magia. Sus ojos rojo fuego nos ven. El fuego que ya rodeaba la sala se hace más grande, explota en chirridos. Nos cubre por completo.

—¡Basta de sus idioteces! ¡He tenido demasiado de su mierda!

—Yo no, apenas me divertía, pero que pésimos peleadores son, yo con gusto puedo darles una paliza si tantas ganas tienen —mi pequeña hermana, Gremorian, nos mira con evidente desinterés.

Suspiró.

—Ordeno que se le deje libre —Ezra gruñe.

Lucifer sonríe, niega con la cabeza.

—Tiene que esperar al juicio.

—Entonces convoca al juicio —me encuentro desesperado pidiendo aquello.

Lucifer niega con la cabeza.

Ezra suelta un resoplido, sofoca el fuego con las sombras que salen de él.

Él tampoco puede exigir que se haga el juicio, que se le libere... tenemos que esperar.

Ezra termina saliendo del lugar, camina con furia y sé a dónde va, le siguen Lilith y Gremorian, todos los demás se quedan en la sala.

—Ezra libero su magia —me avisa Belcebú y ahora entiendo por qué los ojos violetas no se van.

Lucifer gruñe, su fuego se aviva.

—¡Este tipo de idioteces son las que provocas! —Lucifer está enojado conmigo, camina hasta tomarme de mi camisa, la aprieta para subirme—, ¿tenías que seguir con esa maldita bruja?, ¿no podías alejarte de sus malditas piernas?, ¡Mira a donde te llevo ese amor! —Suelta mi camisa, me avienta, golpeo dos veces el piso antes de parar por completo, estoy demasiado cerco de la puerta—. Sí, ya aquí todos sabemos que esa maldita bruja te salvó, pero solo un maldito trabajo tenías.

—¡Yo amo a Chantrea! —me pongo de pie.

—¿La amabas cuando la engañaste? —la verdad es que no y sí.

La amaba, la empezaba a amar, pero seguía siendo Vienne, hasta que Chantrea me atrapo, pero ya no pude pararlo.

¿Por qué no pude pararlo? ¿Por qué amaba a Vienne? ¿Por qué no deseaba soltar a ninguna?

—¡Mira la maldita mierda que provocaste!

—La voy a recuperar,

—No hay nada que recuperar —es Asmodeo quien habla con esa calma que a veces tiene.

Lucifer voltea hacia él con el rostro desfigurado por la ira.

Asmodeo sonríe con todo y dientes, ladea la cabeza, se cruza de brazos, con nada de humildad, claro, ahora él tiene la información, las respuestas.

—Soy el dios de la sensualidad, de la lujuria, la provocación... el amor —me ve directamente a mí—, ellos hicieron un rito de unión, demasiado fuerte, ¿no lo notaron? —nos pregunta con ingenuidad.

—Tú tienes el poder para romperlo.

Asmodeo sonríe aún más si se pueda, lleva sus manos por detrás de su espalda.

—Podría... si alguno de los dos no se amará.

El corazón se me comprime. Se estruja, deja de latir, ¿o es mi impresión? Pasó saliva, me ahogo.

Ella no lo puede amar. No es verdad, no puede ser verdad. 

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