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Capítulo 31

Ezra

Tengo una carta de mi preciado hermano en las manos, una en donde me menciona los por menores de cómo se enteró sobre la existencia de Amelia, de cómo es que le pertenece la fidelidad de Chantrea y que espera que pueda acompañarlos en sus próximas nupcias. Así que mi ángel le dijo. Bueno, eso lo veremos en un momento.

Chantrea

La pequeña niña sonríe cuando me ve, sus ojos grises son dos joyas preciosas, tan idénticas a la de su hermano, esta niña es preciosa, su cabello rizado cae por sus hombros, por el vestido vino que Louis le ha conseguido. Se ve como cualquier niña de la realeza.

—Chantrea —me saluda.

Y la emoción re burbujea en mi estómago.

—¿Amelia? —pregunto lo obvio.

Ella asiente con una sonrisa tan cálida en los labios que es como si me regalara todo el amor del mundo.

—¿Sabes peinar? —me pregunta con el cepillo de cabello en sus manos.

Sonrío, me acerco para tomar el cepillo.

—No, pero sé lo que es tener el cabello rizado. —Me siento en el sillón frente a su cama.

Ella corre hacia mí, se sienta en mis piernas con una facilidad increíble, cierra sus pequeñas piernas, sus manos se van a su vestido, cerca de sus rodillas, comienzo a cepillar con cuidado, primero separando en secciones, teniendo todo el cuidado de no desfigurar sus rizos.

—Mi hermano me hablo de ti —comienza a decir con esa suave voz angelical que suena como un suave canto.

Sonrío cuando el corazón se me llena de cierta paz y calor.

—A mí también me hablo de ti —con ella me siento en paz.

—Dice que serás su esposa, así que eso significa que serás mi cuñada —comenta con toda la seguridad.

Una risita se escapa de mis labios. Sí, es todo lo que Ezra le diría.

—Tu hermano es demasiado mandón —comento con cierta burla.

—Lo es —asiente—, ¿lo veremos pronto? —siento cierta preocupación en su voz.

—¿Te han hecho daño? —pregunto con preocupación.

Ella niega con suavidad, teniendo cuidado de no moverse demasiado, tomando en cuenta que estoy cepillando su cabello. Me siento bien haciendo esto, es algo que me gustaría hacer mientras pueda.

—No, no se atreverían a tocarme y no exactamente por miedo a Louis, sino por miedo a mi hermano.

Sonrío y sé que el sonido de mi sonrisa me sale natural.

—¿Le tienes miedo, Chantrea? —me pregunta y noto de vuelta el tono de preocupación.

—No, Amelia, él me agrada —asiento. Ya casi he terminado de desenredar.

—¿Es así como las madres peinan el cabello de sus hijas? —ella se hunde de hombros y yo también.

No lo sé, de verdad que no sé. Mi madre cedió mi crianza a mis hermanas y empleadas en casa. De amor materno mucho no sé nada.

—No lo sé, Amelia, pero así es como lo peino yo —dejo el cepillo de un lado. Tomo el moño que tiene en su regazo.

—¿Tu madre nunca te peino? —pregunta con cierta incredulidad.

—No, aunque si le preguntas, probablemente te diga que lo hizo —suelto con toda la amabilidad que puedo.

Termino de armar los retorcidos para unirlos con el moño.

—Me agradas, Chantrea —suelta con felicidad y calidez.

—Y tú me agradas a mí, princesa —término de dar los últimos toques a su peinado—, listo.

—¿Vamos con mi hermano?

Asiento cuando ella se baja de mis piernas.

Ezra

El pequeño ángel trae alzada en brazos a mi princesa, ella está sonriente, todo va bien hasta que veo la mano del idiota de Louis en la cintura de mi precioso ángel. Voy a tener que cortarle las manos. Pero será después. Por el momento apreciaré la vista, apreciaré sus alegatos.

Louis

Entramos a la sala del trono, está el trono principal en un pedestal, es negro, está hecho de ónix, brilla por donde lo veas, tiene un respaldo alto, investido con los cuernos de los que estuvieron antes, de los que fueron con honor los antiguos reyes. Los reposabrazos son anchos. Terminan en dos ojos que se mueven y observan todo. Nunca quise el trono. Siempre se me ha hecho la cosa más espantosa. A los lados del trono, debajo del pedestal, descansan los siete tronos pequeños, con ese cuero verde que los hace ver a juego con la sala grisácea, con los estandartes que representan los siete pecados, colgados entre los pilares circulares, rellenos de calaveras. La preciosa alfombra negra se abre paso al medio del salón, dirigiendo a los siete escalones del pedestal, representando, de vuelta, los siete pecados, los siente grandes.

Cuando entramos, en los tronos, ya están en su sitio los siete. De lado derecho, se encuentra mi padre. Es el más cercano al trono, a su lado descansan Belfegor y Leviatán. De lado izquierdo, el primero es Belcebú, el que sigue es Asmodeo, después Mammón y, por último, Amon.

—Bienvenidos —dice mi padre poniéndose de pie—, un placer volver a verte, Chantrea —sonríe hacia la que será mi mujer, aprieto su cintura.

Ella no ha querido soltar a la niña desde que salimos del hotel, desde que llegamos aquí, ambas se han pegado y no he podido separarlas.

—¿Quién es la preciosa niña? —pregunta mi padre.

—Es mi hermana —contesta mi hermano.

No sé dónde estaba, ni de donde salió, pero ahí está el porte de creerse el maldito ganador. No tiene nada, no es nada. Sus ojos grises se posan en Chantrea, y ella le mantiene la mirada, llega hasta nuestro lado, le da un beso en la mejilla a su hermana, algo le dice, pero soy capaz de escuchar, ella asiente.

—¿Tienes una hermana? —enarca una ceja.

Ezra asiente cuando se aleja de su hermana y comienza a acercarse a los siete escalones.

—La tengo, padre, pero es de las últimas veces que las veras —sentencia.

Lucifer no dice nada, solo estudia a la pequeña creatura que sigue pegada a los brazos de Chantrea, ahora ha amarrado sus bracitos al cuello de Chantrea y ha acomodado su cabeza en el cuenco de su cuello, como si estuviera dormida.

—Louis, ven acá —pide Lucifer.

Y eso hago. Voy hasta donde se ha detenido Ezra. Es hora de obtener una corona.

Chantrea

Ezra lleva un traje negro con unas líneas grises imperceptibles, sus ojos destilan violencia y poder, llega a saludar a su hermana que se remueve en mis brazos. No la pienso soltar, tengo que cuidar de ella. Por el momento.

Ya no hay rastros de sangre en su ropa, su cabello negro está acomodado a la perfección excepto por ese mechón que se le escapa y termina adornando su frente.

No se ve contento y no tiene por qué estarlo.

Camina hasta posicionarse cerca de los escalones al trono, espera ahí. Louis lo alcanza, ambos lucen, como lo que son, unos malditos demonios.

—Se ha solicitado la reunión de la corte para deliberar la pertenencia de la corona, compartan sus alegatos y peticiones. —es Lucifer quien lo anuncia.

La moneda se ha echado el aire y espero ganar. De esto depende parte de mi venganza. De él depende mi venganza.

—Soy Louis Morningstar, descendiente directo de Lucifer Morningstar y Maliala Reng —lleva un pie al piso, dejando su rodilla en cierto ángulo—, vengo a solicitar el trono de la hueste demoniaca por pertenencia en línea sanguínea e intereses propios poniendo mi vida en ello para gobernar y servir al caos —recita sus votos.

Lucifer, Belfegor y Leviatán se ponen de pie, son ellos los que apoyan su alegato.

Ezra se aclara la garganta.

—Soy Ezra Morningstar, descendiente indirecto de Lucifer Morningstar, hijo natural de Lilith Morningstar —él no se inclina, solo se acomoda—, vengo a aceptar el trono de la hueste demoniaca por pertenencia directa, como dueño del caos, como hijo de las sombras y el fuego fatuo, bendecido y elegido por los cuatro jinetes del apocalipsis. —recita ante la sorpresa del público que se encuentra entre los pilares.

Asmodeo, Mammón y Amon se ponen de pie. Belcebú sigue sentado observando a todos.

Tres reyes y tres reyes de cada lado, es el momento decisivo.

La puerta se abre haciendo el típico sonido sordo de arrastrar un metal pesado, todos volteamos a la puerta. Viendo desfilar a la mujer pelirroja que me ayudo a escapar. Seguida de una rubia de cabello corto envuelta en una armadura. La mujer lleva un cojín rojo con una corona, la rubia trae un cofre en sus manos.

Cuando regreso la mirada al estrado, Belcebú ya se ha puesto de pie. Louis no tenía oportunidad contra Ezra en ningún sentido.

—Creo que ya sabemos quién ha ganado la corona —Ezra sonríe con toda singularidad.

Camina con todo el porte, destilando poder y sombras, sube un escalón, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... y ha llegado al lugar que le pertenece.

Se sienta en el trono, sus ojos grises me observan.

—Aún no puede ser nombrado rey —Louis objeta.

La mujer pelirroja ha llegado hasta Belcebú. Le otorga la corona a él y es Belcebú quien sube los escalones, se coloca por detrás de Ezra, con la corona bailando en sus manos, arriba de la cabeza de Ezra.

Lucifer no se ve contento, la furia le palpita en los ojos, Aun así, no irrumpe.

—Ante ustedes tienen a su rey de reyes, al desatador de caos, al poseedor de sombras, al bendecido; Ezra, su rey supremo —Belcebú deja la corona en la cabeza de Ezra.

Él sonríe y yo con él, lo ha logrado. Lo hemos logrado. Ladeo la cabeza. Comienzo por caminar cuando Ezra se pone de pie, cuando da la señal.

Un buen plan, sin fallo alguno.

Bajo a Amelia, ella me toma de la mano, paramos al lado de Louis.

—¿Antrea? —me pregunta. Sonrío.

Comenzamos a subir los escalones, Ezra toma mi mano cuando he llegado a su lado. Amelia se acomoda a su otro lado, un poco más atrás, como si se ocultara en sus piernas.

Ezra

Louis es un tremendo idiota que ha sido engañado por completo. Su cara es un poema, la cara de Lucifer es otro poema. Quisiera que alguien les tomará una foto.

Las personas que estaban presentes; gente importante dentro de la hueste, no deja de aplaudir con fuerzas, como si en eso se le fuera la vida. Alaban a su nuevo rey. Un rey que ya sabía que tendrían, solo que aún no lo esperaban.

Gremorian termina el rito dejando a los pies de los siete escalones el cofre que contiene una moneda de cristal y otra de plata, que simbolizan la aceptación de la legión. Lucifer no puede hacer nada.

—Lo hiciste bien —le digo al pequeño ángel que sonríe con orgullo.

—Siempre lo hago bien. —sonríe con esa superioridad. Mi maldito ángel.

—¿Te has decidido por mí? —sonrío.

No dudé ni un segundo de su plan, pero de verdad que me dio pavor no ser quien eligiera al final, aun así, aquí está. A mi lado, como la reina que pronto será. Como mi reina que ya es.

—Tienes más batallas que ganar —murmura, mientras vemos como Louis corre hacia Lucifer, como Lucifer a su vez va hacia Lilith y Gremorian—, desataste el caos, Ezra. —su voz suena melosa.

Sonrío con ganas, porque yo no lo desate, yo no tuve esta idea, esta idea es plenamente de mi pequeño ángel.

—Juega tu papel, mi rey —dice socarronamente el pequeño ángel.

—Gracias por asistir, sé dará una fiesta en mi honor el día de mañana, —sonrío y de nuevo todos vitorean. No sé si lo hagan por mucho— Por mientras, condeno a Louis a perecer ante mí por delito de alta traición al capturar a mi hermana, princesa del inframundo y a la próxima reina y esposa, bajo pena de muerte por sus delitos.

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