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Capítulo 3


Ezra

—Te dije que te alejaras —menciona con suma indiferencia. Sus manos repasan su vestido para desarrugarlo—, te va a doler un rato —comenta como si nada, guardando la daga en su vaina, perfectamente atada a su muslo izquierdo.

Vaya, esto no me lo esperaba. Increíble, esto da un giro de la trama... ¿Interesante?

Observo mi costado izquierdo, la camisa se ha comenzado a llenar de sangre. Vaya, diablos. De verdad no sé cómo me debería sentir, pero enojado, no es la emoción que estoy sintiendo ahora... porque ahora lo que estoy sintiendo es, ¿adrenalina, felicidad, ganas de besarla?

—No te di en un punto vital, pero igual ocupas unas dos puntadas, así que deberías atenderte, ahora mismo debes sentir algo de debilidad —sonríe, y siento esa debilidad—, a ver si con eso aprendes que cuando yo te digo algo, tienes que obedecerme.

—Vaya, ángel —apenas puedo hablar, me tiembla la voz—, has cometido un pequeño error —le advierto sonriendo—, te lo cobraré con creces.

—Como digas —parece aburrida.

Mis piernas tiemblan y caigo sobre mis rodillas, me desplomó en su totalidad. Veo sus preciosas piernas alejarse mientras la risa me embarga.

¿Me acaba de apuñalar?, no, no solo eso, me apuñaló y me dejo aquí tirado sin ayuda alguna... ¿Qué clase de persona es?

—¡Oh Dioses!, Ezra —esa es la voz de Bas—, ¡carajo! —se aproxima a mí, agachándose—, ¿pero qué demonios te pasó? —lleva su mano a mi herida, la gente se comienza a amontonar.

—Solo sácame de aquí —le pido viendo como la gente intenta acercarse a mí y a Bas para ayudar.

Bas voltea a ver la multitud que comienza a juntarse y sé que de reojo ve la galería.

—Estas son el tipo de cosas por las cuales Dhalin te odia —dice mientras me pasa un brazo en los hombros para ayudarme a poner de pie. Lo hago, pero con dolor.

No creo que le haya dado a un punto vital porque no me he desmayado o muerto (en teoría no puedo morir, pero si quedar inconsciente hasta recuperarme), pero duele como el demonio mismo. Y eso es mucho decir ya que mi tolerancia al dolor es alta.

—Necesitaré puntadas —sonrío.

—No es necesario —dice Bastián arrastrándome al callejón contiguo a la galería, justo donde está la puerta trasera del sitio—, usaré magia.

Niego con la cabeza con una sonrisa, no, no va a usar magia porque quiero que quede marca, quiero que cuando la vea, recuerde que ella lo hizo.

—Puntadas, dije —sonrío.

—A veces no sé cómo te consideran para la regencia del inframundo si eres todo un idiota. —él se burla.

Comienzo a reírme y eso hace que duela más.

—¿Quién te lo hizo? —pregunta cuando entramos a la bodega de la galería.

—Es mi secreto, Bas —sonrío con dientes.

—Estás demente, Ezra, ya no pases tanto tiempo con Louis o se te va a atrofiar el cerebro.

—Bueno, creo que pasaré más tiempo con mi hermanito.

Bas enarca una ceja.

—Pero, si lo odias. —Niega con la cabeza.

—Y lo hago, pero creo que debo conocerlo, más a fondo. A él y a los suyos.

—Bueno, si te interesa saber —dice Bas mientras busca el botiquín de primeros auxilios—, la gente que lo sigue dice que lo vieron comprando lencería para dama y un vestido.

Sonrío de inmediato porque esto va a ser divertidísimo.

Chantrea

Louis está sentado en el sillón rojo que tengo en mi habitación, tiene los pies cruzados y un traje que le calza perfecto en un tono oliva, el maldito se sabe vestir y lucirse. Sus manos están unidas y no deja de observarme.

Observo el vestido que está colgado cerca del espejo. Él lo escogió y lo odio. Es totalmente negro y no cubre demasiado, también se ha tomado la molestia de comprarme una tanga de encaje negro, para la ocasión.

Sé que es lo que quiere y lo voy a dejar, porque no tengo ganas de luchar. No cuando sé que conoceré a toda la hueste demoniaca, así que ahorrar energías es lo más sabio que puedo hacer por el momento.

—Hazlo ya, que llegaremos tarde —le invito.

Y su sonrisa se ensancha, sus manos toman la tanga de encaje, se agacha y las extiende.

—Mete tu pierna, amor —y eso hago—, ahora la otra —y de vuelta eso hago—, así me gusta, obediente —dice cuando comienza a recorrer mis piernas con sus dedos y el suave encaje de la tanga, termina de colocarlos en su sitio— te ves divina.

Sonrió sin ganas.

—El vestido, Louis —esto debe ser atormentador para él, porque no puede tocarme más allá de lo que se muere por hacer... después de todo él fue quien eligió.

Louis toma el vestido y hace lo mismo que con las bragas, se inclina y lo deja cuidadosamente hecho charco en la alfombra del lugar, entro en el vestido y él comienza a subirlo. Es negro y sencillo, de manga larga y con hombreras además de una tremenda apertura en 'V' que termina cerca de mi ombligo dejando mi busto casi al descubierto... pero Louis no busca que mi pecho sea visible, no, él espera que vean el tatuaje, la pequeña mariposa que se posiciona bajo mi pecho y las hojas largas de olivo que se dibujan bajo mi pecho. Es la marca de Louis. Y él quiere que lo sepan. El vestido termina con una apertura en la pierna izquierda, definitivamente es demasiado.

Cuando Louis sube el cierre, va por una gargantilla gruesa de enormes cristales blancos y azules a juego con unos aretes largos plateados.

—Preciosa —termina por decir con una sonrisa.

—Estoy lista, Louis —le sonrió.

—Vámonos entonces, princesa y harías bien en recordar tu papel, cariño.

¿Mi papel?

Río por lo bajo.

—¿Cuál papel, Louis?

—No me saques de mis casillas, Chantrea, sabes bien tu papel ante mí.

—¿Una zorra? —enarco una ceja.

—Al menos con una zorra puedo coger.

—Tú elegiste, cariño, no yo —le guiño el ojo—, pero claro, seré tu sumisa favorita.

Ezra

La adrenalina está en todo mi cuerpo, no he dejado de observar la puerta desde el sitio que he decidido tomar, justo en el segundo piso, en donde convergen las dos escaleras que llevan al majestuoso sitio donde se llevará a cabo la cena.

No puedo parar. Necesito verla ya, quiero enseñarle las dos puntadas que tengo en su honor, las mismas que cuando veo en el espejo, me retuerzo de una felicidad no sana. Cuestionaría mi salud mental, pero creo que no me interesa ser el caso de estudio que ya sé que soy.

Hay cosas más importantes: Ella.

Tendré para siempre una marca de ella en mí... y como se lo ha buscado con creces, ella tendrá una marca mía en su precioso cuerpo, aún no decido dónde, ni qué, pero lo haré. Porque este es un juego de dos.

Mis queridos familiares siguen apareciendo en sus vestidos y trajes, no somos demasiados, estamos los más importantes. Aun así, no me importa, sigo esperando por ella, por verla aparecer del brazo de ese mal nacido.

—¿Qué busca el principito con tanta intensidad? —es la voz de Désir. La amante favorita de muchos por aquí, la bruja del deseo, engalanada con el propio poder de Asmodeo.

Lleva un vestido rojo, pero no he notado más, ella no me interesa, ella no puede influenciarme, como lo hace con los demás. Ningún demonio de la hueste realmente puede influenciarme, ni ninguna bruja venida a más, pero aprecio que lo intenten.

—Bonito antifaz —le comentó sin ganas y ella lo toma a invitación para colocarse a mi lado.

—El tuyo no está tan mal, desafortunadamente tus ojos son únicos, aquí no pasas inadvertido.

Sonrío porque mi plan no es pasar inadvertido.

Bas me eligió un antifaz negro con relieves que asemejan unas pequeñas cadenas envueltas en suaves llamas distinguiéndose de entre las cadenas con un destello dorado, culmina con unos cuernos demasiado bien diseñados y casi puedo asegurar, que este antifaz es obra de su novia, pero estoy mejor sin saberlo.

Volteo por un segundo para ver a Désir, ella no deja de verme con esa sonrisilla de deseo tan molesta que casi me asquea, no es que me desagrade, en realidad, solo que sigue poniendo en acción sus poderes cada que me ve. Sé que desea que falle, que caiga en sus garras, pero eso no va a pasar. No veo a las mujeres como un juego. Las veo como lo que son, personas con armas peligrosas que pueden llevar el mundo al caos. Y Chantrea parece ser el ejemplo perfecto.

—¿Qué quieres? —le pregunto con el mayor desinterés.

—Hueles a sangre —sisea. Claro, la herida.

Les sonrió a medias. No contestaré eso.

Cuando regreso mi vista a la puerta, ella ya ha entrado, entallada en un precioso vestido negro que la distingue de entre todo y que me da mucho material para divertirme. Veo la marca de Louis dibujada en el espacio del escote de sus pechos; se trata de una serpiente en tinta negra que recorre desde su ombligo hasta el medio de sus pechos donde reside la cabeza de la serpiente con su lengua de fuera, la serpiente está envuelta por pequeñas ramas de olivo. Hay una pequeña "L" en el medio, y la sonrisa me llega de inmediato. Ella lleva un antifaz plateado con negro, de encaje que la deja en evidencia. Su cabello no está rizado como suele ser, no, ahora está lacio y de inmediato extraño sus rizos, aunque no se ve mal. Sus ojos ya no son violetas, ahora tienen un tono caramelo demasiado normal.

Louis tiene su mano en su cintura, reclamándola, se acerca para susurrarle algo al oído y ella sonríe con ternura.

Ella no es tierna, ella es salvaje.

Esto sí que será divertidísimo.

—Así que Louis trajo a la joyita de su juego —Désir se acomodo el vestido, dispuesta a bajar las escaleras para encontrarlos en el camino.

Sigo a Désir, ella voltea a verme, no es común que yo haga esto, pero deseo con ganas, ver esa carita divertida.

Ellos no tardan en encontrarnos a mitad de las escaleras, Louis mantiene demasiado cerca a la criaturita violenta, ella tiene la cabeza gacha como si fuera la mujer más sumisa. Qué maldita mentira. Y entonces sucede, este travieso angelito, me ve después de pasear sus ojos por Désir. Ella ladea la cabeza y un destello de su verdadera esencia aparece, me toma desprevenido. Uno de los lados de mi sonrisa se eleva, dios mío, que ganas de molestarla, que ganas de pasar mis manos por su cuerpo... y que mi querido hermano se entere.

Désir no tarda en darse cuenta del jueguito de miradas. Ella es la bruja del deseo, claro que debe darse cuenta.

—Bienvenida Chantrea, es un placer tenerte entre nosotros, por fin —Désir le extiende la mano y Chantrea rompe el contacto conmigo para centrarse en ella—, soy Désir —ladea la cabeza para sonreírle y Chantrea hace lo mismo.

—Chantrea —su voz suena bastante bien.

Louis posa sus ojos en mí y aprieta su agarré que tiene sobre la pequeña creatura y ella sonríe con tanta naturalidad hacia Louis que casi le creo.

—Hermano, pero qué sorpresa —Louis se acerca a mí y la lleva consigo.

Sonrío.

Chantrea sonríe, con una maldita sonrisa juguetona, agacha la cabeza, pero yo la veo. Puedo sentir sus intenciones.

—Sorpresa es lo que nos has traído el día de hoy —menciono viéndola.

Louis ensancha su sonrisa, infla el pecho tanto como puede, claro, ama ser el centro de atención. Maldito engreído. La porta como si se tratara de un trofeo. Ella es todo menos un trofeo.

—Creí que era hora de que la conocieran, después de todo, aunque quiera, no puedo guardarla solo para mí. —le da un beso en la mejilla descubierta, pero ella solo me ve a mí.

—Un placer, Chantrea —extiendo mi mano, dejando mi palma abierta para tomar su mano, y ella me la da, le propino un suave beso en su pequeña mano—, Ezra.

No puedo dejar de ver sus labios, ni su cuerpo, ni nada de ella.

—¿Eres tú el que huele a sangre? —interrumpe Louis y agradezco que saque el tema.

Asiento.

—Sí, un pequeño ángel se pasó de violenta y terminó haciéndome daño.

Louis enarco una ceja con sorpresa.

—¿Por qué no te sanaste? —pregunta con evidente interés.

Quiere saber si mis poderes han desaparecido.

—Quería algo que me recordara al pequeño ángel —le digo mirando fijamente a la belleza que está a su lado.

Désir ya se ha dado cuenta de un poco de la situación y sé que me la cobrará caro, pero disfrutemos el momento. Désir corre a colgarse del guante de Louis, le sonríe y se restriega en él.

—Tengo que contarte las nuevas —se divierte.

Él y ella intercambian miradas en donde ella asiente con una sonrisa. Él termina por continuar el camino delante de nosotros con Désir al mando.

Le cedo mi guante a la pequeña criatura violenta para qué lo tome y ella lo hace, de ese modo la tengo a mi lado.

—Con que eres la prometida de mi hermanito, ángel —murmuro y ella aprieta mi brazo.

—¿Qué diría tu hermano si supiera que me has besado? —sigue el juego.

Sonrió con todo y dientes. No es lo peor que haré hoy, ángel violento.

—Bueno, ¿y qué diría si supiera que me apuñalaste?

Ella se ríe suavemente, eso hace que Louis se voltee a verla. Le regaló una sonrisa y ella también le sonríe.

—Niñito llorón —se burla.

¿De verdad vas a jugar así?

Me río porque sinceramente no puedo hacer otra cosa.

—Solo quiero aclararte, ángel, que tú comenzaste el juego —le guiño el ojo.

Cuando llegamos Louis la está esperando a la entrada del salón, sonríe con todo y dientes y sé que para nada le agrada que esté con ella.

Louis realmente no es mi hermano, de hecho, él es un demonio natural de la hueste, hijo de Lucifer y una de sus muchas amantes. Es el personaje favorito de muchos, pero también el más desagradable para otros.

En cambio, yo solo fui investido con el poder de Lucifer, Belcebú y Amón, no soy un demonio natural, como tal, ese es otro asunto, pero fui elegido por tres poderosos que han decidido que seré uno de los gobernadores y eso ha hecho que nos llamen a Louis y a mí; hermanos. No es un lazo sanguíneo, es un lazo maldito que ellos han creado para que ninguno de los dos se haga daño, directamente.

Pero hacerle daño indirectamente es otra cosa muy distinta.

Louis toma a la pequeña cosita violenta de vuelta por la cintura, la hace pasar al comedor, mis padres y demás de la hueste, se paran para saludarla con toda la amabilidad e insolencia que cabe en ellos y ella parece entrar en el cuento de manera perfecta, con esas sonrisillas condescendientes que no parece que le vayan bien, pero lo sigue haciendo. Espero en el marco de la puerta, viendo todo el desenlace de la situación con los brazos cruzados. Ella tiene toda mi atención.

Désir se deslizo de las manos de Asmodeo para acercarse a mí de nueva cuenta.

—¿Interesado en la chica? —pregunta con ese brillito juguetón en los ojos.

Désir realmente me agrada, es solo que siempre tiene intenciones ocultas y todo lo que hace lo cobra al triple de su valor. Claro, es una bruja y un demonio, tiene que sacar ventaja.

Aunque en esta ocasión valía la pena, pagarlo.

—No es algo que te interese saber, Désir, pero necesito estar un rato a solas con ella. Hay asuntos que debo tratar con Chantrea.

A Désir le brillaron los ojos. Sabía que Désir era de las detractoras de Louis, pero también era una amante de los romances y suponía que en su cabecita ella ya se había imaginado la historia más romántica, pero esto era totalmente diferente, lo único que yo deseaba era tenerla, probarla, marcarla y punto. Nada más, porque ese angelito violento de seguro sabia delicioso y eso sí que sí, jodería tremendamente a mi hermanito.

—¿Te sirve media hora?

Asiento y ella sonríe aún más.

—Ve al baño, cariño. —pasa sus uñas por mi barbilla para después marcharse casi corriendo.

Va hacia el precioso angelito violento, la toma de los brazos y la hace girar junto a ella, dándome una vista espectacular de su perfecto y curvado cuerpo. Ella le sonríe, se sientan juntas sacándosela de las garras de Louis, tomaron asiento y comenzaron lo que parecía una amena conversación.

Abandono en el salón con la mirada divertida de Belcebú sobre mí. Creo que estaba siendo demasiado obvio.

Me lo pensaré en otro momento, hoy no.

Camino hacia el baño con toda la calma, entro al baño de damas, un lugar bastante espacioso y elegante, hay un espejo enorme y de cuerpo completo, también un sillón color beige en conjunto con un taburete, sonreí porque parecía que todo estaba listo. Camine hasta el sillón donde me senté, alcé los pies en el taburete, cruzándolos por los tobillos.

Porque así es, angelito violento, yo también sé jugar y lo sé hacer mejor que tú.

Escucho las risitas de Désir y Chantrea, parece que han conectado muy bien. Al menos Chantrea tendrá una aliada.

Désir abre la puerta del baño, no me ve, la ve a ella y ella entra.

—Lo siento, preciosa —le dice Désir cerrando la puerta una vez Chantrea entró.

Chantrea parpadeó perpleja hacia la puerta, pero en ningún segundo se asustó, solo sonrió. Dio una vuelta hacia los lavabos y entonces su mirada se cruzó con la mía. Ella sonrió.

—Vaya, el niñito llorón tiene agallas —suelta con sorna mientras se coloca frente al espejo de cuerpo completo, repasa su cabello y su vestido—, ¿Qué tramas?

Sonrió de lado mientras disfruto de su exquisita figura. Siento mi erección al pensar muchos escenarios con ella aquí, pero hoy solo quiero satisfacer una necesidad.

Me pongo de pie porque no nos queda tanto tiempo.

—Regresarte el favor, ángel —me acerco a ella hasta estar detrás de ella.

Chantrea me observa desde el espejo con esos ojos salvajes que me incitan a cualquier cosa.

Una sonrisa de lado se le escapa de manera divertida.

—¿Me vas a apuñalar? —parece incrédula.

Sonrió mientras coloco mi barbilla en su hombro derecho, acomodo su cabello a modo que mis labios besan su oído.

—No es la única forma de marcarte, cosita violenta —murmuro sobre su oído, llenándome de su aroma.

Ella intenta dar la vuelta en el justo momento que mi mano aprisiona su cintura para no dejarla hacerlo. La pego a mi cuerpo, llenándome más de su aroma.

Mi otra mano libre recorre el escote de su pierna para buscar eso que ya sé que está ahí y doy con ella, está caliente por el roce de su piel, la saco de la vaina pasándola por su pierna, termino arrojándola lejos de nosotros.

—No necesitamos armas, hoy no —ronroneo sobre su mejilla—, dime, ángel, ¿tienes miedo?

Ella sonríe.

—¿A qué debo temer? —se ríe y yo aprovecho para qué la mano que está en su cintura se aventure por la apertura de su pecho. Doy con su suave pecho, lo aprieto con fuerza, su pezón ya está levantado, lo muevo entre mis dedos con brusquedad. Ella se muerde el labio, pero no grita ni dice nada.

—A mí —murmuro con la necesidad creciente de tocarla más.

Ella se ríe y entre la risa aprovecho para jalar su pezón y por fin obtengo un gemido.

Gruño sobre su oído, porque con ese sonido, puedo jurar que el maldito paraíso existe.

—No debiste, angelito —instauro mi rostro entre su cuello, me pierdo en su delicioso aroma, me dejo llevar por lo que ella necesita, y muerdo. Su piel es tan suave que siento que necesito morder cada parte de ella para averiguar a qué sabe y si todo es así de delicioso.

—No debí, ¿qué? —reta y remueve su cadera contra mí ya endurecido miembro, ¿quiere jugar?, vamos a jugar.

Aprieto la mano que rodea su cintura para atraerla más a mí.

—Ahora que sabes quién soy, ángel, dime, ¿sabes cuál es mi poder especial?

Ella sonríe de lado, nada temerosa, desinhibida, como si me estuviera retando, esperando.

¡Carajo! La haré mía.

—Coacción, —responde ella en un dulce gemido, cuando mis labios se apoderan de su pezón endurecido, se arquea contra mí.

Definitivamente, amo más su cabello rizado, pero lacio está bien.

Sonrió ante su gemido.

—¿Lista para probar la coacción?

Ella no dice nada, pero sus mejillas están enrojecidas ya. Jala mi mano que encuentra en su pezón, la lleva a sus labios, abre su boca e introduce dos de mis dedos. Su lengua húmeda los recibe, juega con ellos.

Y mi límite llega. La volteo con rapidez. Ella sigue con esa maldita sonrisa de suficiencia que quiero arruinar.

—¿Ocupas coacción para someterme? —se burla—, ¿tan débil eres?

—Oh, ángel, —rujo contra ella. La alzo con rapidez, mis manos se instauran en su perfecto trasero, camino con ella, la subo al lavabo y ahí la dejo—, espero que de verdad te guste la violencia, porque estoy a punto de someterme.

Ella se ríe. Abro sus piernas y entro en medio de ellas, una de mi mano toma su cabello con lentitud hasta tenerlo en una coleta. Jalo de su cabello para obligarla a levantar el rostro y ella lo hace. Me apresuró a sus labios con violencia, nada de suavidad.

—¿Lista para perder el control? —gruño sobre sus labios en medio de sus piernas, estos ya hinchados.

Mi mano desocupada se aventura por la apertura baja de su vestido, mi mano siente su piel aterciopelada y caliente, no bacilo cuando llego al encaje de sus bragas, siento su humedad. Me vierto más en su boca, la consumo con mayor fuerza e intensidad. Ella atrapa mi labio al tiempo que mis dedos comienzan a hacer círculos perezosos sobre su ropa interior.

¿De verdad es la prometida de mi hermano?

Ella baja su mano hasta la mía, hace a un lado sus bragas para darme espacio, dirige mis dedos a los lados que le gustan y como un carajo, lo hago, toco su humedad, hundo mis dedos en ella y ella se comienza a mover con ellos dentro.

¡Una maldita diosa traída del mismísimo infierno!

Ella muerde con demasiada fuerza mi labio haciéndome sangrar.

—El marcador sigue a mi favor —gime, se relame los labios,

Niego con la cabeza con tanta insatisfacción, maldito ángel violento.

Introduzco los dedos más dentro sin dejar de jugar con su interior, su humedad crece y me recibe. Ella suelta un fuerte gemido.

—Shh, ángel, no queremos que nos descubran, no creo que a tu prometido le guste verte así. —mi voz sale, ronca sobre sus labios—, es hora de que te comportes, cosita violenta.

Ella se ríe, se ríe en medio del placer y de verdad que es un demonio. ¿Cómo puede hacer eso?

Mis labios hacen un camino suave, por su cuello, ella respinga ante el tacto, bajo por sus pechos y por el maldito tatuaje que la marca como pertenencia de Louis. Ella no le pertenece a nadie. Continuó el camino hasta donde están mis dedos, hincándome ante ella y ella sonríe.

—El marcador sigue estando a mi favor, Ezra —sonríe victoriosa.

Me tiene a sus jodidos pies. Literalmente.

Dejo que mis dedos sigan estimulando, ella se arquea, está explotando en placer, la siento y me siento. Mi pene está tan duro que duele con una intensidad. Pide que me hunda en ella, pero aún no.

Introduzco mi boca en sus pliegues, primero con besos para después juguetear con mi lengua en sus pliegues.

¡Carajo!, ¡sabe al mismísimo paraíso!

Apresuro mis dedos cuando ella gime más alto. De verdad nos van a escuchar si no aprende a guardar silencio. Pero me gusta, me gusta verla desbaratarse de placer.

Ella pone sus manos sobre mi cabello, lo jala, me obliga a introducirme más, pero no deja de gemir.

Jugueteo con su sensible clítoris y yo mismo estoy dudando de poder aguantar sin estar fuera de ella, pero quiero probarla más, quiero verla partirse de placer. Introduzco otro dedo y siento como se oprime por dentro, sus piernas se concentran en mis hombros, temblorosas, está llegando y no se lo voy a negar. Mi lengua rodea su clítoris y succionó, ella tiembla, siento como jala mi cabello con más fuerza y entonces siento toda su intensa humedad y con gusto relamo cada parte de ella. ¡Maldita sea!, sabe tan bien. Necesito más.

Salgo de ella con una sonrisa victoriosa.

—Después de todo, si pude someterte —presumo.

Ella sonríe, se baja del lavabo, pasa sus manos por su vestido, por su cabello, camina al espejo completo para reacomodar su aspecto, pero así ya se ve preciosa.

—¿Someterme? —Voltea a verme, se acerca con lentitud, sus labios se acercan a los míos y yo me preparo para un beso—, cuando creas que has sometido a alguien, pregúntate ¿quién tuvo un orgasmo y quién no? —me regala un guiño de ojo cuando sus dedos pasan por mi erección.

Se separa de mi cuerpo. La veo caminar a la salida.

¡Maldito ángel violento!

Ladeo la cabeza.

Dame tus bragas, ángel, un souvenir —uso coacción.

Ella niega con la cabeza, pero lo hace, se las quita con tranquilidad y las manos temblorosas. Gira y camina de vuelta hacia mí, me entrega las bragas en la mano.

—Vamos, Ezra, que es hora de que regresemos con mi prometido —y con eso, me jode de muchas maneras que no sabía que podía hacerlo.

Esta mujer está equivocada si cree que el juego se terminó aquí.

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