Capítulo 28
Chantrea
Dantia sigue caminando de un lado a otro, no ha dejado el enfado, gruñe tanto como puede y suelta algunas palabras en un lenguaje que desconozco, pero que Ezra parece conocer, aunque veo que le da totalmente lo mismo. Él sigue recargado en la pared de la cueva, con los brazos cruzados y esa jodida mirada tan malditamente perfecta y seductora. Sus ojos destellan aún en la tenue oscuridad. No ha dejado de verme con esa sonrisa de lado, con ese porte de cínico que tan bien le queda.
—Una regla, solo tenía una regla por seguir —Dantia llama nuestra atención.
Lo sé, me lo dijo y al parecer se lo dijo... pero creo que somos buenos en no seguir las reglas, en desatar el caos. Caos es lo que somos, es en lo que nos convertimos.
Jalo de la manta negra que Dantia me ha dado para cubrir mi desnudez, la amarro más con mis manos para ocultarme. No es que sienta culpa, no es que los aquí presente no hayan visto ya mi desnudez, pero, tengo, no, no tengo, solo que siento que le debo a Dantia el sentirme apenada por lo que acaba de pasar. Aunque no me sienta apenada.
Ella suelta un resoplido fuerte, cansado, harto. Voltea a ver a Ezra como si creyera que es su culpa, pero no lo es, fui yo quien lo incito, quien inicio el incendio. Tal vez debería confesarme.
—Tu tiempo para confesarte, vendrá después —me sisea, sin verme, solo viendo a Ezra, recordándome que puede entrar en mis pensamientos.
Recordándome que soy una carta abierta para ella, que no hay nada nuevo, que ella ya lo sabe.
Ezra suelta una risita, voltea esa mirada socarrona hacia mí. Cínico, poderoso, el maldito próximo rey de la hueste demoniaca.
—Ella tiene mucho que confesar —suelta con melosidad.
Enarcó una ceja siguiéndole el juego.
—¿Qué debo confesar, Ezra?
—Quien es la que me ha seducido todo este tiempo.
La risa me gana, camino hacia él, ignoro la mirada de advertencia de Dantia.
—Oh pobre, Ezra, no sabe decir que no.
Él me jala con fuerza hacia su cuerpo, choco con él, mi cuerpo vibra ante su presencia, siento su suave tacto, recorrerme por encima de la manta, sus manos grandes reclamándome como algo... que creo que ya soy. Suya.
—No te confundas, ángel, sé decir que no de todas las maneras perfectas, pero elijo darte todos mis "sí" a ti —sus labios se posan en los míos.
Sus labios se separan brusca y abruptamente de los míos. Cuando abro los ojos, él ha sido lanzado cerca de la entrada de la cueva.
Sonrío con ganas, tal parece que Dantia ya está bastante molesta. Ezra se sacude la camisa blanca, la repasa con sus manos, sus ojos grises no dejan de observarme, y de verdad creo que me he vuelto adicta a esos ojos, a esos malditos ojos llenos de oscuridad.
No puedo caer. Aunque siento que ya estoy cayendo.
—Tu gente te está esperando afuera —su voz es gélida—, ve con ellos, deja a Bastián, la enviaré con él —ordena.
El ceño de Ezra se curva, mete una mano en su bolsillo, saca su móvil para ver algo. Sus ojos se abren con sorpresa, maldice, gruñe.
—Cuídala —le ordena a Dantia.
—¿Qué pasa? —pregunto cuando Ezra está yéndose con la rapidez y la furia acompañándole.
—Lo que pasa cuando te descuidas, cuando hay una distracción en su entorno. —gruñe y la veo bastante molesta.
Camina hacia su mesa ceremonial. Toma un mortero de madera, toma un par de polvos y líquidos que no lucen bien, se ven oscuros y babosos.
Volteó hacia la puerta.
—Debo ir con Ezra —suena a pregunta, aunque es más un intento de afirmación.
—No —es seca al decirlo—, tenemos que solucionar lo que acabas de hacer.
—¿Qué hice? —pregunto caminando hasta la mesa ceremonial.
Ella está vertiendo un líquido grisáceo que tiene un aspecto horrible, pero que huele a menta.
El corazón me retumba, no dejo de ver a la entrada de la cueva, de verdad no quiero estar aquí, quiero apoyar a Ezra, necesito apoyarlo. Suspiró con fuerza. Sé que Dantia está en mis pensamientos. Aun así, sigo pendiente de la entrada.
—¿Sabes por qué prohibí que tuvieran relaciones? —pregunta sin verme, mientras sigue mezclando todo en el mortero.
Niega con la cabeza, suelta un suspiro, deja caer un poco más de esa mezcla grisácea.
—Louis te contó la verdad, ¿no?, ¿tu poder?, ¿el peligro? —deja el mortero para concentrarse en mi mirada— Lo has visto, ¿verdad?
Sus ojos blancos brillan con tanta intensidad y el sueño que tuve, donde veía a una persona con los ojos más oscuros observándome, se me muestra. Dantia está manipulando mis recuerdos.
Louis me contó la verdad, porque no le quedó de otra y porque Lucifer se lo pidió. Los dos me contaron la verdad. El poder que tengo, el ser que habita en mí... y mi cazador. Uno que dijeron que no existe.
—Lo hizo —murmuro.
—La razón por la que no podías tener relaciones en el rito ni después es porque potencia tu poder, el de Ezra —sus ojos se abren tanto como pueden, me cede el mortero—, y crea una unión de almas, has creado una unión con él, una tan poderosa que es casi indestructible, y eso te pone más en peligro a ti que él. Tienes dos opciones, Chantrea, pero recuerda que cada decisión tiene su consecuencia —suspira—; toma el contenido del mortero y la unión se deshará, no lo tomes y ve lo que sucede con esa unión.
Tomo el mortero en mis manos temblorosas.
—La decisión es tuya, Chantrea. —escuchó retumbar su voz.
Louis
—Entonces mi hermano te envió —la pequeña ladea la cabeza.
Estoy de cuclillas ante ella, para poder estar a su nivel. Su cabello rojizo cae en ondas preciosas alrededor de su cara.
Una pena que Ezra descuidará algo tan valioso.
—Ezra nunca envía a nadie, más que a Bas, así que es mejor que te vayas —me indica con esa vocecilla. No cabe duda de que es hermana de Ezra; sus ojos y esa vocecilla autoritaria.
No me gusta dañar a niños, no es mi estilo, pero a veces uno tiene que hacer ciertas cosas.
—Oh, Amelia, pero si también somos hermanos —sonrío, coloco mi mano en su cabello. Lo alboroto con suavidad. Es una preciosidad de niña.
Ella frunce el ceño.
—No eres mi hermano —deja en claro, toma mi mano para apartarla—, no me toques —ordena—, o mi hermano te cortará la mano.
La sonrisa abarca más de mi rostro, esta creatura definitivamente es muy tierna y para su desgracia ha pasado demasiado tiempo al lado del cretino de su hermano. Como Gremorian.
—Amelia, tienes que venir conmigo —le indico poniéndome de pie.
Por lo que veo, Ezra ya ha mandado más gente... o sea que se acaba de enterar de que estoy aquí. ¿Vendrá con Chantrea?
Aunque me gustaría quedarme para ver su cara cuando se dé cuenta que esta princesita ha desaparecido, no puedo.
Ella rueda los ojos.
—De ninguna manera. —se cruza de brazos, haciendo puchero.
Rasco mi barbilla, no tengo tiempo.
—Vendrás de todos modos, Amelia —sonrío, intento parecer amable.
Amelia sonríe con todo y dientes.
—¿Me piensas usar contra mi hermano? —sus ojos me observan con ese aire de superioridad.
—Eres muy lista, Amelia, así que coopera.
Ella suelta un resoplido, juro que es una niña extremadamente tierna, lástima que sea su hermana. Su punto débil. Debió esconderla mejor, protegerla mejor.
—Mi hermano te va a abrir enterito y yo voy a disfrutar viéndolo —me da su mano para que la tome.
Como dije, ya, chica lista, demasiado para su propio bien.
Tomo su mano, la jalo con cuidado, para alzarla en mis brazos, de verdad que es tierna, tiene bastante carácter y modales, pero es tiempo de irnos y Amelia va a jugar la carta que me hacía falta.
—¿Cómo vas a querer que mi hermano te destripe, Louis?
Mis ojos se abren con sorpresa, así que sabe quién soy. Esta niña bien podría ser una pequeña copia de Chantrea.
—Así que sabes quién soy.
—Soy una niña, no una estúpida —me contesta con esa frialdad tan digna de su hermano. Vaya, es una dulzura esta niña—, y la próxima vez que te quieras acercar a una niña, las paletas no son la mejor opción, solo te hace quedar como un viejo pervertido —rueda los ojos.
Ezra
—¿Dónde estabas? —grita mi querida madre. Que no se ve nada calmada.
Su cabello esta desarreglado y sus cuervos no dejan de revolotear por todos lados, van y vienen, se posan en su hombro, le susurran cosas y se vuelven a ir.
Amelia es la niña de sus ojos. Amelia es un maldito secreto. Amelia es su condena. Y la mía.
—¿Dónde está? —gruño ignorándola.
—De saberlo ya me habría hecho cargo —contesta con frialdad.
Esta fuera de sí. Ni siquiera trae su ropa de siempre, trae una simple bata, su cabello está agarrado en un burdo moño, su cara no tiene esa calma de siempre.
—¡Una maldita tarea tenías, Ezra! —comienza a reclamar lo que ya sabía qué haría—. Te advertí, carajo, te advertí del peligro de las mujeres y decidiste enredarte con una. ¿Dónde estabas, entre sus piernas?
Sus cuervos crocitan con fuerza. Están alterándose por su fuerza. Por su locura creciente. Veo el fuego comenzar a arder en sus piernas. Su poder esta fuera de control.
Estoy igual de alterado que ella, pero uno de los dos debe mantener la maldita calma y la cabeza fría. Tengo que encontrarla. Sé que puedo hacerlo, solo necesito pistas clave y mi gente ya está trabajando con eficiencia en el caso.
No podemos perder a Amelia y no podemos dejar que descubran que es Amelia.
—La tiene Louis —comenta Asmodeo, apareciendo de la nada como una mera reverberación de sonido, haciéndose presente en un parpadeo.
Y el padre del año ha aparecido.
Mi madre voltea a verme con esos ojos ardiendo en ira, camina hasta estar cerca de mí, sus cuervos la siguen.
—Y ya sabemos qué quiere, ¿no? —Me cruzo de brazos, ignorando a mi madre, viendo a Asmodeo.
—No solo ha hecho eso, sino que ha reclamado el trono como suyo y Lucifer ha apoyado su reclamo —nos anuncia.
Y eso es algo que sabíamos que pasaría aún sin Chantrea.
—Traigan a Chantrea —pide mi madre. Caminando hacia la jaula de oro donde esconde a su preciosa bestia.
—¿Qué crees que haces? —detengo su brazo. Obligándola a que me vea.
—Lo que tú debiste hacer, entregarla a quien pertenece —gruñe.
Niego con la cabeza, sonrío.
—De verdad crees que te dejaré hacerlo.
—¿Vas a ir contra mis deseos? —me reta.
—Tus deseos me importan una mierda, madre, iré a arreglar esta mierda, tú arregla las cosas con mi jodido padre —le indico.
—¡Ezra, carajo!, ¡Estás mandando todo a la mierda por ella! —reclama.
Sonrío con la paciencia yéndose de mi maldito cuerpo. De verdad que, si no fuera mi madre, ya me hubiera deshecho de ella, no es como que su papel de madre estuviera desempeñado a la perfección.
—No estoy mandando nada a la mierda.
—Pero si te ves algo blandengue, muchacho —comenta Asmodeo con esa burla implícita—, mira, tan blandengue que se han metido en tu campo de juego.
—Les voy a demostrar lo blandengue que soy —sonrío con dientes—, arreglen la mierda con Lucifer. —ordeno.
—¿Y si no lo arreglamos? —pregunta mi madre tanteando terreno.
Volteo para verlo con la paciencia, abandonando mi cuerpo.
—Revolución —contesto con sequedad—, Era lo que querías, ¿no?
Ella sonríe.
Chantrea
Bastián me ha prestado una sudadera y unos pequeños pantalones de gimnasio, le agradezco la ropa seca cuando vamos en el coche. Tiene la cara de pocos amigos y no se ha burlado de mí. Así que eso solo me indica que las cosas van a peor. De verdad espero que Ezra se encuentre bien. Sobo mi brazo.
—¿Cómo esta Ezra? —pregunto cuando acelera.
Bastián no me ve, tarda en siquiera intentar contestarme, sigue el camino como alma que lleva el diablo, no soy fanática de la velocidad, pero sé que es necesario.
—Vamos a su encuentro. —contesta con brusquedad.
—¿Él está bien?
—Tal vez si te vea deje de comportarse como un psicópata —murmura, pero es audible.
—¿Qué sucede? —odio no saber una mierda.
—Ya lo verás, espero que no seas intolerante a las vísceras y la sangre, verás mucho de eso. —Lo veo con demasiada sorpresa, ¿de qué habla? Él ahora sí observa mi rostro—, con que no lo has visto así —suelta una risa—, esto sí, que va a ser superinteresante, enana.
Mi celular suena, escucho las risas de Bastián mientras lo sacó del bolsillo de la sudadera, lo tomo para ver el mensaje, es un mensaje, es un mensaje de Louis.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro