Capítulo 26
Chantrea
Bastián lleva caminando tras de mí bastante rato y no ha dicho una sola palabra. Lo estoy llevando por círculos solo para ver cuándo me dirá que me estoy equivocando de camino, para ver cuándo se cansará y se irá, pero no lo hace, solo sigue mis pasos en silencio.
—Enana, ¿quieres que te preste un GPS? —dice por fin.
Resoplo.
—¿A qué hora te vas a largar ya? —gruño.
—Ya llegó tu preciosa cita —me contesta sin ganas.
Ahí está, Louis, caminando hacia mí, a toda prisa, ve a Bastián desde la lejanía y por la curiosa sonrisa que le otorga puedo decir que no le agrada. Detrás de él viene Halley con la cara de pocos amigos de siempre.
—Creo que no le agradas —le murmuro sobre el hombre.
—Oh, como rompe mi corazón —suelta con sorna.
Niego con la cabeza, mis ojos ruedan, me sacó los lentes de sol para poder verlo más de cerca. Louis llega hasta mí. Se inclina para darme un beso en la mejilla, pero una mano lo avienta, volteó por encima de mi hombro para ver a Bastián. Él me regresa la mirada.
—Dijo que no te tocara —musita divertido. Ruedo los ojos por enésima vez.
—Mira, pero sí es el desertor. —Es Louis quien lo dice, se quita la mano de Bastián con bastante facilidad.
—¿Desertor?
—Oh, no te lo dijo —Louis, ensancha su sonrisa.
Volteo hacia Bastián, él rueda los ojos.
—Si habláramos de todo lo que no se dice, Louis, estarías perdido —la voz de Bastián es cortante.
—¿Se van a explicar?
—Era un ángel, Chantrea, un ejecutor, a los ejecutores se nos conoce por.
No necesita decirme por qué se les conoce, lo sé.
—Por ser ejecutores del destino, de la vida misma... —había visto ya a algunos trabajar.
Son ángeles destinados a vagar por el mundo en el cumplimiento de su deber, del deber que cada ser humano tiene. Es decir, si un chico tiene que perecer a las 5:10 p.m. pero no ha salido de casa, es momento de crear una situación que lo obligue a salir, una llamada, un grito, lo que necesiten. Son los ángeles del destino, los que manipulan las líneas de la vida y los que terminan con la misma, los ejecutores.
¿Cómo un ejecutor termino como amigo de Ezra?
—Conoces las clases.
Claro que las conozco, Louis me ha preparado para conocer todo a lo que tengo que temer, todo de lo que tengo que huir. De él y de los ejecutores del destino que saben quién soy.
—La instruí perfectamente —a Louis se le infla el pecho.
—Tenemos que hablar, Louis —suelto antes de que comiencen una reyerta sin fin.
—Es a lo que ha venido —me regala una sonrisa.
—A solas —le aclaro. Esto para Bastián. Volteo para verlo—, no me importa lo que te encargo, debes esperar aquí —le gruño y ordeno.
Bas se cruza de brazos.
—Tu maldito problema —dice sin ganas.
—Si ella dice que no intervienes, no intervienes y punto —Halley no pierde el tiempo, ella es precisa, letal y tras un movimiento oculto y no esperado, lo tiene de rodillas, delante de ella, con una daga en el cuello—, lección número uno —murmura.
Sonrío. Asiento.
—Vamos princesa —me indica Louis poniendo su mano en mi espalda para guiarme dentro del restaurante.
Una vez pasada la puerta de cristal puedo observar el sitió vacío, solo algunos meseros que esperan ansiosos. No hay mesas, solo una al centro, adornada con un precioso ramo de rosas blancas, demasiadas rosas blancas. El lugar absorbe el olor de las mismas flores.
Louis se adelanta, toma el ramo de rosas blancas para dármelo.
—Tus favoritas —me dice cuando las tomo.
No, ya no lo son.
—Gracias —murmuro.
Louis mueve la silla, tomo asiento cuando llego, es ahí donde la recorre con toda la calma, me ayuda con la servilleta que coloca en mi regazo, él camina hasta el otro sitio. Toma asiento.
—¿Cómo estás? —me pregunta con toda normalidad, me cede una cartilla envuelta en un folder de piel. Lo tomo.
—He estado bien, gracias por preguntar —observo la carta—, ¿y tú?
—Oh, también, me he estado encargando de unas cosas pendientes.
—¿Cosas pendientes? —enarco una ceja dejando la cartilla sobre la mesa.
—Oh, sí, asuntos, ya sabes —sonríe.
—¿Asuntos? —vuelvo a preguntar.
Él sonríe con todo y dientes, ladea su cabeza.
—Nada de lo que te debes preguntar, princesa —comenta mientras saca la botella del cubo con hielo en el que se encuentra. Descorcha con facilidad. Derrama el contenido en las copas—, ¿lista para volver conmigo?
Suspiro con fuerza.
—Louis —es eso justo lo que he venido a tratar.
—Dime, princesa, ¿te gusta, Ezra? —Suelta la pregunta, sus ojos están clavados en el vino—, ¿o solo disfrutas del sexo? —su voz se torna fría, ahora si me observa.
Otro suspiro sale de mi boca.
—¿De verdad? —me cruzo de brazos.
—¿De verdad qué princesa?
—Vas a jugar el papel de moralista cuando fuiste tú quien me engaño, cuando fuiste tú el que rompió lo nuestro, tú rompiste nuestro amor.
Sus puños chocan con la mesa.
—¿Y por eso vas y te acuestas con cualquiera? —replica. Resopla, se bebe el contenido de la copa.
De verdad que deseaba que esto fuera una plática tranquila, algo que los dos nos lleváramos para el recuerdo.
—¿Con cualquiera? —replico con la furia hirviendo en mi maldita garganta.
—Lo haces, ¿no? Primero fue ese chico, Sam, después Max, posteriormente como se llamaba el italiano, creo que no importa recordarlo... y bueno, ahora, Ezra. ¿Cuántos más, Chantrea?
Niego con la cabeza, la ira me embarga.
—Te falto uno en la lista —agrego—, se te ha olvidado contar a Regan —le regalo un guiño de ojo—, ups —sonrío—, se me olvidaba que no supiste de él.
Louis resopla negando con la cabeza.
—Regan es mi mano derecha, es imposible.
Sonrío.
—Te quejas de mí, de los hombres que estuvieron conmigo, pero porque no hablas de quién fue el que me rompió el corazón. ¡Yo te había elegido, Louis! Te elegí, ante todo, ¡veía una maldita vida contigo! —niego con la cabeza cuando siento que mi cuerpo está temblando. Siento la magia reverberar en mis adentros, y de verdad debería esperar, pero no puedo. El dolor y la rabia están juntos—. ¡Fuiste tú el que eligió a Vienne!, pero claro, no podías soltarme, querías tenerme. No podías esperar a que me quedara sentada, esperándote a que vinieras salidito de su maldita cama, para que también te acostaras en la mía, no, yo no soy así. —Me pongo de pie porque no tiene caso seguir aquí.
—No, tú solo eres una cualquiera que prefiere a quien sea menos a mí.
La risa seca se me escapa de la boca.
—A los hombres les encanta mandar, les encanta ser ellos quienes tienen el poder, quienes pueden hacer y deshacer, pero cuando es una mujer quien lo hace, cuando es una mujer quien les da a probar de su propia medicina, de repente nos convertimos en putas —niego con la cabeza—, con todo gusto soy una puta —siseo—, pero esta puta se convertirá en tu reina.
—¿Y crees que lo voy a permitir? —me gruñe.
—¿Tú crees que te estoy pidiendo permiso?
—Si yo lo decido, te castigan por desobediencia.
Parpadeo viéndolo.
—Hazlo —lo reto porque sé que no lo hará. Y aun si lo hiciera, nadie me haría daño.
Louis se pasa el cabello por la cabeza con evidente desesperación. Suelta un suspiro fuerte.
—Te voy a esperar, Chantrea, esperaré a que recapacites, te esperaré, porque a diferencia de ti, yo te elijo todos y cada uno de mis malditos días.
Niego con la cabeza.
—No es a mí a quien eliges, Louis, la eliges a ella. Y esta conversación llego a su final.
Veo como Louis empuña sus manos, es como si quisiera decirme algo, se muerde los labios con fuerza. Niega con la cabeza y solo resopla. Me deja ir.
Cuando me doy la vuelta es a Ezra a quien me encuentro. Vaya, no tardo.
Tiene sangre salpicada por su traje gris y no tiene buena pinta.
—Ezra. —suelto en voz baja.
Él baja su mirada para verme, me regala una sonrisa o al menos un intento de ella.
—Ángel —suelta con la voz tranquila, melosa—, me ayudarías mucho si vas con Halley y le pides que suelte la garganta de Bas —sonríe con todo y dientes—, por favor, ángel —presiona sus labios contra mi frente—, tengo asuntos que tratar con mi hermano.
Suspiro con fuerza.
—No tienes nada que hablar con él.
La sonrisa de Ezra se oscurece.
—Oh, ángel, te equivocas, ¿puedes hacerme caso en esto?, por favor —parece rogar.
Suspiro ruidosamente.
—Quince minutos, Ezra. —advierto.
Él sonríe y asiente.
Ezra
¿Cómo se atrevió a llamarla?, ¿le dijo que era una cualquiera?, ¿de verdad?
Hoy no es un buen día, de verdad que no.
—Louis —suelto con melosidad.
Tomo el asiento donde estaba mi preciado ángel, Louis se sienta de vuelta en su sitio.
—Hermano.
Sonrío sin ganas.
—Tenemos algunos asuntos pendientes, Louis —agrego con diversión.
Él resopla, sirve un poco más de vino en esa copa suya, comienza a beberlo viéndome con ese asco evidente con el que solía verme desde pequeño.
—Sí, lo sé, el primer asunto es cuando me vas a regresar a Chantrea.
La risa me gana. ¿De verdad cree que es así de sencillo?
Dejo que las sombras se liberen, que se conviertan en un mar a nuestros pies, esperando por atacar, por lo que necesite hacer. Entrelazo mis dedos, lo muevo para tronarlos con fuerza. Obligo a las sombras a proyectar la mesa lejos de nosotros y eso hace, la mesa se estrella contra la barra no muy lejos de aquí.
Louis las observa con incredulidad, como si no entendiera qué está pasando. Es verdad, no muchos saben de la adquisición de mi nuevo poder.
Obligo a que las sombras lo dobleguen, envuelven sus piernas jalándolo con fuerza al piso, él alcanza a poner sus manos para no estrellar su rostro, las sombras envuelven su espalda, su pecho, lo llevan a incorporarse, de rodillas, ante mí, como debería estar. Siempre.
—Qué demonios —jalonea con la sombra.
—Shh —pido y las sombras envuelven su boca—, escúchame con atención —cruzo las piernas—, dime, Louis, ¿disfrutaste lastimando a Chantrea?, ¿disfrutaste aprender todo de ella para enamorarle?, ¿disfrutaste destrozándola? —pregunto con evidente curiosidad.
Él intenta hablar, pero claro que no puede.
Obligo a mis sombras a que rodeen su cuello, a que aprieten, atraigo su cuerpo hasta mí, dejo que su boca se libere de las sombras.
—Apuesto a que disfrutas sus gritos de placer, dime, hermano, ¿ha gemido tu nombre, no es una diosa cuando lo hace?, sabe enredarte muy bien en sus piernas, ¿no? —dice cuando las sombras dejan de apretar su cuello.
Está bien, de verdad quería ser civilizado. Descruzo mis piernas, coloco mis brazos en mis piernas, echando mi cuerpo hacia adelante. Ladeó la cabeza.
—Solo tenías que contestar unas simples preguntas, pero tal parece que sigues siendo el mismo idiota —digo con toda la calma. Suelto un suspiro—, dime, Louis, si tuvieras que elegir entre perder un dedo de tu pie o de una mano, ¿Cuál elegirías?
Él se ríe.
—No puedes tocarme.
Hago que las sombras azoten su cabeza contra el piso con fuerza, él no es capaz de poner las manos, las sombras lo regresan de las rodillas, está aturdido y ahora tiene sangre saliéndole de la nariz.
—¡Carajo, Louis! Es demasiado fácil, solo putas, contesta lo que te pregunto, no es tan difícil, sé que puedes captarlo —sonrío—, vamos de nuevo.
Louis escupe la sangre en un intento por darme, lástima, no sabe lo eficientes que son las sombras cuando voltean su rostro con brusquedad.
—Padre te castigará por esto —gruñe.
Y la risa me embarga. Yo no le tengo miedo. Ni siquiera es mi padre.
—Bueno, una última oportunidad, Louis —sonrío—, dime, dedo del pie o la mano, y me estoy viendo benevolente.
—¡Púdrete, Ezra!
Suspiró con fuerza cuando me pongo de pie, cuando obligo a que las sombras lo pongan de pie.
—¡Carajo, Louis!, solo debías contestar, pero se acabó mi poca paciencia contigo, perderás un dedo del pie y uno de la mano —sonrío.
—Ezra —reprende Bastián.
Ha venido a terminar con la maldita diversión. Porque claro, es un ejecutor y no puede permitir que intervenga en la línea de tiempo.
Louis
Observo de vuelta la carta que encontré en el vestido de Chantrea, la carta que tiene la letra de Ezra. Esperaba hacer las cosas por las buenas, pero creo que no se podrá.
Es hora de actuar. Tiro la carta al fuego.
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