Capítulo 25
Chantrea
—No necesito niñera, Ezra —alego.
Entiendo porque quiere que tenga niñera, pero por lo que sé, Daphne esta encerrada y lejos de mí. O eso creo. He evitado preguntar cualquier cosa sobre ella.
Frente a mí tengo parado a un hombre fornido, de fácil casi dos metros. Su piel olivácea hace que sus ojos verdes destaquen por mucho, su cabello mezclado entre un castaño claro y uno demasiado oscuro, terminan de dar la pinta de un veinteañero cualquiera, perdido en los excesos. Su ropa está arrugada, llena de manchas, lleva unos jeans rotos. Desencaja con Ezra. Pero fácilmente encajaría con Max, aunque Max sabe estilizar todo lo que usa.
El chico en cuestión suelta una risita, rueda los ojos y de verdad que está perdiendo demasiados puntos conmigo. Se cruza de brazos, me observa con esa burla implícita. Quiero golpearlo.
—¿Parezco una niñera, enana? —enarca una ceja mientras me repase.
¡Enana!, ¿me acaba de llamar enana?
Mis ojos se encienden. De verdad tengo que golpearlo. No lo pienso demasiado, solo lo hago, me manejo bastante bien si me dejo guiar por la ira. Así que es algo que suelo utilizar. Solo sé que llevo mi pie al suyo, él cree que solo es un pisotón, que no habrá más golpes. Le doy puntos por creerme tan inútil cuando mueve su pie, cuando cree que es imperceptible, pero justo me da el movimiento que necesito. Saco mi daga en un movimiento veloz, aprovechando que él ha decido mover más su pierna. Meto mi daga en medio de sus piernas, dejo que sienta el filo.
Le sonrió.
—¿Perdón? —sonrío.
Su sonrisa se cae, voltea a ver a Ezra con el rostro serio, Ezra solo le sonríe. Él sigue observándonos desde su silla tras su escritorio. No ha intervenido, ha permitido que se dé la interacción entre nosotros.
—No necesito niñera, no necesito a alguien como él, tras de mí. —Paso de él, viendo totalmente a Ezra quien no ha parado de sonreír.
Ezra ensancha su sonrisa, se coloca de pie, camina con toda lentitud y calma ante nosotros, llega a pasos perezosos hasta nosotros, se cruza de brazos pasando su vista de uno a otro. Él está disfrutando de todo esto.
—No es una niñera, —se acerca a Bas—, Bas —golpea el pecho del sujeto con el dorso de su mano—, es un amigo —me dice a mí. Sus ojos brillan con ese gris tan intenso que me ha empezado a gustar demasiado.
Suspiro con fuerza mientras alejo mi daga. Bas suelta una enorme bocanada de aire a modo de respiro, como si creyera que de verdad le iba a hacer daño... aunque si era una posibilidad, solo quería asustarlo. No es que vaya por el mundo atacando a todo el mundo.
Me hundo de hombros. Suelto el aire con fuerza, devuelvo la daga a su vaina. Ladeó la cabeza cuando me cruzo de hombros.
—Bastián es como mi hermano, Chantrea, crecimos juntos, puedes confiar en él, tanto como yo confió en él —me indica Ezra con cierta calma.
Bas sonríe con todo y dientes, veo cómo pasa su brazo por encima de los hombros de Ezra, cómo genuinamente lo jala hacia él, como si intentara darle un abrazo y de verdad que es una interacción algo... rara de ver. Ezra está hecho piedra entre sus brazos, pero sí, se nota el cariño, el amor.
—Resulta que si tienes sentimientos —le suelta dándole un besito.
Una sonrisa se me escapa, no me atrevo a reírme, porque no quiero que este sujeto se crea que es extremadamente gracioso.
—Tú eres la que lo apuñalo, ¿verdad? —me pregunta sin soltar a Ezra que sigue con los brazos cruzados en su brazo.
Ladeo la cabeza.
—Él no se quería quitar —me hundo de hombros.
Bas suelta una risotada bastante estruendosa. Ruedo los ojos. No estoy muy acostumbrada al ruido.
—O sea que vas por el mundo apuñalando a la gente —restriega su mejilla contra la mejilla de Ezra y él sigue sin alejarse. Pero sonríe, sonríe ante el señalamiento de que voy por ahí siendo violenta.
Resoplo.
—No ha todo el mundo, solo a los que son molestos —le corrijo.
—Te dijeron molesto —le dice a Ezra.
—Me ha dicho peores cosas —acierta Ezra.
—Ezra, creo que tienes algo mal en esa cabezota tuya, no puedes enamorarte de alguien como ella —me señala.
Suspiro, ruedo los ojos. De verdad esto me está hartando y tengo algunos asuntos que resolver con Louis y Halley para continuar aquí.
Les doy la espalda, comienzo a caminar a la puerta, me detengo cuando toco la manija, giro solo hasta la mitad para verlos.
—Un placer, Bastián —suspiro sin ganas. Abro la puerta.
Ezra se zafa de inmediato del agarre de Bastián, camina a pasos rápidos hasta la puerta para volverla a cerrar.
—Bastián va a donde vayas.
Ruedo los ojos. ¿De verdad seguirá insistiendo?
—No lo necesito, sé cuidarme sola.
—Y yo no lo dudo —toma mi mano—, pero las cosas están a punto de ponerse algo complicadas, así que me gustaría que Bastián, en quien he confiado mi vida, te ayude en el momento en que se requiera. —su seriedad y preocupación permean su voz.
Suspiro con fuerza.
—Así que tal parece que la vida nos unió, enana —sonríe desde el escritorio.
Mi ceño se frunce.
Ezra voltea a verlo con el ceño fruncido.
—Coopera, carajo —le gruñe.
Él alza las manos en señal de rendición.
Ruedo los ojos.
—Tendré que ir a atender unos asuntos, ángel, espero no demorar, demasiado —besa mi frente—. Necesito que arregles todos tus asuntos pendientes, porque estás a punto de desaparecer, ¿lo entiendes?
Vuelve a preguntar lo que se ha cansado de decirme.
Sé que tengo que desaparecer, la anciana nos lo dijo, debo estar con ella un tiempo en el que me ayudará con la magia, pero debo desaparecer momentáneamente. Lo que Ezra no sabe... es que la bruja solo me está ayudando a huir.
No soy de huir, pero después de todo, las revoluciones no se inician a plena luz del día.
—No dejes que Louis se le acerque demasiado —le advierte a Bastián—, Max irá conmigo, Halley ya está con Louis —me concede y asiento.
Tenemos que hacerlo ya.
Ezra aprieta mis labios con los suyos y yo acepto el beso.
—Cuídate, ángel, por favor —pide.
Asiento. Quiero decirle que se cuide, pero no me sale, las palabras se me atoran en la garganta, paso saliva, no soy capaz de decirle nada. Aunque de verdad, quiero.
—Nos vemos pronto —solo puedo decir en un claro susurró sobre sus labios.
Él sonríe, sé que para él eso basta.
Ezra
Max toca el timbre de la casa. Una gran casa tiene un espacioso jardín y una propiedad de tres plantas con numerosas ventanas. Está en perfecto estado, es una casa antigua, pintada de blanco. Sé nota la antigüedad y el cuidado que le han dado.
Soy capaz de imaginarme a Chantrea corriendo por los jardines, jugando con sus hermanos, tropezando, atrapando bichos, aunque también puedo ver los regaños de su madre cuando pisoteaban alguna de sus preciosas flores.
La puerta se abre, una joven chica, con el cabello agarrado en un moño perfectamente peinado, nos abre.
—Buena tarde —comienza Max—, soy el joven Max Kadhi, él es Ezra Meuric —sonríe y de verdad que puede pasar por ser un chico dulce—, tenemos una reunión con la señora De Ath.
Antes usaba mi apellido real, el que me heredo mi padre; "Morningstar", pero la gente... bueno, era un lío con la religión y todo lo demás.
La empleada le sonríe y hasta puedo notar cierto sonrojo en su mirada.
—Le informaré que han llegado —abre la puerta para invitarnos a pasar.
Camina delante de nosotros. Es lugar es sumamente lujoso, espacioso. Lleno de blanco y arte. Todo parece tan bien cuidado.
—Por aquí —indica la mujer, guiándonos a una sala bien cuidada. Los sillones son de un azul profundo, en el medio hay una mesa de cristal, al fondo del lugar hay una pequeña cantina, tiene vasos, copas, y cierto número de alcoholes en varias presentaciones y botellas—. Tomen asiento, la señora los atenderá en un momento. —dice la chica antes de marcharse.
Asiento. Observo cada uno de los detalles. Me quedó de pie, absorbiendo los detalles del sitio, las cortinas oscuras, los cuadros de arte, prefiero quedarme de pie en el que considero es un punto ciego, justo en la esquina, justo en la oscuridad, dejo que las sombras anden por el lugar, que evalúen, que oscurezcan poco a poco la habitación.
Max toma asiento de inmediato en el sillón largo, tiene esa sonrisilla de felicidad plasmada en los labios. Sé que disfruta causar dolor, que él nació con esa vena caótica que los demonios tenemos por naturaleza.
La puerta se vuelve abrir cuando Max está a punto de entrar y desde aquí la observo, una mujer de posiblemente cincuenta años se nota que ha cuidado su piel, se nota que lleva maquillaje, tiene el cabello castaño claro y sé que Chantrea no saco nada de ella, ni sus ojos ni nada, pues la mujer tiene ojos azules. Es delgada, menuda y su perfume costoso empapa la habitación. Lleva un sutil vestido azul marino con tacones, definitivamente, la delicadeza que Chantrea tiene, la saco de ella. Camina con paso airado hasta Max, lo examina, es ahí cuando otra presencia se hace presente. Es un señor que genuinamente podría ser la copia de esta mujer, así que asumiré que se trata de su hermano.
Sé que Chantrea me odiará por esto... pero es algo que no pienso permitir.
Nadie que le haga daño a Chantrea tiene permitido vivir... y estoy solucionando el cómo arreglar esas cuentas pendientes con Louis.
Max se pone de pie para darle la mano a la madre de Chantrea, cuando el hombre pasa también lo saluda.
—Es un gusto recibirte, Max —dice su madre.
—El gusto es nuestro —contesto desde atrás de ellos.
La señora y el señor voltean. Ella sonríe, él me juzga.
—A usted no lo conozco —sonríe ella.
Camino a paso lento hasta ella, el otro personaje no me interesa de nada, pero ya que se quiso involucrar, ya veremos que sucede con él sobre la marcha.
—Le presento a Ezra Meuric —Max interviene, él sigue sonriendo.
—El prometido de Chantrea —completo.
La sonrisa le embarga el rostro a la señora.
—¿Y Louis? —voltea a ver a Max.
—No importa —comento haciendo que regrese su vista a mí.
—Tomemos asiento —invita su madre. Asiento. Su madre me invita a su lado, haciendo que el señor termine en el sillón individual y Max frente a nosotros.
—¿Y dime, muchacho, Chantrea sigue siendo tan insolente? —pregunta el tipo. Y bueno, creo que ya decidí su final.
Max sonríe con ganas.
—Aarón —reprende su madre. ¿La defiende?—, disculpa a mi hermano, es que Chantrea al lado de Louis cambio demasiado, fue irreconocible para nosotros.
Y lo sé, lo que Louis hizo fue darle libertad para hablar, para pensar, es algo que le agradezco. Cuando Chantrea encontró su voz, el incendio comenzó.
—¿Por qué irreconocible? —pregunto con ingenuidad y amabilidad.
—Es una chiquilla grosera que sus padres no han sabido meter en cintura —vuelve a entrometerse el tipo y juro que está jugando con los límites de mi paciencia—, es culpa de su padre que todo le ha dado —resopla—, unos buenos golpes la hubieran hecho menos necia.
Sonrío. Este tipo está cavando su propia tumba. Y yo que pensaba dejarlo ileso. Volteó a ver a Max, él ya tiene esa sonrisilla siniestra, no deja de verlo y sé que puedo confiar en él para que lo desaparezca. Es agradable trabajar con este loco psicópata.
Ignoro al tipo.
—La verdad es que estoy aquí para saber lo que ocurrió hace tres años en la habitación de hotel donde Chantrea se quedó hospedada... ese lugar donde usted la dejó con cierto tipo —sonrío con toda calma. No estoy usando coacción. Quiero ver su reacción y la obtengo.
La veo parpadear, sonreír, no sonreír, ladear la cabeza, perder la postura, recuperarla, balbucear.
—¡Fue una fiesta inolvidable! —menciona con entusiasmo.
—Lo fue —contesto con amargura.
—Si estás insinuando que Chantrea se acostó con alguien, es lo más seguro muchacho, estás comprometido con una 'cascos ligeros', cualquiera, también, culpa de su padre.
Oh... de verdad que no quería actuar, de verdad que lo iba a dejar ir si se arrepentía, pero él no quiso cooperar. Deseaba hacerme cargo de esta situación con toda la tranquilidad del mundo, pero no pueden esperar que no reaccione cuando de quién hablan es de mi ángel.
Pero seré benevolente... solo me quedaré con su lengua.
Max lo sabe, yo lo sé. Nos paramos al mismo tiempo, él lo pone de pie sin el mínimo inconveniente. Lleva sus manos a su espalda.
Su madre no dice nada, solo sé pone de pie. Paso encima de ella para llegar al sujeto.
—¿Tienes algo más que decir de Chantrea? —pregunto con ingenuidad. Aunque sé que no luzco así.
—¡Dios!, ¿qué hacen? —su madre interviene.
—Con usted voy después —volteo a verla y ahora si uso la coacción, lo que menos quiero es ruido irrumpiendo mi labor—, quédese quieta y en silencio. —ordeno y lo hace.
—Repito mi pregunta, ¿quieres agregar algo más a tu discurso sobre mi prometida? —suspiro con calma, sonriendo como el maldito demonio que soy.
Me da gusto mostrarles el infierno que les espera.
—¡No sabes con quién te estás metiendo! —se atreve a retarme.
Max suelta una risita.
—Más bien usted no sabe con quién se metió —Max le anuncia—, ahora, ¿hay algo más que quiera decir sobre Chantrea?
—Maldita puta —escupe.
Y eso es todo. Simplemente, es todo, no lo pienso demasiado, cuando mis sombras se meten a su boca y me dan la apertura suficiente para tomar con fuerza su lengua. ¡Qué asquerosidad tener su saliva en mi mano, pero no es tiempo de pensar en eso! Jalo de ella con toda la fuerza impresa, escucho su intento de grito que muere en el intento cuando su lengua termina en mi mano, su sangre brota de su boca, se ahoga. Sus manos corren a su cuello y sus ojos están inyectados de pánico puro.
—Creo que ahora no tienes nada que decir —sonrío.
Max lo suelta y este se desploma. Creo que está muerto, tiene los ojos en blanco, no habla, no nada, solo hace un charco de sangre.
Volteo hacia su madre, ella está sentada con los ojos envueltos en horror... en miedo. Oh, es verdad, mis cuernos salieron en cuanto convoque las sombras, supongo que debe ser impactante.
Camino hasta la mesita de cristal, tomo asiento frente a su madre que no ha dejado de temblar, le dejo caer en el regazo la preciada lengua de su hermano, ella tiembla, sus ojos se abren todo lo que pueden, la veo intentar gritar, se estremece, pero no puede moverse. Patética, ella es patética. Me canse del jueguito, así que iré directo a la confesión.
—¿Usted sabía que el sujeto la iba a drogar, usted la escuchó gritar? —coacciono.
Las lágrimas le ruedan por las mejillas, demasiado tarde para el arrepentimiento. Lo hecho está hecho.
Sus labios se abren, pero tiemblan, no hay sonido. Asiente con el cuerpo temblándole. Y es todo lo que ocupo, no más. Suspiro con fuerza.
—Véame a los ojos —indico y ella lo hace—, la condeno a vivir en su cabeza, condeno a su alma, al infierno, la condeno a repetir sus terrores nocturnos, noche y día, la condeno a revivir cada error de su asquerosa vida hasta el último día de su vida —sentencio su vida.
Sus ojos pierden color, su cuerpo pierde fuerza, cae sobre el sillón, con los ojos abiertos hundidos en el terror.
Si le quito la vida, sé que Chantrea me odiará aún más, así que este es el remedio temporal. De aquí a que ella decida.
Chantrea puede incendiar el mundo entero si así lo desea. Sé que no me necesita para hacerse cargo de sus propios demonios, pero con gusto, cargaré y esparciré la gasolina hasta que ella está lista.
Siguiente parada... Louis.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro