Capítulo 24
Chantrea
Un mensaje llegó por cuarta ocasión. Estaba cansada de recibir este tipo de mensajes, ya había bloqueado estos números hasta el cansancio. Ya también había tenido varias conversaciones con Louis sobre dichos mensajes, peleas también donde él juró amarme y ser incapaz de hacerme eso. Él aseguró con todas sus fuerzas que nunca me lastimaría, que era la mujer de sus sueños, la mujer de su vida, la mujer con la que sabía que se casaría, así que no iba a tirar todo eso por la borda. Le creí.
Pero ese día los mensajes eran demasiado insistentes y llevaban una dirección. Me invitaban a comprobarlo, me daban la hora, todo.
Las cosas se dieron. Fue como si todo se acomodara. Salí temprano de la escuela, el sitio me quedaba relativamente cerca y, aunque de verdad no tenía por qué ir... porque confiaba en él... aun así, estaba frente a la habitación de hotel, con la tarjeta en mis manos. Estaba temblando, mi corazón estaba por salirse de mi pecho. La tarjeta temblaba intensamente en mi mano. Di pasos hacia atrás, porque de verdad tenía que parar. Nada tenía que hacer aquí. Todo estaba mal; aun así, volví a la puerta y deslicé la tarjeta. La puerta no hizo ruido, solo se deslizó. Se abrió... y los gemidos ensordecieron mis sentidos... Me cegaron, me hicieron caminar, me hicieron moverme, mi cuerpo temblaba, dolía, no sé qué dolía más. Mis pies se deslizaron hasta llegar a la cama... ahí estaba Louis, teniendo relaciones con Vienne, ella no dejaba de gritar mientras Louis la embestía. La chica me sonrió, gimió su nombre.
Un grito salió de mi boca. Louis volteó, ¿lloré? Sí, lloré, él volteó mientras ella reía.
¿Era verdad?, ¿Estaba viéndolo?... Él, el que juraba amarme, él que me prometió cuidar de mí. Estaba con ella, con la que fue mi amiga, su amiga.
No podía, las paredes, los muros, el castillo, todo se derrumbaba.
No sé cómo pasó, no sé qué pasó. Hice explotar los cristales del lugar, todo nos rodeó, se hizo añicos, temblaba, gritaba... lloraba.
¿Me permití ser así de vulnerable?
Viendo eso... viéndome, la herida sangra.
Louis me lastimó, Louis me perdió.
Ahí, en ese punto, lo perdí a él. Y un poquito de mí.
Ezra
—No creo que debas ver lo que sigue —comenta Dantia cuando los cascabeles vuelven a sonar.
El cuerpo de Chantrea está sobre la mesa ceremonial de piedra. Dantia me está permitiendo ver todo a través de una conexión mágica, una unión de conciencias que logró hacer al combinar las esencias, durmiéndola a ella, uniéndonos a través de una conexión de sangre. Nuestras manos están unidas y sé que es una clara intromisión, pero es necesario para que ella se libere, para que la pueda ayudar. Y ella no me va a dejar si no es de este modo.
Odio a Louis, sentí su dolor, me rompí con ella. Me perdí con ella. Descubrió el engaño, descubrió la magia... y de repente parece que tengo más cuentas pendientes que arreglar con Louis.
—Seguiré —sé que mi voz sale ronca.
Cierro los ojos de vuelta, me inmiscuyo de vuelta en su cabeza. Regreso a su realidad. Y ahí está. Lo que Max había dicho... lo que Dantia no quería que viera, lo que de verdad no debí ver.
Veo en su reflejo una Chantrea hecha pedazos, destruida, vulnerable y de verdad que me cuesta verla así, me cuesta reconocerla. Está sola, cuestionando la magia, cuestionando su vida, viendo el anillo que el idiota de Louis le dio y esa, sentada en la cama de la habitación de hotel de Chantrea, es su madre.
—Deberías volver a casa, amor —le dice. Y Chantrea tiembla.
Escucho sus gritos. Escucho su "No". Pero no lo dice.
—Tengo un empleo —uno que de verdad amaba.
Su madre tuerce el gesto, pero no dice nada más.
—¿Sabías que Chris ha vuelto a casa?
¡¿Quién carajos es Chris?!
Escucho los pensamientos de Chantrea: "el novio perfecto de secundaria y prepa que mamá siempre amó... porque nunca fue capaz de ver su verdadera cara... cuando hui de aquí, buscaba huir de él".
—No lo sabía —contesta sin ganas.
Veo como su madre se pone de pie, mientras Chantrea se desploma en la silla del escritorio, hundida en su portátil, trabajando.
Estoy viendo dos cosas, lo que Chantrea ve... y lo que no ve. Por una parte, la veo enviarle un mensaje a Louis: "Mi madre se está comportando raro... ha nombrado a Chris, ven, por favor", envía.
Y, por otro lado, su madre sirviéndole una taza de café. Camina con la taza en mano hasta Chantrea, lo desliza hasta que queda cerca de su portátil. Le sonríe con ternura.
—Te esperó en la fiesta, Chantrea —le sonríe. Justo cuando el golpeteo en la puerta las hace voltear a ambas—, yo voy —dice su madre cuando Chantrea se está poniendo de pie.
Su madre es rápida, corre a la entrada de la habitación, abre la puerta y ahí está el tipo que supongo es Chris, lleva un traje azul marino, una camisa rosa, su cabello castaño está alborotado, sus ojos cafés parecen... comprensivos. Pero siento que no lo son. Es alto, es delgado, es una porquería.
—¡Chris! —grita su madre cuando lo jala dentro de la habitación—, justo le mencionaba a Chantrea de tu regreso —pero que patético jueguito.
Chantrea se termina de poner de pie, está nerviosa, la veo teclear algo con rapidez. "Chris está aquí" envía a Louis antes de cerrar la portátil.
—Qué linda —le dice y Chantrea apenas sonríe.
—Los dejo para hablar —dice su madre palmeando el hombro del tipejo.
—¡No es necesario! —la desesperación rasga la voz de Chantrea. Da unos pasos su mamá, pasos que la acercan a él.
Su madre sonríe... la maldita le sonríe. Y termina yéndose.
La línea de los pensamientos de Chantrea me embarcan. Me estoy muriendo y ella termina de matarme.
"Mamá sabía lo que iba a pasar... mamá sabía que él llevaba somníferos consigo, mamá, ¿me escuchó gritar?"
El dolor me apuñaló, me mató, terminó conmigo.
—¿Cómo has estado, princesa? —le dice—, te he enviado varios mensajes.
Lo veo tomar la taza de café, lo veo dejar caer el polvo a escondidas. Vuelve a Chantrea para dárselo y ella lo toma en sus manos.
—Sí, he estado ocupada —le contesta y siento la rudeza en el tono de su voz.
—¿Con él? —sonríe—, vamos, bebé.
"No era la primera vez que me drogaba... pero siempre lo dejé pasar, porque cuando le conté a mamá dijo que no tenía nada de malo... o quizá no quiso prestarme atención".
Chantrea le obedece, bebe el contenido del café.
—Y mi trabajo —le contestó con fuerza.
Él soltó una risita.
—Siempre creyéndote la más importante —se burla. Va a sentarse sin ningún cuidado en la cama.
—No me creo relevante, Chris, sabes que lo que hago es importante, aunque no me importa si lo crees o no —gruñe.
—Qué boquita —chasquea con la lengua—, yo no te enseñé eso.
La irá me consume. Me deja ciego.
Veo a Chantrea tambalearse, la veo acercarse a la silla donde estaba con una terrible dificultad.
No puedo más. No puedo verlo. No puedo ver lo que es obvio.
Suelto su mano sintiéndome el más idiota. Yo le di somníferos... yo.
¡Maldita sea! Soy un tremendo idiota. ¿Pero qué hice?
El cuerpo tiembla, me deshago, me ahogo, me pierdo. Tengo tantas cuentas pendientes. Tengo reglas que respetar y un maldito protocolo.
—Louis llegó cuando todo había terminado —me dice Dantia cuando sus cascabeles suenan—, tienes que ver eso. Tienes que hacerlo, Ezra. —suena a orden.
No puedo. No puedo volver ahí, quiero ir a matar, a destrozar a todos. No va a existir alma viva que quede después de que salga de aquí. No lo voy a permitir y de verdad que me voy a divertir.
Chantrea es mi reina. Nadie la volverá a tocar. Nunca.
Chantrea
¿Por qué?
Me pregunté hasta el cansancio por qué me sentí culpable durante bastante tiempo, me encerré, me perdí... realmente me perdí. Una parte de mí se convenció de que yo lo quería, de que todo pasó porque así lo decidí. Que esto no estaba fuera de mi control. El engaño siempre funciona para evadir el dolor. Hasta que las cosas se me fueron de las manos y a Louis le tocó recoger los pedazos de lo que alguna vez fui hasta llegar a lo que me convertí.
Estaba rota, dolida; primero el amor que perdí, la magia que conseguí... y después me destrocé. Me autodestruí.
Y desnuda, en ese maldito baño, con mi cuerpo temblando, con las lágrimas cayendo por mis mejillas, con los sollozos que no dejan de salir, con la sangre embarrada en mis manos, con su cuerpo inerte frente a mí. Sus malditos ojos me veían, la sangre, la sangre me llenaba hasta los dedos.
Lo maté. Yo lo maté. ¿Cómo lo maté?
No sé en qué momento, Louis, está en frente de mí, no sé en qué momento me toma en brazos, escucho sus llantos... se mezclan con los míos. Me ayuda, me limpia, me cubre, me protege.
Veo a algunos hombres hacerse cargo del cuerpo. Los veo pasar. Hablan algo con Louis, pero soy capaz de entender.
—Chantrea —siento su mano en mi mejilla. Me ayuda a medio incorporarme en la cara—, me estoy haciendo cargo.
Lo sé.
—Hagámoslo —me sale con la voz rota.
Mi vida de verdad no tiene ningún sentido. Ya no.
Louis abre los ojos con sorpresa.
—¿De qué hablas? —niega con la cabeza.
—Del trato que quieres, del poder que me vas a otorgar. —se me quiebra la voz.
El trato. El trato donde nuestras vidas se unían. Dónde le daba mi alma, donde me convertía en su esclava. A cambio de poder, a cambio de volver a mí.
Ojalá no hubiera tomado esa decisión, ojalá hubiera entendido que mi poder no dependía de Louis, que yo ya lo tenía, que era mío. Me engañó y yo le creí.
Ezra
Louis la engaño en mil formas... y lo logró. Él se debió negar, él no debió permitir que le entregará su alma. Pero lo permitió. Firmo el trato.
Me duele todo, me duele el cuerpo, la cabeza, el alma, la puta vida.
Quiero matarlo. Quiero matarlos. Necesito matarlos.
El siguiente escenario es unos días después, en un centro comercial, donde su magia se sale de control. ¿Está ebria y drogada? No lo sé, pero no se ve bien, en absoluto se ve bien, está lastimada, herida. Está buscando apagar sus demonios. Lo sé porque estuve ahí. Pero uno nunca los apaga, simplemente aprendes a hacerte amigo de ellos, se convierten en cómplices, pero siempre están ahí, recordándote quién eres, de dónde vienes y a dónde no tienes que regresar.
Ella merecía hacer eso, el mundo le había fallado, todo ¿Por qué?, ¿por la magia?, ¿Por el deseo, el poder?
Louis siempre ha sido el peón perfecto. Sé que todo fue comandado por nuestro padre. Por eso que ellos saben.
De ese modo, Chantrea, envuelta en ira, bajo los efectos de algo, rompió el cuello de un hombre que la intentó tocar... asfixió con su magia, otro que intentó golpearla para sacarle al hombre que tenía en las manos, uno más cuando creía que porque era una mujer podría someterla. Y así, su magia se convirtió en una onda de destrucción que mató, asfixió y torturó a tantos como pudo.
Mi ángel.
Y agradezco que la única vez que Louis desafío a nuestro padre, fue por ella. Fue cuando él la llevó a un centro psiquiátrico, cuando durmió su poder. Cuando la interno. Cuando la ayudó a rearmarse.
¿Demasiado tarde o momento correcto?
Chantrea fue una víctima, cayó al piso, al fondo más oscuro, pero con ayuda de especialistas, de ella misma, luchó con uñas y dientes para convertirse en lo que es. Mi ángel, tan fuerte, tan indestructible, mi guerra, mi TODO. ¿Qué si se merece el mundo entero? Sí, eso y más.
—¿Puedes deshacer el pacto? —pregunto abriendo los ojos. Con la rabia quemando mi vida, mis ojos.
Dantia continúa pasando sus cascabeles por todo el cuerpo de Chantrea.
—No, y lo sabes, el alma es lo más valioso que tenemos, una vez puesto en venta, no hay manera de desterrar el pacto... al menos que.
No la dejo terminar porque lo sé.
—Al menos que uno de los dos muera —complemento.
Si ella muere, su alma pasa a manos de Louis, si Louis muere, su alma es libre.
—¿Para qué necesitan su alma? —porque ya entendí que es algo valioso.
Veo la sonrisa de Dantia. Aplaude dos veces y los ojos de Chantrea se abren de golpe.
—No puedo intervenir en el destino que está escrito, Ezra, son mis reglas —me dice ella.
Los ojos de Chantrea están ahogados en lágrimas y tienen ese brillo violeta.
Paso mi dedo con suavidad por el nacimiento de sus pestañas para retirar las lágrimas.
—Tranquila, ángel, estás segura, estás conmigo. —le murmuro con suavidad. Ahogo el enojo, mi venganza va después de garantizar que esté bien.
—Ezra —susurra con la voz rasposa. Soy esclavo de su voz, de toda ella.
Sonrío.
—Dime, ángel —beso su frente con cuidado.
—Abrázame —pide y ni siquiera necesita pedírmelo, pero se lo agradezco—, ¿lo viste? —pregunta hundida en mi pecho. Agacho mi cabeza para besar su cabello.
—Lo vi —no le pienso mentir.
Escucho su suspiro tembloroso.
—Estoy bien —me garantiza.
—Lo sé —acaricio su cabello.
—No quiero un trato diferente —pide. Y me roba la risa.
Acomodó su cabello, la alejo un poco para que me vea, beso su frente.
¿Cuántas veces me he inclinado ante esta mujer?
Ya perdí la cuenta, pero vuelvo a quedarme de rodillas ante ella.
—Y no lo tendrás, Chantrea, quieres guerra, eso tendrás.
Ella sonríe. Ella tiene que elegirme. Debe hacerlo.
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