Capítulo 22
Ezra
Entro como alma que lleva el maldito diablo, no supe cómo me esfumé del inframundo y como aparecí aquí, no supe si alguien más vino conmigo, solo sé que nunca es alentador ver tanta sangre en la alfombra de nuestra sala. De la que se supone es nuestra maldita casa. Tomo todo el aire del mundo.
Mi vista se centra en Chantrea, está en el suelo, llena de sangre, su camisa blanca, más bien, mi camisa blanca y sus pantalones de mezclilla están llenos de sangre. Ella no debería estar llena de sangre, maldita sea. Aquí sé que fallé como su cuidador.
Ya me castigaré por eso.
Louis está en su regazo, Chantrea tiene sus manos alrededor del cuchillo clavado bajo el pecho de Louis, sujeta en un intento de parar la sangre. Pero ese cuchillo. Ese maldito cuchillo no es normal, ese filo cristalino y rosado... es piedra ígnea, ¡Maldita sea!
Chantrea voltea a verme con confusión.
—No reacciona —me dice con la voz temblorosa—, no reacciona, pero debería.
Si porque los demonios no podemos morir por un simple cuchillo, no perdemos la conciencia, al menos que el cuchillo este envenenado, sea de piedra ígnea y creo que la cosa que tiene clavada es piedra ígnea. Y sé que Chantrea tiene una daga de piedra ígnea.
Escucho los lloriqueos desde la cocina, y ahí de pie, llorando, con las manos tapándole el rostro y las lágrimas cayéndole por las mejillas.
¿Cómo termino el maldito cuchillo en Louis?
¡Ella! ¡La maldita de Daphne!
—Tendrás que ayudarme —le indico a Chantrea concentrándome en esto.
Ella asiente. Todo sería más sencillo si lo dejará morir, pero sé que Gremorian y Chantrea no me lo perdonarían.
Otra jodida cosa que hago por ella. El pequeño ángel está acumulando una cuenta terriblemente grande.
—Voy a sacar el cuchillo —le digo—, no lo puedo dejar o el veneno lo matara —ella asiente—, pero deberás apretar la herida tanto como puedas. Y por favor no te sueltes del cuerpo —tengo que llevarnos al inframundo.
Ella asiente. Convoco las sombras que ya se me dan cada vez más fácil. Tomo el cuchillo cuando volteo hacia Daphne.
—Te quedas de rodillas, ahí —la coacciono.
Y ella lo hace, termina de rodillas. ¡Es un maldito dolor de cabeza!
Jalo del cuchillo y este sale, la respiración de Louis regresa, da un respingón, pero no despierta. Chantrea coloca sus manos encima de la herida y sé que está apretando, pero también sé lo resbalosa que es la sangre.
Pongo mis manos encima de las suyas, aprieto y nos muevo, nos deshago en el fuego fatuo que nos consume, para hacernos aparecer en la sala donde estaban mis padres. Por fortuna, ahí siguen.
—¡Ezra, que demonios! —es mi madre la que reacciona primero.
—¡Rápido! —exijo— usaron piedra ígnea —le comento a mi madre cuando se hinca a mi lado.
—Quita tus manos, Chantrea.
Chantrea no lo hace, sigue viendo sus manos llenarse en sangre.
—Chantrea si no lo haces, no podré salvarlo —le indica mi madre, pero ella no lo está escuchando. Sus ojos comienzan a tornarse violetas—, no, no, no —mi madre intenta sacarle las manos de encima.
¿Qué está pasando?
Lucifer esta atrás de mi viendo, viéndola.
Y yo veo como Louis abre los ojos de golpe. Su respiración regresa de golpe, sus ojos están inyectados con el rojo sangre.
—Llévatela —me ordena mi madre.
Me paro abruptamente, camino hasta donde está, paso mis manos sobre su cintura, sobre sus brazos, la sujeto con fuerza para apartarla.
—¡Maldita sea! —gruñe mi madre.
¡Qué, qué, qué!
Lucifer toma mi lugar, veo como pasa la mano por la sangre, por la herida de Louis. Sus ojos se llenan de sorpresa. Veo como sus manos tiemblan encima de Louis.
—¿Está bien? —pregunta Chantrea.
Louis tose, sus ojos poco a poco se tornan verdes, lo sé porque desde hace rato está volteando hacia nosotros. No deja de ver a Chantrea.
Mi madre y mi padre se lanzan miradas cómplices, mientras ven todo.
¡Suficiente de su estúpido secretismo!
Dejo a Chantrea para ir hasta ellos, y ver lo que yo no alcanzaba a ver: La herida está cerrada.
¿Cómo?
—¿Lo hizo ella? —pregunto.
Ellos no tienen que decirme nada. No lo pudo hacer mi madre porque no tiene ese poder... y Lucifer, bueno, aunque se lleva bien con la muerte, tampoco es su rubro.
Pero lo que se sabe de las descendientes de Alexandria es que solo ayudan a aumentar la magia, no hay más...
¡Maldita sea! ¿Es por eso por lo que mi coacción no funciona con ella?
—¿Puedes coaccionarla? —le pregunto a Lucifer.
Chantrea parpadea con extrañeza. Louis está respirando con normalidad, tanto que ha comenzado a moverse.
—No —responde mi padre.
Chantrea se queda donde la deje, no se mueve. Es Louis el que se sienta, soy yo quien va hacia ella. Absorbo su mirada. La mantengo para mí. Ya no está el violeta, ha vuelto al color marrón.
—¿Ella te intento atacar? Y no me mientas, ángel —pido.
Y ya sé la respuesta. Pienso matarla.
—¿Fue Daphne? —mi madre voltea a vernos.
—¿Cómo esta Louis? —pregunta mi ángel.
—Estoy bien —contesta él.
Louis
Me veo en el espejo una vez más, la herida no está ahí, no hay un solo rastro de ella, paso mis dedos buscando algo, un relieve, lo que sea, pero no hay nada, solo la sangre seca que no me he podido lavar.
El arma que uso esa mujer es un arma diseñada para acabar tanto con demonios como con ángeles y en teoría, su uso está prohibido, en teoría, nadie debería tener algo así en su posición, aunque después de todo ella viene de la legión. Y no son dados a seguir las reglas.
El poder de Chantrea ha crecido. Paso saliva con fuerza. Si su poder sigue creciendo, si se hace perceptible, vendrán por ella. Él vendrá.
¡Estoy fallando!, ¡tengo que recuperarla!
—Su poder ha aumentado —es Asmodeo quien lo dice.
Asiento.
—Si sabes cómo funciona su poder, ¿verdad?
Mis manos se vuelven puño. Volteo para verlo. Dejo caer mi cabeza al lado.
¡Claro que sé! Porque yo sé todo de Chantrea.
—¿Entiendes lo que significa? —sonríe burlonamente.
¡No, no, no!
La puerta se abre, es Chantrea quien entra, viene sola, aún está llena de toda mi sangre. Ve a Asmodeo, y ella solo lo saluda con un asentimiento de cabeza.
¿A quién vera cuando ve a Asmodeo?
—Podemos hablar —pregunta.
A eso había ido cuando la loca intento atacarla. Daphne de verdad que sello su propio destino. No debió ser tan imprudente.
En cuanto Ezra supo que el ataque en efecto había sido para Chantrea, terminó yéndose, dejo a Chantrea al cuidado de su madre y varios de sus abanderados. Es decir que no se la jugó, la protegió de verdad. Le dijo que vendría por ella. Chantrea no le dijo nada, él solo se fue y ella solo me veía a mí.
Asmodeo se levanta del sillón en donde estaba, suelta un suspiro largo, se estira como gato, para terminar, caminando a la salida.
—Cuidado con tocarla —me advierte Asmodeo—, Ezra no te lo perdonaría.
Y la mirada de Chantrea se enciende como fuego. A Chantrea no le importa en lo más mínimo demostrar su desagrado a quien sea. Asmodeo se ríe, palmea su hombro, termina yéndose. Chantrea cierra la puerta cuando él se va. Vuelve a voltear, a posar sus ojos en mí.
Me salvó y yo no he podido hacer lo mismo.
—No debiste meterte —me reprende—, pude haber manejado mejor el asunto de lo que tú lo hiciste.
Una risita me sale, porque creo que puede ser cierto. De hecho, yo también pude manejar mejor el asunto, pero la piedra ígnea es difícil de manipular.
—Quería salvarte —me hundo de hombros, ella niega con la cabeza, suelta un suave resoplido, sé lo que va a decir cuando abre la boca así que no la dejo—, ¿cómo te trata Ezra?
Chantrea suspira.
—No hemos podido hablar de ese asunto. —recarga su espalda en la puerta. No deja de verme.
—¿Me darás escusas? —pregunto cuando camino hacia ella.
—No, no hay escusas —suelta fuerte y claro.
Otra risa seca abandona mis labios.
—¿Te he perdido, Antrea? —acorto la distancia entre ambos, tomó un mechón de su cabello, lo coloco tras su oído.
Chantrea no contesta. Solo me ve.
—Nos perdimos hace mucho —suelta con una sonrisilla seca, oscura.
Niego con la cabeza.
—Te equivocas, Antrea, yo nunca te he soltado —murmuro cuando la atrapo en un abrazo—, y no te pienso soltar —susurro en su oído.
Ezra
Así que ese psicópata si sirve de algo. Max está brincando cuando acomoda en la barra de la cocina su estuche con distintos tipos de cuchillos y armas filosas, las trata con todo el cuidado del mundo, hasta les susurra algo, no he prestado atención.
Daphne sigue de rodillas donde la deje. Sus piernas están rojas por los intentos de ponerse de pie. Pero la coacción es poderosa, la coacción que tengo no se desvanece.
—No me gusta que toquen a las personas que quiero, en general no me gusta que ni hablen de la persona que quiero —Max juguetea con una daga que parece más que nada una aguja.
—Levántate, Daphne —le indico, la coacciono—, no te muevas —ordena.
Max se acerca a Daphne, quien solo puede mover sus ojos, sigue a Max que se acerca con aquella daga.
—Dime, Daphne, ¿Qué te hizo creer que podías atacar a Chantrea?
Daphne lloriquea, se intenta mover, pero claro que no lo logra.
Max clava la aguja en su brazo cubierto por la tela de su camisa, el corte fue demasiado fino, comenzó a hacerla sangrar. Me gusta esa arma, es práctica, pequeña y demasiado filosa. Sigue el corte hasta su muñeca. Su brazo tiembla, la sangre no deja de salir. Grita por el dolor.
—Ups, creo que esta era la daga que tenía veneno —la ve como si buscará alguna señal de que se equivocó.
Sonrío. Está loco. Me sirve y, sobre todo. Se nota que quiere a Chantrea.
—Estoy esperando tu respuesta, pero como veo que no eres capaz de hablar —suspiro con fuerza—, ¿Por qué atacaste a Chantrea?, contesta.
Ella tiembla. Sigue llorando.
—Ella se lo merecía, ella se quiere quedar contigo cuando eres mío.
La risa me roba todo, sale retumbante de mi boca, la paciencia se me agota.
—¿Qué soy tuyo? —no puedo parar de reír—, ¿te crees merecedora de mí?, una porquería como tú —suspira con fuerza—, vaya, con razón dicen que soñar no cuesta nada.
Max me observa con cierta sorpresa en la mirada. Sonríe.
—Pero grábate esto en la cabeza, Daphne —le quito la aguja a Max de las manos, se lo clavo en la muñeca, ella grita de dolor, la sangre no para de salir—, si le pertenezco a alguien es a Chantrea... y si tú te atrevas a intentar algo más, Daphne, la siguiente cortará tu cabeza.
Max suelta una risita cuando Daphne se desploma.
—De verdad tiene veneno —dice observándola en el piso.
Yo estoy camino a servirme un vaso de brandy.
—¿La dejaras morir?
—Déjala sufrir —le indico tomando el contenido del vaso por completo—, no la dejes morir, voy por Chantrea. —indico dejando el vaso para comenzar a irme.
—Ezra —me detiene Max. Volteó a verlo—, hay alguien a quien si deberías matar —suelta jugando con otra arma.
Enarcó una ceja.
—No soy un asesino a sueldo —entorno los ojos.
—No, pero esa persona de verdad lastimo a Chantrea.
—¿Quién? —gruño.
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