Capítulo 20
Ezra
Daphne está sonriendo, observa el lugar con esa sonrisa a la que creo que es adicta. Una muy mala broma es todo esto.
Belcebú a su lado, carga su par de maletas, con esa jodida sonrisa de saber lo que acaba de hacer.
—Ezra —dice ella con esa vocecita suave que tiene.
Suspiró con fuerza, vuelvo a verla, vuelvo a ver las maletas.
No sé cuándo regresará el ángel, pero estoy segura de que esto me restará demasiados puntos.
—¿Qué hace aquí? —paso de ella, voy hacia Belcebú.
—Es la persona elegida por Lucifer para ser quien los cuide —suelta tan cantarín.
Ya me esperaba esa mierda. De verdad que sí. Esto tuvo que ser obra de mi adorada madre... la misma que libero a mi ángel.
—Se ve muy cómodo este espacio —dice ella con esa sonrisa.
¡Dios!
—¿Si quiera sabe a lo que la han enviado? —paso de ella. De nuevo.
Belcebú se ríe y entonces ya tengo mi respuesta.
La puerta se abre en el peor momento y ahí está, Chantrea en ese vestido rojo que deseo quitarle, ya, de ser posible.
Ella nos observa unos segundos con extrañeza, pero después entra con toda la normalidad. Belcebú aguanta la risa... pero no hace un gran esfuerzo.
—Ángel —camino a su lado—, te extrañé —mi mano se resbala por su cintura para atraerla hacia mí.
Ella no se retira, sé queda a mi lado. Daphne está ahí con la sonrisa congelada. Viendo todo.
La diferencia es abismal entre ellas.
—¿Qué sucede aquí?
Belcebú se aclara la garganta.
—Chantrea, ven aquí —indica Belcebú alzando su mano hacia ella. No la dejo ir.
—Vas a ser la próxima reina, tu no sigues ordenes —le susurro en su oído, pero sé que es audible.
Daphne abre los ojos un poco más y nos ve. Regresa su mirada a Belcebú y tal parece que la sonrisa se le va a romper.
—Chantrea —comienza Belcebú—, te presento a Daphne, descendiente de Cryther, guerrero y regente de la ciudad plateada —la señala. Ah, sí, ese pequeño detalle—, y prometida de Ezra desde la concepción de ambos —aclara. Chantrea no voltea a verme, solo la ve a ella.
Me separa de su agarré, camina hacia Daphne, le tiende la mano.
—Chantrea, un placer conocerte —le sonríe.
Daphne toma su mano y de vuelta su sonrisa.
—Ella, Daphne —señala a Chantrea—, es quien Ezra ha solicitado como reina.
La mirada de Daphne se congela, la sonrisa se pierde, suelta la mano de Chantrea. Parece que está temblando.
Daphne no habla. No, ella ha sido criada como una maldita sumisa. Suspiro con lentitud.
—¿A qué la han traído? —me pregunta el pequeño ángel. Ese ángel que no tiene miedo de mí, ni miedo a retarme.
Daphne la ve con confusión. Suspiro. Claro que la ve con confusión. Nadie se atreve a hablarme con la soltura que lo hace Chantrea... porque soy yo quien la deja. Solo hay otra persona.
—Ella es quien nos va a cuidar estos dos meses, ángel —le sonrío y ella me devuelve la sonrisa.
Chantrea voltea hacia Belcebú, camina hacia él, se coloca a su lado.
—Creo que deberíamos dejarlos hablar. —bromea Chantrea. Le da su mano a Belcebú y él la toma.
—¿Eres la que se metió con mi prometido? —suelta la dulce Daphne. Suspiro con fuerza.
Chantrea voltea a verla, sonríe. Enarca una ceja y ladea la cabeza.
—Tú no te tienes que ir a ningún lado, ángel, en todo caso ella es quien debería irse —suelto caminando al lado de Chantrea.
Vuelvo a poner mi mano en su cintura para jalarla hacia mí.
—No, ella no se metió con nadie, tal parece que me gusta rogar —Chantrea sonríe cuando me ve y quiero pensar que estoy ganando.
—Pero me criaron para casarme contigo —comenta con cierto temor.
—Pero yo no te elijo —contesto sin ganas.
—Ezra —habla mi precioso ángel, voltea a verme y yo lo hago—, trátala bien. —exige.
Sonrío.
No entiende que yo no puedo tratar bien a nadie. Que agradezca que la trato bien a ella.
—¿Me vas a obligar, ángel? —enarco una ceja, divertido.
—¿Necesitas que te obligue? —dice juguetona.
—Podría necesitarlo —jugueteo con ella.
—¿Dónde dormirá? —pregunta rompiendo con el juego.
Y es aquí donde siento que el ángel se está comportando un poco raro. Pasa su mano por mi cintura y siento como me aprieta. Esto es algo que no hace ella.
Este no es el comportamiento normal de ella.
Chantrea
Daphne, Daphne, Daphne, Daphne, Daphne... Daphne es hermosa, Daphne es silenciosa, Daphne es muy delicada, Daphne es toda una dama.
Le paso una taza, ella no ha parado de temblar. Sigue sentada en el sofá donde se quedó después de que Ezra y Belcebú salieran.
—Es un té —le digo y ella no me contesta porque no me quiere hablar.
No me ha querido hablar desde que se fueron. Y de verdad que la entiendo.
Mi corazón no se ha calmado, mi ansiedad está a flor de piel y siento demasiada desesperación. ¿Miedo?
Mis manos también tiemblan como lo hacen las de ella, pero yo no me puedo permitir verme débil. Me ahogo con mis emociones, las intento meter en ese lugar de donde no debieron salir.
Pero no se quieren ir.
—¿Cuánto tiempo llevas con Ezra? —me pregunta.
Suspiró. Tomo asiento lejos de ella. Yo no seré lo que me hicieron. Nunca. Yo no puedo ser Vienne... pero tampoco le voy a mentir. Porque tiene que saber la verdad. Porque a mí me hubiera gustado saber la verdad a tiempo.
—No somos nada, solo nos vemos ocasionalmente.
Ella me ve entrecerrando los ojos.
—¿Te has acostado con él sabiendo que tenía prometida?
Relajo mi respiración mientras siento como me sigo ahogando.
—No lo sabía —admito.
Ella niega con la cabeza.
—¡Él es mío! —se pone de pie y me lanza el contenido del té.
Aun está caliente.
¡Mierda!
—¡Discúlpate o te obligo a disculparte! —es la voz de Ezra que se pone de inmediato a mi lado.
Saca de su bolsillo un delicado pañuelo gris, comienza a secar con cuidado.
—¡Te estoy esperando! —le grita. Sus ojos me buscan—, ¿te duele?
Mi cuerpo tiembla. Yo no deseo ser Vienne. No quiero ser ella.
Paso saliva con rapidez.
—¡Pero ella! —intenta defenderse entre lloriqueos—, ella no quiere respetar que eres mío.
La furia de Ezra se enciende cual pólvora, lleva sus manos al cuello de Daphne.
—No soy tuyo y nunca lo he sido —le gruñe—, ahora se sabía y discúlpate con mi mujer —y ese apelativo me hace temblar.
Las lágrimas repiquetean en mis ojos.
¿Qué dijo Louis cuando los encontré, cuándo la confronté?
"No toques a Vienne"
Paso saliva. Duele. Duele en heridas que creí ya tratadas.
Ezra suelta su cuello, ella tose, sigue llorando, no para de llorar.
—Ella se quedará aquí hoy, tú y yo tenemos otros planes —me dice con frialdad.
Toma mi mano y jala de ella, pero lo detengo, detengo nuestro caminar. Y palabras que no quería que salieran, salen.
—No puedo ser Vienne —murmuro. Mis palabras me traicionan. Me dejan desnuda ante él.
Los ojos de Ezra se abren cual platos. Suspira lentamente. Vuelve a jalar.
—Vamos, ángel, acompáñame, tenemos que hablar —me dice cuando me obliga a caminar.
Daphne sigue llorando, pero ahora es auxiliada por Belcebú. Que de verdad no está haciendo más que darle palmadas en su espalda mientras pierde su mirada en su móvil.
De verdad que la entiendo, el no sentirte suficiente, el creer que no vales nada, que eres reemplazable, una cosa que pueden votar a la basura... es así como Louis me rompió. Él no me eligió.
Duele no ser elegida.
Ezra
He rentado un cuarto de hotel, el pequeño ángel lleva un rato encerrada en el baño, he decidido darle privacidad. Porque ahora lo entiendo.
Esta herida. El pequeño ángel cree que seré tan idiota para engañarla. Nunca. No podría.
Y es algo que debo de dejar claro. Aunque creía que ya estaba claro hasta donde estaba dispuesto a llegar por ella.
Mi frustración me obliga a pegarme a la puerta del baño, estoy a punto de tocar cuando ella sale con los ojos hinchados y rojos.
Ese idiota de verdad la ha lastimado.
Tengo demasiada gente consiguiendo información de Chantrea. Tengo que descubrir todo lo que ella se niega a decirme.
—Ángel —comienzo, le sonrío—, de verdad tenemos que hablar.
Ella suspira.
—Tu deberías estar con tu prometida, ya dejemos este juego, Ezra, es suficiente. Tú tienes tu mierda, yo la mía, regresemos a donde pertenecemos.
Mi risa interrumpe lo que sea que pretende decir.
—Vamos a hablar, ángel —la invito a tomar asiento en la pequeña sala del lugar.
Y sorprendentemente hace caso a mi petición. Se sienta en el sofá para dos y yo me pongo a su lado.
—¿Por qué me elegiste si tienes una prometida? —suelta cuando estoy a punto de hablar.
Suspiro con fuerza.
—Sabía que existía más nunca la había visto —le digo toda la verdad. Sé cómo era por fotos que me hacían llegar periódicamente y sé que cuidaba de mi hermana—. Seré sincero, ángel. La posición que ella tiene considera una ventaja para la hueste —y de verdad lo es—, nos abriría las puertas a mucho más —soy capaz de admitir que en algún tiempo lo pensé—, pero he presentado hace un par de horas, la renuncia oficial al tratado y a la mano de Daphne.
Los ojos de Chantrea se abren con sorpresa.
—No te dejarán.
—Yo no estoy pidiendo permiso —sonrío—, ¿has entendido ya lo que hago por ti?
—¿Por qué? —pregunta y sé que es con justa razón. Louis ha hecho un buen trabajo lastimándola.
Sé la respuesta a esa pregunta, pero ella no está lista para escucharla.
Suspiró con fuerza, mi mano se posa en su rodilla.
—Te daré la respuesta corta, ángel, pero necesito que me veas —y ella lo hace. Vaya está demasiado obediente. Acomodo un mechón de su cabello tras su oreja, estacionó mi mano en su mejilla, sus ojos brillan y mi mundo explota. Lo que soy capaz de hacer por esos ojos, por ella—, haría lo que fuera por ti, eres perfecta, todo lo que necesito, todo lo que quiero, eres mía, ángel, te lo dije, solo estoy dispuesto a perder si es solo por ti... —ella titubea con sorpresa—, quieres que me arrodille ante ti para que sepas lo mucho que te elijo —caigo en la alfombra, arrodillado, tomo sus piernas desnudas, beso sus rodillas—, harías bien en notar la diferencia, ángel, yo no soy Louis, yo no miento, no titubeo, soy tan tuyo, aunque no lo desees.
Sus ojos brillan con ese violeta intenso. ¿Qué lo activa?
—Pero no me gusta la palabrería, ángel, pienso demostrarlo.
Ella se ríe.
—Te ves muy bien de rodillas, Ezra —acaricia mi mejilla.
Y puedo tomarlo como una batalla ganada.
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