Capítulo 15
Louis
Su olor me da asco, su maldito olor me enloquece y deseó matarla, deseó acabar con su maldita vida. Una vida que de nada sirve. Sus manos están sobre mi pecho, escuchó sus gemidos en mi oído, veo sus malditos ojos observarme. Se sirve de mí y toma todo lo que quiere. ¿Cuántas veces ha pasado ya esto?
¿Cuánto ha pasado desde que esta maldita descubrió la verdad sobre Chantrea?
Me da asco sentir su interior, la aborrezco, aborrezco cada cosa de ella. Aborrezco ser su maldita marioneta.
Ella se corre entre gritos, y claro que no obtendrá eso de mí. Tengo que bañarme, sacarla de encima de mí, quitar su asqueroso aroma, su asquerosa esencia.
Espero a que ella se levante y lo hace, con esos ojos que no dejan de mirarme, envueltos en placer.
—Necesito más emoción, Louis, hoy fue como coger con un maldito muerto —se atreve a reclamar.
Toma su cabello en una coleta. Recoge su insulso vestido del piso. Lo embute por su cuello para que caiga sobre todo su cuerpo.
No le contesto. No necesito hacerlo. Simplemente estoy cumpliendo con la parte del trato.
Contonea las caderas al acercarse a mí, sus uñas largas y negras recorren mi barbilla, veo sus ojos suplicantes, envueltos en deseo.
—¿O acaso te gustaría que actué como esa putita que tanto amas? —mi mano corre a su cuello. Lo sencillo que sería terminar con su maldita existencia, pero la maldita lo tiene todo previsto.
—Escucha Vienne —aprieto tanto como puedo—, de verdad soy muy tolerante contigo, de verdad que lo soy, pero si tu vuelves a insultarla, no me va temblar la mano —dejo que una de las uñas de la mano que sostiene su cuello, crezca, se vuelva afilada, la introduzco debajo de la piel de su cuello. Ella se mueve—, puta, Vienne, es lo que tú eres, una maldita puta que tiene que rogar por sexo —la aviento con toda la fuerza que me da la ira.
¡Por esta maldita mujer es que no puedo tocar a Chantrea!
¡Por esta maldita mujer es que todo se jodio!
Su cuerpo cae contra una mesa.
Ella no grita. Solo se sienta, lleva su mano al cuello, sus dedos se empapan de sangre, la observa y sonríe.
¡La maldita se atreve a sonreír!
—¿Dime, Louis, toda esta ira es porque Ezra se la está cogiendo?
Suelta aquello con una melosidad increíble.
¡¿De qué carajos habla?!
Mis manos se vuelven puño. No es la primera vez que suelta estas estupideces.
Se pone de pie con la gracia de una maldita serpiente. Sus ojos de reptil brillan, observándome. La veo acercándose.
—¿De qué hablas? —confronto, aunque sé que miente.
Chantrea no sería capaz de engañarme, Chantrea no rompería su trato conmigo y dejando eso de lado. Y si eso hubiera pasado, el poder de Chantrea habría llenado a Ezra. No, es imposible.
Ella sonríe cuando llega a mí. Sus uñas rasguñan mi pecho dejando una marca enrojecida cuando pasan.
—Sé que no me vas a creer, aunque después de todo le puedes preguntar, ella no te puede mentir, ¿no?, Louis. —suspira con fuerza. Levanta la cabeza para verme directo a los ojos—, tal parece que ahora son dos estúpidos que no entienden que esa mujer es muy peligrosa —canturrea. Vuelve su rostro a las marcas enrojecidas. Posa sus labios en las marcas, termina alejándose con esa maldita sonrisa. Hace una reverencia cuando llega a la puerta—, dejo que se preparé para su fiesta, mi Lord.
Termina por marcharse.
No puedo dejarme influenciar por sus tretas que otras veces ha intentado usar. No lo voy a permitir. Ya en otras ocasiones he lastimado a Chantrea cegado por los celos. No dejaré que esta sea una de esas ocasiones. No cuando hoy es su fiesta, no cuando quiero enmendar todos los errores que he cometido. No cuando mi trabajo es volver a conseguir su corazón.
Tengo un plan para deshacerme de Vienne, pero para ese plan ocupo la ayuda de Ezra, el plan ya está en marcha, y sé que Chantrea lo conseguirá. Una vez que me deshaga de ese maldito desastre, volveremos a ser, Chantrea y yo.
Ella volverá a amarme con la intensidad que lo hacía, yo me encargaré de brindarle de esa intensidad. Yo nos daré el amor que necesitamos hasta que ella vuelva a mí.
Chantrea
Halley termina de abotonar el cuello halter, en mi espalda, bajo mi cabello. Observó el vestido verde esmeralda a través del espejo. La tela de seda no deja nada a la imaginación y el pronunciado escote en la espalda, muchísimo menos. Suspiró con fuerza.
No estoy cómoda de estar en casa de Ezra, pero él es el organizador de una agradable fiesta en mi honor. Sé que esta es su habitación, huele a él. Está llena de él.
Y no quiero parecer algo... algo paranoica, pero siento que hay cámaras en todos lados, cámaras que nos observan. Es por eso que no he podido espabilar, que ni siquiera he podido hablar con Halley de todo lo que está sucediendo. De la decisión que he tomado.
Volteó hacia Halley, ella lleva un vestido negro con cuello cuadrado y poco ceñido al cuerpo, aun así se ve preciosa.
—¿Estas lista? —Halley acomoda mi cabello con cuidado.
No puedo verbalizar que no lo estoy. Pero me obligo a contradecirme. Estoy bastante acostumbrada.
—Lo estoy —sonrió para ella.
—Le avisaré a Louis —se apresura. Detengo su mano.
—No, yo iré a su habitación.
Halley asiente, detiene su caminar y espera a un lado de la cama que se que es de Ezra. Espera a que yo salga, pero la verdad es que solo estoy poniendo a prueba si de verdad hay cámaras.
—Espero que no arruine mi vestido —bromeó. Halley solo rueda los ojos. Se cruza de brazos. Su mirada me juzga.
Doy un paso, veo su boca abrirse cuando la puerta se abre ante nosotras. Y ahí esta. No puedo evitar sonreír.
—Hola, Ezra —ladeo mi cabeza.
—Hola, ángel —sonríe de lado.
Halley suelta un suspiro, se pone de pie. Marcha hacia la puerta.
—Quince minutos —menciona cerrando la puerta tras de ella.
Cruzo mis brazos, dándole mi mejor sonrisa.
—Así que si hay cámaras —lo confrontó juguetonamente—, vaya, con que no sabes otorgar privacidad —me burló.
Él solo da un solo paso absorbiendo todo con él, es imponente, es fuerte, su mano toma mi barbilla, la eleva con fuerza. No sonríe, su otra mano se hace con la piel desnuda de mi espalda. Siento como la aprieta. Como la reclama. Este hombre destila poder.
—¿A dónde dijiste que ibas, ángel? —pregunta sin soltar mi barbilla. No se acerca, mantiene su distancia.
Parece molesto.
—Con mi prometido —suelto.
Ezra no sonríe, no suelta mi barbilla solo me observa.
—Parece que no quieres entender a quien le perteneces —gruñe.
La risa se me escapa de los labios. Pongo mi mano encima de la suya que sostiene mi barbilla, lo obligo a retirarla.
—Me están empezando a cansar este jueguito, Ezra, no soy de tu propiedad, nunca lo seré —amenazó.
Él eleva una de las comisuras de sus labios. Me voltea con una facilidad increíble, mi espalda choca contra su duro pecho, su nariz juguetea con mi cabello, con mi oído.
—Yo no estoy jugando, ángel, ya me cansé de jugar —murmura melosamente en mi oído—, ¿qué quieres ángel?, ¿qué te besé enfrente de mi hermanito?, si eso es lo que quieres, es lo que tendrás. —escuchó la gravedad de su voz.
Y un hormigueo se concentra en mi abdomen, baja hasta vibrar en medio de mis piernas. Debo estar terriblemente enferma.
—Esos son tus deseos —jugueteo ignorando las punzadas de pasión. Ignorando su creciente erección en mi espalda.
—¿Y cuáles son los tuyos, ángel? —gruñe suavemente en mi oreja. Me obligo a no tragar saliva aun cuando no deseo.
Sus labios se pegan a mi cuello.
—¿Qué te coja aquí mismo? —murmura sobre mi cuello.
—Siguen siendo tus deseos —juego intentando que no me tiemble la voz. Ignorando la creciente humedad en mi interior.
Él se ríe con la voz afectada y se escucha tan jodidamente sexy.
—Si son mis deseos —murmura. Me vuelve a voltear con una facilidad increíble. De inmediato extraño su erección contra mi espalda. Inclina su cabeza, pega sus labios a los míos, no me besa—, pero a ti te encanta jugar conmigo, así que juguemos, cosita violenta —aprieta sus labios contra los míos, tiembla como yo tiemblo, su lengua entra a mi boca como un torrente necesitado. Se separa abruptamente dejándome con ganas de más. Niega con la cabeza—, tal parece que de verdad me cuesta controlarme contigo.
Sonrío, ladeó la cabeza.
—¿Cuál es el juego? —pregunto bastante interesada.
—Este es un baile —comienza él.
—No me digas —me burló y Ezra se ríe. Niega con la cabeza.
—Déjame terminar, ángel, este es un baile, habrá demasiadas personas, así que juguemos al gato y al ratón, serás libre de hacer lo que quieras, tienes carta libre —se acerca acechante, vuelve a absorberme, inclina su cabeza para pegar sus labios a mí—, pero si el ratón se queda solo, el gato se lo comerá, ¿has entendido?
Sonrió ladina, se separa de mi oído, pero se mantiene cerca.
—¿Me ves como un ratón?
Ezra
La risa abandona mis labios.
¿Verla como un ratón?, ella puede ser lo que quiera, pero no es un ratón. Nunca lo será, por eso que este juego va ser divertidísimo. Porque me va a retar y de verdad que no espero menos de ella, espero que juegue, que me de batalla.
Pero al final de día, no la dejaré ganar. Porque la necesito. Necesito tenerla, sentirla, llenarme de ella, de sus gemidos, de su cuerpo, de su deseo.
Estoy seguro que Asmodeo no sabe la competencia que tiene con Chantrea. Ella es el deseo en estado puro. La necesidad.
—No, ángel, tú eres peor que un maldito diablo, así que haz que el juego sea divertido y que la recompensa sea maravillosa —le aseguro, me apresuro a sus labios, para probar más de ellos, me deshago en su boca, en su lengua. No quiero dejarla, pero debo hacerlo—, si te atrapo, ángel, no te voy a soltar.
Sonríe y me toma desprevenido. Con qué si le divierten los juegos.
Pero este ángel no ha entendido que esto último no es un juego, que de verdad no la voy a soltar.
—Cretino —fanfarronea.
—Y cínico, que no se te olvide —me acomodo la corbata. La observó una vez más.
El vestido ceremonial que le han puesto le queda perfecto. Le sienta tan bien.
En la hueste. La futura esposa no usa blanco, usa verde en simbolismo de la nueva vida.
De verdad no he querido pensar en todo lo que está a punto de pasar hoy, así que este jueguito me ayudara a no pensar.
—Muy bonito tu vestido ceremonial, lástima que te lo vaya a arruinar. —le advierto.
—Solo si me atrapas, Ezra —reta.
Sonrío, caminó hacia la puerta. Puedo sentir el poder de Louis cerca.
—Yo siempre estoy listo para atraparte, ¿no lo has notado? —digo cuando abro la puerta.
Halley voltea a verme sin ganas, con esa mirada de pocos amigos que se carga. Sé que le caigo tremendamente mal. Pero no me importa.
Continuó mi caminar, sigo hasta el final del pasillo para encontrarme con Louis. Lleva un traje verde, del mismo color que el vestido de Chantrea. Está haciendo honor a la costumbre. Deben ir del mismo color para que se les diferencie.
Me da asco solo de verlo.
—Hermano —sonríe.
Sonrío sin ganas.
—¿Listo para la ceremonia?
Louis asiente con todo y dientes, pone una de sus manos en mi hombro, camina para quedar a mi lado.
—Debo admitir que estoy más listo para la parte final de la ceremonia —murmura.
Todo explota dentro de mí. Todo hierve. Todo aquello en lo que no quería pensar arremete con fuerza contra mí.
Sé que el final de la ceremonia es que ambos sean bendecidos por Asmodeo en una noche llena de sexo, lo que simbolizara el inicio y fortaleza de lo que será su próxima relación.
Quiero matarlo en este momento, quiero golpearlo, pero no puedo, aun no.
Tengo un plan. Cosas que resolver.
—Espero que des el ancho, hermanito —sonrío para continuar mi camino. En otro momento podré humillarlo más. Ahora tengo asuntos que resolver.
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