Capítulo 1
Chantrea
El mismo bar de siempre, ¿por qué siempre eligen el mismo bar de siempre?
Las luces estrambóticas golpearon mis pupilas, aleteé las pestañas en lo que mis ojos se acostumbraban a las luces azuladas y rojas del lugar. ¿Por qué este tipo de sitios siempre debe tener estas luces tan chillonas que lastiman tanto la vista?
Suspiro con fuerza. De verdad desearía no estar aquí.
Volteó a los lados en busca del blanco, no lo veo, pero lo veo a él y él me ve a mí.
Sonríe de lado, pero es seguro que no me sonríe a mí, ¿oh sí?, no lo creo. Está sentado en una de esas mesas circulares altas, él está en uno de los banquillos de aquella mesa. Suspiré. Me permití darle un vistazo a sus rizados y negros cabellos, me consentí el observar a esos ojos terriblemente grises, a esa sombra de barbilla, a su piel clara, a sus labios carnosos y sonrosados, mi vista observó sus pantalones negros desgastados en conjunto con esa chaqueta de cuero.
Es como un sueño el verlo. Desprende ¿maldad, atracción? No lo sé, pero esta en sus ojos. Está en él. Es como si quisiera descubrirlo. ¿Lo he visto antes?
Bebió un poco de la cerveza que estaba en sus manos, observó su reloj y suspiro. Claro, estaba esperando a alguien.
Me permito verlo rodar en su banco, me concedo el verlo sonreír, ese rictus hace que se vea como un dios de hielo, veo como se le forma un hoyuelo, observó como deja su cerveza en la mesa, como baja una pierna y mi corazón se detiene.
Y me siento como una cobarde cualquiera, porque de inmediato volteó, no lo quiero cerca, no puedo tener a ningún hombre cerca, ya no más. Siento esa presión en el pecho que me causa un martirio mientras los recuerdos me golpean.
El corazón me traiciona, está galopando cuál caballo en carrera, ¿no pretende parar?
¡Dioses! Tengo que guardar la maldita compostura. Esta no soy yo.
Siento mis mejillas hirviendo y un resquicio de mi alma soñadora, quiere liberarse, me quiere obligar a caminar hacia él. Como si pensara que todo lo que hemos vivido estos últimos años no fuera suficiente enseñanza, como si pensará que él era el príncipe que nos iba a rescatar. Nadie me rescataría, porque la intención de salvarme estaba demasiado lejos de lo que quería.
Max tocó mi hombro con cierta sutileza. Volteé a verlo. Su cabello rubio, despreocupadamente, pero a la vez perfectamente alborotado, se movieron con el tenue movimiento, sonrió a medias, sus ojos verdes intenso, llamaron de inmediato la atención de varias personas.
Max era extremadamente guapo y si no lo conociera tanto como la palma de mi mano, sería el sujeto ideal para mí. Desafortunadamente, conozco todo de él, más de lo que me gustaría desear.
—Tal parece que nuestra víctima no está aquí. —comenta Max. Volteó a verlo. Comienza a mover su cabeza de hombro a hombro para estirarla—. Creo que podemos divertirnos.
—Vamos, Max, sabes que no hemos venido a eso —lo reprendo.
Podría estar haciendo demasiadas cosas, en definitiva, estar aquí, no estaba exactamente en mis planes, pero mi tiempo no me pertenece y la decisión tampoco es mía. Porque, al parecer, nada realmente es mío.
—Díselo a los ojos de ese chico que no deja de verte y que tú tampoco tuviste problemas en verle —Max detiene su mirada en él, le sonríe. Pero algo cambia, solo es un chispazo repentino. Max aprieta la mandíbula, pero no dice nada más. Suelta una risilla escueta, muy típica en él.
—¿Pasa algo?
Niega con la cabeza, pero coloca su mano sobre mis hombros atrayéndome hacia él, de forma sobreprotectora, como si estuviera reclamándome como suya.
—Nada, creí ver a alguien —sonríe dándome un pequeño beso en la sien con esa sonrisilla divertida
—Está sentado cerca de los baños, Chantrea —la melodiosa voz de Halley me toma por sorpresa.
Ella es la belleza encarnada, su piel olivácea, sus ojos feroces y verdes, las pecas sutiles más oscuras en sus mejillas y nariz respingada, sus abultados labios, su cabello rizado, su cuerpo y altura de infarto. A donde ella fuera, las miradas la seguirían. Sin embargo, ella no sonreía. Ella ya no lo hacía. Hace mucho que olvido como hacerlo.
—Que el juego comience —les indiqué en voz baja.
Ellos asintieron casi imperceptiblemente. Esto lo habíamos hecho hasta el cansancio, así que era claro que se sabían los movimientos. Max urgió sus pasos a la salida, Halley por su parte se quedó cerca de la entrada, en una de las plataformas que le permitía observar la mayoría de puntos ciegos dentro del bar. Solo en caso de que algo se salga de control.
Tomé una bocanada de aire mientras caminaba. Mi parte era jugar y jugar bien. Tomé otra bocanada de aire ya lleno de humo de los cigarrillos y el alcohol.
Lo vi a él, un chico guapo, moreno, de cabello color miel bien acomodado, con esos ojos cafés y esas ojeras tremendamente marcadas en su piel. Está tomando un trago mientras toma una llamada, no parece del todo contento. ¿Lo estarán plantando?
Es aquí donde entro en acción, acomodo mis pulseras, listas para crearme el escenario perfecto, termino pasando cerca de él y ocurre lo que ya tenía planeado, mi pulsera se atora con su saco beige, volteó a verlo con evidente vergüenza, le he sacado un hilo a su esplendoroso traje.
Él, primero voltea con molestia, pero después se lo piensa mejor, sonríe y termina dejando el teléfono sobre la mesa. Tener una cara bonita y la actitud de damisela en peligro, siempre funciona. Me ayuda a sacar la pulsera de su tela con evidente calma.
—De verdad lo siento —me escuchó suplicar apenada y no puedo creer que me quede tan bien el maldito papel. Porque en algún tiempo fui esa que rogaba.
Una sonrisa se le dibuja en sus labios, adornando su rostro cansado.
—No pasa nada, ya me había cansado de este saco —sonríe con todo y dientes. Me extiende su mano para que la tome, y lo hago—, Christopher.
Me otorga su nombre como si nada. Mis adentros se ahogan en risa y una sonrisa se me escapa en los labios. Tan ingenuo que es.
—Chantrea —ladeo mi cabeza, volteó al piso para fingir apeno, vuelvo a sus ojos con una risilla apenada y él cae aún más.
¡Dios, qué sencillo!
—Hermoso nombre para una chica preciosa, ¿estás sola? —pregunta volteando a los lados.
Asiento, apenada.
—Vine con mis amigas, pero no las encuentro —finjo buscarlas en la multitud y de vuelta él sonríe.
¿De verdad se está creyendo el cuento de que me está seduciendo?
—Ya somos dos, gustas acompañarme —señala con sus ojos el asiento a su lado.
Lo tomó de inmediato. Él no pierde detalle en todo lo que hago. Desde como subo mi pierna, como me reacomodo en el asiento hasta cuando obligo a tomar una bocanada fuerte de aire para que mi pecho se infle y sea mas notorio en el escote.
¿Por qué habrá vendido su alma?, ¿dinero?, no parece tener, ¿fama?, no lo conozco, ¿amor?, no veo a nadie aquí, ¿poder?, no, el poder no va con él.
Aun así vendió su alma y punto.
Tengo que adelantar la situación si quiero salir de aquí.
Tomo su vaso de whisky en las rocas.
—¿Puedo? —murmuro con suavidad llevando el vaso a mis labios.
—Lo que gustes —está tan malditamente feliz.
—Parece que te ha enviado mi ángel de la guarda —evito reírme ante su comentario. ¿De verdad cree que parezco un ángel?
Lástima que crea eso.
Yo no estoy aquí para salvar almas.
Ni los ángeles están aquí para salvar almas, esa es una mierda mal contada, una mierda que gana millones año con año. Pero ese no es mi tema.
—Y ese ángel que tienes —juego con el vaso en mis labios mientras le observó con algo parecido al deseo. Ocultando el asco. He aprendido a controlarme, a ponerme una careta que cubra mis emociones—, permite que hagamos cosas sucias —pregunto sin hacerlo realmente.
A él le brilla la mirada.
¡Su día de suerte!
—Mi apartamento está cerca, ¿te gustaría ir? —y listo, trabajo casi hecho.
Asiento.
—¿Está bien?
—Perfecto, preciosa.
Asiento para bajarme del banco en el que me encuentro, me doy la libertad de saltar para que el vestido vuele y con esto las bragas de encaje puedan notarse. Un poquito de motivación extra.
Es hora de darle al demonio lo que pide.
Ezra
Un ángel, de verdad que parece un ángel, pero algo me dice que no lo es.
Sonrió cuando ella me ve, nuestra mirada conecta por unos segundos.
La vi desde que entro con ese maldito vestido negro que poco deja a la imaginación. Su cuerpo parece una trampa mortal; pechos perfectos, una cintura que fácil cabria en mis manos sin nada de esfuerzo, un maldito trasero tan circular y llamativo con esas piernas que le hacen juego a su trasero. ¿Sabe que se ve así de bien?
Estoy a unos segundos de ir tras de ella, después de todo el idiota de Louis, que para empezar fue el que convoco a esta animada reunión y lleva ya media hora de retraso. Un idiota definitivamente.
Aun así, ella se gira, ignorando mi mirada y eso solo provoca más y más mi atención. Pero es alguien quien me detiene y ese alguien es ese demonio rubio con el que está. Lo conozco. Claro que lo conozco, es el enfermo de mente que le gusta ir por ahí matando gente, y también, es uno de los empleados de mi hermano.
¿Qué hace un demonio así con un ángel como ella?
El rubio me ve, conecta conmigo, claro que sabe quién soy y claro que sé quién es él.
Pero no es todo, otro demonio llega a su lado, otro demonio con una de las peores historias que conozco, pero que, por mala fortuna, más se repite.
Ahí está ella, le murmura algo a ambos, ellos asienten y es de ese modo que se dispersan...
Sigo sus pasos hasta aquel hombre.
¿Qué hace?
Agradezco mis poderes que me permiten escuchar su charla. Ahora ella tiene toda mi atención.
Y ahora entiendo que este ángel no tiene nada de ángel.
Es un maldito demonio. Uno muy lindo.
—Parece que te ha enviado mi ángel de la guarda —le dice él estúpidamente.
¿De verdad?, hombre, deberías superarte.
Las ganas de ir a golpearlo, quitárselo de encima me llenan por dentro. Pero no soy tan insensato. Sé controlarme lo suficiente.
Ella se ríe suavemente. Cuantas ganas me dan de intervenir, pero no lo haré, por las leyes y porque no es mi trabajo. De verdad nada me sirve involucrarme en estas mierdas. Pero la sensatez de la que acabo de presumir se me está colando como agua por las manos.
Ella termina por irse con él, no sin antes cruzar otra mirada conmigo, ¿qué carajos quieres, pequeña diablita?
Porque yo no te voy a salvar. De hecho, dudo que necesite salvación. Si está con ese par, ya no hay salvación para ella.
Pero si trabaja para mi hermano, ¿cómo es que antes no la vi?
A la única que no conozco es a... es a...
... Demonios. Era... ella.
Una sonrisa me asalta el rostro. Pero qué interesante. Con que es ella. De verdad creí que la tendría más protegida, tal vez no es tan importante para él, pero siempre podemos averiguarlo.
Volteó con rudeza a la salida, ella ya no está.
¿Así que así se ve la próxima esposa de mi hermanito?
Vaya maldito cabrón.
No debería, no debería ir tras de ella, pero aun así sigo sus pasos.
La veo irse con él, veo al idiota posar su mano en su cintura. Una basura como él no debería tocar a alguien como ella.
¿Louis permite esto?
Pero qué tonto, claro que sí, es un idiota. Un cabrón.
Ok, esta chica ya tiene mi atención. Veámosla.
—¿Te gustan las vistas? —pregunta el rubito que ha aparecido de algún lado.
—Disfrutables. —suelto tan plano.
—Pues disfruta entonces —menciona despegándose de la pared donde estaba recargado.
Chantrea
Alcanzo a ver esa callecita oscura y lo siento, siento a Louis, producto de nuestra conexión, producto de su maldita traición y mi insensatez.
El tipo este, ¿cómo dijo que se llamaba?, he olvidado su nombre, pero no es como que deba acordarme. Los malditos cinco años que llevo en esto me han hecho entender que no necesito saberlos, no necesito recordar, total, solo es una persona más que está a punto de desaparecer.
—¿Recuerdas que me dijiste que de seguro me envió tu ángel de la guarda? —jugueteó con las palabras.
Él aprieta mi cintura. Antes sentir las manos de otros en mi cuerpo, era una sensación que no podía tolerar. Ahora se ha hecho tan normal que ni me molesto en retirarlo. Es lo único que tendrá antes de morir.
—Pues has errado en tu suposición —le adelanto unos pasos para detener su caminar y él se detiene con una sonrisilla divertida. Intenta alcanzar mi mejilla con su mano, es ahí cuando lo detengo. No quiero más su mano sobre mí.
Me observa extrañado, pero no parece haber mellado su ego.
—¿Por qué lo dices, preciosa?
Sonrió. Louis ya está aquí, siento el hilo que me ata a él, jalarse.
—No fue un ángel —comentó con frialdad.
Ahora, si se queda quieto, una risa estúpida sale de sus labios.
—¿De qué hablas, hermosura? —su voz está sorprendida.
—Habla de mí —su aterciopelada voz juguetona recorre todos los espacios.
Y entonces aparece. Él, mi maldito error, mi propio demonio e infierno.
Su cabello está desarreglado, aun así, logra verse espectacular, sus ojos azules como el océano, sus labios rosados, sus malditos cuernos del café más intenso, retorcidos en su cabeza, arriba de sus orejas. Es alto, es fornido. Es un deleite para la vista, un definitivo placer para el ojo humano. Es tentación. Su camisa blanca se pega a los músculos de sus brazos, está descuidadamente abierta y puedo casi adivinar quien le dejo la camisa abierta, pero no indagaré en eso, no me meteré más en esa mierda. Su pantalón de lino negro está pegado en su trasero y suelto en todas sus piernas.
Se ve bien, y nadie puede negarlo.
Lleva las manos dentro de su pantalón y su fanfarronería tan clásica de él se plasma en su rostro.
—Habla de mí —su voz toma terreno en la noche y el tipo alcanza a dar un paso atrás. Louis, por el contrario, se acerca a mí, resbala su mano por mi cintura, jalándome. Deposita un beso en mi mejilla y de inmediato sé que huele a ella.
El tipo da otros pasos más atrás cuando Louis me abandona y da pasos hacia él, e insulsamente intenta correr. Una pena por él. Halley y Max ya están dispuestos detrás del sujeto, no tardan en tomarlo por los brazos obligándolo a voltear hacia Louis.
Suspiró cansadamente. A Louis le encantan los juegos.
—Oye, hermano, pero aún tengo tiempo —dice nerviosamente intentando zafarse del agarre. Eso es más que imposible.
—Ah, ¿sí?, ¿por qué crees eso? —menciona Louis, bastante divertido.
—¿Por el trato? —su voz le tiembla terriblemente.
Suspiro sin ganas, eso es lo malo de los tratos con los demonios. Ellos no son de fiar y siempre buscan engatusarte con las palabras.
—Yo no recuerdo eso —Louis se hace el desentendido mientras saca su daga, aquella que recoge almas, aquella con dientes de serrucho lista para causar dolor y la esmeralda al centro que recoge las almas.
Yo no tengo que ver esto. Me doy la vuelta.
El jugueteo que tienen con él es algo que no estoy dispuesta a soportar. No hoy.
Salgo de su camino, ignoró los gritos desesperados del sujeto. Nadie lo va a escuchar. Pero está bien que intenté luchar, es parte de la naturaleza.
Ezra
Es un encanto, definitivamente lo es. ¿Pero por qué carajos me interesa tanto?
De repente estoy persiguiéndola. Ella no se quedó con los locos psicópatas de atrás, no, ella siguió su camino como si nada.
¿A dónde iba?
Ella es el secreto mejor guardado de mi hermano, pero para ser su mayor secreto, la expone demasiado. Tanto que he podido dar con ella.
Desde aquella sublime exposición donde la nombro su prometida, desde ese momento, , nadie sabía nada sobre ella, pero aquí está, delante de mí, contoneando sus malditas caderas, siguiendo el flujo de sus pies.
¡Que ganas de verla a los ojos!
—¿Disfrutas la vista? —escuchó su suave voz y no puedo evitar sonreír. Se ha dado cuenta.
Chica lista, preciosa e imposible.
El combo perfecto.
—Vaya que la disfruto. —sonrió a medias.
—¡Púdrete! —ella no voltea, al contrario, sigue caminando.
¿No tiene miedo?
—Oh, ángel, yo ya estoy podrido. —mencionó entre burlas intentando acercar su paso.
Pero ella no aumenta su velocidad, me deja seguirla.
Voltea hacia a mí al tiempo que la alcanzó. Sus preciosos ojos violetas, me miran y con eso confirmo que es ella; Chantrea.
Ella me observa con detenimiento y se cruza de brazos, ¿sabe quién soy?
—No soy un ángel —dice con toda la seriedad del mundo.
Me roba la sonrisa. ¡Es encantadora!
—Yo creo que lo eres —le sonríe.
—Qué mala percepción —dice mientras voltea para continuar su camino—, deberías desaparecer ya.
Siento a Louis, lo siento demasiado cerca. ¡Maldita sea!
—Por hoy te lo concederé, ángel —le guiño el ojo para continuar mi caminar.
Revisar tiempos.
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