Capítulo 9
Ezra
El alivio me cae como un balde de agua fresca en una tarde de verano. Tengo que suspirar por lo bajo. Esto nos trae una nueva perspectiva, cosas que podemos cambiar. Con esto podemos tirar una nueva mano de cartas. Eso significa que no la tendrán aquí, que no será su prisionera.
De haber sabido con anterioridad toda esta información, pude cambiar la situación desde un inicio y eso es algo que mi pequeña Trea y yo, tenemos que revisar.
—Llévatela —ordena Leibda de nueva cuenta.
Y esta vez no permitiré que nada me detenga. Mi mano está bien afianzada a su brazo, la jalo con cuidado. Las puertas son abiertas por los guardias que ahí yacen.
No dudo en la capacidad de Louis y Belcebú al manejar la situación de aquí en adelante.
—Abejita —sisea el tipo ese obligando a Chantre a dar un respingón—, mantente despierta, iré a verte en un rato —y suena a amenaza.
Chantrea no contesta, me obliga a caminar, aunque justo ahora siento mis pies anclados al piso, están así por la necesidad imperante de golpearlo. No lo haré, no cuando estoy tan cerca de sacarla de aquí.
Pero aquí nada es sencillo, ¿no?, así que debemos apurarnos.
Las puertas se cierran cuando las pasamos y suelto una bocanada de aire que me había estado conteniendo durante todo este rato, dejo de apretar su brazo, aquí ya no es necesario.
Chantrea no dice nada, continúa caminando unos pasos delante de mí. Sé que no dirá nada hasta llegar a la "seguridad" de su habitación. Es inteligente, después de todo pueden haber oídos por todas partes en este maldito lugar.
Aprendí de inmediato el camino a la horrible torre donde la tienen, no es que este escondida ni que el camino sea difícil. Realmente es seguir el camino del jardín hasta donde las luces se opacan y oscurecen, tienes que pasar por un estrecho pasadizo oculto hasta que las escaleras comienzan a tornarse más anchas.
Subimos las insulsas escaleras en silencio.
Hay dos guardias apostados en cada lado de su puerta. Cuando me ven agachan su cabeza. Supongo que Gremorian tiene que ver con el asunto así que en realidad no me detengo a pensarlo demasiado.
Ellos abren la puerta para Trea quien se desliza de inmediato, sigo sus pasos, entrando en la habitación, cierro detrás de mí. Dejo que mis sombras hagan lo suyo, insonorizando la habitación, dándonos un plus de privacidad.
Trea suelta un suspiro tembloroso por fin, su cuerpo tiembla terriblemente. Camina de un lado a otro, la veo tragar saliva.
—Supongo que tenemos asuntos que tratar, Trea —suelto con suavidad.
Ella voltea hacia mí. Detiene la caminata que mantenía de un lado a otro. Traga saliva al tiempo que suelta otro suspiro tembloroso. Esta no es la Chantrea fuerte que conozco. Algo está mal.
No dudo cuando la tomo en brazos, cuando siento su cuerpo temblar en mis brazos.
—La única forma de deshacerse de la unión es matar a uno de los participantes de esta —suelta y entiendo su temor.
Una risa sale de mis labios y mi corazón da saltos de alegría.
—¿Te preocupas por mí, Trea? —pregunto con cierta sorna.
Separo un poco su cuerpo del mío, mis manos sostienen sus brazos. Sus ojos brillan, cuando me ve.
—Eres un demonio idiota engreído —gruñe haciendo un mohín, desafiándome con sus ojos.
¡No hay nadie más a quien le pueda pertenecer que no sea ella!
—Soy tú demonio idiota y engreído —le murmuro con diversión sacándome el yelmo de encima, dejándolo caer con un ruido sordo.
Sus ojos me observan con decisión, los veo brillar con ese color violeta, y sé lo que quiere, lo que necesita.
Ella inicia el incendio, pero soy yo quien se quema con gusto. Nuestros labios chocan a mitad de camino. Me deshago en su boca, la devoro, la hago mía, reclamo cada parte de su lengua. La necesito. La he necesitado toda mi vida.
Sus manos empujan el peto de la armadura para empujarme a mí. Me recorro con gusto, dejándome llevar por ella. Mis piernas chocan con su cama, me dejo caer, desplomándome sobre la misma. Ella se coloca a horcajadas sobre mí, con ese insulso vestido que rápidamente la deja desnuda de su cintura para abajo. Mi miembro contenido en los pantalones de cuero se sacude necesitándola, reclama lo que sabe que le pertenece, la humedad que es suya. Sus manos van de prisa a las agujetas del pantalón como si ella tuviera más necesidad que yo. Mis manos se posan en su cintura, sentirla es todo lo que necesito para saber que todo esta bien.
—Él vendrá —le recuerdo cuando me estoy sacando los guantes para tocarla entera.
—Que observe —murmura con esa voz plagada de placer.
Mis labios se van a su cuello, tomo su olor, mi lengua recorre su sabor y ella arquea su espalda. Comienza a restregar su intimidad contra mi ya duro miembro.
Sus manos dejan de pelear con las agujetas del pantalón, envuelven mi cuello, ladea su rostro obligando a que sus labios terminen pegados a mi oído.
—Como me haces tuya —susurra con esa dulce voz que es justo lo que voy a hacer, la haré mía. No necesita decir más. Me he vuelto en un maldito súcubo por ella, la deseo, deseo enterrarme en su humedad. Comerla entera.
No soy consciente cuando mis manos la toman con fuerza, cuando la alzo en volandas y la volteó dejándola debajo de mi cuerpo, ella suelta un gemido con el brusco movimiento. Me ha dejado de importar si se siente cómoda o no, solo necesito saciar la sed que tengo de ella. Mis labios besan los suyos, robo su aliento, lucho con su lengua, me hago de su sabor, lo mezclo con el mío. Beso en donde él la lastimo, la lleno de besos, porque ella no debería saber de un dolor físico brutal, el único dolor que debe probar es el de su vagina cuando tenga suficiente de mí. Cuando la joda tanto que necesite más para sentirse bien. Me saco el maldito peto tan estorboso, lo aviento lejos y este repiquetea en el piso. Mis manos aprietan su cintura, caminan hasta sus senos, los presiono sin suavidad, ella gime, arquea su espalda, se acomoda para mí, abre sus piernas pidiendo a gritos de mí.
Pero estoy vuelto loco, he perdido la cabeza, me dejo caer de rodillas fuera de la cama, mis manos agarran su cintura por ambos lados, jaló de ella con fuerza, no quiero ser suave, ella no necesita suavidad, ella necesita que la dominen y el único que puede tenerla así, que puede dominarla, soy yo.
Ella suelta un gemido ante el movimiento brusco, sus pies se enroscan en el filo del colchón. No hay preámbulo, mi boca va directo a su humedad que me recibe con gusto. Sus manos corren a mi cabello cuando arquea su espalda, cuando me ofrece más de ella, mi lengua hace un camino por sus pliegues, por su sabor. Mi lengua atrapa su clítoris, lo rodeo y ella gime a la par que aprieta su agarre sobre mi cabello. Comienza a balancear su dulce humedad, en mi boca, me esta cabalgando, se esta restregando con toda la necesidad que siente, que yo siento. Capturo su clítoris, lo muerdo. Gruño en ella cuando ella suelta un gemido, cuando la primera oleada de su sabor cae en mi lengua. La tomo toda, hasta la maldita ultima gota.
Tocan la puerta, cuando me incorporo, cuando saco a mi necesitado miembro de su interior.
—¡¿Sí?! —contesta Trea y yo lo creo el momento justo de deslizarme en ella.
Ella lleva las manos a su boca con rapidez ahogando el gemido.
No me ha dado entrada completa, estoy a la mitad, estoy tan sorprendido de lo mucho que me ha excitado el que mi Trea este intentando mantener una conversación mientras la hago mía y no paso por alto la humedad que recorre la parte de mi miembro que ya esta dentro de ella haciéndome saber que también a ella le ha gustado. Así que es algo que seguiremos probando.
Ahora no se me hace tan descabellada la idea de cogerla frente a él.
Esa humedad me ha permitido entrar enteramente en ella y Trea suelta un gemido que suena como música para mis oídos. La embisto con fuerza y obtengo un gemido más.
—Avisa la general Gremorian, que Lord Erebos viene para acá. —anuncian.
Embisto una vez más, obteniendo otro gemido, no me puedo cansar de lo caliente y húmeda que esta por dentro, de lo apretada que está, de lo bien que me recibe, de su humedad cuando choco con ella, cuando la tomo.
—Demuéstrales a quien pertenezco —dice ella embriagada por el placer que nos ha tomado cautivos a ambos.
Hemos perdido la cabeza.
Estamos corriendo un riesgo enorme. Pero el incendio crece y ya no hay forma de apagarlo. Mis manos vuelven a sus caderas, me salgo de ella y obtengo su reclamo que dura un solo segundo, la volteo con rapidez, ella cae en su cama, sus rodillas primero, sus manos, después, no lo pienso cuando vuelvo a entrar en ella. Choco con lo que creo que es su pared, pero necesito más de ella. Mis manos se aferran a su trasero, aprieto y jalo de ella con fuerza, obligándola a que reciba más de mí, la estoy lastimando, pero por sus gemidos tan placenteros lo esta disfrutando.
No me detengo, voy más rápido, veo como sus nalgas ya rojas por el agarre chocan con mi pelvis, es todo lo que necesito.
Siento como estalla como se humedece, como sus piernas tiemblan, pero yo no he tenido suficiente.
—Aguanta, Trea —pido embistiendo con prisa.
Voltea a verme con el rostro anegado en lagrimas que se que son de placer y me jode verla así. Soy suyo. Lo he dicho hasta el cansancio, pero así es.
Escuchamos pasos metálicos a la lejanía y sé que se trata de él. Ya viene.
—Para —pide ella.
Pero no lo haré. No puedo, no he tenido suficiente, doy embestidas más rápidas. Más necesitadas. Los pasos se aproximan y ella gime cuando embisto de prisa, cuando la destrozo. Sus manos se aferran apretando el edredón rosa de su cama. Su humedad tiene goteando a mi miembro. Embisto más, aprieto con fuerza sus nalgas, marcándolas. Es ahí cuando sé que estoy a punto de explotar. Salgo de ella, la volteo con la misma rapidez que antes, ella abre su boca, como si supiera lo que viene, y mi semen explota cuando su lengua toca mi glande, ella toma todo de mí, lo traga y es una visión extraordinaria que necesito guardar.
La puerta suena tras el golpeteo de un puño. Una gota de semen se escapa por una de las orillas de su labio y tengo que sonreír cuando la tomo con mi dedo anular, llevándolo a su boca.
Gremorian
—Eso significa que tu deber es entregarla —es Belcebú quien interviene.
Erebos suelta una risita discorde que da terror.
—La entregaré si él viene por ella —gruñe.
—¿Crees que dejaríamos que venga a tus terrenos para que acabes con su vida? —Louis me sorprende tomando la palabra y no pareciendo el mequetrefe de siempre.
—Tiene razón —es Leibda quien interviene—, sugiero que el intercambio se haga en un plano neutral como la tierra.
No creo que esto vaya a salir bien para nadie, es seguro que Erebos no dejará que su posesión más valiosa no este en manos de él y me preocupa no ser capaz de entender cuál es el plan a tiempo.
Espero que Ezra sea lo suficiente inteligente para entender que Erebos no la dejará ir, así como así. Es claro que tiene cartas bajo la manga y él tiene que estar listo.
—Puedo encargarme del sitio —al menos de ese modo puedo controlar ciertas variables.
—¡Que esperas! —me urge Erebos.
Asiento.
Él da unos pasos hacia Louis.
—Quiero a su rey en la dirección que indicara ella, al anochecer, puntual, sin mierdas, ¿han entendido? —gruñe.
Erebos esta mostrando su verdadera e iracunda personalidad.
—Ahora largo de aquí —ordena con furia a todos.
Chantrea
La puerta se abre de par en par cuando Ezra ni siquiera se ha abrochado las agujetas del pantalón y ni siquiera ha ocultado su identidad, sus ojos grises aun son visibles.
Gremorian azota la puerta cuando entra. Sus ojos verdes están envueltos en el fuego de furia.
—¡Déjense de malditas mierdas y pónganse a pensar como salvarse el maldito pellejo, malditos calenturientos! —alega con furia. Camina hasta Ezra, lo toma del jubón sin suavidad—, es hora de que te vayas y es hora de que pienses en que hacer. —Y sé que Gremorian tiene razón, necesito pensar con claridad, necesito salvarlo, salvarnos.
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